Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 20

Capítulo 20

Wendy:

La mañana siguiente estuvo teñida de tristeza y fue un sinfín de saludos de despedida y llantos incontrolables.

—Prométeme que quedaremos por lo menos una vez al mes —dijo Allie abrazada a mí— y que me llamarás todos los días. Ya sabes que si pasara algo, me tendrás en Allura en un visto y no visto.

—Prometido. ¡No me puedo creer que esta sea la última vez que pisemos los terrenos del campamento Sunshine! Si parece que fuera ayer cuando nos conocimos —comenté con nostalgia.

—Doy gracias de que nos pusieran juntas desde el principio —estuvo de acuerdo Sophia.

Recuerdo mi primer año. Estaba triste por todo lo que había ocurrido —la pérdida de papá aún era muy reciente y Katrina había empezado a tratarme mal— y lo que menos me apetecía era irme de colonias. Ambiente nuevo, personas desconocidas y mi yo infantil depresivo por todo lo que estaba viviendo, pero aquel cambio de aires me vino de maravilla. Si bien al principio me costó adaptarme —los primeros días ni siquiera hablaba y apenas probaba bocado; me pasaba las horas encerrada en mí misma—, al principio conseguí salir de mi caparazón y relacionarme con ese par que me devolvieron la sonrisa y las ganas de vivir al instante.

Una pequeña lágrima descendió por mi mejilla cuando abracé con fuerza a Sophia.

—Os voy a echar mucho de menos.

—No seas melodramática, amiga. Nos veremos en menos de lo que canta un gallo, ya lo verás. Además, ahora que por fin vamos a ser mayores de edad ante la ley podemos compartir un piso mientras hacemos lo que nos dé la real gana. ¿No es emocionante? Habíamos soñado con este momento desde que éramos unas crías.

Era cierto. Desde los doce no habíamos dejado de hacer planes conjuntos para un futuro que veíamos muy lejano. No me podía creer lo cerca que estaba de cumplir los veintidós años y de poder desprenderme de mi madrastra y de mi hermanastra. Quería vivir mi vida a mi manera, con mis reglas, y demostrarles a todos los que me han subestimado que Gwendolyn Barrie no era tan tonta como se pensaban.

Las abracé con fuerza antes de subirme al autobús. Aquella mañana me había tomado un tranquilizante para que no me entrara el pánico y, pronto, me surtió efecto. Me pasé gran parte del viaje durmiendo como un lirón y, cuando me desperté, vi que tenía varios mensajes de Aiden. Como estaba sentada en la parte trasera y no tenía a nadie al lado, le respondí sin temor a que nos descubrieran.

<<¿Qué tal el trayecto?>>

<<Solo llevamos una hora separados y ya te echo de menos. ¿Es eso normal?>>

<<Tengo ganas de que tengamos una cita en condiciones.>>

Si es que iba a comérmelo a besos. Una gran sonrisa se instaló en mis labios.

<<Lo siento, me he quedado dormida. Ya sabes, por todo el tema de la medicación. Estamos llegando a mi barrio, así que no te extrañes si de un momento a otro dejo de escribirte. Eres adorable. Yo también te echo de menos y también tengo muchas ganas de salir contigo.>>

Recibí su respuesta cuando el autobús estaba a llegando a la parada:

<<Mantenme al tanto de todo y si esa horrible mujer te pone la mano encima, te juro que haré lo que sea para sacarte de ahí. Ya es hora de que te libres de esa alimaña.>>

Tragué saliva. Si todo fuera tan sencillo.

<<Está bien. Acabo de llegar. Hablamos en un rato.>>

A pesar de que sentí la necesidad de salir corriendo del transporte en cuanto se abrieron las puertas, debido a que estaba al fondo del todo fui de las últimas en salir. Tuve que centrarme en respirar y en mantener la cabeza relajada para no entrar en pánico, pues, por desgracia, los efectos de la medicación ya habían pasado del todo.

Llegué a casa justo a la hora del almuerzo, maletas en mano. Metí la llave en la cerradura de la puerta trasera, aquella que daba directamente a mi dormitorio en el sótano y que era la única que podía usar porque la principal estaba destinada para la dueña de la casa, y, antes de adentrarme en aquellos muros tristes, me mentalicé para lo que vendría a continuación.

En efecto, cuando estaba colocando de nuevo las prendas en el armario y separando aquellas que echaría a lavar, la puerta se abrió de golpe y Katrina invadió mi espacio privado sin importarle nada. Me sobresalté. Al girarme, me fijé en la expresión seria que tenía en el rostro, los ojos brillándole con maldad. Se avecinaba el huracán Katrina y yo tenía todas las papeletas de salir herida.

—¿Se puede saber qué estás haciendo?

Volví a mi tarea de separar la ropa antes de guardar la limpia en el armario.

—Recoger —respondí con sequedad. Me daba igual quedar como una maleducada delante de ella; hacia años que había dejado de actuar que me caía bien solo para buscar su aprobación.

Dio un par de pasos hacia delante hasta quedarse justo delante del montón de ropa que había hecho en el suelo. Arrugó el morro al verla.

—Nunca me ha gustado tu estilo. Mis hijas te dan mil vueltas.

Hice una mueca.

—Eso se soluciona si me das parte del dinero que me pertenece para que pueda comprar ropa más bonita y cómoda —me defendí sin morderme la lengua. No temía las consecuencias, ya no.

—Deberías cuidar más tus palabras. No te he educado para que seas una chica insolente.

Sí, claro. Como que ella se había molestado en educarme. Contuve todos los pensamientos que se me venían a la cabeza. Acababa de llegar de un viaje que me había dejado agotada y lo último que quería era empezar una discusión tonta. Así que hice acopio de toda mi fuerza de voluntad y continué deshaciendo la maleta e ignorándola, aunque sus comentarios mordaces se clavaban en mi piel como dagas.

—Espero que no hayas cogido piojos, aunque no me extrañaría. Todos esos críos son unos sucios y unos brutos.

Apreté los puños, pero no dije nada. Katrina solo quería que reaccionara y no iba a darle la satisfacción.

—Te veo más gorda. Seguro que te has hinchado a comida basura.

Por supuesto, cómo no. Cada año, regresaba con unos kilos de más. Gracias a la alimentación nutritiva que había recibido había alcanzado el peso que se esperaba en una chica de mi edad. Durante el año estaba en los huesos debido a la mala alimentación que recibía en casa, basada en las sobras.

Ya descalza, cogí el montón de la ropa sucia y lo llevé hasta el cuarto de la lavandería, situado también en el sótano. En ningún momento perdí de vista a la insoportable de mi madrastra, la que me perseguía como si fuera mi sombra.

—¿Vas a ignorarme todo el día? No me extraña que nadie te quiera; eres una muchacha insolente —atacó con su lengua venenosa.

Solté un suspiro cargado de pesadez y me volví hacia ella una vez hube dejado todas las prendas en la lavadora.

—¿Qué quieres, Katrina? —inquirí cruzándome de brazos y alzando una ceja.

—Tan encantadora como siempre —escupió con sarcasmo ella, sus ojos color avellana destilando desprecio.

—Mira, acabo de llegar y ya sabes que viajar no es lo mío. Dime qué es lo que quieres antes de que se me agote la paciencia.

Una sonrisa cargada de maldad se instaló en sus labios, una que me puso los pelos de punto. Dio un paso en mi dirección, hasta quedar cara a cara.

—Se me olvidaba que eres tan tonta que no puedes subirte a un coche sin medicarte. ¿Cuándo pasarás página? ¿Cuándo asumirás que la culpa de que tu padre muriera es tuya? Hay una razón para que tengas esas pesadillas y es el castigo que tienes que sufrir por haberlo matado.

Sabía que sus palabras no eran ciertas, sabía que solo estaba intentando herirme..., pero había algo dentro de mí que no estaba del todo de acuerdo. Si no hubiese protagonizado esa dichosa obra, papá no habría fallecido en aquel accidente y, por ende, no habría sufrido tanto. Lo echaba tanto de menos que no había día que no dejara de pensar en él, en si estaría contento conmigo, orgulloso de mí. ¿Aceptaría mi relación con Aiden? ¿Se habrían llevado bien?

—Yo no tengo la culpa de nada —me defendí—. Solo era una cría. ¡No sabía que nos arrollarían de camino a los ensayos!

—Cuida el tono, señorita. ¿Acaso no sabes con quién estás hablando? Todavía estoy a tiempo de hacerte la vida imposible.

Fruncí los labios y me mordí el carrillo por dentro para no soltar todo lo que pensaba del asunto. En cambio, me limité a preguntar:

—¿Algo más?

Katrina me dio un gran repaso con la mirada antes de responder.

—Quiero que hagas la comida y, después, cumplas con todas las tareas que te he dejado pegadas en el frigorífico. Detesto tener holgazanas en casa.

Claro, porque yo era la reina de las vagas. No dije nada; me limité a asentir con la cabeza y a pasar por su lado. <<Solo me quedan unos meses>>, pensé, <<Unos meses para salir de esta madriguera>>.

. . .

—¿Molesto? —La cabeza de Dana se asomó por la puerta de mi habitación. Estaba tendida en la cama boca arriba, agotada. Me había pasado toda la tarde limpiando la casa y aguantando los caprichos tontos de Agatha, y no veía la hora de acostarme de una vez. Había sido un día horrible.

No sé de dónde saqué las fuerzas, solo sé que pronto me vi envuelta entre sus brazos. Aquella muchacha de diecinueve años estaba mucho más morena que cuando la dejé dos meses atrás y su cabello castaño se veía un poco más claro por los rayos del sol. El verano le había sentado de maravilla, el verano y el amor. Estaba más radiante, más feliz, y eso se debía a Kai, el chico por el que estaba colada hasta los huesos.

—Te he echado mucho de menos, hermanita. ¿Qué tal el verano? ¿Cómo va tu relación con ese chico? ¡Quiero todos los detalles! —la interrogué.

Aún entre mis brazos, hizo un ruidito con los labios antes de que me separara de ella.

—Menos mal que me has soltado. Por un momento he pensado que moriría ahogada —se burló, aunque pronto en sus labios se instaló una gran sonrisa y, al igual que había hecho su madre aquella misma tarde, me dio un gran repaso con la mirada—. ¡Estás preciosa! Te has puesto muy morena y por fin has cogido unos pocos kilos, que ya me estabas preocupando un poco.

—Ya ves, algunas aprovechamos para vivir al máximo.

—No me extraña. Mamá te tiene atada de manos y pies y no te deja divertirte cuando estás en la flor de la vida.

Me senté en el colchón y me hice a un lado para dejarle sitio. Dana se acomodó a mi lado y cogió un cojín que situó en su regazo, tal y como hacía siempre.

—No me has contestado —le dije pícara—. ¿Cómo va la cosa con él? ¿Ha habido un avance?

Se puso roja hasta la raíz y estrujó con más fuerza el cojín.

—Me encanta. Es un chico que... y yo soy tan...

Reí. Solo ella podía explicarse tan mal.

—¿Podrías explicarte mejor? Algunas no entendemos el idioma de los enamorados.

Se echó hacia atrás hasta quedar tumbada mirando el techo. Me uní a ella, cabeza con cabeza. La veía tan llena de vida; nunca antes la había visto tan radiante. Sin embargo, muy por debajo de esa felicidad estaba ese rastro de temor, de miedo a que su madre se enterara y rompiera todas sus ilusiones, el mismo que yo sentía. Pese a que, por la hora, su madre y su hermana debían estar encerradas en sus jaulas, ambas no pudimos evitar asegurarnos de que no había moros en la costa. Me aseguré de cerrar la puerta con pestillo para sentir la seguridad de esas cuatro paredes destartaladas.

—Kai es genial. Me trata como a una reina: organiza citas muy románticas, me escucha como si lo que tuviera que decir fuera el tema más interesante del mundo, me mima a todas horas y cumple mis caprichos. —Se le llenaron los ojos de lágrimas—. Soy tan feliz que temo que algún día mi madre se entere y la destruya.

Le pasé una mano por la espalda en un intento por animarla.

—No debes pensar en esas cosas. Katrina debe comprender que ya eres mayor para tomar tus propias decisiones. Además, el chico tampoco es que venga de una mala familia. ¡Si es el hijo de la mano derecha del rey, por el amor de Dios! No te agobies por estas tonterías, Dana.

—Pero no va a ser suficiente. Ya sabes que está obsesionada con que Agatha se case con el príncipe y, como siempre, yo quedaré relegada a un segundo lugar. —Giró la cabeza en mi dirección y me miró con los ojos brillantes de emoción—. No sabes cuánto me alegro de que se haya fijado en ti y no en esa tonta que tengo por hermana. ¡Por fin se hace justicia! ¿Qué tal es? Te veo tan enamorada.

Sonreí como una boba, sonrojándome por completo.

—Es el hombre más bueno que he conocido. No es, ni por asomo, como lo pintan las revistas —dije. Empecé a jugar distraídamente con un hilo suelto de la camiseta que llevaba puesta—. Le he contado, ya sabes, aquello que nadie puede saber.

Temía mucho su reacción, ya que, junto a mí, habíamos sido amenazadas para callar y guardar el secreto con nuestra vida si hiciera falta. Dana se incorporó de golpe y clavó sus ojos en mí, una mezcla de temor y asombro.

—¡Se lo has contado! —exclamó y, acto seguido, se tapó la boca con las manos—. ¿Cómo se te ocurre? ¿Y si se lo cuenta a sus padres? ¡Katrina va a matarte!

—No va a enterarse de nada. Aiden es de fiar, confía en mí. Me ha demostrado todo este tiempo que puedo contarle cualquier cosa, incluso ese efecto secundario que sufro tras el accidente.

—No me lo puedo creer. —Dana tenía los ojos abiertos de par en par y parecía realmente sorprendida—. Con lo cerrada que eres con el tema, pensaba que al pobre le costaría que se lo confesaras.

Me encogí de hombros.

—No me quedó más remedio. Me fallaron las piernas delante de él. ¿Qué querías que le dijera? ¿Cómo podría haberlo explicado? —repliqué—. Ha sido tan bueno conmigo y estaba tan preocupado que le dio igual, aunque ahora debo soportar que me mire todo el rato cada vez que me doy un golpe. Ya sabes que no me gusta que estén todo el día encima de mí, atosigándome y recordándome a diario que no soy una chica común.

—Lo sé, odias que te ayuden cuando te caes al suelo como un saco de patatas y casi siempre no quieres la ayuda de nadie. Menuda terca estás hecha.

Le tiré un cojín a la cara y ella me respondió del mismo modo.

—¡Es la verdad! —objetó levantando las manos al cielo en señal de rendición—. La última vez que intenté ayudarte me pagaste un grito que temí de verdad por mi vida.

La miré, culpable.

—Lo siento, ya sabes cómo me pongo con estas cosas. Es un tema muy delicado.

—Lo sé y lo entiendo. Por lo que veo, a él le cuesta un poco verlo, pero porque se preocupa por ti. No sabes lo feliz que estoy de verte así.

La miré sin comprender.

—¿Así cómo?

—Llena de esperanza, de ganas de vivir y de comerte el mundo. Nunca te había visto tan determinada. Te has dejado llevar todos estos años y me alegra que por fin hayas encontrado algo que te haga querer luchar.

Tenía toda la razón. Hasta aquel verano me había limitado a acatar todo lo que decía mi cruel madrastra, a seguirle la corriente, porque no quería más problemas en mi vida. Jamás había sentido las ganas de comerme el mundo ni había encontrado a aquella persona por la que lucharía con todas mis fuerzas... hasta ahora.

Aiden me estaba cambiando. Porque ya no era la pequeña huerfanita que vivía en casa de una madrastra que abusaba de ella, no; quería rebelarme contra todas esas normas estrictas y sin sentido que me habían inculcado desde la muerte de mi padre. Estaba harta de ser una muñeca de trapo.

Con esos pensamientos en la cabeza, continué charlando con Dana hasta que se nos hizo tarde y, pese a las terribles consecuencias que tendría, se quedó a dormir conmigo. Antes de rendirme al sueño, me vino a la mente la imagen de Aiden y me prometí a mí misma que ya no dejaría que me mangonearan más, que sacaría todas las armas que tenía y lucharía por lo que más quería.

Y Aiden encabezaba esa lista.

................................................................................................................................................................

Nota de autora:

¡Feliz lunes, Moni Lovers!

¿Qué tal estáis? ¿Cómo os va? Quiero que esta semana estéis atentas a mis redes, puesto que haré un par de anuncios muy chulos.

¿Qué os ha parecido el capítulo? Repasemos:

1. La despedida.

2. La vuelta a la normalidad.

3. Katrina tan amable como siempre.

4. Momento hermanas.

5. ¡Wendy tiene ganas de pelear por lo que es suyo!

Espero que e, capítulo os haya gustado. ¡Nos vemos el lunes! Os quiero. Un beso enorme.

Mis redes:

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro