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Capítulo 18

Capítulo 18

Wendy:

—¡Sí, por fin! ¡Aidy es oficial! —exclamó Dana al otro lado de la línea.

—¡Dana! —la recriminé—. Solo espero que no estén cerca ni tu madre ni la idiota de tu hermana.

No pude verla, pero me la imaginé llevándose una mano a los labios en un intento por acallar lo dicho.

—Lo siento, lo siento, lo siento. Pero es que no puedo evitarlo. ¡Estoy tan contenta por ti! Si ya te decía yo que se moría por tus huesos, hermana. Ya era hora de que dierais el paso de una vez, que a este paso me caso antes que tú —dijo de corrillo sin apenas parar a respirar. Así era ella: cuando se emocionaba no había quién la parara.

—Ja. Ja. Muy graciosa.

—Es la verdad. —De repente, bajó la voz como si temiera que alguien la escuchara—. He llegado a pensar que Agatha lo atraparía entre sus garras solo porque no movías el culo. No sabes la de cosas que dice: que si este año va a intentar salir con él, que si está segura de que el príncipe está colado por ella, que si será la futura reina del país...

Puse los ojos en blanco.

—¡Qué chorradas!

—Está desesperada por conseguir la corona.

Chasqueé la lengua.

—Ese es el problema: él no busca una cara bonita, no quiere a alguien que esté a su lado por el poder; desea que su compañera lo quiera tal cual es —objeté con rabia.

Me recliné sobre el respaldo del columpio de madera que teníamos en el porche. Tenía forma de banco y los cojines invitaban a uno a querer pasar la tarde allí. Había decidido llamar a mi hermana pequeña en cuanto había regresado de la excursión improvisada y aún seguía en las nubes. No creía todo lo que había pasado en tan poco tiempo. ¿Cómo era posible que Aiden se sintiera atraído por mí, que quisiera salir conmigo? ¡Dios mío! Eso solo era propio de las historias de amor y estaba claro que aquello no lo era; era la vida real, donde incluso los buenos sufren las injusticias.

—Seguro que el beso ha sido épico. ¿Ha sido con lengua? ¿O lento y fogoso? Por fa, cuéntamelo todo al detalle —lloriqueó como una niña pequeña que suplicaba por que le compraran su chuchería preferida.

Sonreí con maldad.

—¿Cuál de todos?

Una exclamación ahogada salió de sus labios seguido de un gritito contenido.

—¡Madre del amor hermoso! ¿Ha habido más de uno? Si que eres una chica afortunada.

Hice una mueca. No me definiría así. Mi vida no había sido un camino de rosas y me había costado llegar a duras penas hasta donde estaba en aquel momento. Suerte no es que hubiera tenido.

—¿Podrías dejar de hacer tanto ruido? Si Katrina y Agatha no te han escuchado ya es porque deben estar inconscientes.

Chasqueó la lengua.

—No están en casa. Se han ido a una fiesta o algo así.

Fruncí el ceño. Era extraño que Dana no estuviese con ellas. Por lo general, la invitaban a todas las galas que se celebraban.

—¿Por qué no has ido?

—He fingido que estaba enferma. Ya sabes que no es lo mío el asistir a esos eventos de la alta sociedad. No sé cómo a mamá le gustan tanto, ¡si son un agobio!

No me extrañaba que los odiara cuando desde que era una cría se había visto obligada a asistir a ese tipo de fiestas con una sonrisa falsa pegada a los labios. Si acudía era solo porque su madre quería que estuviera allí.

—Uy, qué rebelde —me burlé—. ¿Qué has fingido que tenías esta vez? ¿Una diarrea? ¿Jaqueca?

—Un desmayo. Ya sabes que desde que en el campamento de arte escénico nos enseñaron a hacerlo me encanta ponerlo en práctica. —Estaba segura de que sonreía con suficiencia, como una niña pilla—. Además, le he dicho a mamá que el trabajo extra que estoy haciendo dándole apoyo a un compañero me ha dejado agotada.

—No me puedo creer que se lo haya tragado.

—Ni yo —rió ella.

—Te subestima. Cree que eres la hija tonta, pero eres la más inteligente de las dos y la más buena.

—Y guapa, que no se te olvide.

—Por supuesto.

Ambas reímos a la par. Me encantaba tener a Dana como hermana y poder mantener ese tipo de conversaciones. Estaba agradecida con la vida por haberla puesto en mi camino.

—¿Qué tal van las cosas con Kai? —le pregunté y, pese a que no podía verme, esbocé una sonrisa pícara y meneé las cejas arriba y abajo.

Incluso sin verla, sentí cómo se ponía roja como un tomate.

—Va mucho mejor de lo que esperaba. Es el primer chico que se fija en mí y temo que algún día se dé cuenta de lo simplona que soy.

Puse los ojos en blanco.

—Dana, ¿cuántas veces he de decirte la gran mujer en la que te estás convirtiendo? Gracias a Dios, no te pareces en nada a tu madre y has sacado lo mejor de tu padre. Kai te adora, estoy segura de ello. ¿Cuántas veces habéis salido ya? ¿Nueve?

—Diez —puntualizó ella—, pero muchas de esas salidas han sido conjuntas y solo dos o tres se podrían considerar como cita cita.

—Seguro que en todas ellas te ha dado un beso de película, de esos que te dejan con ganas de más.

—¡Gwendolyn Barrie! Deja de ponerme en un apuro con tus comentarios —me amenazó. No pude evitar soltar una carcajada—. Me ha besado, sí, y me ha dicho que quiere salir conmigo, pero he sido tan idiota de quedarme callada como una muerta y ponerme a balbucear como un bebé. ¡Argh! ¿Por qué seré tan estúpida?

—Es lo que tiene el amor. Cuando Aiden me ha confesado sus sentimientos, tampoco he sabido qué hacer o decir y, por unos segundos, he temido meter la pata hasta el fondo.

—¡Pero al menos le has dicho lo que sientes y ahora sois una pareja! —estalló—. Yo no he podido decirle nada. Seguro que piensa que soy tan tonta como dicen.

—¿Qué parte de lo que te he dicho no has entendido? Seguro que le ha parecido adorable tu reacción.

Resopló.

—Sí, monísima. A este ritmo me voy a quedar soltera y con treinta gatos —refunfuñó.

Solté un suspiro, pero no lo intenté de nuevo. Cuando se le metía algo entre ceja y ceja no había quién la hiciese cambiar de parecer.

Intercambiamos un par de palabras más antes de colgar, prometiéndonos que hablaríamos al día siguiente y que nos mantendríamos al tanto de todo. Al apartar el teléfono móvil de la oreja, me di cuenta de que tenía un mensaje de texto que decía:

<<Espero que tengas dulces sueños. Me muero por tenerte unos minutos a solas y besarte como deseo.>>

Me sacó un gran sonrisa y, sin perderla, redacté:

<<Mis sueños de hoy estarán enfocados en un hombre especial.>>

<<¿Puedo saber quién es el afortunado que ha robado tu corazón?>>

<<¿Sabes ese chico que no deja de tirarme los tejos solo para que me acueste con él?>>

<<Sí>, y adjunto envió un emoticono serio que me sacó una carcajada.

<<Pues Markus no es. Es un hombre especial. Tiene unos ojos impresionantes, una personalidad que me encanta, una sonrisa que enamora y, sobre todo, un par de alas enormes que lo hacen verse aún más atractivo de lo que es. ¿Le conoces?>>

<<Me han hablado de él>>, escribió seguido del emoji del guiño. A continuación, agregó: <<Ojalá pueda tenerte para mí otro rato más.>>

Yo también quería verlo de nuevo y acurrucarme entre sus brazos.

<<Ya habrá momentos en los que podamos estar juntos. Ten una buena noche. Mañana nos vemos>>, redacté y le envié un gif de un beso.

La conversación me dejó con las mejillas coloradas y el corazón palpitando desbocado. Y es que cada vez que pensaba en lo que había ocurrido entre nosotros más irreal me parecía. ¿Cómo podía gustarme tanto ese hombre?

.   .   .

Los niños jugaban en el campo de juegos mientras los adultos los vigilaban a una distancia prudencial. Los reyes los habían invitado a comer y tras acabar la barbacoa improvisada y tomar una copiosa porción del delicioso mus que había hecho la anfitriona, los mayores se habían puesto a charlar y los más pequeños empezaron a perseguirse entre sí hasta que habían acabado en deslizándose por el tobogán del parque de juegos.

—¡A que no me pillas, Aiden! —gritó una niña pequeña de ojos púrpuras. No tendría más de seis años y la sonrisa radiante iba a juego con su vestido de colores alegres.

El niño de ocho años fue tras ella bajo la atenta mirada de sus padres. El rey y su padre eran mejores amigos y aquel tipo de quedadas eran muy habituales en los pequeños, los que se conocían desde casi el nacimiento. Ambos se miraron con complicidad al ver lo bien que se lo estaban pasando sus hijos.

No muy lejos de allí, una niña de la misma edad de la otra los contemplaba con los ojos verdes chisporroteando de enfado. Por mucho que intentara ser el centro de atención, no lograba entender por qué no lo conseguía. Ella solo quería acercarse a Aiden y que le hiciera el mismo caso que a la tonta de su hermanastra.

Una carcajada llamó su atención. En la caja de arena su hermana pequeña hacía un castillo de arena ajena a todo, perdida en su mundo. Tampoco la soportaba; era demasiado niña buena, muy repelente.

Mientras tanto, Aiden y la pequeña de ojos púrpuras seguían persiguiéndose riendo escandalosamente.

—¡Te voy a pillar! —la amenazó él.

Al volverse para ver dónde estaba su perseguidor, una de las dos trenzas que le colgaban por la espalda rebotó en su cara, aunque no le impidió seguir corriendo para que ese niñito no la alcanzara. Sin embargo, pronto la cría soltó un chillido de derrota cuando Aiden llegó a su lado y le hizo un placaje para que no se escapara. Ambos cayeron al suelo y rieron pese al golpe que, por suerte, el pasto esponjoso había amortiguado.

Pese a que Aiden le sacaba dos años, desde que se habían conocido, cuando la niña era un bebé, no se habían separado. A sus padres les sorprendía lo bien que se llevaban.

—Aiden, no seas tan bruto —lo retó su madre con una mirada severa acercándose a ellos—. No querrás hacerla llorar, ¿verdad?

Los ojos grises del pequeño se posaron en los de su madre y le dirigió una mirada de niño bueno, blandiendo una sonrisa desdentada. Hacía una semana se le había caído un colmillo y aún le quedaba una paleta por crecer. Se parecían mucho, desde la forma delicada de la cara hasta las pequeñas alas que tenía en la espalda, igual de majestuosas que las de su madre, aunque en una versión en miniatura.

—No me vengas con esa miradita, que nos conocemos, renacuajo.

—Solo estamos jugando, ¿verdad que sí, Gwenny?

—Sí. Estamos jugando al pilla-pilla, pero no hacía falta que te me tiraras encima —lo acusó ella. Tenía las mejillas sonrosadas por el ejercicio y los ojos brillantes de lo feliz que era.

Su padre se acercó al igual que el de su amigo, el que envolvió a su mujer entre sus brazos en un ademán protector. Al verlos, la niña miró a su padre y un pequeño halo de tristeza la inundó. Ojalá Katrina, su nueva mamá, fuera tan cariñosa con su padre. Durante unos segundos, la buscó con la mirada hasta que la halló sentada en la mesa observando la escena desde la distancia.

—¿Todo bien por aquí? —preguntó Christopher, el padre de su mejor amigo.

Su mujer asintió con la cabeza.

—Sí, solo les estaba advirtiendo que no sean tan bruscos. Lo que menos queremos es que se hagan daño.

La madre del niño se llamaba Amberly y por cómo miraba a su marido se veía lo enamorada que estaba de él, lo mucho que lo quería. <<Como papá quiere a Katrina>>, pensó la niña mirando a su padre. Los ojos, de un color verde menta, le brillaban con fuerza y se llenaban de amor cada vez que admiraba a su hija. El pelo castaño, idéntico al de su pequeña, le bailaba de un lado para el otro debido a la suave brisa que había.

Dominic, el hermano pequeño de Aiden, empezó a llorar y su madre fue a socorrerlo esbozando una sonrisa de disculpa. Mientras, los dos hombres se quedaron con los pequeños e incluso participaron en sus juegos.

De repente, la escena se volvió oscura y solo pude escuchar en bucle: <<¿Eres Gwenny, mi Gwenny?>>

Abrí los ojos de golpe y me llevé una mano a la cabeza. Sentía un dolor suave mientras que las palabras de mi sueño se repetían una y otra vez: <<¿Eres Gwenny, mi Gwenny?>>. Así es como el niño de mi sueño llamaba a su amiga y así fue cómo me había llamado Aiden aquella tarde.

De pronto, abrí los ojos de par en par y, como por arte de magia, a mi mente embotada vinieron un sinfín de recuerdos que creía olvidados, como las veces que Aiden y yo habíamos jugado juntos o cuando nos habíamos metido en líos. Siempre juntos.

Los recuerdos de mi pasado me sacaron una gran sonrisa y, pese a todo, no volví a pegar ojo en toda la noche. Lo único que quería hacer era correr a los brazos de Aiden y contarle todo. Aunque tuve que conformarme con esperar a que amaneciera mientras deslizaba la punta de mi lápiz sobre una hoja en blanco y dibujaba la cara radiante de felicidad de mi padre. Así quería recordarle, feliz y con los ojos brillando de amor, como en mi sueño.

Me pasé lo que quedaba de tiempo despierta hasta que vino el alba y, con ello, se apoderó de mí un halo de esperanza.

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Nota de autora:

¡Feliz viernes, Moni Lovers!

Estamos de celebración. ¡Oficialmente llevo ya siete años en Wattpad! Todavía recuerdo el miedo que tenía la primera vez que publiqué un capítulo y ahora solo pienso en la ilusión que me hace compartir mis historias con vosotros. Me habéis dado mucha confianza en mí misma y cada día me creo más capaz de cumplir mi sueño de ser una escritora de verdad. ¡Muchas gracias por todo el apoyo que me habéis dado todo este tiempo! Tenéis un sorteo activo en mi cuenta de Instagram que dura hasta el 23 de octubre.

¿Os ha gustado mi regalo? Repasemos:

1. La conversación de Dana y Wendy. Me encanta su relación.

2. El sueño.

3. Wendy siente la esperanza de que todo va a ir a mejor.

Espero que el capítulo os haya gustado. ¡Nos vemos el lunes! Os quiero. Un besito.

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