Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 13

Capítulo 13

Aiden:

Anoche me había sentido tan imponente al verla tan descompuesta. Me había gustado que hubiese compartido conmigo algo tan personal para ella y una parte de mí deseaba borrar todos sus males de un plumazo. No me gustaba verla llorar.

Un accidente de coche, todo por un accidente de coche. Era atroz que hubiese experimentado algo así de pequeña, que hubiese perdido a sus padres siendo una niña y que se hubiese visto obligada a dejar toda su vida atrás desde aquel momento. Poco a poco iba conociéndola más y me daba la sensación de que Wendy era toda una luchadora y que su corazón bondadoso, ese que pese a todo lo malo no se había corrompido, era uno de sus mayores atractivos.

La charla me había resultado satisfactoria, el haber podido consolarla y haberla sentido aunque solo fuera unos segundos entre mis brazos. Algo dentro de mí gritaba que estábamos hechos el uno para el otro, que era la otra pieza que estaba buscando. No obstante, otra parte temía que se tratara solo de una mera ilusión y que al final acabara decepcionado. ¿Y si mis expectativas para con el amor eran muy elevadas? Que el amor de mis padres fuera tan perfecto me hizo ver desde que era un crío que yo también quería vivir una historia de amor como la suya.

Los días pasaron con rapidez. Era una pequeña rutina: por las mañanas me levantaba pronto para salir a correr, me daba una ducha, hacíamos las actividades grupales, fueran un taller o una competición, almorzábamos, nos dejaban un rato libre y volvíamos con las actividades hasta las siete. Después, teníamos el resto de la tarde libre para deambular por nuestra cuenta, ir a la cafetería o a la sala de recreativos.

Aquellos días me acerqué un poco más a Wendy, aunque solo fuera como amigo. Si bien aún cada uno almorzaba con su grupo de amistades, de vez en cuando quedábamos en nuestros ratos libres todos nosotros, como el día que los monitores nos dieron permiso para hacer una pequeña excursión por los alrededores o cuando nos dejaron coger el autobús para ir al pueblo más cercano.

Aprendí que solo los mayores de quince años y los que inspiraban confianza tenían el permiso para salir. El Estado los tenía muy controlados gracias a las revisiones que se les hacía cada dos meses y gracias a esos informes se determinaba si aquel verano podrían hacer salidas externas al campamento o no.

Wendy era confiable y no me extrañó para nada. Se la vía una niña buena que jamás rompía un plato. Me cautivaba su forma de ser, cómo se soltaba cuando estaba en confianza y cómo poco a poco lo estaba haciendo conmigo, mostrando su verdadero ser. No fingía ser otra persona, era ella misma, y eso me gustaba mucho de su personalidad. Esos ojos púrpura cada día me parecían más familiares y llevaba mucho tiempo dándole vueltas al asunto. Había algo en mi interior que me gritaba que ya la había visto antes, antes del campamento y de que trabajara en palacio, pero no sabía de qué podría conocerla.

Aquella tarde tuvimos una competición de voleibol. Íbamos muy bien en La guerra de las cabañas. No íbamos primeros, pero estábamos peleando con uñas y dientes por estar entre los tres primeros puestos. Habíamos ganado contra la cabaña de Los Cuervos y estábamos eufóricos. De haber perdido nuestra capitana no nos sermoneaba con que éramos unos inútiles, tal y como se lo había visto hacer a otros capitanes; nos daba un discurso alentador y nos decía que lo importante no era ganar, sino pasárselo bien.

¿Por qué cada día me costaba más verla solo como una amiga? ¿Por qué me estaba muriendo por besarla y recorrerle con los dedos cada trozo de piel expuesto? ¿Por qué anhelaba su cercanía y volver a sentirla sobre mis brazos?

Tras darme una ducha para quitarme todo el sudor del día y prepararme, me reuní con Luka y Olivier en la sala común de los chicos. Cuando bajé, algunos estaban viendo un partido de fútbol y, otros, jugando a algún juego de mesa. Mis amigos estaban en uno de los sofás charlando entre ellos. Luka tenía su teléfono móvil en la mano y tecleaba sin parar.

—Ya era hora, tío. Pensábamos que te había absorbido la cañería —soltó burlesco Olivier nada más verme. Luka aún seguía con los ojos puestos en la pantalla de su teléfono, aunque pronto la apartó de él.

—He avisado a las chicas de que saldremos en cinco minutos —explicó él.

Habíamos quedado con Wendy, Sophia y Allie para hacer una excursión en piragua en el lago. Había una pequeña isla en el centro del mismo y todos queríamos explorarla.

—Perfecto. ¿Qué os parece si ya de la que vamos cenamos allí? Podríamos pedir la cena en el comedor como la otra vez —propuse.

—¡No es mala idea! Me gusta como piensas, su excelencia.

Si algo me gustaba de esos dos era que me habían tratado como a uno más desde el comienzo, como a un amigo de toda la vida. A veces soltaban ese tipo de comentarios a modo de vacile, como yo lo hacía con ellos. Era nuestro pequeño pique personal.

Nos reunimos con las chicas en el exterior. Ellas ya nos estaban esperando. Como nosotros, llevaban una mochila colgada al hombro con sus cantimploras, crema solar y una toalla. Hacía una tarde calurosa, perfecta para darse un baño en medio del lago y hacer una pequeña fogata nocturna. Cuchicheaban entre ellas a saber sobre qué cosas, aunque se callaron de repente cuando nos vieron.

Al instante, me quedé mirando como un tonto a aquella muchacha de ojos inusuales. Llevaba como siempre el pelo atado, esa vez en dos trenzas de espiga que acentuaban sus rasgos, unos pantalones cortos y una camiseta de tirantes. Por debajo pude apreciar el bikini que llevaba, de color azul eléctrico, y fantaseé con la idea de verla solo ataviada con esas dos prendas.

—Llegáis tarde —nos reprochó Sophia, con su larga cabellera rubia recogida en una coleta.

Luka levantó las manos a modo de rendición.

—No nos miréis a nosotros. Aquí, el príncipe, ha tardado la vida en prepararse, aunque no necesita pasarse horas acicalándose para verse guapo.

Las chicas se rieron ante el comentario de Luka y yo hice una mueca.

—No es mi culpa que haya tenido que esperar a que las duchas se desocuparan y, como comprenderéis, no pensaba acudir sudado como un pollo —me excusé, aunque no hacía falta. Estaba seguro de que ellas también tenían ese problema.

Los seis empezamos a caminar hacia el puesto de las piraguas que había junto al lago. Parecía una casita, con su tejado de tejas color terracota y su fachada blanca impecable. Dentro comprobé que había dos zonas: la de alquiler y un pequeño taller para reparar aquellas que se estropeaban. También había vestuarios para que pudiéramos cambiarnos de ropa e incluso ducharnos.

Alquilamos tres kayaks dobles y mientras la mujer que estaba allí los iba preparando, fuimos a los vestuarios a cambiarnos de ropa. Guardamos todo en nuestras mochilas que llevaríamos guardadas cada pareja en una gran bolsa de plástico para que no se mojaran con el agua cuando remáramos. Estaba todo pensado, pues nuestro plan era pasar el resto de la tarde en la isla que había en el centro del lago, darnos un chapuzón, cenar y hacer una pequeña fogata antes de volver.

—El puesto cierra a las once y media, así que tenéis hasta esa hora para disfrutar de vuestro paseo —nos explicó la monitora—. Recordad que el toque de queda es a las doce.

Todos asentimos con la cabeza.

—Aquí tenéis el chaleco. Es obligatorio llevarlo durante todo el paseo, aunque una vez que lleguéis a tierra firme os lo podréis quitar. —Nos ayudó a ajustárnoslos y, a continuación, procedió a explicarnos cómo debíamos remar. En cuanto estuvimos listos, arrastramos los kayaks al exterior y los llevamos hasta la orilla del lago. Una vez ahí, empezó el reparto de canoas.

—Si no os importa, prefiero ir con Luka —habló Olivier y el mencionado hizo un movimiento afirmativo con la cabeza en señal de acuerdo.

—Sophia y yo también queremos ir juntas. No te lo tomes a mal, Wendy, pero eres una nula remando.

—¡Oye! —exclamó indignada.

—No os importa ir juntos, ¿verdad? —nos preguntó Sophia lanzándole a Wendy una miradita que no supe descifrar.

Ambos meneamos la cabeza en señal de negación.

—Perfecto, entonces ya tenemos hecha la asignación. ¡Es hora de remar y divertirse! ¡El último equipo en llegar a la isla invita a la ronda de mañana!

Con esas palabras, cada pareja se metió en el agua y comenzó así la pequeña competición. Antes de que siquiera hubiésemos dado un par de pasos, agarré a mi compañera por el brazo.

—Eh, es mejor que vaya yo en la parte de atrás.

—Tienes razón. No me apetece merendar plumas frescas durante el paseo.

Reí ante su ocurrencia. Tenía toda la razón; lo más cómodo para ambos sería que me pusiera en la parte de atrás, aparte de que era de los dos el que más pesaba. Os seré sincero: fue incómodo remar en esa postura y, tras subirme a la piragua, tuve que buscar la postura correcta para que mis alas no sufrieran ningún daño.

—¡Vamos! ¡Rema! —me ordenó Wendy sacando a relucir esa vena competitiva que tenía—. Paso de invitarles a una ronda.

Empezamos a remar y, tal y como suponía, fuimos un desastre los primeros cinco minutos, hasta que encontramos la coordinación. Básicamente empezamos a contar hasta el número dos hasta encontrar el ritmo. Los primeros minutos remamos en silencio, disfrutando de las vistas que nos ofrecía el lago, hasta que no pude soportar estar tanto rato callado.

—¿Soléis hacer esto a menudo? Me refiero a tus amigas y a ti.

Sin dejar de mover la pala, me respondió.

—Se ha vuelto una costumbre, sí. Al menos una vez cada dos semanas nos gusta alquilar una canoa y dar un paseo. Puede parecer una tontería, pero a mí me relaja y me recuerda a épocas mejores. —Se quedó unos instantes en silencio y lo único que escuché fue el sonido reconfortante del agua en movimiento y el murmullo no tan lejano de las voces de nuestros amigos. Nos estábamos acercando poco a poco a ellos. Cuando Wendy volvió a hablar, su voz sonó apagada y llena de nostalgia—. Cuando era pequeña, algunos fines de semana mi padre me llevaba de excursión. Le encantaba alquilar un kayak y pasear por el gran lago que hay en el bosque de Los Vanir. Lo echo de menos.

Una de las paladas que di llenó la canoa de agua. Dejé de remar solo unos segundo para frotarle la espalda con los dedos.

—Lo siento. Debiste de haber sufrido mucho cuando lo perdiste.

Asintió levemente con la cabeza.

—Al principio era incapaz de comer ni de hablar, aunque gracias a la ayuda del terapeuta al que acudí volví a ser la misma de antes. Me ayudó a ver que a papá le habría gustado que yo fuera feliz y que aprovechara la oportunidad que la vida me estaba dando.

—¿Qué pasó después? ¿Te reclamó algún familiar o pasaste directamente a las manos de los Servicios Sociales?

Otra vez se quedó en callada, sumida en sus recuerdos. Si bien remaba de manera autómata, como un robot, su mente estaba lejos de nosotros.

—Mi madre era hija única y sus padres murieron cuando yo era apenas un bebé. Mi padre tampoco tenía hermanos y lo único que sé de mis abuelos paternos es que murieron antes de que naciera. Así que sí, nadie me reclamó. De un momento a otro pasé de ser una niña de siete años a madurar. El accidente fue un golpe muy duro y dejó secuelas no solo físicas en mí. Ahora... ahora no soy capaz de ir en coche o en cualquier otro transporte que tenga ruedas sin sufrir un ataque de pánico y de tener que viajar, como lo ha sido para venir hasta aquí, debo tomarme unos tranquilizantes. Es una completa mierda.

Me gustaba que se desahogara conmigo y que no buscara suavizar las palabras. No sabéis la cantidad de veces que las mujeres con las que estaba buscaban verse más cultas.

—No me imagino viviendo algo como eso. Eres una mujer muy fuerte, Wendy. Estoy seguro de que tus padres estarían muy orgullosos de ti.

No pude verle el rostro, puesto que me daba la espalda, pero sí que fui consciente de cómo se secó una lágrima con el dorso de la mano.

—¿Qué hay de tus padres? Su historia de amor es épica y se ve que se aman con locura.

No pude evitar sonreír al pensar en ellos.

—Te contaré un pequeño secreto: lo que más deseo es vivir una historia como la suya. Según me han contado, fue apasionante, un amor casi a primera vista. Mamá debía ocultar sus alas por miedo al qué dirán y por la mala influencia de sus padres y, debido a ello, usaba ropas de tallas más grandes que la suya. Los chicos de su clase la rehuían, pero mi padre sentía tanta curiosidad que al final se vio incapaz de mantenerse al margen. —Me brillaban los ojos, estaba seguro. Siempre me pasaba cuando le relataba a alguien cómo mis padres se conocieron—. Pese a todos los intentos de alejarlo de él, al final mamá se vio incapaz de mantenerse lejos, más cuando él descubrió su secreto y empezó a tratarla como se merecía, como a una persona normal. Fue tan romántico.

—Tengo entendido que tu madre sigue sin hablarse con su madre ni con su hermana.

Hice una mueca.

—No me extraña. A día de hoy mi abuela materna, a la que no conozco, por cierto, sigue sin aceptar su naturaleza. Sé por parte de papá que hace años intentó acercarse a ella, pero la muy hija de su madre la rechazó de nuevo.

—¿Qué hay de su hermana? ¿Siguen sin hablarse?

—Por supuesto que no se hablan; yo no lo haría si mis propios hermanos nos rechazaran a Iris y a mí por ser diferentes. Lo último que sé es que se ha casado con ese chico tan tonto que le hacía la vida imposible a mamá y que a veces le mandan mensajes perturbadores. Lo peor de todo es que no tenemos ni idea de dónde residen, porque, de saberlo, papá les habría hecho una visita no muy bonita, ¿sabes? Intenta hacerse la fuerte, pero yo sé que lo pasa mal al no contar con el apoyo de su propia familia, aunque, por suerte, mis abuelos paternos la tratan como a una hija más.

—Me alegra que después de tanto sufrimiento por fin haya encontrado a personas que la quieren tal cual es ella.

—La adoran, no tienes ni idea de cuánto.

Habíamos estado tan ensimismados en nuestra conversación que no nos habíamos dado cuenta de que habíamos adelantado a nuestros amigos. Eso sí que era trabajo en equipo.

Al final, no tuvimos que pagar la ronda, sino que las que debían hacerlo la próxima vez que nos reuniéramos eran Sophia y Allie. Llegamos a aquella isla en no más de media hora y, como todavía hacía un calor de mil demonios, decidimos darnos un chapuzón.

No sé en qué momento exacto pasó, solo sé que la imagen de Wendy en bikini me dejó fuera de juego. A ver, la había visto antes, pero no era lo mismo. A parte de que me había dado la espalda durante todo el trayecto, el chaleco salvavidas no me había permitido siquiera fantasear con la idea. Pero ahora, verla con esas dos piezas de color de color eléctrico que invitaban a uno al pecado. Wendy tenía un cuerpo de ensueño. De piernas perfectamente moldeadas, largas y morenas por el sol, con las curvas en los lugares indicados, una bonita talla de pecho, esa sonrisa arrebatadora y ese color de ojos únicos, no tenía nada de lo que sentirse avergonzada.

Me había quedado sin habla, helado en el sitio. No es que no me lo esperara —poco a poco estaba asimilando por qué sentía esa vorágine de sensaciones cuando estaba a mi lado—, es que me pillo desprevenido.

Por suerte, nadie se percató de la cara de tonto que seguramente tendría pintada en mis facciones. Cada uno sacó su toalla de la mochila y en el momento exacto en el que recibí un balonazo por parte de Luka volví a la realidad y reaccioné.

Saqué mi toalla y la puse junto a la del resto. Estábamos en una pequeña cala de aguas cristalinas que invitaban a darse un baño. Me estaba quitando el chaleco cuando un grito de júbilo llamó mi atención, y es que los chicos estaban jugando con las chicas a un partido improvisado de voleibol. Sonreí ante aquella estampa y enseguida me uní al grupo.

Así fue cómo pasamos la tarde, entre risas. Nos dimos un buen baño hasta que casi el sol se había ocultado del todo. Me tiré un par de veces desde una roca al puro estilo bomba, hice varias aguadillas y me lo pasé como un niño pequeño en Navidad. Cuando aquella noche cenamos junto a una hoguera y quemamos nubes de azúcar, me pareció que todo estaba sacado de una película, donde los protagonistas no tenían que preocuparse por nada, ni siquiera por ser los reyes de un reino.

Sobre poco más tarde de las diez de la noche regresamos. Tardamos un poco más en llegar, puesto que el cansancio del día empezó a hacer mella en nosotros. Si de por mí hubiese dependido, me habría quedado más tiempo allí, en aquella islita. No me extrañaba que regresara en el futuro por mi cuenta. Era el lugar indicado para desconectar.

Ya de vuelta a nuestra cabaña, todos fuimos bromeando y conversando entre nosotros. Las chicas estaban de buen humor.

Sin embargo, de un momento a otro, Wendy se tropezó consigo misma y no se cayó de milagro. Logró recuperar el equilibrio justo en el último segundo, aunque por su expresión supe que se sentía avergonzada.

—¿Estás bien? —le pregunté poniéndome a su lado por si necesitara apoyarse.

Ella hizo una mueca.

—Estoy bien. Solo... es lo de siempre.

Supuse que con <<Lo de siempre>> se refería a una de las secuelas que le había dejado el accidente que había sufrido cuando apenas era una niña pequeña.

—¿Necesitas ayuda?

—Estoy bien —repitió esta vez elevando el tono de voz.

Lo pillaba. No le gustaba hablar del tema ni que la trataran como si fuera una inútil.

—¿Segura?

No le gustó nada que sus amigos insistieran, puesto que con las mejillas encendidas y un brillo en los ojos, exclamó.

—¡Os he dicho que estoy bien! ¿Cómo debo decíroslo? ¿En chino? No necesito la ayuda de nadie. Puedo cuidarme yo sola.

Y con esas palabras nos dejó atrás. Estaba impactado, os lo juro. Nunca antes la había visto así, tan aireada. Al parecer, aquella muchacha tenía una pequeña guerrera interior y la simple idea de seguir conociendo todas sus facetas me parecía de lo más atractiva.

................................................................................................................................................................

Nota de autora:

¡Feliz lunes, mis queridos lectores!

¿Cómo estáis? Quiero disculparme por no haber subido un capítulo antes, pero las últimas semanas no he estado en casa y no he podido ponerme a, día con esta historia. He estado editando Perfecta sincronía y No es un cuento de hadas. Quiero que sepáis que quiero enviar esta última a varias editoriales, ya que creo en mi trabajo y en que podría gustarles.

¿Qué os ha parecido el capítulo? Repasemos:

1. Se intensifica la atracción que siente Aiden por Wendy

2. Paseo en canoa.

3. Conversaciones interesantes sobre Wendy y la familia de Aiden.

4. La tarde en la isla.

5. El tropiezo.

6. Aiden cada día está más colado por Wendy.

Espero que el capítulo os haya gustado. ¡Nos vemos la semana que viene! Un beso enorme. Os quiero.

Mis redes:

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro