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Epílogo

Hinata por fin podía cumplir las condiciones de Tobio, justo después de haber cenado y alejado de la vista curiosa de su hermana con la promesa de que jugaría con ella más tarde. Se aseguró de cerrar bien su puerta al recorrerla (lamentablemente, ésta, al ser sólo una corrediza, no contaba con un seguro, por lo que en cualquier momento alguien podría abrir la puerta y sorprenderlo). Pero eso no importaba justo ahora: ¿qué tan íntimo debería de ser ese regalo como para que no quisiera que nadie más que él lo viera?

Y, tras ese pensamiento casual en mente, una enorme cantidad de pánico empezó a poblar los sentidos de Shoyo, sintiendo que de su rostro bajaba una enorme gota de sudor, rodando y rodando, cuando logró salvar de su mochila llena de útiles escolares el sobre que había cuidado con mucho esmero a la hora de guardarlo ahí. Kageyama no le iba a entregar nada malo, ¿verdad?

«¿Qué tal si es algo pervertido?», formuló esa pregunta en su mente con mucha facilidad, sintiendo como todo empezaba a revolverse dentro de su interioridad y tragaba seco ante el misterioso y místico contenido del sobre que le había regalado su pareja.

Como todo un espía experto, lleno de mucho sigilo y experto en ese asunto, empezó a mirar como loco desquiciado de un lado a otro por la habitación donde sólo estaba él, por si acaso, y de igual forma sintió un alivio cuando notó que la cortina de su cuarto si estaba bien recorrida: no habría curiosos viendo por ahí, y tampoco se daban indicios de que alguien fuera a entrar pronto a juzgar por el sonido de las únicas dos mujeres que vivían con él en la cocina. ¡Bien, todo bien!

Pero por si acaso, corrió hasta su cama, cayendo sobre ésta en un brinco certero y pegando su cuerpo directamente contra la pared, teniendo esa estrategia desesperada que había aprendido a utilizar mientras leía mangas BL inapropiados para su edad por internet: nadie podría tomarlo desprevenido por la espalda porque había chocado con la pared.

Su mano temblorosa y su ojos cafés clavados sobre el pequeño hilo rojo que tenía que girar por una especie de círculo del mismo color para abrirlo lo mantenían al tanto y la expectativa al límite. Cuando por fin todo fue liberado y Shoyo se atrevió a dejar asomar las hojas, tuvo que alejar un poco su rostro hacia un lado, hasta rozar con su mejilla la fría pared de su habitación y cerrar uno de sus ojos por mero impulso: ¿qué le había mandado Tobio?

La respuesta llegó sola, cuando pudo ver como primera plana lo que sería el escenario principal del gimnasio, y a él dibujado frente a éste el día en que el mayor le pidió que se vieran. El día de su confesión.

Hinata bajó sus defensas de golpe, logrando sacar por completo las pocas hojas que traía, soltando el sobre a un lado de su cama, sólo estando atento ante los dibujos mostrados desde la perspectiva de Kageyama: cuando se encontraron en el gimnasio, cuando entró en pánico y salió corriendo, Kageyama fue tras él. Sus movimientos vergonzosos entre los alumnos y cuando llegaron al tercer piso completamente vacío, su estúpida y cómica pelea con la puerta de uno de los salones, el abrazo y la confesión donde sus verdaderos sentimientos salieron a la luz. Todo estaba dibujado detalladamente en cuanto a los personajes, en sólo diez páginas que ni siquiera alcanzaban a llenar un capítulo de manga promedio, pero dejaron más impacto en Hinata que cualquier otro leído.

—Kageyama lo dibujó para mí —habló para sí mismo, sin apartar la vista de la última página. No esperaba respuesta de nadie, sólo su propio actuar reconfortante al dibujar una pequeña sonrisa en sus labios: los fondos se veían más simples que los habituales, porque no eran el fuerte de Tobio, pero eso podía significar que no se lo había enseñado a nadie más que a él.

Su corazón dio un vuelco ante esa idea, ante ese presente tan bonito que nunca nadie le había hecho algo similar. Se emocionó demasiado, al punto de dejarse cegar por el momento tan abrumador que alcanzó a notar, que cuando menos se dio cuenta, ya había tomado su teléfono que estaba en el bolsillo de su short izquierdo, y buscaba entre sus contactos el nombre de Tobio. Fue demasiado tarde cuando ya tenía el móvil pegado a su oreja, esperando que el mayor contestara como para arrepentirse y recapacitara para lo que estaba haciendo, incluso un rubor se iba haciendo cada vez más notable y sus nervios se iban adueñando de su pequeño cuerpo: le estaba marcando por un impulso del momento, ¿pero qué le diría? Entró en pánico ante las posibilidades de que todo terminara siendo un desastre.

«¡Que tal si escucha mis latidos del corazón por el teléfono!, ¿eso es posible? ¿Qué debería de hacer? ¿Agradecer o primero saludar? ¿Debería de colgar y fingir que fue número equivocado? ¿Qué haré cuando con-...?»

¿Bueno? —Muy tarde, todo por la borda cuando la voz de Kageyama entró por sus oídos a través del aparato electrónico. Hinata regresó de sus pensamientos de golpe. Un pequeño grito agudo salió de su boca—. ¿Te pasa algo, Hinata?

—¡No!, ¡sí! —exclamó seguido por los nervios, apretando su mano sudorosa contra el teléfono y se colocaba completamente derecho. Estaba más nervioso que de costumbre y su cara estaba muy roja. Qué bueno que su pareja no estaba ahí para verlo actuar así.

¿Entonces sí o no, idiota?

—¡N-no me pasa nada! —comentó de improviso, para poder aclarar el extraño malentendido que había escapado de su boca. La respuesta de Kageyama al otro lado lo incentivó a continuar—. Sólo quería llamarte... porque, acabo de ver lo que estaba en el sobre.

¿Ya lo viste? ¿Te gustó? —La voz de Kageyama estaba tranquila, ojalá y él pudiera tener esos nervios de acero para poder hablar con él tranquilamente. Ahora estaba tan apenado y perdido en sus propios pensamientos, que no se dio cuenta de su descuido al olvidar que estaba en una llamada y asintió—. ¿Hinata? —dijo de repente el mayor al no recibir respuesta.

—¡Sí, sí me gustó mucho! Y por eso quería agradecerte —murmuró en voz baja, volviendo a tomar las hojas debidamente ordenadas que estaban sobre su cama y empezó a hojear una por una de nuevo: podría hacerlo durante toda la eternidad sin aburrirse—. Es la cosa más bonita que alguien más ha hecho por mí. —Se sinceró en cuanto a emociones dadas, teniendo que tratar de esconder su rostro ruborizado con su única mano libre que no sostenía su teléfono por mera rutina ya arraigada en su comportamiento.

Entonces, ¿sólo llamaste para agradecer?

—Bueno, fue un impulso. —Rio con ironía al recordar sus propias acciones, teniendo la necesidad de ser honesto—. Creo que sólo quería escuchar tu voz... —susurró, volviendo a avergonzarse por las cosas que el amor lo obligaba a decir, era tan vergonzoso.

¿Amas mi voz? —Bien, esa pregunta repentina directa y sin escrúpulos logró que sus pupilas se dilataran y empezara a arder en un honesto color rojizo.

—B-bueno, no sólo tu voz...

¿Qué? —Kageyama fue potente con esa pregunta, tan directo que se asemejaba al frío a ojos de Hinata: ¿iba a obligarlo a decirlo?

—¡Me refiero a que no sólo tu voz! —exclamó sin muchos rodeos, con un volumen de voz que bien podría oírse por toda la casa.

Explícate —exigió, irritando a Hinata hasta el punto de hacerlo rabiar por lo mucho que pedía.

—Me gustas, Tobio —declaró al final de cuentas, con un tono claro y mucha rectitud que fue bien recibida por el chico con el que estaba hablando.

Lástima que Hinata no era una persona muy buena para reaccionar, reaccionó demasiado lento, empezando a mostrar un enorme color rojizo en sus mejillas y su voz muda que ya no sabría qué decir: ¡fue demasiado atrevido!

Oye, idiota... —llamó de improviso el otro joven, sólo logrando que Hinata se quedara atrapado en las redes de su voz.

—¿¡S-sí!?

Me gustas, Shoyo.

Después de hablar brevemente con Shoyo por teléfono (tres horas), Kageyama no perdió el tiempo ni un segundo y caminó directamente hasta su escritorio, donde buscó su lápiz y su libreta donde estaban depositados todos los números guardados, y terminó por empezar a marcar el número de su editor.

No tuvo que esperar mucho para que el hombre mayor le respondiera.

Buenas noch-...

¡No es un manga Boys Love! —Ni siquiera dejó que una conversación por cortesía se desarrollara. Tobio fue al grano.

¿Qué? —Encaró perdido el mayor ante la rara actitud de Hiiro.

—Ya decidí cuál ser mi siguiente proyecto, y se llamará: ¡No es un manga Boys Love! —repitió, completamente emocionado.

Pronto, el ambiente se quedó suspendido en un silencioso sepulcral.

No fue hasta que después de un minuto, el editor se atrevió a hablar.

¿Recuerda que todavía no termina Inocente, Hiiro-sensei?

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