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Capítulo 24

—Creo que las situaciones presentadas en el penúltimo capítulo es bastante bueno, deja mucho a las expectativa —declaró el editor en el pequeño espacio de la compañía Masamune donde los editores y mangakas se sentaban en pequeños cubículos apartados para discutir los términos. El colegial escuchaba atento cada una de sus palabras, acomodando un poco el inquietante cuello de su suéter escolar y el sobre amarillo que había traído lo colocaba sobre la pequeña mesa—. ¿Sabías que eres nuestro tercer mangaka más popular de la revista Golden? Yokozawa-sensei y Maruo-sensei lo acompañan por dos lugares adelante, Hiiro-sensei. Es demasiado talentoso y sus dibujos son magníficos, eso no se niega —concordó, mientras el borrador que había sido revisado perfectamente por él mostraba los dibujos perfectos y el trazo inocente de Dai, un pequeño chico de redondos ojos azules y cabello alborotado de color negro, como último toque, tenía un pequeño mechón de cabello que resaltaba al asemejarse a una antena—. Lo único que podría rechazar de este borrador es el momento en que Ikki acepta los sentimientos de Dai con mucha facilidad. Creo que los dibujos empleados y las escenas están bien escritas: Ikki nunca fue una persona controladora ni posesiva, por lo que se me hace lógico que acepte la derrota... —El editor era un profesional en su trabajo, tomando de un bote azul (que estaba a un lado del misterioso sobre del cual Kageyama no había mencionado nada, así que suponía que bien podría ser un proyecto de la escuela ya que había pasado a la compañía antes de entrar a sus clases u algo similar) una pluma y con ésta señaló la página número diez del capítulo, donde Dai aceptaba sus sentimientos, e Ikki realizaba un magistral rostro de dolor en uno de los recuadros más pequeños de la esquina superior derecha: ¡qué desperdicio!

—¿Ocurre algo en este recuadro? —cuestionó Tobio, inclinando un poco más su cuerpo para poder observar mejor el recuadro.

—Será muy trillado esté recurso en el dibujo, pero tal vez generaría más impacto si colocaras este rostro de tristeza en un panel más grande, y de igual forma, que tus trazos fuertes y firmes los deberías de remplazar con un toque más suave, como lo hiciste cuando se mostró el pasado de Hiroshi en el voleibol o cuando se pelearon Dai y Hiroshi. —Cuando finalizó su explicación, pasó la parte trasera de la pluma sobre su cabeza con poco pelo y se rascó, dando un suspiro de alivio cuando Kageyama aceptó su consejo con un asentimiento.

—¿Hay algo más que le gustaría decirme? —habló el azabache con mucha facilidad, aceptando el manuscrito regresado en la primera prueba antes de meterlo en un sobre verde para no confundirlo con el otro e ingresarlo en su mochila. El editor asintió como respuesta ante su interrogante.

—De hecho, sí... —Hizo una pausa antes de continuar, esperando a que toda la tensión de Tobio volviera a caer sobre él cuando el cierre de la mochila cayó en picada a la meta. Los ojos azules cayendo con curiosidad golpearon a su editor—. Nos ha surgido una duda, y el editor en jefe está mucho más interesado en querer saber si continuarás creando más proyectos del género BL. Esta duda es debido a que eres el tercer autor más popular de la revista Golden en la edición Yaoi y BL, prácticamente ya tienes una sección para ti...

—Pues, para ser sincero, sí quiero continuar dibujando más obras —comentó tras escuchar todo lo que tenía que decir el mayor. Kageyama no supo si fue su imaginación o su mente jugándole una mala pasada, pero por unos instantes creyó ver en su editor un pequeño respiro de alivio al oír su respuesta afirmativa—. Siento que quiero dibujar algo nuevo del mismo género, pero todavía no estoy seguro de cuál podría ser la trama —confirmó, dando un asentimiento para sí mismo al pensar en su próximo proyecto.

—Bueno, sabes que cuando termines Inocente, tienes mínimo un año para pensar en algo que te gustaría dibujar, y lanzar un episodio piloto. —Invitó, dándole una clara sonrisa en modo de invitación, mientras de su ordenada camisa blanca debidamente planchada lograba sacar del bolsillo derecho su tarjeta, y se la entregaba sin nada de reparos a un dudoso joven dibujante al recibirla—. Si decides sacar otro proyecto aquí, espero volver a ser tu editor. Trabajas muy bien, Hiiro-sensei. Felicidades porque tu manga tendrá una serie animada el próximo año. Seguro ya recibiste muchas felicitaciones de tus fans cuando ayer se anunció oficialmente, pero una más no estaría de más —indicó, logrando que el mencionado abriera sus pupilas con sorpresa ante la facilidad con la que el serio editor le sonrió con cortesía absoluta y le decía en palabras directas que le gustaría volver a trabajar con él.

Fue inevitable que una sonrisa no asomara de sus labios, mal hecha y torcida desde una esquina hasta la otra. Pero era genuina.

—¡Gracias!

Cuando Kageyama tomó el autobús de camino a la escuela, en un horario perfecto para todavía llegar con calma a la institución, le fue imposible no sentirse asfixiado ante la enorme cantidad de personas que le habían tocado en ese transporte, teniendo que sostenerse fuerte con el pasamanos al no haber alcanzado asiento por lo lleno que estaba, y de igual forma, apretando el sobre amarillo contra su pecho, como si su vida dependiera de eso: ¡bueno, era entendible! ¡Le había costado demasiado dibujarlo a pesar de que sólo eran diez páginas!

Todo se volvería mucho más pesado que de costumbre en el futuro, así que para él estaba más que claro que sólo podría seguir con ese extraño pasatiempo de ser mangaka hasta graduarse de la preparatoria, si es que acaso tenía la intención de convertirse en un jugador profesional de voleibol y lograr entrar a la selección japonesa. Pero hasta ahora, su trabajo había dado buenos resultados favorables. Ayer, al haber visto el anuncio que la compañía editorial realizó por sus redes sociales y la casa animadora que había decidido tomar su obra, se había puesto a llorar y así se metió en su bañera. Lo único que faltaba era saber algo de Hinata, no le había dicho nada a éste, así que creía que a lo mejor no lo había visto. Pero, fuera como fuera, la idea lo emocionaba demasiado, tanto así, que sus delgadas mejillas empezaron a teñirse de un tenue y honesto color rojizo, junto con esa torcida sonrisa que le salía mal presentada por muchas veces que la proyectara.

—Tú eres Kageyama, ¿verdad? —La pregunta tomó desprevenido al mayor, al sentirse congelado ante la voz animada y amable de Izumi. El mencionado sólo pudo respirar cuando giró su cabeza para verlo, apretando más el sobre contra su pecho al sentir que por poco se le resbalaba—. No era mi intención asustarte, lo siento. —Se disculpó el castaño al ver cada una de sus acciones, dando una pequeña risa nerviosa y una corta reverencia limitada por la falta de espacio y la multitud de personas sobre el autobús.

Tobio lo escuchó atentamente y negó con mucha rapidez, observando y captando en su mirada como un acto inconsciente que ese chico portaba un uniforme formal de pantalones grises y suéter azul. No conocía la academia a la que asistía.

—Perdón por no prestar atención a mi alrededor. —Ahora fue el mayor quien se sintió en la necesidad de pedirle perdón debido a que el otro ya se había disculpado tan amablemente. Muy al contrario de todo, Izumi continuó siendo brillante y radiante en todo momento, ampliando su sonrisa y casi dejándolo ciego porque lo vio de frente: ¿un ángel?—. No he traído el paraguas que me prestaste, pero prometo entregarlo la próxima vez que nos veamos.

—¡No es necesario! ¡No te preocupes! —aseguró Izumi con mucha facilidad, dejando que la única mano libre que no se aferraba al pasamanos fuera sacudida por un movimiento veloz de un lado a otro, como si lo estuviera obligando a calmarse.

—Pero, tu paraguas-... —continuó hablando el mayor, un poco preocupado por el tipo de respuesta que había recibido del chico. Izumi volvió a negar, todavía con esa sonrisa tan apacible y amable en su rostro que lo hacía ver como el ser más dulce del universo.

—Compré uno nuevo en el supermercado después de eso, así que puedes conservarlo —concretó, agradeciendo demasiado que la estación donde todos los estudiantes de Karasuno se bajaban ya estaba a una cuadra de distancia. Tobio no era una mala persona, pero era bastante insistente que le resultaba inquietante.

—¡Se lo agradezco mucho de nuevo! —consideró la petición de Izumi de forma positiva, volviendo a dar una reverencia larga una vez más en modo de agradecimiento. El chico de menor estatura soltó de sus labios una pequeña carcajada animada ante el ambiente tan extraño y formal que se había creado entre ambos sin siquiera haber formulado una conversación importante: sólo hablaban de devolver una sombrilla.

Si lo ponía en ese contexto, Kageyama podía resultar ser alguien demasiado interesante. Ésa fue la conclusión a la que llegó cuando el autobús freno con una elegancia casi extinta en ese tipo de transportes y las puertas se abrieron de par en par.

—¡Adiós! —expuso esas palabras el chico de pequeños cabellos alborotados, moviendo su mano a la altura de su hombro y sonriendo con mucha amabilidad y alegría cuando el chico que era su acompañante no le respondió, pero sí dio una modesta inclinación de cabeza antes de girar sobre sus pasos. Izumi vio su espalda alejarse, a punto de bajar los escalones que llevarían al exterior, así que una sonrisa amuebló sus labios y terminó por sonreír—. ¡Cuida bien a Sho-chan! —mencionó con demasiada facilidad, generando que el andar tranquilo y sin interrupciones de Tobio se detuviera en seco y sus pupilas se dilataran ante esa petición más que obvia.

En definitiva, su verdadero rival amoroso no era un grano en el trasero, no era el ser más irritante del mundo, ni mucho menos alguien que haría lo que fuera para verlos separados. Sólo era un chico con una radiante sonrisa en su cara, sus mofletes siendo empañados por un tímido color rojizo en su nívea piel, y sus brillantes ojos cafés que lo miraban sin siquiera titubear.

—Eso es obvio —musitó con mucha facilidad, arqueando sus cejas hacia abajo y sonriendo sin realmente haberlo planeado. Izumi amplió su sonrisa al escuchar esa respuesta, o eso fue lo único que notó de él el mayor, antes de bajar del autobús y poner las plantas de sus pies sobre la estación concurrida de estudiantes del Karasuno.

Respiró profundo, después de haber tenido un pequeño rastro de tranquilidad después de un enorme barullo caluroso de muchas personas en el transporte público.

—¡Un Tobio-chan salvaje a la vista! —gritó desafinado y
demasiado claro Kento, entrando por los oídos de Kageyama, teniendo un pequeño tick nervioso cuando su asombrosa tranquilidad terminó frenando en seco por encontrarse con un precipicio llamado Kento, saltando sobre sus hombros tras tomar impulso en sus pies y caer de lleno en su espalda. Sus carcajadas alegres atravesaban su oído y lo golpeaban hasta el punto de querer dejarlo ciego: nadie le había dicho que hacer amigos le presentaría a un chico mucho más irritante que el mismo Hinata—. Así que tú tomas esta parada de autobús, ¿eh? Tobio-chan es genial, ¡es el destino! —proclamó con un aire exuberantes y vehemente, sin esperar realmente una respuesta a cambio, cuando sus brazos rodearon el cuello del chico y sus piernas se enroscaron en su abdomen.

—¿Qué demonios estás haciendo, Kento? —cuestionó Tobio, tratando de aguantarse las ganas de soltar más impulsos a diestra y siniestra, sólo mejor prefiriendo esforzarse en cuidar que su preciado sobre no se destruyera por las maniobras extremas de Kento sobre él.

Los tipos guapos eran aterradores.

Suerte que esos tipos guapos y enérgicos siempre tenían a un amigo serio y eficaz que lograba sacarlo de actividades peligrosas o vergonzosas. En esos casos, Maki sólo tuvo que llegar hasta donde estaban ellos, después de haber sido dejado atrás por un alegre Kento, y lo jaló por atrás con tanta facilidad que resultaba ser aterrador ese control.

—Por favor, ignora a este imbécil, Kageyama-san —respondió sin nada de tacto Maki, sólo logrando que Kento abriera sus ojos, con la ofensa plasmada en éstos por la forma en la que fue llamado: un golpe dolía menos—. Buenos días —saludó, pero Maki sí saludó como cualquier persona civilizada lo haría, y eso Tobio no supo cuánto se lo agradecía.

—Buenos días, Maki-san. —El mencionado sonrió después de eso, al notar que ahora ese chico sí había recordado su nombre.

Hinata debía de aceptar que no durmió mucho la noche anterior, tras haber encontrado en primera publicación de inicio al ingresar a Facebook la noticia clara de que la serie del gran Hiiro-sensei tendría una adaptación anime. Se había tragado las ganas de mandarle mensajes de felicitaciones a Kageyama como loco desquiciado, e incluso su bandeja de correos estaba llena en el espacio de Borradores y tras eso, se había esforzado lo suficiente en buscar por internet todas las herramientas que ocupaban los mangakas al dibujar, y entre tanto instrumento complicado que no llegaba a entender porque su pequeña mente antesala creía que sólo eran hojas y plumas, y búsquedas insaciables, tomó la decisión de comprarle un estuche de minas y lápices especiales para el oficio. Tal y como lo planeó lo hizo, buscando en el centro comercial principal de la prefectura desde muy temprano en las papelerías y supermercado, hasta encontrar una que le convenciera.

Se tardó aproximadamente una hora, y por esa misma razón no había podido llegar a la práctica matutina que diario tenía con Tanaka, Sugawara y Kageyama. Ahora, en la actualidad estaba en su salón de clases, completamente quieto, con el regalo sobre su pupitre, sin haber sido envuelto o decorado por falta de tiempo. No sabía que esperaba, pero tenía entendido que ese día Tobio llegaría un poco tarde, porque tenía una reunión mañanera con su editor antes de clases.

Nada podía decirle que realmente su pareja ya había llegado a la escuela...

—¡Hinata! —transmitió de repente en su voz gruesa y áspera que sólo sacaba con él Kageyama. El susodicho sintió como todo caía por la borda y una estúpida sonrisa alegre chocaba en sus labios, al ver como el joven de cabellos lacios y rasgados ojos estaba parado sobre la puerta, esperándolo.

Había sido más fácil de lo esperado. Incluso para él, que ya se imaginaba como todo un manejo de nervios, terminó por caminar a una velocidad considerable para quedar frente a él, con una torpe sonrisa en sus labios que lo delataba como un loco enamorado a miradas ajenas. A sus espaldas, escondía el estuche de minas y lápices, para que no fuera visto por la persona que lo recibiría: ¿por qué lo escondía?

—¿Qué pasa, Kageyama? —sostuvo conversación con facilidad, no pudiendo esconder su felicidad a pesar de que ni siquiera hacía realmente un intento.

—Esto es para ti —dijo con mucha seriedad el otro, alzando el sobre a la altura de su pecho para que Shoyo se percatara de él. Hinata lo miró curioso, teniendo la pequeña ilusión de un recuerdo de que ya había visto esos sobres antes: eran los que Kageyama usualmente utilizaba para colocar sus borradores y capítulos dibujados cuando lo entregaba a la editorial.

—¿Qué es? —Trató de preguntar, emocionándose de más porque aunque no sabía que era, eso prácticamente era un regalo por parte de Tobio. ¡Incluso si Tobio le llegaba a regalar una cucaracha muerta, él lo aceptaría sin dudar!

Kageyama soltó un gruñido en modo de contestación, teniendo el claro impulso de apartarle la vista al menor mirando a todos lados, quizás al interior del aula ajena para calmarse, pero no sirvió de nada: ¡algunos alumnos ya tenían sus atenciones sobre ambos! ¿¡Qué demonios le pasaba a ese salón!? Sea lo que fuera, eso sólo aumentó su vergüenza, junto con un temblor sincero de enamorado primerizo y un tenue color rojizo que era muy raro de ver en él.

—¡Eso lo tienes que descubrir tú, idiota! —reveló con cierta ansiedad bien mostrada a todos los presentes, empujando más el manuscrito envuelto en el sobre amarillo contra el pecho del chico, como si obligara a que éste lo tomara con una de sus manos que ocultaba algo sospechoso a sus espaldas, pero eso no era algo que girara en Tobio como punto de interés—. Pero no lo veas hasta que llegues a tu casa, y hazlo donde nadie te vea. Sólo es para ti —cuchicheó con cierta vergüenza acumulada en su tono de voz alto que cada vez iba bajando un poco de volumen. Ojalá y Hinata no se lo tomara a mal, ya que después de su última petición, el menor había permanecido en silencio, aun cuando tomó lo que le ofrecía. ¡Maldición, tampoco se atrevía a mirarlo para ver que tipo de gestos estaba haciendo!

—¡Eso haré, Kageyama! ¡Gracias! —notificó sus agradecimientos después de un rato, con ese tono dulce y animado que obligó al mayor a verlo por mero impulso, sólo para querer grabar en su mente la eterna y dulce imagen de Shoyo al sonreír por algo que él había generado: con sus dientes blancos enseñándolos y esa curva de oreja a oreja que era fácilmente opacada por sus brillantes ojos cafés. Se perdió en esa vista, quedándose estático sin entender bien la percepción del espacio en el que se encontraba, hasta que el mismo Hinata lo obligó a tocar el planeta Tierra tras encontrarse con el Sol, cuando un pequeño estuche que él conocía demasiado bien al estar acostumbrado al oficio llegó a parar frente a su nariz—. ¡Parece que somos almas gemelas porque pensamos igual! —insinuó Hinata, tras ver a Tobio parpadear para volver a encontrar el espacio donde se encontraba.

—¿Eso es-...?

—¡Felicidades por tu gran logro! —describió la realización del regalo de esa ocasión, permitiendo que el mayor diera un parpadeo un tanto curioso y algo perdido. Pronto recordó el anuncio de su obra llevada a la animación dentro del próximo año, y observó el estuche que Hinata le había dado. Su corazón ya estaba latiendo como loco: provenía del mismo lugar donde él los compraba, de la misma compañía, era del mismo color que ya tenía en casa, y tenía las mismas minas según la caja de contenido... pero se lo había dado Hinata, ésa era la diferencia. Una diferencia tan estúpida e insignificante para cualquier otra persona, pero para él no.

—¡Prometo no usarlas! ¡Las convertiré en una reliquia familiar! —comunicó los planes que ya tenía para ellas. Hinata no pudo evitar mostrar una carcajada ante esa afirmación.

—Me halaga, pero las compré para que las usaras —aconsejó, sólo no pudiendo evitar mostrar una pequeña sonrisa avergonzado y algo apenada ante la reacción de Kageyama—. ¡Pero me alegra que te haya gustado! —Se sinceró, empezando a arder poco a poco en rojo hasta extender el color sobre sus orejas y frente, tratando de ocultarlo poniendo enfrente de su rostro el sobre con el contenido misterioso.

Un flechazo al corazón de Tobio ante esa acción tan tierna, sólo alcanzando a sentir como una flecha literalmente se estrellaba sobre su pecho con mucha fuerza, y sus impulsos lo obligaron a mirar a una velocidad impresionante el pasillo vacío de primero porque las clases ya estaba a punto de empezar.

Kageyama era alguien que aprovechaba las oportunidades; ésa fue la simple razón para tomar del brazo a Hinata para sacarlo de aula. Al hacerlo, sin decir palabra alguna, se atrevió a cerrar la puerta del salón para que ningún ojo curioso pudiera ver el beso que Tobio le entregó a Shoyo.

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