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Capítulo 22

Capítulo dedicado a: _Libe_Sofi, por seguir esta historia. ¡Muchas gracias!

Hinata estaba temblando de pies a cabeza, frente a la puerta del gimnasio donde su club realizaba sus actividades. Estaba recargado contra la puerta del mismo, observando hacia el piso y con todo su cuerpo presumiendo su clara inexperiencia: ¡nunca había sido llamado por alguien más a un lugar apartado para hablar! Estaba de más nervioso, mucho más de lo que había estado cuando se presentó en el escenario y tuvo que actuar con su compañero de clase un extraño encuentro romántico entre dos chicos.

Sabía más o menos para que había sido llamado por Tobio, lo creía... sólo un poco. ¡No, de hecho no era sólo un poco! ¡En su cabeza ya se había hecho grandes teorías de todo lo que podría pasar! Curiosamente, todas terminaban en tragedia.

«Opción número 1:

Kageyama llegaba al lugar acordado, con Kaoru a su lado. Los dos tomados de la mano, la joven chica siendo la persona más afortunada del mundo por estar con alguien tan genial y maravilloso como Hiiro-sensei, ¡un dibujante de manga sólo para ella!

Kageyama sólo para ella...

Hinata, verás, la razón por la que te pedí que dejáramos de vernos tan repentinamente y luego fuera a ver a una chica, es porque quería ser seriohabló de repente, alzando en cara el agarre de manos que mantenía con la chica. Todo ante su atenta mirada—. Así que espero y me apoyes. ¡Que apoyes nuestra relación, maldito

El recuerdo se destruyó apenas terminó de dibujarse en su mente, sus ojos se pusieron levemente acuosos ante la posibilidad y tuvo que sacudir su cabeza para alejar esas posibilidades.

—No lo creo, Kageyama no es alguien demasiado amable —susurró para sí mismo, dibujando una pequeña sonrisa dolida en sus labios porque se había dado cuenta de que ni siquiera la horrible personalidad de Tobio le molestaba.

«Opción número 2:

—¡Hinata, estaba enamorado de ella! —Un Tobio rabioso entraba en escena, hecho una furia y acercándose violentamente a él. El Hinata de la ilusión lloró con desconsuelo al ser tomado de la camisa escolar y siendo sacudido violentamente—. ¡Creyó que yo era homosexual porque estábamos demasiado juntos! ¡Ahora serás mi saco de boxeo!»

Ahora que la repasaba en su mente, no se creía del todo que Kageyama fuera a decirle eso. No se había mostrado reacio ni para nada asqueado cuando se besaban.

En definitiva, haber leído hace poco unos Doujinshis TodoBaku sólo porque Tobio lo había mencionado en sus gustos le habían afectado. ¡En definitiva sólo se limitaría al TodoDeku, sí!

«Opción número 3:

—¡Ya no te necesito más, ya va a terminar mi manga! ¡Por eso terminé contigo! —gritó un Tobio furioso frente a la pequeña figura del Hinata de la ilusión. Pronto, se proyectó con claridad como el mayor le daba una tremenda patada en el estómago y lo sacaba volando por los cielos hasta llegar a la Luna, ¿eso era posible?»

Una idea no tan descabellada, pero que preferiría ignorar por el bien de su estómago. Además, si era lanzado hasta la Luna, ¿cómo regresaría a casa? No sabía mucho de Astrología, pero no creía que hubiera transportes en dirección a Miyagi haya arriba.

«Opción número 4:

—¡Idiota, Hinata idiota!»

Por alguna razón era las más razonable. No sabía si debía de estar feliz o triste.

Su gesto que no expresaba nada lo revelaba, con una ceja temblando y creyendo que había estado mucho tiempo con ese chico de lacios cabellos, tanto así, que su atractiva voz se reproducía en su mente.

¿Eh?

¿Había pensado que era atractiva su voz?

«Opción número 5:

Un Kageyama demasiado ruborizado llegaba a escena, con un rostro ennegrecido por un sentimiento extraño que lo cohibía, lo hacia desaparecer entre un jadeo ahogado y un gemido ansioso. El inocente Hinata de esa ilusión contempló con miedo el rostro más expresivo que nunca haya visto en ese joven, con sus ojos entrecerrados, sus delgados labios proyectando exhalaciones ansiosas que sólo iban aumentando en volumen cada vez que se acercaba.

—¿Kage-...? —interrumpido de golpe, cuando sintió los reconfortantes brazos de Kageyama rodeando su diminuto cuerpo. Hinata se quedó estático, al sentir la pesada respiración del mayor golpeando su nuca, quemaba, ardía, se sentía tan bien, lo hacía revolverse. ¿Qué era ese sentimiento?

Hinata, te necesitosusurró Tobio cerca de su oído, haciéndolo todo a propósito para que el pequeño cuerpo que era apresado terminara por retorcerse en sus brazos, ansioso. Los besos cerca del lóbulo de su oreja no se hicieron esperar, siendo marcados en cada roce, hasta que un gemido placentero se le escapó al menor sin querer, porque Kageyama le estaba lamiendo el cuello con lentitud.

Kageyama, estamos en la escuela. —Jadeó Hinata, pero no protestando cuando fue empujado hacia la pared y la pierna de Tobio empezó a rozar con demanda su entrepierna.

—Lo he pensado seriamente, Hinata. Crearé un manga erótico realistaatribuyó de repente, con una voz ronca tan seductora que sólo logró que el pequeño cuerpo de Hinata se estremeciera aun más. Pronto, el mayor tomó distancias pequeñas de unos tres centímetros y empezó a deshacerse de su uniforme al ir desabrochando su suéter escolar. A su vez, su gruesa mano pasó sobre sus propios cabellos azabaches y los apartó de su frente, junto con su lengua juguetona paseando por sus labios en modo de querer probarlo—. Necesito tu ayuda, Hinata. Juguemos...»

¿Por qué esa fantasía había durado más que las otras? ¡Era sospechoso!

Hinata dejó escapar un grito de su boca, antes de que el humo escapara de todo su cuerpo y tuviera que cubrir su rostro avergonzado con sus dos manos. ¡Todo era culpa de haberse quedado leyendo El Amor Es Una Ilusión!

«Opción número 6:

Hinata, me gustas».

No sabía si podía alardear de eso o sentirse prácticamente un completo soñador, pero la última opción que había llegado a su mente era la que más agitaba su corazón. Apartó sus manos de su rostro ruborizado con lentitud, una de sus manos cayó a sus costados y la otra se posicionó sobre su pecho, sintiendo como su corazón estaba desbocado. Estaba completamente loco.

Si podía soñar, le gustaría que la última opción fuera...

—¡Hinata! —proclamó la voz ajena de su boca, mostrando la masculina silueta del dibujante de manga con mucho cansancio, con sus mejillas hechas un remolino largo en la que respiraba con lentitud por haber dado señales de haber corrido, un diminuto rubor inundaba sus cachetes y se notaba aliviado por verlo todavía ahí—. Hinata... —Ahora murmuró su nombre, un poco más tranquilo por haberlo visto ahí, esperándolo. Otra vez, esa estúpida sonrisa mal hecha escapó de sus labios, cuando la sorpresa contenida del menor estaba sobre su persona.

Hinata estaba perdido, y nuevamente empezó a estallar como una bomba de varios colores diferentes, al darse cuenta de que todas sus fantasías no podían competir con la realidad. Oh, no.

El Kageyama con novia, el Kageyama boxeador, el Kageyama que daba viajes gratis a la Luna, el Kageyama que insultaba, el Kageyama ansioso de atención sexual, y el Kageyama enamorado. Todo se destruía cuando el Kageyama real hacía acto de presencia. Así que entró en pánico.

Todo empezó a fallar en sus sentidos y el pánico que se mostró en sus pupilas temblorosas hicieron que sus pies se movieran por impulso propio, y terminó huyendo, lejos de ahí.

—¡Hinata, ¿adónde vas?! —gritó perdido Kageyama, tratando de correr tras él por mero impulso al verlo huir.

—¿Por qué no me dejas de seguir? —chilló Hinata con desespero, mientras giraba por un pasillo lleno de alumnos que no dejaban de mirarlos raro por los gritos que profesaba el menor y la cara aterradora que poseía el mayor al seguirle el paso.

Pasaron a un lado de Tsukishima, que estaba afuera de su salón con un cartel que indicaba que adentro había una Casa de Adivinación del Gran Yamaguchi, viéndolos raro porque esos idiotas eran todo un caso.

—Son estúpidos en todo momento —restregó esas palabras al aire, dando un suspiro al ver a Hinata brincar sin mucho esfuerzo las bancas que impedían que subieran al tercer piso. Nada impedía a Hinata, ni siquiera las reglas si quería huir. Tobio tenía la misma neurona que él y lo siguió—. El uno para el otro.

—Hinata, detente, ¡quiero hablar contigo! —gimió de cansancio el mayor, resonando sus pasos trepidantes por el piso abandonado. Hinata sacudió su cabeza como contestación, no atreviéndose a mirarlo a la cara. En su lugar, se enfocó en observar un salón de clases que no había sido cerrado por el descuido de un profesor y trató de entrar ahí para esconderse.

Su ingresó fue exitoso, también su velocidad para girar sobre sus talones y tratar de cerrar el salón. Para su mala suerte, cuando trató de mover la puerta, Tobio se le adelantó, con su habitual gesto aterrador, impidiendo que terminara por cerrar la puerta al colocar su pie y su mano entre la separación. Hinata ni siquiera pudo esconder la mitad de su cuerpo con la puerta, se mostraba desesperado, aterrado ante la respuesta que podría recibir.

Tobio era mucho más fuerte que él físicamente.

—¿Me vas a escuchar? —recalcó, forcejeando contra la puerta y dando un bufido certero que sólo hizo que Shoyo apretara sus labios y buscara afrontar sus problemas.

—¡Sí quiero hacerlo, pero no estoy listo! —chilló con fuerza, cerrando sus ojos de golpe y dando un último esfuerzo para cerrar la puerta: falló con facilidad, porque Kageyama no se rendía.

—¡Quise terminar contigo porque he decidido empezar a ser serio! —gritó de repente, llenando los oídos de Hinata. Hinata tuvo que morderse los labios con cierta sorpresa y tratando de acallar los fuertes golpes en su pecho—. ¡He decidido terminar contigo para poder salir con la persona que realmente me gusta! —rectificó una de las sospechas de Hinata, sintiendo como sus pupilas se dilataban al abrir sus ojos de golpe y el sudor frío rodaba por su cara. Incluso el forcejeo de la puerta se detuvo por unos segundos.

—¿Ha-hablas de Kaoru-san?

—¡No, idiota! ¡Ella me confesó sus sentimientos por una carta y yo la rechacé! —reveló, con un diminuto color rojizo notable en sus mejillas. Hinata dio un respingo por esa respuesta—. Ella no me gusta...

—Entonces, ¿quién-...? —Su cuerpo estaba temblando, su voz se quebró a medio camino cuando la mirada seria de Tobio estaba sobre él. Se sintió la persona más débil, y toda su fuerza se desvaneció, dándole la oportunidad para que el chico que le había enseñado esa palabra de cinco letras entrara al aula con violencia, rápidamente buscando tomar entre sus brazos su cuerpo. Y lo abrazó.

—Lo hice porque quiero estar contigo —dijo de pronto, cuando Shoyo dejó de luchar y se dejó abrazar. Kageyama apretó más el abrazó, y trató de esconder su rostro temeroso al soltar sus verdaderos sentimientos. Hinata dejó que ese extraño sentimiento de nuevo tocara sus extrañas emociones de un adolescente que por fin entendía lo que pasaba. Kageyama se alejó un poco de él, tomando ciertas distancias para verlo a la cara, pero sin soltar sus pequeños hombros con sus manos.

Hinata se había quedado nudo y sin habla, su cara hecha un desastre con el color rojo y la ternura era el principal punto de enfoque para Tobio.

—Kageyama... —sostuvo su apellido con un suspiro un tanto perdido, reaccionando tarde cuando sus manos empezaron a subir lentamente por el cuerpo ajeno, hasta llegar como destino final a los anchos brazos del número 9.

Kageyama respiró profundo, controlando mejor sus nervios antes de tomarse sus libertades se le escapó de la boca una exhalación certera antes de recargar su frente en el hombro de Hinata: todo era tan vergonzoso.

—Sal conmigo —pidió de pronto, completamente apenado de sus propias palabras, feliz de sentir la calidez ajena. Hinata al principio se tardó demasiado en responder, dejando el silencio como punto principal de enfoque; hasta que el menor no pudo aguantar más y dejó escapar una boba sonrisa de su boca.

—Incluso aunque la situación o tus sentimientos fueran diferentes, te prometí que siempre estaría a tu lado, ¿no? —dijo de repente, dando una sonrisa torpe entre una carcajada inocente al rodearlo con sus brazos.

Las cinco letras de una palabra lo habían atrapado por completo.

Tobio apretó contra su cuerpo el de Shoyo todavía más, tratando de tal vez no soltarlo ahora que esa extraña relación se consolidó oficialmente. ¿No estaba soñando? ¿Mientras corría por las pasillos no se había resbalado y golpeado la cabeza? ¿Realmente Hinata lo había esperado?

—Me estás apretando demasiado, Kageyama. ¿Acaso eres ese tipo de novio cariñoso? —preguntó Hinata de improviso, dándole pequeñas palmadas en la ancha espalda de Tobio, mientras sonreía pacíficamente.

Kageyama no respondió ante esa pregunta, siendo mucho más potente en la observación del menor, logrando sacarle unos pequeña chillidos, enrojeciendo de golpe cuando la boca de Kageyama besó su mejilla.

—Creo que puedo dibujar esto —afirmó el serio colocador de Karasuno, sin siquiera permitir que Shoyo lo mirara a la cara, porque lo seguía apegando a su pecho. Muy al contrario, aunque Hinata no podía ver sus facciones, podía intuirlas, y Kageyama también podía hacerse una idea de la sonrisa divertida que escapó del menor cuando su bella risa tonta se coló por sus oídos.

—¿Será el final de Inocente? Será un honor, pero... —De repente, su voz curiosa se había vuelto más quebrada que de costumbre, aferrando más sus brazos al cuerpo del mayor y buscó esconder su rostro ruborizado hasta las orejas en su pecho.

—¿Pero? —repitió Tobio, un poco impaciente por lo que podría llegar a decir.

—¡Pero fui muy dramático, ¿no?! —exclamó de repente, con la voz quebrada y algo temblorosa por tremenda escena que bien podría estar en un Top de momentos en la ficción demasiado dramáticos.

—Bueno, yo sé que eres un idiota, no puede evitarse... —citó sin nada de tacto, subiendo poco a poco su mano sobre los alborotados cabellos naranjas de Hinata para darles unas honestas caricias—. Sin embargo, idiota o no, me quiero casar contigo.

Hinata estaba a punto de contestar ante esa afirmación, al alejar un poco su cuerpo del mayor, al verlo completamente a la cara y ver que no había ni un rastro de duda en las facciones ajenas. Shoyo tuvo una extraña sensación de vértigo y se quedó nudo: ¡Tobio siendo Tobio era aterrador! Pero, tampoco podía evitar sentirse feliz...

—Así que eran ustedes... —Su asesor del club de voleibol los sobresaltó a ambos, congelando a los dos chicos enamorados que se acababan de confesar. Cuando giraron su cabeza con terror, notaron la sonriente figura de su profesor, con esa curva hacia arriba que demostraba una amabilidad tan pura... pura, pero estricta—. Saben que no pueden estar aquí —acreditó las reglas que les habían dado los profesores a los alumnos antes de iniciar el evento. El más bajo tragó grueso y el alto de ojos azules sólo observó todo con seriedad, sin soltar el cuerpo de Hinata—. Sí saben que no pueden estar aquí, ¿verdad? —repitió, dando más énfasis en sus propias palabras al distorsionar un poco el amable tono de su voz en la mente de los dos chicos de primero. Aunque todo se destruía cuando el profesor Takeda había esperado a que terminaran de confesarse antes de intervenir.

—¡Sí! —Ambos expusieron su grito al unísono.

Takeda había sido más suave de lo que creyeron: sólo les entregó una escoba y un recogedor a cada uno para que limpiaran el casi vacío patio trasero. ¿Eso podía contarse como la primera vez que ambos hicieron algo juntos como pareja? Si lo veías desde otra perspectiva, podías ver incluso como algo romántico el movimiento de las escobas al rozar el suelo, en un ritmo uniforme que era acompañado del pequeño levantamiento de polvo.

—Si me dijiste que te quedarías conmigo para siempre, ¿por qué huías de mí? —habló de improviso Kageyama, cuando el silencio se llenó de un pequeño tarareo que escapaba de las desafinadas cuerdas vocales de Shoyo. El menor deslizó de su boca una palabra, teniendo un escalofrío y dando un puchero ante esa pregunta.

—Ya te lo dije, ¿no? —enfatizó como si nada, dando un casi puchero en su boca, junto con sus mejillas inflándose al dejar retener el aire. Tobio dejó por unos momentos lo que hacía, para mirarlo—. Que incluso si tú no me amabas, yo estaría a tu lado por siempre... sólo que estaba apenado. —Carraspeó, al recordar los vergonzosos acontecimientos que había realizado hace poco por su pánico y miedo al rechazo, antes de dar un suspiro largo ya que tenía la atención de Kageyama. En menos de un segundo, ya había dejado escapar el aire de su pecho, levantaba su cabeza hacia el cielo con orgullo, y apretaba entre sus manos el palo de la escoba—. Pero, bueno, eso no quita el hecho de que yo me declaré primero, así que yo seré el dominante de la relación —afirmó de improviso, haciendo que Kageyama soltara un sonido lleno de duda de sus labios como mero impulso.

¿Qué tontería estaba diciendo Hinata?

—¿De qué hablas, idiota? Yo te pedí salir tres veces y esas tres veces tú aceptaste —confirmó el mayor al dar un alzamiento de hombros, restándole importancia al asunto—. Incluso ahora yo voy ganando, llevo 403 victorias y 402 derrotas. —Una sonrisa mal hecha y aterradora escapó de su boca, haciendo que Shoyo se dedicara a mirar a su acompañante y diera un bufido, inconforme.

—Pero yo te confesé mi amor primero, ¡uno verdadero y no fingido para tu experimentación! —gritó Hinata con desespero, dejando de hacer el castigo que se le había asignado para tratar de golpear a Kageyama con el palo, sin buscar lastimarlo; más bien, era una extraña invitación para que Tobio se pusiera en guardia y correspondiera el ataque con su escoba.

—¡Ah!, ¡pues si te soy honesto, me gustaría dar antes de que me den! —protestó el atractivo chico, haciendo un movimiento extraño en sus manos, cuando los palos chocaron entre sí y Hinata tuvo que pegar las plantas de sus pies al suelo para no caer de bruces al suelo.

Los dos ya no dijeron nada y continuaron con su extraña pelea, su rara forma de entretenerse. Se perdían en el otro y en algún momento Hinata había empezado a reír como todo un torpe con cada acción realizada. Tanto así, que ni siquiera se dieron cuenta cuando Takeda se acercó a ellos, para ver lo que hacían en las rondas que de vez en cuando hacía.

—¿Si están haciendo el trabajo? —preguntó de repente, con su amable tono de voz que no era muy amable realmente cuando veías lo aterradora que podía ser una persona aparentemente tranquila.

—¡Sí! —Los dos dejaron de jugar a la velocidad de la luz, poniéndose firmes cual soldados y mirando hacia arriba, paralizados.

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