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Capítulo 21

Capítulo dedicado a: FelicitasTagliaferro, por seguir esta historia. ¡Muchas gracias!

Tener miedo a que la persona amada te rechazara es algo que se podría considerar como natural, ¿a quién no le aterraría la simple idea de que alguien del cual estás enamorado te hiciera saber que los sentimientos no eran correspondidos?

Hinata estaba consciente de que por un impulso se había confesado a Kageyama esa noche, como un pequeño impulso mentiroso y mañanero que lo obligaba a actuar. Y él no era la única persona que lo había hecho: Kageyama era popular, y las personas se habían dado cuenta de que con un poco de cuidados, él podría ser una persona bastante accesible. No sabía qué había pasado con la carta que lado otra vez vio deslizarse de su casillero, y averiguar con palabras y sin rodeos sobre la respuesta que expresó o expresará, le daba miedo.

Mientras los capítulos iban avanzando y se iban presentando más facetas del dulce personaje de Ikki, con su sonrisa sincera que dejaba escapar, su sentido del humor y directo que con sus sentimientos se había hecho el personaje más querido de la franquicia que Kageyama había creado. Su fama como dibujante de manga también había subido. Al mismo tiempo que el rechazo inminente de Dai hacia Ikki se acercaba, el penúltimo capítulo donde el protagonista aceptaba sus sentimientos y corría a los brazos ajenos.

Otra vez, el trío de chicos estaban sobre la azotea de la academia, con la brisa perfecta rodeando el cielo que ya despidió por completo la temporadas de lluvia. Hinata y Sugawara seguían frente a frente, Tobio estaba sentado en una esquina, viendo las acciones de ambos jóvenes, sin permitir que ninguna se le escapara. Sería un terrible problema que eso pasara.

Era el penúltimo capítulo de su manga, su editor había estado orgulloso de él ya que aunque las situaciones seguían siendo clichés, hasta cierto punto eran ideas frescas y divertidas que le daban el toque de Tobio. Sí, Tobio era un perfecto creador de clichés entretenidos. Un genio si lo expresaba de esa forma.

Todo estaba perfecto, sólo había una cosa que faltaba...

Kageyama no había podido hablar con Hinata sobre sus sentimientos, se seguían abrazando, de vez en cuando se besaban e incluso seguían yendo a la casa ajena la mayoría del tiempo: ¡pero no eran pareja oficialmente! Porque Hinata entraba en pánico cada vez que trataba de responder a su confesión y soltaba excusas, huía o se apegaba demasiado a la persona más cercana, todo con tal de evadir una respuesta que quizás Shoyo creía que sería negativa.

Pero Shoyo sólo era un pequeño tonto que le temía a las consecuencias de un romance, de entrar en un espacio incendiado de llamas y ser golpeado hasta sofocarse. Un pequeño ratón que no quería salir de su casa por miedo a encontrar algo que lo lastimara. Un chico que le temía al amor. A palabras dolorosas.

Pero ¡realmente no habría palabras dolorosas! En otro contexto, si Kageyama realmente no amara a Hinata, probablemente sus preocupaciones serían entendibles y tristes, pero era amor correspondido: Dai había sido una proyección mental inconsciente de Hinata en la cabeza de Tobio, Hiroshi era el mismo Tobio tratando de crear la historia amorosa que le gustaría vivir con él... e Ikki, fue una proyección de un típico rival amoroso que vio cuando se echó un maratón de series animes heterosexuales y homosexuales para poder salir del bloqueo que tuvo, por eso su editor se había molestado con él. El resultado fue mejor de lo esperado.

—Realmente estoy enamorado de ti, Hinata —comentó de improviso Sugawara, acorralando al chico de primero en la pared cercana a la del dibujante para que pudiera estar todo en su campo de visión y no se equivocara al trazar la anatomía.

Shoyo reaccionaba fácil ante los halagos, mostrando un asombroso rubor en sus mejillas cuando Koushi tomaba un fuerte impulso al inclinar su cuerpo lo más que podía hasta quedar a la altura de Hinata. Demasiado cerca, demasiado juntos. La respiración de Hinata estaba acelerada y sus labios honestos mostraban lo nervioso que estaba.

Tobio pasó su mano por el trazo, creando la situación perfecta en un dibujo rápido y mal hecho, para copiar sus posiciones y la anatomía, antes de pasarlo a limpio. Mientras lo hacía, su ceja derecha empezó a temblar, demostrando abiertamente que los celos no podían ser evitados a pesar del contexto tan obvio en el que pasaban ambos jóvenes para actuar.

—Su-suga-san... —relató Hinata, con la voz cortada y siendo paralizado cuando la única mano que no acorralaba a Hinata de Sugawara ya empezaba a pasearse sobre su barbilla y la levantaba para que pudieran verse a la cara. Sus dedos, que daban la impresión de ser expertos en la seducción, acariciaron su piel y la sonrisa torpe de Koushi empezó a mostrarse débil, triste, a punto de llorar.

—Sin embargo, tú no me ves de esa forma —comentó de improviso, alejando poco a poco las caricias y aceptando todo lo posible para separarse de él. Ahora ambos ya habían tomado distancias. Todo ante la atenta mirada de Kageyama que admiraba los dotes actorales de Sugawara. Si él no dijera que se quería dedicar a ser maestro de primaria, nadie dudaría que podría llegar incluso a la alfombra roja.

—Suga-san, yo... lo siento... —susurró Shoyo, bajando su vista al suelo y empezando a juguetear con dos de sus dedos. El pequeño rubor inundó sus facciones, dando una vista perfecta para Kageyama para poder dibujar a Dai, con su cabello poco alborotado y sus redondos ojos—. Hay alguien más que me gusta...

—¿Es Kageyama? —La pregunta golpeó con fuerza los oídos de Hinata, como un pitido molesto que lo delataba como el único culpable de esa acción. Sin querer, sus facciones avergonzadas que se apegaban al papel dejaron de ser un simple ensayo, se volvieron absolutamente reales cuando el color rojizo golpeó su cara con una intensidad tan potente que aterraba. Su pecho se estrujó, su corazón desbocado mostró lo obvio y se quedó mudo.

Sus acciones habían salido sinceras, demasiado verdaderas. Tan fáciles de entender que incluso Kageyama detuvo el trazado que estaba haciendo de su rostro al dibujar unos cabellos alborotados en el papel, la línea cayó en lleno y sus pupilas empezaron a temblar al ver la figura de Hinata.

—Sí —respondió por fin después de un largo silencio el menor, tapando toda su cara con sus dos manos cuando afirmó algo verdadero por puro impulso. ¡Qué vergüenza!

Kageyama tuvo que apartar su mirada, bajando su vista hasta el cuaderno donde la mayoría de sus hojas habían sido gastadas por borradores de sus capítulos y ahí chocó sin pensarlo con el dibujo que estaba realizando: no era Dai el que estaba siendo retratado, la forma del rostro de Hinata y los evidentes cabellos que subían y bajaban en vaivenes desastrosos afirmaban que el protagonista de ese dibujo era Hinata Shoyo, ¿qué estaba pasando?

Se estaba desbordando. Estaban desbordándose sus mejillas al teñirse de rojo, estaba desbordándose el latido de su corazón, y estaban desbordándose sus sentimientos por Shoyo. Justo como le había pasado a Hiroshi, en algún punto Kageyama ya no aguantaría y seguiría siendo considerado ante el terror de Hinata por la respuesta que pudiera salir de sus labios.

No aguantaría mucho porque Shoyo era la persona de la cual se había enamorado. En cualquier momento, sus sentimientos podrían salir a la luz.

El día del festival había llegado a pasos lentos pero seguros, colocando a todos los alumnos de la preparatoria en un momento cúspide en el que probablemente todo saldría bien. Los listones y serpentinas colgando por cada pasillo y salón utilizado, los carteles promocionales de obras de teatro, o que anunciaban en cada aula la actividad que se realizaría, ponía en grandes expectativas a todos los jóvenes que sólo iban ahí a buscar un poco de diversión. Hinata y Kageyama no eran la excepción, mezclándose en el ambiente tan genuino que se había creado entre carcajadas de grupos de chicas y charlas entre chicos. Hinata estaba demasiado feliz, aceptando que le alegraba la idea de tener a Tobio a su lado en su pequeño tiempo libre antes de que la primera función iniciara; sin embargo, a pesar de todas las alegrías que podía alardear tener, la realidad indicaba que estaban demasiado lejos de estar en una cita: Kento, Maki, Acchan y Yaguchi estaban con ellos.

—Según este mapa, hay dos Maids Café, uno de primero y otro de segundo —comentó Kento con mucha facilidad, sintiendo como se hacía agua a la boca porque sería una mentira si no afirmaba que sólo había venido ese día para comer—. Pensé que no se podían repetir actividades. —Encaró sus pensares en voz alta, sólo haciendo que Hinata diera una pequeña risa torpe que se hizo más larga en su mente, porque, si no mal recordaba, el Maid de primero era del grupo de Yachi, y el de segundo de Noya y Tanaka.

—Tengo entendido que el de primero se basa en uno más tradicional, donde las chicas se visten de sirvientas y los chicos de mayordomos —razonó Acchan al meterse en la conversación, azuzando más su vista ante los trazos bien hechos del mapa que había obtenido Maki en la entrada de la institución—. Y creo que en el de segundo, los papeles se invirtieron. Un Maid Café parodia, si no mal recuerdo.

—¿Entonces Nishinoya-san y Tanaka-san...? —cuestionó Tobio de repente a Hinata, mirándolo directamente a la cara y el menor correspondió al instante. Shoyo no aguantó más y se atragantó con una carcajada, tratando de calmarla al inflar sus mejillas y apartar la vista de los potentes ojos azules ajenos que no dejaban de mirarlo—. Vayamos al de segundo —habló de repente Kageyama, sin una pizca de perdida de tiempo ante la atenta mirada de los cuatro chicos que veían como Shoyo se retorcía en risas por sus propios sentimientos.

—¿Por qué? —cuestionó Yaguchi con un puchero, quizás esperando mejor ir al de primero porque ver a chicos usando trajes vistosos de sirvientas no le atraía ni un poco.

—Porque ahí están dos de nuestros Senpai... —asimiló la contestación sin siquiera querer darle muchos rodeos, sólo guiándose en lo único que alcanzaba a entender porque lo estaba disfrutando más que nadie. Pero no era suficiente. Estar así con Hinata, con otras cuatro personas más, no le desagradaba, pero le gustaría estar a solas con él.

—Bueno, ahora que lo dicen, escuché que habían decorado muy bien su aula —concordó Acchan con seriedad, acercándose hasta un enrojecido Shoyo que respiraba con agitación tras haber dado una buena expulsión de preocupaciones y se limitaba a reír. Acchan sonrió y colocó su mano sobre sus hebras naranjas, en un modo de caricia tan paternal que Hinata cerró sus ojos por mero impulso, dejándose llevar por la sensación.

A Tobio, por supuesto, no se le escapó esa acción, ni siquiera el más mínimo movimiento lo dejó pasar al captarlo entre su orbe azul. Muestras de afecto más cariñosas e ingenuas movían a Shoyo de manera inconsciente. Bien, eso estaba bien, lo tendría en mente.

—¡Yo también quiero ir a ver qué tal les quedó! —cantó Kento con mucha facilidad, mostrando su ilusión en su atractivo rostro, al instante en que sus manos fueron elevadas al aire y el mapa que sostenía caía de una forma demasiado cómica al suelo. Maki se cabreó ante sus descuidos.

—Supongo que ver a chicas mayordomos es algo que tengo que ver —dijo Yaguchi de repente, casi poniéndose en onda con los demás. Quería estar a la misma corriente, por eso trató de entablar conversación con Kento, el chico que era el más animado del grupo—. ¿Piensas lo mismo que yo, Kento-san?

—No, no puedo mirar a ninguna chica o a otro chico porque Maki-kun se enojaría conmigo, ¿verdad? —declaró el chico de cabellos azabaches, fingiendo ser un galán por el que todas las chicas estarían detrás de él, creyéndose demasiado importante que los humos se le subieron a la cabeza: era un galán de telenovela que tenía un gran harem pero lamentablemente él sólo tenía ojos para Maki.

Por supuesto, la realidad era demasiado tosca y brusca, y eso se lo enseñó Maki de una forma terrible, al darle tremendo golpe certero en la cabeza por las afirmaciones tan precipitadas que sacaba su amigo.

—Tú y yo no somos pareja, Kento —soltó sin nada de tacto, dando un bufido ante esa afirmación tan certera que sólo logró que el mencionado diera un puchero y mirara a otro lado.

—Sí, ¿y esos besos qué significaron? —citó de repente un recuerdo efímero donde los dos en secundaria, sólo por curiosidad y queriendo experimentar lo que era besarse, terminaron como dos adolescentes necesitados cuando sus bocas se probaron por primera vez—. Te he estado esperando desde ese día, pero no has dicho nada...

Ese recuerdo fue lo que menos quería volver a recapitular, con Maki claramente avergonzado, con el color rojizo empezando a poblar sus facciones y la atenta mirada de los otros cuatro jóvenes ante las inesperadas noticias. Kageyama fue el más sorprendido de toda la situación: así que había personas como Kento que podían expresar lo que sentían sin titubear. A él le gustaría ser ese tipo de persona al soltar sus sentimientos.

—Como sea, ¡e-es hora de irnos! —gritó avergonzado el chico que ahora ya era le punto de atención, dándole un empujón a Kento para que avanzara hacia el frente. Era increíble que el serio de Maki se avergonzara tanto en temas románticos—. ¡Por cierto, no pueden decir ni una palabra de esto a nadie! —amenazó con rabia el chico que ya era mirado con extrañeza por los dos amigos de Hinata, pero ante esa petición, no pudieron hacer más que negar con frenesí, prometiendo guardar el secreto.

Sin embargo, a pesar del ruido que los demás estaban haciendo, Tobio estaba un poco distraído, con la mirada perdida al pequeño cuarteto de chicos que avanzaban entre burlas, risas y rubores de Maki por cada cosa bonita que Kento le decía, y se terminó por preguntar si la relación que él tenía con Shoyo era igual de visible o era más discreta, como la de Yamaguchi y Tsukishima.

—¿Tobio? —A pesar de estar sumergido en sus pensamientos, pudo escuchar notablemente bien la voz curiosa de Hinata al verlo. Cuando éste giró para hacerle entender que tenía toda su atención, el más bajo del pequeño grupo que se había formado terminó por señalar a los demás—. ¿Te sientes bien? ¿Tienes diarrea o algo así?

—¿Por qué tendría algo así? —preguntó ofendido el mayor, dando un bufido certero que sólo hizo que Hinata temblara y se disculpara entre murmuros nerviosos. Kageyama, al ver sus acciones, terminó por dar un suspiro demasiado largo y tratar de continuar con sus propias palabras, antes de ponerse en marcha—. Oye, Hinata, ya no quiero que sigas siendo mi pareja de experimentación... —Debía de hacer las cosas correctamente.

Lo que no quería oír Shoyo nunca, había caído directamente como un balde de agua fría en su espalda, y él, con sus sentimientos encogidos y hecho un manojo de nervios, no se sentía en el derecho de poder objetar nada ante los términos en los que se había creado su extraña relación. Sólo tragó grueso y dio un largo suspiro, oh, no. Lo que más temía se estaba haciendo realidad.

Hinata levantó su vista, observando el rostro dolido de Tobio al afirmar esas palabras, y como sus pupilas daban el claro gesto de que todavía quería decir algo, pero no lo decía. Por alguna razón no lo decía.

—Está bien —declaró Hinata de improviso.

—¡Muchas gracias por venir aquí hoy! —despidieron al grupo Tanaka y Nishinoya, a quienes les había tocado ser los encargados de recibir a los comensales ese día. Hinata de cierta forma se lo esperaba pero una pequeña parte sí lo tomó por sorpresa: ambos chicos se veían extrañamente bien, con un vestido que hacia vuelo cada vez que giraban, con mucho encaje y el adorno tradicional de las sirvientas sobre su cabeza—. Nos vemos geniales, ¿no es así? —halagó su propia apariencia Tanaka, sintiéndose alguien completamente afortunado porque su buen formado cuerpo se marcada con el traje ajustado. Sí, en definitiva Tanaka no había perdido el tiempo y en vez de lamentarse por perder en el piedra, papel o tijera con Ennoshita, y que éste le quitara el puesto de chef, salvándose de la humillación pública al no tener que disfrazarse, tomó todo con alegría.

Hinata tenía sus ojos brillantes, estando más que de acuerdo con sus dos animados y queridos superiores ante su maravilloso entusiasmo que manejaban. Nishinoya también estaba que ardía de la emoción con una carcajada cada vez más extensa ante la curiosa mirada de los seis chicos de primero.

—¡Por supuesto que nos vemos geniales, Ryuu! ¡Nos vemos geniales con cualquier cosa!

—Adoro su entusiasmo —declaró con los ojos llorosos Kento, alzando su pulgar arriba y conmovido por lo apasionados que eran al trabajo del día.

—Iremos a ver tu obra en la tercera función cuando termine nuestro turno, debes de esperarnos —documentó sus planes Noya a Shoyo, colocando su mano sobre su hombro por un par de segundos en los que le logró dar unas cuantas palmadas. El menor sonrió, amplió sus facciones y agradeció la acción considerada de sus superiores del equipo con una reverencia. Podía decirse que estaba feliz, Shoyo se sentía alegre por lo animado que el ambiente estaba y las personas que lo sumaban todo de forma positiva, pero tampoco podía decir que se sentía ser la persona más dichosa del mundo.

Observó de reojo a Kageyama, que se mostraba un tanto ansioso y serio, al dejar escapar del bolsillo de su pantalón al mirar la hora con demasiada impaciencia: ¿qué le pasaba?

—Shoyo, nosotros ya deberíamos de irnos. —Acchan lo sacó de su burbuja que había creado el de hebras naranjas alrededor de él para que el remolino de emociones que una palabra de cinco letras le generaba. Su mente estaba dispersa y volaba por todos lados, teniendo que ser sacudido dos veces más por Acchan para que el atractivo perfil de Tobio dejara de ser su principal punto de visión.

La vida lamentablemente no era un BL.

—¿Acchan? —cuestionó, apenas regresando a tierra firme tras haber flotado en una enorme supernova que lo tiró a un vacío inexistente, tan largo y potente que fue buena idea que alguien lo regresara de su enorme paseo por el espacio.

—La profesora dijo que quería que estuviéramos media hora antes de que fuera nuestro turno —indicó lo que había captado, logrando que un Hinata, todavía orbitando lejos pero regresando poco a poco una vez más, asintiera.

—¿Ustedes que van a hacer? —interrogó Yaguchi como un modo de despedida a los tres chicos restantes de la clase de al lado. Maki y Kento sonrieron con visibilidad, uno más tranquilo y el otro mostrando su actitud explosiva—. ¿No tienen turnos para su casa embrujada?

—Sí, pero no hoy —reconoció Kento, dando un vistazo hacia el techo en modo pensativo—. Si no mal recuerdo, a mí me toca mañana a las doce, Kageyama tienen el mismo horario que yo.

—Y a mí me toca a las 3 de la tarde —simplificó con mucha facilidad Maki.

—Ya es hora —habló Tobio de repente, al mirar la hora de su teléfono. Shoyo se sintió completamente extraño ante sus acciones, como si cada vez fueran más ajenas, porque no lograba entenderlo.

—¿Irás a hablar con ella? —acreditó Kento de improviso, mostrando sin mucho esfuerzo que recordaba bien cada una de sus acciones. Tobio asintió y Hinata mostró clara sorpresa en sus pupilas temblorosas al escuchar esas palabras: ¿Kageyama iría a hablar con «ella»? ¿Quién era «ella»? Kento, para colmo, no se atrevió a revelar más detalles, dando una sonrisa un tanto incómoda por la situación de Kageyama—. Buena suerte —enfatizó con clara ironía, siendo recibido por un golpe en el estómago de parte de Maki por su imprudencia de siempre.

«¿Acaso, Kageyama está enamorado?», pasó por la mente de Hinata esas palabras, tan tenaces y cortantes que golpeaban su pecho como si fueran prisioneros que estaban a punto de escapar: sí, de cierta forma se esperaba esa posibilidad.

A los chicos le gustaban las chicas. Eso era lo que siempre enseñaban.

Él tal vez, no debió de ilusionarse.

—¡Hinata! —llamó Tobio de improviso, logrando que el susodicho volviera de sus nudos mentales al observar el gesto de Tobio, con sus cejas arqueadas hacia abajo y su absoluta seriedad al querer decirle algo—. Veré tu obra de teatro, prometo llegar, ¡también quiero verte frente al gimnasio de voleibol después de que tu obra termine! —pidió con completa seguridad, logrando que la poca seguridad que tenía Hinata, fuera cayendo y subiendo periódicamente. No sabía si debía de rendirse con él o no.

—¡Te esperaré! —Pero, por mero impulso, esa exclamación salió de su boca, porque sus mejillas adornaron un precioso color rojizo en sus facciones y un diminuto brillo se estrelló en sus ojos.

Nada garantizaba que fuera a salir bien, porque no era un BL. Ojalá y Tobio lo rechazara brutalmente para que pudiera por fin rendirse.

Su amor de secundaria no había sido tan dramático como éste.

Las luces del escenario estaban iluminadas, los rostros de todos expectantes para reírse de esa comedia que no debía de ser tomada en serio ya que los mismos actores no lo hacían, su traje perfecto, de un tenue color rojizo que resaltaba más el color natural de sus cabellos. Su vista viajaba por el escenario, con el pánico atrapado en sus pupilas cuando notó que en la primera fila se encontraban sus cuatro superiores de tercer año del club de voleibol, apoyándolo. Tres filas atrás, la mirada atenta de Kageyama lo examinaba de pies a cabeza, como si buscara que ningún rastro de él se le escapara. Su corazón daba vueltas y de vez en cuando sus tartamudeos salían a flote, suerte que la encargada de la clases y al que le tocaba interpretar a Romeo sabían tratar con su nerviosismo, logrando entender que eso ya era parte de su naturaleza y podían usarla a su favor si agregaban esa característica al personaje.

—Mi amado Julieto, te he amado en secreto desde el principio de nuestros días. Nuestras familias parecen destinadas a las riñas —contó sus pesares el atractivo chico alto, a mitad del acto cuatro, siendo cambiado completamente en cuanto a escenas. Romeo se adueñó de la mano de Julieto, la envolvió entre la suya y la acercó a su pecho. Shoyo seguía sin atreverse a mostrarse como un buen actor a pesar de que esas palabras bonitas habían sido pronunciadas por su compañero de actuación en más de una ocasión en cada ensayo—. ¡Pero tú y yo estamos destinados a nuestro amor eterno! —musitó en un tono de voz bajo que se expandió en un grito certero de música profunda, golpes imperfectos en su pecho y un abrazo que culminó el diálogo del personaje que cargaba al ser Romeo. Un atractivo chico de hebras cafés, ojos rasgados y una estatura envidiable. Una persona perfecta, un buen partido que normalmente utilizarías como un seme en una relación amorosa estereotipada del género Yaoi.

Pero Romeo no era Kageyama. Kageyama era un chico que estaba entre le público, viendo la actuación que él realizaba. A su lado, se encontraba una chica: Kaoru, quien había sido la encargada de dirigir el vestuario de esa obra y por eso había quedado fuera del escenario. Pero no había quedado lejos de Tobio. Le decía algunas cosas cerca de su oído que no alcanzaba a escuchar y también veía como el mayor trataba de seguirle la conversación con palabras cortas que se mostraban cuando movía sus labios.

—Oh, Kageya-... ma —precisó Hinata de repente, deteniendo su diálogo de golpe al darse cuenta de que sus pensamientos lo distraían y por accidente había dejado escapar sin querer el nombre de la persona que tenía su mente hecha un revoltijo de emociones.

Su compañero de clase que hacía de Romeo vio claramente como el chico al que tenía entre sus brazos se iba cubriendo de color carmín poco a poco durante toda su cara, se quedó congelado y consternado porque había sido imprudente de su parte. Por su culpa todo el público ya había escuchado el nombre del número nueve de Karasuno, y él no quería hacer más que hundirse, hacerse bolita, y ocultarse.

Romeo tenía la obligación de salvar a Julieto.

—¡Sí!, me llamo Romeo Kageyama, gracias por recordar mi nombre —aclaró de repente el mayor, dando un carraspeo largo que permitió que Hinata reaccionara y dejara atrás el papel de un tomate andante y continuara con su papel—. De verdad soy la persona más feliz.

Titubeó un par de veces el menor, dando vistazos por todos lados al recorrer con la mirada al público, volviendo a chocar con la mirada puesta sobre él de Tobio, mostrándose notablemente fuera de sus casillas por lo que había salido de su boca.

«Por favor, quiero que me rechaces».

—Romeo, ¿dónde has estado todo este tiempo?, ¡eres el jardinero que necesito en mi ja-jardín! ¿Pero qué haremos para estar juntos?

Sugawara observó el escenario, como cada una de las cosas que hacían desencadenaba a una reacción y terminaba por golpear lo que realmente importaba. Viendo a Hinata en el escenario, luchando por prestar atención a lo que realizaba, Sugawara no pudo evitar hablar de pronto, en voz baja.

—Siempre he creído que Romeo y Julieta eran unos idiotas —declaró sin pensarlo dos veces y sin ningún pelo en la lengua. Tanto Daichi, como Kiyoko y Asahi se sintieron helados por la facilidad en la que su acompañante pudo decir lo que pensaba—. Nunca vi algo romántico entre ambos y sólo eran dos personas que creían amarse porque se vieron una sola vez. A mí no me gustaría vivir una historia similar, digo, sólo se conocieron una vez, creyeron que se amaban y decidieron morir sólo por qué sí.

Daichi rio con cierta suavidad, entendiendo más o menos el punto al que Sugawara quería llegar.

—Creo que te entiendo.

—A mí siempre me hace llorar —confesó Asahi con un pequeño jadeo de tristeza y sus ojos a punto de empaparse de lágrimas porque Hinata ya estaba interpretando la trágica escena final. Kiyoko le dio unas cuantas palmadas en la espalda al querer consolarlo.

—Sin embargo, creo que sí entiendo que cuando uno está enamorado se vuelve todo tan dramático, y aparecen problemas donde no los hay sin razón aparente —habló, dando un respiro tranquilo y observando bien la escena donde el pequeño cuerpo de Shoyo caía de lleno al suelo—. Pero, ya dependerá de ellos si dejan morir tan fácilmente lo que construyeron.

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