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Capítulo 20

Capítulo dedicado a: __EdSheeran, por seguir esta historia. ¡Muchas gracias!

—La ecología es un tema muy extenso. Tenemos que buscar lo que sería el bioma o el ecosistema, ¿no son lo mismo? —Lloró un chico de hebras azabaches, ya teniendo un ataque de pereza al tirar directamente su rostro sobre la mesa, donde estaban unas hojas donde reunía la información más importante.

Un chico de hebras grisáceas pudo respirar con tranquilidad, dando un vistazo directo hacia el techo para pedir fuerza a quién sabe quién, pero mientras pudieran dárselo, estaba bien.

—Ya te dije como tres veces que no son lo mismo, ¡entiende, Kento! —regañó, ya harto del trabajo que estaba haciendo el menor, antes de jalar su mejilla y hacerlo despertar de su trance donde ya se estaba dando por vencido y decidía dormir. Ese chico no tenía remedio, suerte que esa vez no estaban sólo ellos dos en su casa, Kageyama Tobio estaba en otro extremo de la mesa, en completo silencio, dibujando en la cartulina que les tocaría exponer lo que sería un enorme planeta Tierra que representaba a la Biosfera, el punto más alto de los niveles de organización de la Ecología.

—¡Maki-kun, Maki-kun! ¡Me estás lastimando, viejo! —El chico apartó de un manotazo la mano de su mejor amigo. Pronto, al sentirse libre, le sacó la lengua la mayor y dio un gruñido, como el de un gato arisco que no quería ser acariciado—. No deberías de ser tan malo conmigo.

—Entonces deberías de dejar de quejarte, mira a Kageyama-san, está realizando todo en silencio. —Señaló con su dedo en una forma de alabar al mayor que no había hecho ruido más que el necesario desde que había llegado a su casa. Kento y él parecían ser de un mundo diferente al de Tobio, con sus pupilas temblando, directamente sobre la cartulina y cuidando cada uno de sus trazos le daban la apariencia de ser alguien experto, un genio en las clases: ¿por qué siempre ese chico tomaba clases extras? Daba la impresión de ser un genio que se tomaba las cosas en serio.

Si Maki supiera lo que estaba ocurriendo en su mente en esos instantes...

«Ahhhhhh, ¡no puede ser! Shoyo se me declaró, ¿verdad?, ¿verdad? Pero, ¿por qué se fue demasiado rápido? Me interrumpieron y no pude decirle mis sentimientos, ¿y si interpretó de forma errónea mis acciones? ¿Y si creyó que no lo quería cerca cuando lo separé de ? Su mente divagaba desde varios puntos, golpeando sus inseguridades y destruyendo la poca confianza que por pura suerte había logrado atrapar. En algún punto de su dibujo había empezado a sudar, y realmente no estaba prestando atención a lo que hacía—. ¿Qué haré si ya no quiere hablarme?»

Si el Kageyama del pasado viera lo que ese Kageyama del presente estaba haciendo, preocupándose por un interés romántico antes de que su querido trabajo con el manga y el voleibol, posiblemente, en vez de burlarse en su cara, le estaría aventando un montón de balones en la cara con remates asesinos para que reaccionara, ¡pero eso no podía ser, así que la idea quedaba descartada!

—¡Kageyama-san, Kageyama-san! —llamó la voz de su compañero de aula, logrando que reviviera de su trance al recibir una fuerte palmada en el pecho de Kento tras tomar la decisión de tomar medidas desesperadas. Fue un alivio ver los dos rostros conocidos de los dos chicos en la casa ajena, recordando que estaba con sus compañeros, realizaron un trabajo escolar.

—Viejo, ¿estás bien? —consideró el azabache en estado de saludo del atractivo chico de ojos azules, dejando los golpes de lado para colocar sólo su mano sobre su hombro, en modo de apoyo—. ¿Te encanta dibujar demasiado que te pierdes en eso, o es algo más lo que te preocupa? Le diste como tres vueltas al círculo de la Tierra sin parar... —declaró lo que había visto, dejando que el chico que era el punto de mira diera un vistazo al suelo: ya veía, así que estaba actuando raro.

—¿Tienes problemas al hablar de eso? —Maki a su vez se mostró cuidadoso. Kageyama dilató sus pupilas y sintió como inevitablemente un claro rubor llegó a sus mejillas.

—Maki-kun, habías dicho que no podíamos perder el tiempo al realizar el trabajo. —Se burló abiertamente el chico del otro. Maki tuvo un ataque de enojo puro, al tener un temblor en su ceja y darle un buen golpe en la cabeza a Kento que casi le sacó un par de lágrimas, y muchos quejidos.

—Si alguien se siente mal o tiene un problema es bueno desahogarse, lo tuyo sólo es flojera... —dija sin darle muchos rodeos, sólo permitiendo que el alegre chico diera un puchero un tanto alterado.

—A decir verdad, sí hay algo que me preocupa —habló sin aviso, siendo directo en todo momento al comenzar su discurso, haciendo que la pequeña discusión habitual de los dos amigos callara en definitiva. Tobio tenía las dos miradas curiosas de los dos chicos—. Kendo, Miki, gracias por considerarme como parte de su equipo...

—Yo me llamo Kento.

—Y yo Maki.

Muy al contrario, el mayor hizo una pausa ante su equivocación antes de asentir.

—Sin embargo, interrumpieron mi confesión amorosa al tomarme desprevenido y el muy maldito escapó —demandó lo que le picaba en su pecho desde que se separó de Hinata, dejando a los dos chicos en blanco por la brutal sinceridad de Kageyama, más si contaba lo expresivo que era su rostro al tener sus cejas arqueadas hacia abajo y su nariz arrugada. A los dos jóvenes les entró un escalofrío desde la punta de sus pies hasta su cara.

—¡Una confesión romántica!, Kageyama, ¿tienes vida romántica? —exclamó con completa sorpresa el joven Kento, sólo siendo forzado a callarse cuando Maki le dio una patada en sus pies. Tobio asintió, bajando su vista al suelo, todavía con el remolino de emociones nuevas desordenadas en su cabeza.

—Perdón. —Fue lo único que pudo profesar de sus labios Maki, dando un vistazo hacia el suelo. Kento apoyó esas palabras al sacudir su cabeza.

—Pero sólo estabas con un chico que salió a toda velocidad en su bicicleta cuando te encontramos —masculló, un poco interesado en ese tema al tratar de recordar si había confundido a una chica con un chico, o muy al contrario, él ya había quedado loco que alucinaba con un chico de estatura baja, esponjoso, esbelto y ruidoso. Kageyama tuvo un corto circuito ante esa información, sintiéndose incómodo y tratando de darle un vistazo a cualquier lado que fueran esos dos.

Maki suspiró ante la estupidez de Kento.

—Kento, como a algunos chicos les gustan las chicas, también a algunos chicos les gustan otros chicos, ¡no me jodas! —gritó Maki, dándole un buen golpe en la cabeza a Kento que le sacó un lloriqueo y un ardor permanente que tuvo que sanar al frotar su mano sobre sus cabellos.

—L-lo sé, pero ¿qué tiene que-...? —Su pregunta de una respuesta obvia llegó por si sola a su mente que apenas procesaba la situación, conectando cabos antes de entenderlo—. Oh, ya entendí.

Kento no era una mala persona, sólo era muy lento para procesar la información. Maki lo sabía mejor que nadie.

—Y ahora, creo que se formó un malentendido... —susurró el de cortos cabellos negros, dando un suspiro pesado que tomó a ambos jóvenes por sorpresa. Tobio estaba muy envuelto en los dramas románticos de dos chicos enamorados que sabía que cuando eso pasaba se venía un gran drama en el que no siempre salía bien y los dos terminaban heridos. No quería lastimar a Shoyo.

—No creo que ésa sea una razón para preocuparse. —Encaró Kento de repente, con su efusiva personalidad que llegaba a ser impertinente en más de una ocasión.

—¡Kento! —regañó Maki una vez más al mayor, como si fuera su madre. Pero esa vez, el atractivo chico de cabellos negros y ojos del mismo color lo ignoraron, para seguir hablando con un curioso Tobio estupefacto que no le apartaba la mirada.

—Si la rosa está llena de espinas, y no te gusta, sólo debes de cortarlas. Es lo mismo: no habrá un malentendido si sólo hablas con él. Comunicación, es lo que siempre se necesita para arreglar algo que se entendió mal.

Maki retiraba sus pensamientos que tenía hacia una de las personas que más quería. De vez en cuando, Kento decía cosas sensatas.

Tobio volvió a recordar algo que había olvidado. Claro, la vida real era mucho más simple que un manga BL.

Kageyama tenía el color rojizo en su cara, cuando llegó hasta la escuela al día siguiente, siendo rodeado por el ambiente animado que giraba por culpa de Kento y sus peleas matutinas con Maki. Se había quedado a dormir en su casa y apenas habían podido terminar después de haberse entretenido jugando un videojuego, ¡porque la tarea era demasiado aburrida!

A pesar de que detrás de él los dos amigos ya se estaban empujando entre ellos apenas ingresaron a la institución, donde los casilleros donde guardaban sus zapatos les indicaba los pasos diarios de la rutina. Kageyama ahí pudo volver a verlo esa mañana, el delgado cuerpo de Hinata mostrando su nívea piel, sus cabellos alborotados de color naranja, sus rasgados ojos cafés y ese uniforme negro que se movía en el ambiente escolar con mucha facilidad. Shoyo sonreía en la lejanía, con demasiada facilidad, ya se notaba más tranquilo, siendo todo un milagro que sus manos al tocar los zapatos ni siquiera temblaran después de todo lo que había pasado el día anterior.

Ahora que lo pensaba Kageyama, sí había sido demasiado vergonzoso lo que había hecho. Literalmente se había dejado guiar por sus propios impulsos y había besado a Shoyo, se había emocionado demasiado que hasta le metió la lengua dos veces. ¡Entendía un poco más porque el menor se pudo haber sentido nervioso! Ya que lo pensaba y lo colocaba en palabras mentales, a él ya le estaba dando demasiada vergüenza.

El chico colocó los zapatos que usaría dentro de la escuela sobre el piso y se los cambió, todo ante la atenta mirada de Kageyama sobre su cuerpo (específicamente en sus labios), Tobio había vuelto a ver los labios delgados de Hinata, tan suaves y delicados, deliciosos, fácil de saborearlos. Necesitaba más. Si seguían con esa situación, todo terminaría de forma desastrosa y lo único que recibiría de parte de ese idiota enano sería en la ayuda de su manga, pero cuando éste ya estuviera terminado, ¿qué haría? Los dos se separarían y sólo serían los compañeros de club que eran antes. Hubiera sido satisfactorio al principio, pero Kageyama ya había palpado el romance, el cariño y el amor de Shoyo. Renunciar a eso a esas alturas era algo que ni siquiera debería de ser debatible.

—¡Shoyo! —gritó de improviso, tomando un impulso que sacó de quién sabe donde y que congeló a Hinata y a sus dos compañeros del aula que seguían peleándose: Kento ya mordía el brazo de Maki.

—Ka-kage-ka... —Ni siquiera pudo terminar de pronunciar el nombre ajeno, porque cuando su rostro se giró hasta él lentamente, sus labios empezaron a temblar con mucha más fuerza, sus ojos por inercia tratando de evitarle la mirada, queriendo ver hacia cualquier lado, menos a él. A pesar de todos sus intentos desesperados, lo único que logró mostrar sus verdaderos sentimientos fueron sus mejillas teñirse de rojo y el color reclamó más de su piel hasta cubrir sus orejas. Hinata estaba en su lugar, sin saber cómo moverse. ¡Ya no podía moverse! Los nervios se lo comieron y fue atrapado por las garras de algo desconocido en su descuido, sabía que debió de ser más cuidadoso de no toparse con él. Se había descuidado—. ¡Tobio!

—Oye, idiota, tengo que hablar contigo —contó el mayor de improviso, cerrando su casillero tres cambiarse los zapatos y girar para quedar frente al chico. Shoyo revivió sus instintos, cuando los pasos pesados del mayor empezaron a acercarse hasta él, con una sintonía desastrosa que jugueteaba con sus sentidos. Su pie empezó a moverse hacia atrás, lentamente iba retrocediendo por cada dos pasos que Tobio daba para alcanzarlo—. Shoyo, ayer no pudo decirte-...

—¡Te dije que lo olvides! —chilló el menor, tratando de evadir los hechos, dando otra mirada lejos del rostro que se mostraba furioso de Tobio (no lo estaba, así eran su expresiones de un adolescente enamorado que se encontraba avergonzado). Shoyo tembló con mucha más fuerza, cuando algo similar a un gruñido escapó de las cuerdas vocales del azabache.

—No puedes decirme eso después de todo lo que me dijiste ayer...

Hinata no sabía qué hacer, sentía que el aire le faltaba y se podría desmayar ahí mismo. En su estómago las mariposas revoloteaban, su cara estaba roja, también su cuerpo estaba ardiendo y para colmo, los estudiantes que estaban cerca ya estaban mirando la escena. ¿No tenía un lugar adonde huir?

—Ayer me espanté demasiado cuando estaba en mi cama, creí que era un fantasma mi uniforme colgado por las luces apagadas... —Como un milagro, la voz apacible y amable de Asahi donde contaba su experiencia que había pasado la noche anterior le dieron esperanza, y su vista pudo notar como el pequeño trío de los jóvenes de tercer año del club de voleibol caminaban casualmente mientras reían.

—Creo que no es la primera vez que te pasa, ¿por qué no cambias el lugar donde lo colocas? —preguntó Daichi con facilidad, y Azumane ante esa respuesta.

—No me pasa muy a menudo, fue porque ayer estaba hablando con Suga —afirmó, dando una risa un poco amable en su boca. El mencionado tuvo un extraño gesto atrapado en su cara, mostrando terror y tratando de hacer que Asahi no dijera nada de lo que había pasado ante la atenta mirada de Sawanura. Para su mala suerte, Asahi no entendía muy bien las señales si no era dentro del juego—. Me estuvo contando historias de terror. —Las facciones de Daichi se oscurecieron cuando oyó esa afirmación y miró con su visa ennegrecida a Koushi. El que era el punto de mira se sintió nervioso y le evitó la vista, al dar un soplido mentiroso, haciéndose el tonto.

—¡Hinata! ¡Shoyo, idiota, no huyas! —pidió Kageyama en un grito, llevándose la atención de los tres jóvenes mayores por el escándalo que generaban. Daichi ya estaba empezando a activar su instinto, molestándose con mucha facilidad porque ya tan temprano los dos ruidosos de primero estaban causando problemas: ¡cuando no eran Tanaka y Nishinoya, eran ellos!

—¡Suwawara-san! —llamó Hinata con un grito al de hebras grisáceas, buscando protección a su lado al correr hasta él y rodear con sus delgados brazos la cintura de Koushi, tras haber pronunciado mal su nombre por su tembloroso vocabulario aterrado y escondiendo su rostro en su pecho. Algo dentro de Koushi se activó al recibir esas acciones en su querido Kouhai, algo desconocido que se adueñó de su pecho y sólo sus brazos trataron de protegerlo de lo que sea que tuviera que ver con Tobio, y le empezó a acariciar sus alborotados cabellos naranjas.

Daichi y Kageyama dilataron sus pupilas al ver la acción.

—¿Qué pasa, Hinata? —pronunció con suavidad esas palabras, dejando al chico que fue nombrado en el Cielo, teniendo el perfecto impulso de apretar con más fuerza el cuerpo de Suga contra el suyo, al sentirse protegido. Sin embargo, nunca respondió, y Suga no era ese tipo de persona que te obligara a decir tus sentimientos si no lo querías.

Kageyama miraba la escena consternado, notando como el muy idiota se acomodaba incluso más en los brazos de un cariñoso Suga, permitiendo que le diera mimos más obvios cerca de su oreja.

—¿Un drama romántico? —cuestionó Kento por fin, tras haber visto lo que ocurría. Maki le dio la razón.

—Sí, lo es.

Las facciones de Tobio se oscurecieron cuando sus pupilas azules atraparon el rostro dudoso de Sugawara sobre él al preguntar silenciosamente por el escándalo, y se sintió competitivo con su superior sin querer. Así que eso pasaba cuando el BL llegaba a un mundo con una dimensión más.

Koushi tembló por pura reacción desencadenada, tuvo que tragar grueso y la ola de nervios lo inundaron, empeorando más las cosas porque Daichi también lo miraba raro y Shoyo buscaba protección al apretarlo con más fuerza.

—¡Kageyama, deja de verme como si fuera tu verdadero rival amoroso!

Kageyama sentía envidia: él también quería abrazar así a Hinata.

La vida real no era una historia romántica adolescente donde sólo por desearlo podías tener el amor de alguien más, por muy fuerte que fuera esa convicción; eso incluía a los clichés. La vida estaba hecha de clichés, historias contadas una y otra vez pero con una esencia única por las diversas personas que los veían; sin embargo, tampoco era como si eso afirmara que por eso, lo romántico se cumpliría. La idea de que a los dos enamorados les tocara realizar una actividad en equipo era siempre bien vista, y quizás por eso Koushi tuvo la ligera esperanza de que viviría algo similar cuando se trataba de realizar los carteles, decorar o ir a comprar las cosas en el supermercado más cercano.

Por suerte no le había tocado una tarea difícil, más que la última actividad donde tuvo que ser acompañado por otra persona para cargar las cosas de regreso a la institución: Michimiya, una chica castaña de cortos cabellos alborotados y dulce sonrisa radiante. Sí, de todas las personas que le pudieron tocar, de la pequeña ilusión de que le tocara estar con Daichi, todo caía en picada ante esa resolución.

La cosa aterradora que amenazaba con alcanzarlo lo atraparía si volteaba, si daba la vuelta o si se atrevía siquiera a pronunciar el nombre.

—Una bolsa de globos de tamaño mediano —leyó la chica con una facilidad la pequeña parte de la lista que ella tenía. Sugawara, en el mismo pasillo que ella, se dedicaba a meter serpentinas a la canasta. De vez en cuando le daba breves vistazos a la chica sonriente, ella estaba cómoda con su presencia, estaba perdida en las compras y se mostraba como una niña alegre a la que habían llevado a una juguetería por primera vez.

Michimiya era maravillosa, bonita y asfixiante. Un pequeño Sol que brillaba. Koushi en su vida sólo había conocido a tres Soles que brillaban demasiado intenso: Michimiya, Hinata... y Daichi. Con esa vibra que te advertía y avisaba que todo estaría bien si permanecías a su lado.

Sugawara no podría describirse a él perfectamente, no podría decir que era la Luna porque era un vil mentira. Si se tuviera que describir, seguramente aceptaría algo que pudiera necesitar del Sol.

—Una planta... —susurró, escapándose de su boca esas palabras. Sí, sería una planta que usa la fotosíntesis para fabricar su propio alimento, sus propias ilusiones creadas por un Sol.

—¿Dijiste algo? —preguntó la fémina, al haberlo oído hablar en un volumen demasiado bajo, con la curiosidad al tope.

Dos personas brillantes deberían de estar juntas, él sólo debía de ayudarlo. Pero, ¿por qué dolía? Verla sonreír y preocuparse por él le dolía. Yui no era una mala persona, él era el egoísta.

Tenía miedo. Podía soportar el calor de ciertas estrellas, pero entró en contacto con Daichi y entró en alerta. Irónicamente tampoco quería ver al mayor con alguien más.

—No es nada, sólo veía que este color de serpentina se parece al verde planta confesó, siendo cuidadoso en todo momento porque la meticulosa mirada de la chica sobre su persona lo ponía nervioso.

—¿Ese color existe? —Ella estaba completamente perdida.

Para Sugawara Koushi, ¿qué era el amor?

«Me gustaría estar en un BL», pensó sin querer y por mero impulso.

—Dime, ¿te asusta encontrarte con lo desconocido? ¿Tienes miedo? —habló de improviso la chica, agachándose para poder observar en la parte más baja del mostrador los diversos diseños de globos que estaban en ese pequeño supermercado. Sugawara detuvo su revisión, metiendo por impulso las serpentinas en su canasta, al ser tomado desprevenido por la alegre chica llamada Yui.

—Para nada. —Él sabía perfectamente de qué hablaba, pero jugó sucio ante esa pregunta y creyó que lo mejor sería evitarla. Por eso rio como un pequeño tonto y buscó por impulso rascar su nuca con su única mano que no sostenía la canasta. Su compañera por fin apartó la vista de los globos, para poder mirar al nervioso cuerpo de de ojos cafés.

—Creo que siempre deberíamos de tomar nuestras decisiones por amor, y no por miedo —contó de improviso sus planes, logrando que Sugawara diera un respingo ante tan repentina charla. No le incomodaba hablar con ella, pero era un tanto extraño que alguien con la que rara vez hablaba, más que saludos y despedidas lo tomara sin rodeos—. El Sol quema demasiado, ¿no? Si lo tratas de mirar directamente, te lastimará los ojos, por eso nunca podrás verlo naturalmente, ¡a menos que estés dispuesto a quedarte ciego! —bromeó con lo último, dando una pequeña risotada que se extendió en el tenso ambiente.

—No sé a qué te refieres-...

—Me gusta Sawamura demasiado, me confesé y me rechazó, si eso es lo que te preocupaba —respondió de improviso a la confusión del chico de tercer año, dibujando en sus mejillas un tenue color rojizo que la delató demasiado. Suga dilató sus pupilas ante esa confesión.

—¡No me preocupaba! —gritó de improviso con exaltación, completamente rojo y dando unos cuantos pasos hacia atrás, avergonzado: ¿de dónde había sacado esas conclusiones Yui? No era como si Daichi le...

Michimiya, al ver su reacción, terminó por sonreír, al notar lo obvio que era Sugawara, más si se contaba que su pálida piel hacia el doble de obvio los rubores.

Michimiya amaba a Daichi, así que trataría de darles un leve empujón, para que su persona amada fuera feliz.

—Sugawara-san —llamó a un penoso chico que poco a poco se iba desviando de órbita y se alejaría del Sistema Solar—. Si el Sol no te permite que lo veas, usa lentes de Sol.

—N-no sé qué quieres decir —mintió, tratando de evadir el mirar simétrico de esos redondos ojos cafés sobre él.

Tobio se recargó todavía más contra la enorme pared de la azotea, con su libreta y su lápiz especializado en dibujo en sus manos. A su lado, estaba Sugawara, completamente nervioso y más pálido de lo que usualmente estaba, porque el mayor de vez en cuando le dedicaba unos gestos demasiado extraños que daban la impresión de envidiarlo: ¿por qué? ¿Por qué Tobio debería de envidiarlo a él?

La respuesta era un chico llamado Hinata Shoyo que se pegaba a su cuerpo, enrollaba sus delgados brazos en el suyo y se recargaba lo más que podía. Koushi sabía que no estaba bien juzgar esas cosas, ya que la situación que de por sí ambos vivían era demasiado extraña, pero estaba más que claro que la tensión estaba en el aire: algo había pasado entre ellos, pero no tenía ni siquiera la mas mínima idea. Peor aun, Shoyo era similar a un pequeño cuervo curioso que quería ver lo que hacía su compañero de equipo, dibujando en trazos uniformes en el cuaderno especializado de dibujo: ¿sería un borrador del capítulo? Actualmente no había hecho mucho, tal vez abarcarían más las jugadas de Ikki y sus momentos con Dai. Hiroshi tal vez no estaría muy activo en la historia por algunos capítulos.

El rostro uniforme de Ikki era fácil de dibujar, demasiado divertido, podía tomar libertades creativas y darle más detalles a cada una de sus facciones porque esa excusa lo respaldaba. De igual forma, aunque se hablara que ningún chico era realmente atractivo en el mundo donde se desarrollaba, por regla general y culposa, realmente todos eran demasiado atractivos.

—«Dai-chan me gusta, sería toda una desgracia que no me tomaras en cuenta como un rival serio» —leyó en voz alta el panel que había terminado de dibujar: dos chicos en un fondo simple parados uno frente al otro, la ancha espalda de Hiroshi sólo se veía, mientras el perfil de Ikki se notaba, con su bello rostro, sus ojos entrecerrados y sus cabellos meneándose al ritmo del típico viento que le daba drama a las escenas.

—¿Lo has dibujado, Tobio? —Hinata se acercó de golpe hasta él, subiéndose arriba de Sugawara para poder a alcanzar a ver el panel del manga. Tobio tuvo un sobresalto al ser interrumpido en su lectura para verificar la correcta escritura de las palabras, sólo atinando a dar un gruñido extraño que escapó de su garganta, y el que hace poco estaba demasiado avergonzado de sus acciones que no quería alejarse de Sugawara ya había olvidado todo—. ¿Cambiaste los diálogos? —Trató de buscarle conversación por mero impulso, con sus pupilas brillando de la emoción y esa sonrisa que nunca caducaba. Pero el de cortos cabellos negros era demasiado meticuloso en ciertos aspectos de su trabajo, por eso, con el enojo acumulado en su cara y su ceja temblando, tocó la mejilla del menor y lo alejó del punto de vista central del manga.

—¡Idiota, les dije que no me gusta que lo vean hasta que esté terminado! —regañó, abrazando por impulso el cuaderno contra su pecho y dándole una mirada a Shoyo que advertía que si seguía así, las cosas saldrían desastrosas—. ¡Idiota! ¡Shoyo idiota! —Cuando se trataba de mangas Kageyama era una cosa completamente diferente. Lo mismo ocurría con el voleibol y Shoyo.

De repente, el ambiente volvió a quedar en silencio, tras un bufido que escapó de la boca de Shoyo en desacuerdo. Koushi se sintió ansioso, ya que aunque amaba el silencio, ver a ambos callar le generaba ansiedad.

—Hinata, ¿no has pensado realizar una historia? —insinuó Suga de improviso, sacando de su mente lo primero que se le ocurrió. El mencionado lo miró con expectante calma, cosa que alertó todavía más al mayor, que terminó por enrojecer hasta las orejas y mirar con frenesí de un lado a otro la espaciosa azotea donde sólo estaban los tres—. Ya sabes, crear un manga o algo así.

—Bueno, ahora que lo dices, me llamaría la atención... supongo —expresó con duda el que había sido interrogado, recibiendo toda la atención de sus dos compañeros al revelar eso. Si era honesto, nunca la había pensado ni una vez, pero tal vez sería bueno probarlo por curiosidad. Por puro impulso se cruzó de brazos y miró al cielo, sin decir nada por un buen rato, cosa que extraño a los dos restantes—. Tal vez me gustaría intentarlo. Digo, ¡ya que tengo buenos dotes artísticos! —halagó su propia técnica al reír con suavidad, y empezó a reír como un pequeño tonto, siguiendo mirando el cielo. Tobio lo observó con seriedad, y le fue imposible no tirarlo de su nube por impulso.

—Es cierto, tienes mucho talento para dibujar a elefantes meando —comentó de improviso, dejando a Shoyo en un estado de temperatura abajo de los 0°, donde su sueño cayó en picada y sólo pudo atinar a mirar con rabia contenida al mayor por no tener la amabilidad de expresarlo con más tacto. Para colmo de todos los males, Sugawara se había reído un poco.

—¡Ya te dije que era una persona con un cuervo! —defendió su dibujo. Tobio lo observó con seriedad, y todas sus ganas de querer ponerse a pelear con el ahí mismo fueron engullidos por un sentimiento mucho más fuerte—. ¡Por supuesto que mis dibujos no son los mejores-...!

—Pero si realmente quieres hacer una historia, puedo ser yo quien dibuje las escenas para ti —declaró de improviso, dejando a Hinata congelado ante tal declaración. Los dos quedaron quietos al verse a la cara, a Shoyo por puro impulso se le delineó una pequeña curva hacia arriba y Tobio tuvo que apartar la vista por lo bonito que se veía, con un color rojizo.

Koushi tragó grueso ante las fuertes declaraciones, creyendo que estaba haciendo un mal tercio.

—Ya sabes, hay proyectos donde hay dos o tres personas involucradas. Normalmente uno dibuja y el otro escribe una historia —masculló con más cuidado su propuesta, bajando cada vez más el volumen de su voz y el color rojizo estrelló poco a poco su piel—. No tengo ningún p-proyecto después de éste, así que puedo apoyarte. Incluso puedo dibujar bien casi cualquier género, sólo se me complican las escenas de acción.

«¿Qué clases de confesión romántica es ésta?», insistió el de mayor edad, quedándose quieto y conteniendo la respiración para no arruinar su momento romántico. Le extrañaba, a pesar de que sabía que sus pequeños Kouhai eran tan extravagantes que se declaraban su amor de formas bastante raras: «te la pondré del modo que más te guste», o «mientras yo esté aquí,, tú eres invencible», ¡ahora que lo pensaba: sí! ¿Cómo es que esos dos todavía no estaban saliendo de verdad?

—Bueno, en ese caso, me gustaría hacer uno de deportes. —La contestación de Hinata a Kageyama lo regresó a tierra firme, y lo único que pudo ver es que en algún momento Hinata había llegado a parar frente a Tobio, y se había sentado en cuclillas—. ¡Uno de voleibol!

—¿Cuál sería la trama?

—Un chico se enfrenta con otro en la secundaria y se vuelven rivales, uno de ellos le dice que lo vencerá pero terminan en el mismo equipo en la secundaria —narró la premisa, logrando que Tobio se mostrara un tanto indeciso y molesto ante la idea y Sugawara supo que todo ya iba a caer por la borda.

—¿Eh? ¿Estás tratando de plagiar una parte de mi historia? —matizó sus dudas, dejando el cuaderno de lado y mirando con amenaza al menor. Shoyo tuvo un escalofrío pero no pudo evitar querer defender su orgullo.

—¡No!, ¡me estoy basando en la forma en la que nos conocimos! —respondió, cerrando sus ojos y dando un puchero cansado.

—¡Eso no tiene-...! —interrumpió sus propias palabras con sus pensamientos: sí tenía sentido.

De pronto, su única neurona conectó la información que debía de procesar, y al parecer, la de Hinata también lo hizo. Pronto, Suga presenció como dos chicos ruidosos explotaban en el color rojizo, al darse cuenta de que estaban enamorados desde hace bastante tiempo.

Realmente, sus pequeños cuervos eran unos tontos.

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