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Capítulo 16

Capítulo dedicado a: Zeni13, por seguir esta historia. ¡Muchas gracias!

—¡N-no te rías, Shoyo, idiota! —gritó con mucha fuerza, dándole un pequeño golpe en el hombro al mencionado para que guardara silencio. El menor tuvo que tomar largas bocanadas de aire, sosteniendo entre sus manos su estómago antes de entender que le era muy difícil simplemente abandonar la idea de la sombrilla desprendiéndose al abrirse y cayendo a mitad de la calle: ¡la cara de Kageyama también sería inolvidable! Todo un poema descrito en facciones rudas—. Tendré que comprar otro —comentó, dando un murmuro certero en sus labios hasta el instante en que sus mejillas empezaban a arder en calor. Lo que faltaba, genial.

El aire helado empezó a golpear con fuerza sus cuerpos, en una brisa enorme que se extendió por todo el exterior, y trató de entrar al cuerpo de ambos adolescentes, que sólo pudieron envolverse entre la delgada tela de su uniforme: nota mental, a partir del lunes, tendrían que ir bien abrigados. Con eso, mientras Tobio cerraba sus ojos, pudo colocarse disimuladamente a un lado de Hinata, en dirección donde el viento que anunciaba una tormenta mucho más fuerte circulaba, para que no lo golpeara directamente.

Al menos una suerte en esa cadena de mala suerte, fue que pocas personas estaban afuera por el clima, sólo se podían contar unos cuantos en el estacionamiento esperando que la lluvia pasara (poco probable), y uno que otro transeúnte que pasaba entre paraguas e impermeables directo al camino que daba al punto más alto del vecindario.

La parte superior del paraguas se arrastró por las húmedas calles, al son del viento y siendo acariciado por las gotas de lluvia, ante la vista preocupada de Shoyo por otra pila de basura más atrapada en el planeta por no haber parado correctamente a la basura o de haberle dado un segundo buen uso. Incluso tuvo el impulso de ir tras ella, pero se detuvo, cuando el paraguas golpeó con sutileza los pies de una persona que trataba de cruzar la calle para entrar al supermercado, éste venía acompañado de otra persona.

Shoyo creyó que el aire se le escapaba de sus pulmones; podría colapsar en cualquier momento. Otra vez, la figura esbelta, un poco alta e inocente de Izumi golpeando la escena, las escenas que no quería recrear porque lo alteraban de sobremanera. Koji, su otro amigo de la infancia, estaba a su lado.

Tobio tuvo la extraña sensación de que volvía a ser engullido una vez más en un sentimiento desconocido que destrozaba su pecho, recordando las vagas palabras del que actualmente era su pareja repitiéndose en su mente como una grabadora: Hinata estuvo con alguien más en el pasado, su nombre era Izumi y de igual forma era la misma persona que encontraron en el autobús el día anterior. El chico no se veía como una mala persona ni tampoco se mostraba como el típico villano o rival amoroso, simplemente era un chico que estuvo con alguien al que amaba. Era alguien tan brillante y radiante que el color castaño de sus cabellos le quedaba corto, alguien igual de brillante como Hinata, alguien tan amable que recogió el pedazo de paraguas roto, aunque eso significara que por su ángulo y su propia sombrilla cubriéndolo, se debería de mojar un poco la parte baja de su espalda.

Fue terriblemente doloroso ver actuar a Shoyo nervioso, cuando por pura casualidad de la vida, ambos cruzaron miradas y por consiguiente el castaño le sonrió, antes de correr hasta él.

—¡Oye, Izumi! —gritó Koji al verlo alejarse de su lado con mucha facilidad, sólo siendo callado cuando por fin ya estaba frente a los dos chicos. Shoyo se quedó estático, con el pequeño color rojizo empezando a inundar sus mejillas, al recibir afirmativamente la calidez de la persona que alguna vez le entregó todo.

—¡Sho-chan! Nos volvemos a ver, ¡qué suerte! —Se mostraba feliz y alegre, como si estuviera ansioso, y el susodicho sólo pudo tragar grueso y tratar de evadirle la mirada, sonriendo como un pequeño tonto.

—Sí, estoy feliz de que sigas bien, ¿q-qué tal te está yendo? —continuó con mucha facilidad, sacando sus pensamientos de su boca. Pero no, ¡fue terrible!, ¿por qué su última pregunta había salido cortada por sus nervios?

—Pues he estado demasiado bien, la mayor parte del tiempo me la paso con Koji, ¿no? —comentó dándole un vistazo al chico que apenas se acercaba al pequeño cuarteto que se creó con improvisación al tope. El azabache, ante la mirada amable de su amigo, tan febril e inocente, le fue imposible no ruborizarse.

—Bueno, sí, vamos en la misma escuela... es inevitable eso. —Encomendó con un pequeño titubeo que fue reforzado cuando su tono de voz salió demasiado bajo—. Estoy feliz de que estés bien, Shoyo. —Al menos, lo último pudo decírselo con demasiada facilidad, dando una sonrisa sincera al ver al pequeño número 10 de Karasuno, demostrando que aunque claramente estaba interesado en alguien que todavía amaba a Shoyo, no le guardaba rencor. La caricia en sus cabellos fue sutil y paternal, lo suficiente para que el de hebras naranjas tomara toda la confianza que necesitaba y creyó haber perdido cuando volvió a ver a Izumi: era cierto, por poco lo olvidaba, antes que una persona que se avergonzaba debido a que en algún punto vio su cuerpo desnudo, era su amigo y el término de su extraña relación se había dado en buenos términos.

—¡Me alegro mucho que ambos estén bien! —declaró Hinata, dando una risa amable que sólo lo caracterizaba a él. Luego, como un reflejo inesperado, le dio un vistazo para nada disimulado a Kageyama, hasta el punto de girar su cabeza a toda velocidad, que los pensamientos abrumados y encarcelados del mayor donde Izumi estaba presente, se destruyeron, al notar la mirada café sobre su persona. Sólo pudo retroceder un paso, porque tuvo la impresión de que algo lo atacaría y él no tenía con qué defenderse que no fuera el palo de su paraguas. Para colmo, la otra mitad la tenía Izumi. Por primera vez, Kageyama se preguntó si Izumi de igual forma tenía el corazón de Hinata.

Tal vez la idea de creer que su amor era correspondido también eran parte de sus imaginaciones.

—Los presentaré: él es Kageyama Tobio —confesó sin nada de tacto el acompañante del mencionado. El más alto tuvo un sobresalto y un respingo como respuesta al hacer su cabeza para atrás, lo había tomado desprevenido. Tobio pudo ver claramente el extraño gesto de sospecha en Izumi y Koji, como si trataran de examinarlo: quizás todavía no se creían que dos enemigos se pudieran volver algo similar a amigos. Pero la sonrisa sincera de Hinata adornando su rostro y la seguridad al hablar de él, lo dejaron en un buen estado que lo atrajo a la seguridad—. Parece una persona molesta, furiosa, antipática, asocial, aburrida y amenazante —citó algunos adjetivos calificativos que según, Shoyo Hinata, describían a Kageyama, sólo logrando que el rostro pálido y un tanto sorprendido se apoyara en las facciones de los otros dos jóvenes—. Pero estoy saliendo con él, Izumi, Koji, y sé que no es una mala persona —declaró lo último con mucha seguridad, al arquear sus delgadas cejas y decírselo directamente a la cara a sus dos amigos.

Las pupilas se dilataron en el de cabellos cafés, y la sorpresa contenida no pudo ser ocultada ante la decisión repentina que tomó. Tuvo un nudo en su garganta y su pecho punzó, como si creyera que algo lo estaba lastimando, algo que no podía explicar, pero sabía bien qué era. Posiblemente si tuviera que asociarla, Izumi lo haría con alguna palabra como la desilusión.

Pero Izumi amaba a Shoyo, como Shoyo aceptaba amar a Tobio, el chico inexpresivo que ahora estaba tratando de reaccionar, sólo estando inmóvil, como un enorme tomate andante, temblando, tratando de explicar algo, con el pedazo de abajo de la sombrilla en manos. Ya no parecía tan amenazante.

Izumi se sintió en la necesidad de decir algo.

—Me alegro mucho por ti, Sho-chan —espabiló con amabilidad sus verdaderos sentimientos Izumi, dejando en el suelo por unos instantes el paraguas roto, antes de pasar su delgada mano sobre lo mejilla de Hinata. Le dio una caricia sincera, en un modo perfecto de despedida silenciosa: nunca más podría tener tan cerca a Shoyo como alguna vez lo tuvo—. ¡Mucha suerte! —expulsó sus verdaderos sentimientos, con la curva fina llena de brillante expectativa a la hora de declarar.

Alejó su mano del sonriente y caliente rostro de Hinata, tomó una vez más el paraguas roto, y ante la lluvia, Koji y Shoyo como testigo, la mirada decidida de Izumi cayó en picada sobre Tobio. Caminó hasta él, con la seguridad al límite y borrando la sonrisa de sus labios. Kageyama afiló sus facciones al tenerlo frente a él, directamente, sin respirar y teniendo que aguantar el pequeño revoltijo de nervios apachurrando su estómago por tener a alguien que en algún punto logró cautivar a Hinata.

—Se te rompió tu sombrilla —habló de improviso, enseñando al alzar al aire la tela impermeable de color azul. Kageyama, confundido, asintió, dando una cara desentendida que ni él mismo pudo ocultar—. Me hubiera gustado ver cómo sólo te quedabas con el bastón —añadió, dando una pequeña risa segura que dejó en claro que se estaba burlando un poco de él. Tobio asintió una vez más, no muy acostumbrado a hablar así con otra persona que no fueran sus compañeros del club y Hinata. Yukitaka no aguantó más ante su rara actitud y soltó una verdadera carcajada, siendo honesto por primera vez en su forma de actuar, y le entregó el paraguas que él cargaba—. Te lo presto. Sería un problema regresar, y por razones personales, no quiero que Sho-chan se moje. Te aseguro que están bien ajustadas la contera, la tela impermeable, los rayos y la varilla —aseveró con cierta burla, obligando a que Tobio tomara su sombrilla y él recogió el bastón separado. Al tenerlo entre sus manos, le hizo señas a Koji para que le siguiera el paso y se despidieron de ambos jóvenes.

El rostro sonriente de Hinata mientras tomaba la mano de ese azabache al despedirse de ellos provocó otro golpe certero en el pecho ajeno, pero se mantuvo firme incluso después de la veracidad mal hecha. Koji, a su lado, le permitió refugiarse a su lado, teniendo en manos el pataguas roto.

Izumi Yukitaka era una persona muy amable y esperó pacientemente a que se alejaran del dúo inesperado ahí formado antes de que no pudiera aguantar más las lágrimas tras sus ojos y empezó a llorar. Koji lo observó de reojo, apegando su cuerpo más al suyo, con tal de demostrarle que estaba a su lado.

—¿Estás bien? —La pregunta era tonta, pero sirvió demasiado para que el castaño diera un sollozo ahogado, y mirara entre sus pupilas llorosas el paraguas roto.

—Sí, estoy bien. El paraguas todavía sirve, sólo hay que arreglarlo —explicó en un susurro que se escapó entre un jadeo triste, junto con las gotas inocentes rodando por su rostro.

Koji se ruborizó, antes de darle un ligero empujón a su amigo.

—Idiota, no me refería a eso.

Natsu se había llevado el susto de su vida, cuando la puerta principal del hogar de los Hinata fue abierta, dejando pasar la figura alegre de su hermano, con completo cansancio en su mirada y entre suspiros de alivio por haber llegado al lugar seguro. Todo bien, todo correcto, ella salió a recibirlo como de costumbre, con la notable alegría al límite y sin contar lo que vería después de eso. Apenas llegó al pequeño espacio, donde la voz animada de su hermano la conducía a confiar, se topó con una persona no identificada, un enorme joven mucho más alto que su querido hermano mayor, de potentes ojos azules más fríos que el hielo y los cortos cabellos negros repartidos por su frente uniformemente.

A Natsu le habían enseñado a no juzgar por la apariencia, pero sabía que ese chico era el tal «Kageyama» que le había robado a su hermano dos veces seguidas, sin que llegara a casa, y hoy sería le tercera. Alguien no muy amable en cuanto a apariencia, pero que Shoyo le prestaba tanta atención, como en su momento fue con Koji e Izumi, todavía la colocaba en un terreno desconocido. ¡Oh, sí!, si alguien tenía tan encantado a su hermano, no se esperaba a alguien como Kageyama... ¡quizás realmente se esperaba a alguien similar a Totoro!

—Gracias por recibirme —saludó Tobio con mucha amabilidad que a veces Hinata olvidaba que tenía. Natsu soltó un grito ahogado lleno de terror y retrocedió unos cuantos pasos hacia atrás.

No sabía por qué, pero Natsu Hinata ya tenía en mente todo un drama donde Shoyo poco a poco empezaba a desobedecer a su madre y evadía sus responsabilidades, sólo para irse en las noches con un chico llamado «Kageyama», una mala influencia que destruía el hogar sin siquiera haber entrado. ¡No! ¿La situación iba a ser igual que el de la novela que el día anterior estaba viendo con su mamá?

—¡Mamá, Nii-chan está siendo amenazado por un delincuente! —chilló la pequeña a su madre como contestación, sólo permitiendo que el invitado se quedara en blanco, por poco tirando las compras que había traído.

—¡No, Natsu, no es un delincuente! —declaró Shoyo con demasiada rapidez, sacudiendo sus manos con mucho pánico al creerse perdido en un caso donde claramente la desventaja estaba de su lado. Qué lío.

La pequeña niña de cabellos naranjas miró con los ojos desorbitados de miedo a su hermano, y éste le sonrió apenas cruzaron miradas. Ella apenas logró calmarse un poco, pero cayó de nuevo al dar un brinco por el pánico que le generó los pasos trepidantes de su madre al entrar en guardia por creer que había un intruso en casa. Su rostro había sido endurecido, sus cejas arqueadas y daba la impresión de que el sartén que llevaba en la mano no era simplemente para usarlo para preparar la cena. Kageyama lo supo rápidamente, teniendo que tragar grueso y no moviendo ni uno de sus músculos por seguridad propia.

Para su suerte, la mujer de la casa apenas lo vio de arriba a abajo, con el uniforme de la escuela y la tranquilidad de su querido hijo en su rostro, la lograron ablandar rápidamente, antes de bajar sus defensas y sonreír con mucha suavidad, al darle la bienvenida al chico.

—Debes ser Kageyama-kun —dijo la amable mujer, dando una sonrisa amable y un movimiento con la mano que portaba su sartén de un lado a otro en modo de saludo. El mencionado a duras penas pudo reaccionar, logrando dar una reverencia que se asemejaba más a la de un robot descompuesto que a un humano.

—Perdón por las molestias, gracias por recibirme —tranquilizó sus propios nervios al afirmar eso, enderezando poco a poco su cuerpo al creer estar un poco más en confianza ante la mirada atenta y extenuante de la fémina. Era igual de brillante que Shoyo, tanto que daba miedo. Estaba rodeado de dos enormes Soles, y todo indicaba que el pequeño gesto curioso de la niña sobre su persona era igual de brillante que el de los otros dos.

¡Tardaría en acostumbrarse o siquiera entrar en confianza!

—Al contrario, gracias a ti. Estos días el clima ha estado demasiado lluvioso, por lo que te agradezco que hayas dejado que mi hijo se quedara en tu casa. Espero y se haya comportado —comentó de lo más casual, sólo permitiendo que el chico que había sido nombrado en la oración no muy directamente diera un pequeño temblor por la obvia advertencia de su madre acerca de que debía de comportarse en casas ajenas—. Me alegro que Shoyo tenga muy buenos amigos...

—Pero no somos amigos —habló de repente el azabache, dejando a la fémina con la duda expectante en sus pupilas cafés. Shoyo sólo pudo ponerse alerta, pero siendo demasiado lento cuando la veloz acción de Tobio que hace poco se había repetido pero con los padres de éste mismo se materializó. En un abrir y cerrar de ojos, el mayor ya tenía envuelto al menor entre uno de sus brazos, con un medio abrazo que lo apegó aun más contra su cuerpo. Hinata enrojeció con mucha fuerza, quedándose mareado y perdido por la perfecta decisión de Kageyama de no titubear ni un poco, incluso cuando sólo estaban fingiendo—. Estamos saliendo, así que no podía dejarlo simplemente por ahí. Es demasiado importante para mí que lo cuidaría toda la vida.

«¿Te estás dando cuenta de lo que dices, idiota? ¡Ahhh!, justo ahora me siento como si fuera parte de esa típica escena donde el novio pide la mano de su novia a su padre», pensó con torpeza Shoyo, dando un barullo silencioso al sentir su cara enrojecer y el color rojizo estampando sus mejillas. No sabía si era por la vergüenza que estaba pasando, si era por la tonta y poco convincente situación de que no le molestaron las palabras que dijo Tobio, o si era porque su mente estaba tan perdida que se estaba imaginando, justo en ese momento, el desbocado corazón de Tobio golpeando su pecho. Se sintió en paz y en calma.

—¡No puede ser! —exclamó Natsu en un grito alterado, teniendo una vez más ese delirio de la novela que vio con su madre la última vez. Ya estaban enamorados, ¿ahora se iban a fugar? ¡No, su querido hermano!

Se irían a México y cambiarían el nombre para que no fueran encontrados, y ella nunca lo sabría porque ni siquiera sabía cómo llegar a la tienda de la esquina, cómo iba a saber llegar a otro país. Ojalá y no la olvidara nunca.

—Nunca te olvides de mí, Shoyo Kageyama —susurró su pequeña hermana, sólo soltando esa extraña forma de llamarlo porque sabía que cuando dos personas se amaban y se casaban, uno cambiaba su apellido.

—¿Por qué me cambias de nombre tan rápido? —pidió una explicación un alterado Hinata.

«Se oye bien: Shoyo Kageyama», pasó por la mente de improviso de Tobio, dibujando una torpe sonrisa en sus labios que trató de ocultar a toda costa al colocar su mano, junto con las bolsas del supermercado cerca de sus labios. No, no, no, se había emocionado demasiado, aun cuando el matrimonio entre personas del mismo sexo no estaba permitido en Japón.

Pero tenía entendido que se estaba luchando para que eso se lograra y ya casi se lograba, cuando fueran adultos ya podrían casarse (tal vez), o igual había escuchado que existía algo llamado Koseki, que muy al contrario de lo que era, las parejas entre dos sexos iguales la utilizaban para que uno adoptara al otro, simulando «casarse». Ésa también era buena opción...

¡Tobio por fin detuvo su carro que ya iba a toda velocidad! Lo detuvo de golpe ante su propia forma de pensar y se quedó quieto, estático y congelado... ¡reaccionó después de unos momentos! ¿Por qué ya estaba pensando en el matrimonio?

—Kageyama-kun... —llamó de repente la madre de Hinata, rompiendo la burbuja de fantasía del menor. El susodicho se dedicó a darle una breve mirada, apretando más contra sí el cuerpo paralizado y algo avergonzado de Hinata —Kageyama— Shoyo.

—¿Sí?

—Cuida bien de mi hijo, por favor... —suplicó la mujer de improviso, dando una reverencia enorme en modo de permitir su relación.

Kageyama, al entender que los padres de ambos estaban de acuerdo de su unión, podrían casarse cuando fuera.

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