Capítulo 15
Capítulo dedicado a: sweetshouyo, por seguir esta historia. ¡Muchas gracias!
No les habían permitido usar más el gimnasio de lo que deberían. Por eso actualmente ambos jóvenes habían terminado de vestirse al mismo tiempo que el resto del club de voleibol. Lo habían hecho porque los gritos de Daichi y el humor exagerado de Sugawara ante sus riñas los exasperaron y asustaron más de lo que normalmente lo harían.
—¿Nos vamos a casa, Shoyo? —La pregunta certera y fácil de pronunciar de Kageyama llamó la atención del más bajo, que no pudo evitar alzar su vista con sorpresa y sus pupilas levemente iluminadas por la alegría de lo obvio.
Si te preguntaran de repente, ¿qué era el amor? ¿Qué dirías?
—Por supuesto, ¡estoy agotado! —exclamó con entusiasmo, dando una sonrisa amable que se extendió por todo su rostro. Eso fue un mecanismo más rápido, como si Hinata fuera un robot y debía de echarse la mochila a sus espaldas a la velocidad de la luz para que Tobio no cambiara de opinión.
Tanaka y Nishinoya fingían no prestarle atención al comportamiento similar de ambos jóvenes, tampoco al pequeño rastro de nerviosismo que jugueteaba con el cuerpo de Hinata al presentarse en temblores sutiles y coherentes. Noya estaba que se le escapaba una sonrisa de felicidad: ¡ya hasta se llamaban por su nombre! Qué gran avance.
—Kageyama, si te quedarás en mi casa, significa que podremos jugar voleibol antes de dormir, ¿no?
—¿Sólo me llevarás a tu casa para eso? —Reaccionó a la pregunta ajena con mucha facilidad, dando un mueca claramente ofendida ante la respuesta de Shoyo donde dos cosas estaban equivocadas—. Y soy Tobio.
Los sentidos que trataban de cubrirse dentro de una delgada capa de fingido apoyo silencioso cayó de golpe al oír eso, ver la reacción honesta de un Shoyo explotando en rojo fue el detonante para que el gatillo de la pistola fuera maniobrado y dos balas de colores oscuros llegaran a la escena: Tanaka y Nishinoya, los genios del amor autoproclamados. ¿Tienes problemas en el amor? ¿Estás triste porque ese chico o chica que te gusta no te hizo o hace caso? ¿Qué deberías de hacer si te has enamorado de un personaje 2D? ¡Bueno, ellos tienen la solución! ¡Los expertos en el amor!
—Shoyo, ¿por qué no me dijiste que habías avanzado tanto? —exclamó Yuu con una enorme emoción, tirándose arriba de él de un salto que por poco lo tiró de lleno al piso. Tanaka no tardó en unirse a la plática, aferrando su delgado cuerpo y su línea de partida a los pequeños hombros de su menor.
Todo ante la mirada expectante de los demás miembros del club y más aun, la de Tobio, que entrecerraba sus ojos al verlos actuar así, buscando la lógica.
—¿Llegaste tan lejos con él? No me lo esperaba —contestó Tanaka con mucha facilidad, sin siquiera preocuparse por el ruido que estaban generado. Shoyo sabía que no debía de avergonzarse, pero de cierta forma su corazón había empezado a latir con rapidez, y la simple idea de que ese idiota dibujante de mangas estuviera escuchando cada una de las palabras lo aterraba.
—Bueno, pasaron muchas cosas... —Aun así, aunque era obvia la razón de su pena, se veía obligado por sí mismo a responder con honestidad y aceptar que salía con Kageyama, todo con tal de no querer dañar los sentimientos ajenos y por un impulso propio que era desconocido.
—¿Que son esas «muchas cosas»? —aludió el más bajo, queriendo ser discreto pero fallando enormemente en el intento.
Hinata rio con nerviosismo y explotó todavía más. Por puro impulso, lo único que alcanzó a darse cuenta de sus movimientos involuntarios fue en el instante en que decidió taparse la cara con sus dos manos. No sabía que su modo de actuación había llegado a ser tan perfecta, hasta el punto en que de verdad actuaba como un enamorado. Quizás tenía salvación para ser el protagonista de su obra de teatro en el Festival Escolar.
—¿Así que te vas a quedar con Kageyama toda la noche? ¿Eh? ¿Sabes lo que pueden hacer? —cuestionó Tanaka de improviso, siendo sincero y burlándose de él por su extraña forma de actuar: tan suave e inocente—. Como van a estar solo ustedes dos, pueden llegar al-... —Koushi tuvo un extraño golpe de realidad al oír esa palabra, entendiendo que no debían de llegar tan lejos, porque Shoyo estaba chiquito, iba a cuidarlo.
—¡No! —exclamó en un grito Sugawara, con sus cejas arqueadas, sus labios delineados en forma de desacuerdo y sus manos estiradas al acercarse hasta el cuerpo del más pequeño le taparon sus orejas y los separó de los dos chicos de segundo, antes de pegarlo contra su cuerpo.
Daichi no pudo evitar sentirse en un ambiente de telenovela. Kageyama era el protagonista, Hinata el interés amoroso, y Sugawara el hombre que quería con el interés amoroso.
—¡No voy a dejar que le metan ideas raras a mi Hinata! ¡Su pureza, su pureza! —declaró con certeza el mayor, apretando más sus manos contra sus oídos y empezando a rabiar con mucha fuerza. Shoyo escuchó cada una de sus palabras, porque aunque era apegado violentamente contra el pecho ajeno y protegido en sus oídos, Koushi no lo hacía bien.
—¿De qué hablas, Suga-san? —soltó de improviso el líbero, no entendiendo bien el comportamiento que tomaba una persona usualmente tranquila. Los parpadeos de Tanaka también hicieron saber que todo lo estaba interpretando de forma errónea, y Hinata no pudo evitar sentirse un poco triste porque los intentos de Koushi ya eran en vano, el culpable tal vez había sido alguien que empezaba con I y terminaba con Zumi (el mismo Hinata incluido también).
Kageyama, por su parte, intentaba procesar poco a poco la situación que estaba cayendo sobre su persona. Al menos aceptó que le avergonzó los gritos de Koushi, haciéndose ideas que no tenían nada que ver con lo que planeaba hacer con él, hizo sus mayores esfuerzos para seguir enfocándose en lo curioso del asunto: un chico notablemente nervioso, dos chicos insistentes en algo más simple como lo era la situación romántica de Shoyo, él era el involucrado y el punto de interés de los chicos, ¡y para colmo la intervención celosa del interés romántico del chico que estaba siendo molestado!, ¡había de todo! ¡Era un drama BL! Lo típico en ese tipo de historias donde un verdadero drama llegaba a tocar la puerta.
Oh, no, qué mal. Tenía ganas de colocar una escena similar en su manga.
Pero, a pesar de que la idea pasada era la más tentadora de todas, su punto de retorno en su mente llegó hasta un lugar en el que la lógica, después de mucho, logró captar algo obvio: Hinata nunca se mostró muy listo para actuar, las veces en las que sus acciones se notaban tan naturales con Sugawara, era porque realmente se sentía así. Que se pusiera tan avergonzado y no mintiera a la hora de hablar, por fin logró que su corto circuito interminable se alargará la corriente y conectara: ¡Hinata estaba enamorado de él!
¿Qué demonios? Eso no estaba bien, tampoco estaba bien que su corazón diera un vuelco ante las situaciones tan estúpidas. Pero ahora que lo notaba más y podía pensarlo claramente, que alguien aceptara ayudar a otra persona para darle ideas para un manga que para variar era un BL, de por si ya era extraño, y ellos no eran muy amigos, ni tan cercanos cuando se inició todo eso.
¡Ahora todo era más claro que cualquier otra cosa!
No, bueno, no. Definitivamente no.
Su mano paseó con violencia, para golpear su boca en una pequeña palmada, porque una estúpida sonrisa se le quiso escapar de su boca, delineando torpemente su rostro al temblar, y el rubor que iba llegando sobre su cara. Eso también era malo, ¿por qué se ponía feliz de saber que Hinata estaba enamorado de él? Eso era malo, muy malo.
—¡Kageyama, no te atrevas a hacerle algo a Hinata! —amenazó Koushi con mucha velocidad contra su persona, pero Kageyama ni siquiera le prestó atención, giró sobre sus talones y se dispuso a irse—. ¿Por qué te comportas tan extraño? ¡Kageyama!
El mayor quedó a media palabra, derritiendo sus propias inseguridades tras la puerta cerrada de Tobio y su andar tembloroso que se intensificó cuando la brisa fresca del invierno cercano le golpeó el pecho. Afuera estaba más fresco, en algún punto se había sentido atrapado en un calor incontrolable, como si el cuarto de improviso se hubiera calentado violentamente, ¡¿eso era posible?!
Su mano paseó sobre su pecho y lo tocó, creyendo que se estaba volviendo loco, porque posiblemente era un tonto iluso que se emocionaba por algo tan banal que igual podría ser mentira, como verdad en las posibilidades. Su corazón estaba latiendo con rapidez, los cosquilleos rodaban por su columna vertebral y su alegría no era más que una fachada que ocultaba algo más, algo que no entendía.
—Entonces, ¿nos vamos, Tobio? —habló con mucha facilidad Hinata, dando un respiro aliviado porque por fin pudo escapar de los brazos de Koushi y podía ir a casa.
La puerta volvió a cerrarse, dejando un sonoro ruido atrás que acompañaba el silencio del bullicio que generaban Tanaka y Nishinoya apoyándolo en su salida.
Ahora que Tobio lo pensaba mejor, era una suerte que tanto Tsukishima como Yamaguchi se fueron apenas terminaron de cambiarse. No podría soportar que alguien le hiciera saber a la fuerza algo que apenas estaba entendiendo, como ese palpitar en su pecho al emocionarse por tenerlo cerca.
Kageyama no podía comprender abiertamente los sentimientos. Una cosa era dibujar sobre sentimientos románticos ya repetidos mil veces en el arte de la literatura, y la reacción natural humana al ruborizarse o agitar sus sentidos, y otra cosa era experimentarlos. Tobio había hecho un montón de cosas románticas en sus trabajos, primero teniendo la pasión un poco embarazosa de gustar emparejar a dos personajes de un franquicia ya existente (en su mayoría dos hombres), y siempre dibujar pequeñas historias de ellos. Había escrito guiones de varias historias originales donde la inspiración se le cortaba a medio camino y los dejaba a sin terminar, sin embargo, la historia milagrosa llamada Inocente llegó como un rayo de esperanza, un golpe de suerte donde cada vez que lo dibujaba y plasmaba en papel su corazón se estrellaba y se emocionaba con cada panel.
Dos chicos que se conocían por medio del voleibol siendo del equipo contrario, antes de caer al mismo equipo y empezar a desarrollar sentimientos poco a poco. Y luego con el último capítulo que dibujó y un poco del que seguía, recreando la escena donde acorraló a Hinata contra la pared para pedirle que saliera con él, con la simple diferencia de cambiarle los diálogos en modo de mostrar la recta final, sólo le daba otro agridulce sabor en la boca debido a que era hasta mucha coincidencia que sus personalidades encajaran perfectamente en los dos personajes que no tuvo que adaptar para nada los diálogos o la trama.
Qué raro.
Ahora, paseando por los pasillos de un supermercado local cerca de la casa de Shoyo, antes de subir por la empinada montaña con carreteras pavimentadas que colindaban directamente al humilde hogar de Hinata, Kageyama ya no podía afirmar si era su imaginación, o simplemente era la extraña sensación de que ambos caminaran tomados de la mano, posiblemente la escena donde creyó por un breve instante que Shoyo lo quería de forma romántica, demostrara que el temblor que le transmitía cada vez que sus impulsos apretaban su delgada mano contra la suya, y el sonrojo permanente en su mejilla cada vez que cruzaban miradas y le sonreía eran parte de su imaginación.
Kageyama había dibujado varias escenas sexuales, pero nunca había tenido relaciones sexuales, a pesar de que su cuerpo de vez en cuando se comportaba como el de cualquier adolescente. Kageyama había dibujado escenas dramáticas bajo la lluvia, pero lo único que él hacía era meter la ropa cuando el cielo se nublaba, una vez incluso sus calzones volaron con el tifón. Kageyama ha dibujado y escrito amistades sinceras y sin muchas ataduras, a pesar de que la mayoría del tiempo se la pasaba solo, aunque podía contar como buenos compañeros a los miembros del club de voleibol. Kageyama ha dibujado muchas veces el romance, pero hasta apenas logró conseguir pareja, y para variar, era una falsa.
La ficción se separaba de la realidad, posiblemente ésa era la estupidez con la que quería chocar su mente entre latidos de su corazón y lo caliente que estaba su cuerpo.
—¿Qué más vas a comprar? —preguntó de improviso Hinata, con la expectación al límite al jalar el brazo ajeno que sostenía su mano para llamarlo de su mundo. Funcionó sin mucho esfuerzo, logrando que los ojos perdidos de color azul pudieran encontrar un faro de luz entre tanta divagación. De pronto, ya estaba de regreso, en el pasillo de las carnes, unido con la pequeña figura de un sonriente jugador que portaba el número 10 y una cesta llena hasta el tope de comida que alcanzaría para máximo unos cuatro días.
—Sólo tengo que comprar unos últimos paquetes de carne —concordó con mucha seguridad, dando certeza pura al rodar un poco sobre su decisión, al tomar entre sus manos un pequeño paquete de carne al leer entre las etiquetas para acumular toda la información nutricional. Hinata lo miró, sin pestañear y con una enorme sonrisa en su rostro.
—Pareces un genio para las compras, Tobio —anunció de improviso el de hebras naranjas, con su radiante sonrisa vistiendo su rostro y la brillantez en sus ojos ilusionados que reflejaban una emoción que ni siquiera el mismo Shoyo había encontrado.
—Bueno, desde que voy en secundaria soy el encargado de las compras y la cocina en casa —afirmó con seguridad, dándole un vistazo de reojo al chico emocionado. Hinata tuvo una punzada en su pecho al oír eso: los padres ausentes, la evidente falta de habilidades sociales y la ausencia de futones en su casa, lo volvieron a cegar.
—¿Siempre estás solo en casa? —La pregunta tomó por sorpresa al mayor por unos breves segundos, antes de dar una mirada al suelo, con las orbes temblando al tratar de no entender como el rostro sorprendido de Tobio volvía a recubrir la seriedad y simplemente alzó sus hombros, como si todo fuera tan normal.
—Sí, la mayoría del tiempo. No puedo quejarme, mis padres hacen lo posible para que yo pueda vivir con comodidad —habló con seguridad, dando otro vistazo a la carne y dio un asentimiento al decidir, por haber encontrado rápidamente la correcta. Shoyo apretó sus labios y sintió un terrible dolor y las ganas de llorar siendo reprimidas al aferrar las lágrimas detrás de sus bellos ojos rasgados: ¿cómo alguien podía estar tan acostumbrado a la soledad como para no anhelar la compañía ajena?—. Pero, debo de aceptar que fue divertido... —declaró lo último de pronto, sólo aceptándolo porque estaba a solas con él y la comodidad volaba por el aire. Hinata por fin levantó su vista, un poco sorprendido por esa declaración. Tobio le correspondió la mirada, y aunque no sonrió, su tono de voz vibraba en la seguridad y emoción—. Me refiero a las noches que pasé con ustedes en mi casa, con Sugawara-san y contigo. No me molestaría que se repitiera —susurró, un poco apenado por sus propias palabras.
Hinata no pudo evitar perder el tiempo, aceptando el color rojizo certero que golpeó sus mejillas, cuando sus vasos sanguíneos lo traicionaron y sus habituales instintos y sus impulsos lo obligaron a querer hablar con él. Cuando Kageyama pudo reaccionar, ya tenía las dos manos de Hinata apresando las suyas, con una bella sonrisa decidida que cegó al mayor por unos segundos.
Para los mangas complicados que Kageyama leía y dibujaba, el amor era un drama total que golpeaba a los personajes de una forma tan orgánica y simple que lo hacía creíble, pero muy dramático. Para Tobio Kageyama, ¿qué era el amor?
Posiblemente una emoción que ansiaría tocar si la tenía justo en frente.
—¡Ven a vivir a mi casa! —exclamó en un impulso el chico, con mucha facilidad. Tobio quedó estupefacto ante esa reacción, no pudiendo evitar dejar escapar de su boca la poca paciencia que le quedaba.
—¿Qué demonios significa esa rara invitación?
—¡No es una invitación, es una promesa! —citó con arrogancia Hinata, apretando más el agarre de sus manos. Kageyama frunció su ceño ante su actitud y no estuvo muy de acuerdo.
—No importa por dónde lo mires, ésa no es una promesa, idiota. —Trató de entender la promesa real de la que hablaba Hinata. Hinata no retrocedió y se mostró alguien honesto y transparente, como si no mintiera, y más si dentro de su agarre se notaban los temblores sinceros de su cuerpo inexperto.
—¡Sí lo es! ¡Es la promesa de: «te prometo que ya nunca más estarás solo, porque me quedaré a tu lado»! ¡De esa promesa hablo! —Encaró sin ningún tacto, antes de alejar sus manos de las de un estupefacto Tobio que se iba llenando de color rojizo. Hinata dejó en segundo plano su corazón palpitante y se dedicó a levantar su mano a la altura del pecho, en forma de puño a excepción del dedo meñique—. ¡Así que, hagamos una promesa de meñique!
Tobio dio un parpadeó un poco torpe, antes de levantar por mero impulso su dedo, un poco aturdido y avergonzado porque no podía evitar creer que nunca había recibido palabras tan bonitas y llenas de convicción en alguien que no fuera Shoyo. Al estar a una altura prudente, Hinata se atrevió a unir rápidamente su dedo con el otro, ni siquiera dando tiempo para reaccionar al mayor.
—¡Ahora es una promesa! —explicó los hechos con una sonrisa decidida. Tobio miró la unión de sus dedos enlazados, con mucha fuerza, casi desesperado y eterno. No pudo hacer más que asentir y debatir de sus propias decisiones y la ajena.
Si Tobio pudiera encontrar el amor, lo tocaría sin dudar. Pero ahora que lo tenía justo en frente, lo único que podía hacer era actuar como de costumbre, tímido y sin entender prácticamente nada de lo romántico más que a su corazón prisionero estrellando su pecho en silencio.
—¿Tu promesa significa que te quedarás conmigo por el resto de tu vida? —interrogó de improviso, entendiendo con mucha facilidad sus sentimientos ante tanta comodidad.
—¡Sí, para toda la vida! —respondió sin titubear y con decisión, afianzando más el agarre de sus meñiques y ampliando su sonrisa.
—¿O sea que planeas quedarte por voluntad propia en mi vida, sólo porque tú quieres?
—¡Sí! ¡Ya te dije que sí, idiota! —gritó con desespero Shoyo, un poco corredizo ante la promesa que estaba haciendo.
Kageyama guardó sus palabras por unos breves segundos, notando la unión de su promesa que probablemente no era más que una burla adolescente, pero ahí estaba, presente y perfecta, tan acoplada a la realidad que el impulso de sonreír por poco y se le escapó de sus labios.
—Entonces, yo también, prometo quedarme a tu lado por siempre, es una promesa. —Sacó de pronto de su boca Tobio, quizás sólo tomándola como su propia declaración amorosa hacia unos sentimientos recién descubiertos.
Posiblemente Hinata lo amaba a él. Pero al menos él estaba seguro que sus sentimientos por Shoyo eran románticos. No eran palpables, pero si podría tocarlos, le gustaría hacerlo.
Para Kageyama Tobio, ¿qué era el amor? La respuesta sería algo que no podías explicar con palabras y que detectabas incluso en momentos triviales, sin mucho drama, sin muchos rodeos, simplemente estaba ahí.
Kageyama metió una moneda a la máquina expendedora que estaba cerca de la entrada del supermercado, antes de la salida, todo ante la mirada directa de Shoyo que no dejaba de mirar ni una de sus acciones, como si fuera un buitre, un carroñero que había encontrado a su presa.
El sonido de la moneda al ser recibida correctamente por la máquina, pareció activar a Shoyo como un mero impulso, sólo queriendo hacer que los hábitos antiguos no murieran al iniciar una pelea con el mayor más que intencionada: Tobio no contó con la intervención ajena, por lo extrañamente pasivo que se había mostrado el menor con él, sin pelear, pero ahí estaba, Shoyo apretó el botón que daba directamente con la caja de leche con chocolate, antes de que el dueño de ese turno pudiera presionar los dos botones a la vez donde las cajas de leche caerían.
El sonido de la caja al golpear el suelo mantuvo quieto a Tobio, mirando estupefacto como el otro hombre se agachaba lo suficiente y sacaba la leche de chocolate, con una gran sonrisa. Al levantarse y ponerse de pie, le enseñó el delicioso líquido, como si hubiera dado un gran logró. Tobio seguía sin decir palabra, pero claramente su ceja izquierda temblando de arriba a abajo no daba buena espina. Lástima que Shoyo no se percató de eso.
—¡Bien, Hiiro-sensei, felicidades por crear un manga tan genial! —notificó con mucha emoción, incluso con sus pupilas brillantes y la alegría emocionada al límite: siempre veía que Tobio tomaba leche de esas máquinas expendedoras, así que creyó que estaba haciendo lo correcto—. ¡Tobio-kun, felicidades! —cantó, al dar unos enormes saltos en su lugar, y extenderle más cerca la caja. Kageyama sintió como la rabia lo inundaba aun más. Había dos cosas mal en ese regalo: el primero era el sabor, ¡no le gustaba la leche con saborizante!, y el segundo era que fue comprado con su dinero.
Por eso su única mano libre que no cargaba las bolsas con los ingredientes para la comida se posicionó sobre los cortos cabellos naranjas, y apretó su cabeza, la apretó con un enojo indescriptible que sólo logró que el más bajo diera unos chillido agudo al creerse hombre muerto.
—¡Kageyama! ¡Kageyama-kun!, ¡Kageyama-san! —gritó con más fuerza el último apellido acompañado de un honorífico más respetable, sólo logrando que el azabache pronto alejara su mano de la cabeza del otro y diera un respiro, tratando de calmarse y darle vuelta a la página, a pesar de que su alma, muy al contrario, demandaba respuestas.
Sí, ahora eran pareja, debía de ser más permisivo con ese enano. Además, había descubierto hace menos de una hora que Hinata le gustaba. Trataría de no enojarse con él.
—Quédate con ella, es mi modo de agradecimiento por ayudarme a fingir ser mi pareja —puntualizó su propia idea improvisada, teniendo que aceptar que le había sido difícil de decir eso, al caminar directamente hacia la salida, con el alegre cuerpo emocionado de Shoyo detrás de él. Pronto se acopló al mismo paso y estando directamente a su lado.
—¿Seguro?
—Sí, no me gusta la leche con chocolate. Es un regalo para ti. —Shoyo, miró la caja, un tanto indeciso, entendiendo poco a poco que a parte de entender perfectamente a Kageyama en la cancha y saberse sus hábitos dentro de ésta, de que hace poco conoció a la familia de Tobio, su pasión para dibujar romance entre dos hombres y una que otra cosa trivial como ésa, supo que no conocía bien a Kageyama. Sonrió con torpeza al entender lo que pasaba: una pequeña parte de él que iba creciendo le mostraba lo emocionado que estaba para que Kageyama le mostrara sus gustos, disgustos, sus sueños, sus pasatiempos, sus miedos, las acciones que realizaba cuando alguien lo tomaba de la mano, o lo abrazaba. Poder notar de nuevo ese pequeño brillo de ilusión que notó cuando realizaron la promesa de meñique.
Quizás esa fue la razón por la que los nervios lo inundaron, cuando su mano buscó enlazarse con la ajena, y la alegría inexplicable que sintió cuando sus pieles rozaron y su atención por la mirada de reojo de Tobio fue para él, sólo para él. Ojalá y pudiera ser así siempre, ojalá y no fuera su imaginación el pequeño rubor que notó en la nívea piel de ese serio chico, y ojalá siempre Kageyama aceptara sin rodeos el agarre, tomando la iniciativa al envolver la suya con la ajena, en una calidez que parecía mentira ahora que salían al exterior, donde la pequeña y fina llovizna volvía a caer del cielo, y lo único que lo mantenía caliente era la temperatura corporal del sonrojado chico que le tomaba de la mano, mientras llegaban al pequeño estacionamiento de bicicletas y colocaba la bolsa de compras en la canastilla. Las mochilas escolares de ambos que habían recogido en la recepción del supermercado después de salir, fue el único impedimento para que su unión siguiera vigente, mientras Tobio buscaba el paraguas plegable en su mochila.
Hinata bajó la mirada al suelo, dando un vistazo a su mano que hace poco sujetaba la ajena. Se preguntó por primera vez si Tobio disfrutaba lo que hacían juntos, o si sólo lo hacía para darle veracidad a su manga como en un inicio. Se preguntó muchas cosas, que lo hundían y lo sacaban de un enorme océano donde la tormenta que justo ahora caía del cielo agitaba las aguas. La cuestión que sin duda mató a Shoyo, fue el leve sentimiento de si Tobio tenía a alguien en su corazón.
¿Tobio estará enamorado?
Observó de reojo al mayor, sin poder decir algo más que sus propias emociones golpeando su pecho con mucha fuerza. Lo vio, logrando sacar el paraguas azul de su mochila, con tanta tranquilidad. Hinata quiso tener la suficiente fuerza para que sus temblores no lo traicionaran al querer hablar.
«¿Hay alguien del que estés enamorado?», ¡cómo si pudiera hacerlo! Le aterraba saber quién era la persona que era guardada en el corazón ajeno, pero, ¿por qué?
Para Shoyo Hinata, el amor sólo era una palabra de cuatro letras. Experimentó cosas que harían las parejas con Izumi, pero nunca llegaron a más. Posiblemente la razón por la que no se logró nada fue porque ambos eran hombres.
De hecho, la simple idea ya era extraña para él.
¿Kageyama no sería más feliz con una linda chica a su lado? Él era popular y muchas chicas de su clase estaban interesadas en él, las había oído susurrar y en alguna ocasión llegó a sentir celos de la popularidad de Tobio. Si se esforzara, Kageyama podría quizás conseguir una novia, y alguna vez alguien podría declarar sus sentimientos y Tobio los aceptaría.
Y luego, ¿qué pasaría con él?
Para Hinata Shoyo el amor sólo era una palabra de cuatro letras.
—Shoyo, parece que la lluvia empeorará. Como vamos a subir, creo que lo mejor será caminar —concordó, preparando el paraguas para abrirlo. El mencionado regresó de su trance por un golpe de suerte, para mirar la acción y asentir a las palabras que alcanzó a escuchar.
Más tarde, cuando Tobio intentó abrir la sombrilla al apretar el pequeño botón que deslizaba hacia afuera su principal refugio, la parte posterior de la sombrilla salió volando, quedando a mitad de la calle. Lo único que Kageyama tenía entre manos era la parte posterior de donde se sostenía, y la parte de arriba estaba abierta, a mitad de la calle. Una nueva experiencia que agregaría a su lista de Expectativa vs Realidad en días lluviosos.
Shoyo no aguantó más y se empezó a reír, una risa que se extendió a una carcajada. Tobio no pudo hacer más que avergonzarse. Debía de comprar otro paraguas.
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