Capítulo 14
—¿Está bien que nos volvamos a ver en el descanso? —preguntó Koushi con una gran sonrisa de oreja a oreja ante la presencia del menor. Hinata levantó la vista, encontrándose cara a cara con el rostro atractivo y apacible de ese joven que lo rodeaba con un brazo de modo protector. No pudo hacer más que asentir.
—Sí, vamos a estudiar, ¿no? —cuestionó, un poco dubitativo y avergonzado por la mirada expectante y curiosa de varios estudiantes sobre ellos por la situación que podía ser interpretada abiertamente de una forma un tanto extraña que gritaba a los cuatro vientos: una pareja homosexual. Lo peor era que estaban frente al aula del chico de primero.
—Sí, así que también trae a Kageyama a la azotea. Haré que aprendan en ese descanso de treinta minutos la forma en la que deben de redactar un ensayo y no morir en el intento... —Shoyo no pudo decir si fue su imaginación tratando de hacerle una mala pasada o una imagen errónea de lo que sería la blanca y pura imagen de Sugawara, pero por unos breves instantes creyó que si iba con él a la azotea durante el descanso, iba a terminar seco y posiblemente muerto. Claro, también quizás sólo fueron imaginaciones suyas, porque no era posible que su querido superior favorito oscureciera sus facciones y sus pupilas carecieran de brillo al decir eso. Sólo pudo tragar en seco—. ¿Está bien?
—¡Sí, no! —Sus ideas se revolvieron y con ello llegaron a tocar sus palabras. Suga se perdió de igual forma, casi dibujando un signo de interrogación arriba de su cabeza y aflojando el agarre que mantuvo con él para soltarlo.
Cuando las distancias entre ambos fueron prudentes, Koushi colocó su mano sobre los cabellos ajenos en un modo de caricia que obligó al más bajo a verlo. Al cruzar miradas, el de hebras grises le sonrió y llegó a colocar su dedo en sus propios labios.
—Nos vemos, Shoyo... —Sí, en definitiva le estaba coqueteando, pero no lo hacía con mala intención (creía), sólo que a pesar de que Sugawara era un pan de Dios en la mayoría de sus actitudes y tenía instintos paternales que lo hacían alguien dulce y tierno, también era una persona a la que le gustaba incentivar problemas o conductas un tanto extrañas sólo para divertirse.
Sugawara era un Senpai genial.
Por eso la despedida entre ambos no fue pesada, e incluso fue aceptada fácilmente por Shoyo cuando sus caminos se separaron, e ingresó a su aula. Lo primero que recibió fue la mirada curiosa de sus dos amigos, y a la delegada de la clase caminando directamente hacia él sin realizar ningún tipo de seña más que mostrar abiertamente una pila de papeles en sus manos.
—¡Hinata, por fin el subdelegado y yo modificamos el guion exitosamente! —respondió la mujer con una gran sonrisa orgullosa en sus labios por su propia hazaña, mientras Hinata permanecía completamente perdido y atolondrado al recibir una extensa cantidad de papeles donde en tan sólo la primera hoja venía en letras mayúsculas remarcadas en negritas el título de la obra y más abajo la de los estudiantes—. Fue una lucha difícil, pero logramos que todos tuvieran un papel, aunque fuera de un árbol o una nube... —exclamó con clara emoción la fémina, realizando movimientos al aire con sus manos estiradas al jugar y creer que era algo poético.
—Kawashima-san, pareces emocionada... —dijo el de cabellos naranjas, un poco nervioso. A la chica se le iluminaron sus ojos.
—¡Sí! —No dudó al afirmar eso.
Shoyo sabía que esa chica era la más emocionada, la delegada había sido la encargada de realizar sin dejar insatisfecho a ninguno una versión BL de Romeo y Julieta. Posiblemente era conocida actualmente como fujoshi, y a pesar de la fama que éstas se cargaban, Kawashima era una persona amable y gentil, que le gustaba reservar sus gustos a la ficción. Quizás ésa fue la razón por la que todos apoyaron su idea y la tomaron como un escaparate para divertirse. ¡Él debía dar su mejor esfuerzo en ese caso! Decidido.
—¿Podrás hacerlo, Hinata? —comentó de improviso, dedicándole un claro gesto de seriedad, quizá para hacerle saber que esperaba grandes maravillas de su parte.
Nada que le gustara más a Hinata que ser el punto de atención, por lo que de su boca se le escapó el entusiasmo en modo de una sonrisa.
—¡Sí! ¡Me esforzaré! —aseguró, sólo logrando que la chica se pintara de un leve color rojizo ante su reacción y terminara sonriendo. Acto seguido, Kawashima apartó su vista del brillante rostro de Hinata la ver al chico que le gustaban ingresar al aula, y corrió hasta él con una sonrisa para darle el guion terminado.
En el instante en que la delegada se separó del más bajo, éste por fin pudo ser llamado por sus dos amigos.
—¡Shoyo! —exclamó el chico de lentes con una sonrisa en su boca, sólo logrando que la alegría en el susodicho aumentara más y caminara hasta ellos—. Buenos días.
—Hola —canturreó su otro amigo, alargando a propósito la letra «o» en el tono desordenado de su melodía.
—Buenos días, Acchan, Yaguchi-chan —saludó con una sonrisa amable, chocando los cinco con el último mencionado y sólo sacando un suspiro a Acchan por lo infantiles que eran a pesar de ya estar en preparatoria.
Yaguchi, sin embargo, estaba por demostrarle a Acchan que podía ser mucho más infantil de lo esperado, al realizar un extraño revuelo en sus sentidos al burlarse abiertamente, tras hacer un rostro chistoso y sonreír con libertinaje. Eso no podía ser bueno.
—¿Desde cuando estás saliendo con un Senpai? —cuestionó, queriendo entrar en conversación divirtiéndose con un tema fresco y sacado del horno esa mañana por los mismos estudiantes de Karasuno al verlo tan pegado a otro chico de una forma un tanto cariñosa en una librería y en la sección Yaoi | Shonen Ai | BL.
Hinata no entendió a la primera adónde quería llegar la conversación, demostrando su lentitud al ladear un poco su cabeza y parpadear, tratando de hallarle sentido a sus palabras.
—Shoyo ni siquiera sabe de lo que hablas. —Encaró el joven con lentes sin tacto, dando una burla para nada silenciosa a Yaguchi, que terminó por enrojecer torpemente porque pensó haber sido claro.
—No entiendo de qué hablas —acreditó Shoyo, dando un movimiento de cabeza en asentimiento para darle la razón a Acchan.
—¡Va-vamos, no juegues conmigo! —pidió su amigo en modo de desespero, sacudiendo con torpeza sus manos de un lado a otro, toda con la intención de ordenar sus ideas. Hinata dudó.
—Estoy hablando en serio.
Hinata era el colmo para Yaguchi, pero era su amigo y así lo quería.
—Bueno... ¿cómo lo digo? El chico con el que llegaste, ¡sí! ¡Ese chico! Ese chico... ese chico —aludió con torpeza, siendo el escaparate del aburrimiento de Acchan que ya se burlaba de él.
—¿Suga-san?
—¡Sí! ¡Él! —soltó con una gran sonrisa porque fue entendido. Eso lo incentivó a continuar—. ¿Están saliendo? —interrogó con certeza, permitiendo que las pupilas de Hinata se dilataran porque no se esperaba ese tipo de pregunta.
A parte de ese instante diminuto, todo cayó por la borda para Shoyo, sintiendo la necesidad de guardar silencio por un buen rato antes de poder llegar a su propia conclusión, con mucha simpleza.
—Él no es mi pareja —afirmó de pronto, sólo borrando la sonrisa del rostro de Yaguchi porque no había noticias interesantes ese día.
—Te dije que sólo eran rumores... —comentó Acchan en un susurro, acomodando mejor sus lentes. Yaguchi suspiró pesado, y un impulso de Hinata lo obligó a seguir hablando.
—Estoy saliendo con otra persona —aseguró el menor, dando una sonrisa de par en par al declarar eso y que un color rojizo cayera directamente sobre sus mejillas. Yaguchi y Acchan abrieron sus ojos como platos.
—¿Eh? ¿En serio? ¿Quién es? ¿Cómo se llama? ¿Cuántos años tiene? ¿Va en esta escuela? ¿Es hombre o mujer? ¿Qué hace en su tiempo libre? ¿Cuándo fue? ¿Por qué? —Yaguchi se mantuvo ansioso, tomando de los hombros al joven de hebras naranjas, completamente feliz al sacudirlo y casi sacándole el aire.
—¡No te voy a decir! —confesó lo que planeaba, porque, si confesaba quién era la persona que actualmente era su pareja, sería como admitir que le gustaba Kageyama Tobio, ¿no?
—Shoyo ha crecido. —Lagrimeaba con dramatismo Acchan muy al contrario, deshaciéndose de sus lentes y limpiando sus ojos, conmovido. Estaba feliz, ya que su amigo oficialmente había crecido lo suficiente y por fin iba superando a Izumi.
Los bullicios ajenos a ese pequeño trío les llamaron su atención, debido a que un pequeño grupo de chicas discretas estaba siendo el sonido abrupto de varios cuchicheos en modo de burla a una fémina en específico, siendo recibidos a empujones por las demás.
—¡Es el chico que te gusta, Kaoru! —susurró una joven de ahí, dando un claro gesto para que el desconocido de la otra aula la escuchara apenas se paró en el umbral de la puerta. Hinata también lo oyó, para su desgracia.
Un chico nunca podría competir con una chica, por el amor de otro chico. Así estaba acostumbrada la sociedad, y sólo era posible en los BL, la mayoría de ocasiones.
—¡Hinata, te busca Kageyama-san de la clase tres! —confirmó la delegada en un grito certero que llenó el aula. El chico que era buscado, sintió como su corazón daba un brinco a la par de esas acciones y una boba sonrisa se le quiso escapar de sus labios, olvidando por completo el pensamiento pesimista que había tenido. Para colmo, su situación empeoró al girar sobre sus talones y su cara se encontró con el delgado cuerpo y poco fornido de Kageyama, sosteniendo entre sus manos lo que parecían ser dos bentos instantáneos que vendían en las estaciones de trenes, uno más grande que el otro.
Shoyo tragó grueso antes de tener el valor suficiente para acercarse, teniendo un extraño ataque de pánico porque ese beso que había recibido de Kageyama en la frente se reproducía como una grabadora. Posiblemente su cerebro había decidido atesorar ese recuerdo y ya no había manera de borrarlo: ¿por qué?
—Shoyo... —Ahí estaba, su nombre pronunciado casualmente por la seria voz inexpresiva de Kageyama Tobio, era tal que lograba congelarle los sentidos y se quedaría en un vago estado de trance. Eso no era justo, antes, aunque su corazón se le aceleraba cuando estaba con él, podía hablar tranquilamente, desde ese beso tal vez iban a haber ciertos cambios en su conducta—. Vi que no tenías un almuerzo, así que pasé por la estación más cercana y te compré uno instantáneo, a Sugawara-san también le traje uno —comentó de improviso, enseñando el más grande que le había comprado sólo para él. Hinata abrió sus ojos como platos y no perdió el tiempo para tomar el almuerzo, emocionado—. También fui a revisar que tu bicicleta estuviera en su lugar, sigue ahí porque ayer la olvidaste, tonto. —Shoyo tuvo la sensación de que un escalofrío le recorrió su columna vertebral: ¡era cierto, ayer la había dejado en la escuela porque empezó a llover!—. También pensé en acompañarte a casa después de clases...
—Pero mi casa está al lado contrario, te tardarás como dos horas para llegar a la tuya.
—No importa, me quedará de paso, planeo pasar por el supermercado de ahí, es más grande —afirmó con destreza y sin objetar nada. Shoyo poco a poco iba notando que Kageyama era ese tipo de novio que le gustaba ser atento con su pareja.
—¿Estarás solo en casa?
—Sí, posiblemente no volveré a ver a mis padres hasta el próximo jueves —contó lo que sabía, ya estando acostumbrado a ese tipo de ambiente solitario. Shoyo creyó nuevamente que Tobio era una persona muy sola.
—¿Y si te quedas en mi casa? —cuestionó, con una enorme sonrisa en su cara. Tobio no pudo ocultar el respingo de sorpresa que se le escapó.
A lo lejos, Acchan los vislumbró, y no pudo evitar sonreír al entenderlo todo.
«Así que es él».
Muy al contrario, aunque Yaguchi observaba la situación, seguía igual de perdido.
«¿A quién se refería Shoyo-kun? No lo entiendo».
—Hoy llegaste un poco más tarde que de costumbre —comunicó los hechos el capitán del equipo de voleibol, sólo logrando que Sugawara diera un risa nerviosa al rascar su nuca y encaminarse a su respectivo asiento. Al llegar a éste, colocó su mochila sobre su silla y el bento que Tobio le había dado apenas lo alcanzó en el trayecto de camino a su salón en su pupitre.
—Sí, me distraje un poco charlando con Hinata y Kageyama, y luego pasé a una librería a comprar un manga. —Recapituló los hechos, dando una torpe sonrisa cuando cruzó miradas con Daichi. No pudo sostenerle mucho la mirada, al recordar las páginas del manga, donde dos hombres se terminaban enamorando. El chico de segundo año decía no amarlo, pero en realidad estaba encaprichado con su superior, Kohei amaba a su Senpai en la historia y le daba miedo sostenerle la mirada, justo como le estaba pasando a él en esos momentos con Daichi. Podía ser una coincidencia.
—¿Un manga? No sabía que te gustaba leer manga —especificó algo con mucha facilidad, arqueando sus cejas y observando raro a su amigo por su extraño comportamiento que estaba recibiendo por parte de alguien que era extrovertido y alegre.
—No soy muy fanático, pero quise hacerlo por alguien más... —expuso los hechos, sacándolos de sus labios con tanta facilidad que él mismo se sorprendió. Sawamura también lo hizo, dilatando sus pupilas y sus temores bien arraigados se mostraron cuando esa afirmación podía ser interpretada de varias formas diferentes, una de ellas era la romántica y por la cual muchos adolescentes optaban por seguir. Daichi no sería la excepción, también dejándose influir cuando escuchó los rumores mañaneros apenas ingresó al salón acerca de que Sugawara estaba muy cariñoso con un chico de primer año—. Bueno, eso sonó mal. —Se burló de su propia equivocación, mostrándose tímido sólo ante la persona con la que mayor tiempo había pasado. El movimiento simétrico de Koushi al rascar su nuca por la pena y el leve rubor en sus mejillas dejaron seco a Daichi, evitando volver a verlo y centrarse simplemente en ver hacia el exterior: las nubes flotando en el ambiente, los tenues rayos del Sol apenas asomándose entre las cortinas mañaneras naturales y el aroma fresco que llegaba a sus fosas nasales cuando salió de casa a pasto húmedo: posiblemente hoy volvería a llover, y Daichi lo sabía; como también sabía que él no era el dueño del corazón de Sugawara aunque de verdad le gustaría serlo.
Que él estuviera enamorado de Koushi no hacía que éste mágicamente debería estar enamorado de él. Tampoco era correcto insistir. Quizás si se hubiera enamorado cuando era un niño, creería que el verdadero amor era como el de las películas: cuando uno se enamoraba, la otra persona automáticamente lo hacía, y vivían felices por siempre. Ahora se podía burlar de su yo del pasado abiertamente.
—Oye, Suga, creo que hoy lloverá de nuevo. —Aunque no quería verlo a la cara, Daichi tenía la suficiente madurez como para reconocer que la amistad que lo unía a Koushi era mucho más importante que cualquier otra cosa, por lo que siguió actuando con normalidad, obligándose a mirarlo, forzando una sonrisa y señalando con su dedo disimuladamente hacia el exterior.
—¡No digas eso, Daichi! ¡Es de mala suerte! —chilló el de ojos cafés, dando unos cuantos pasos hacia su amigos para tomarlo de los hombros y darle unas cuantas sacudidas—. ¡No traje mi paraguas porque me quedé en casa de Kageyama! —soltó de improviso, sólo generando que el rostro de Sawamura ardiera un poco en color carmesí por la cercanía evidente. Sugawara por suerte esa vez pudo evitar sus temblores internos cada vez que lo tocaba, pero esa absurda inquietud seguía rozando sus talones.
No importaba qué hiciera Koushi, cada vez que quería huir de algo desconocido cuando estaba con Sawamura, sentía que podría ser alcanzado en cualquier descuido. Sería engullido si no dejaba de moverse, por lo que detenerse y mirar atrás para ver qué era lo que lo seguía no estaba en sus planes.
—Entonces, si es que acaso llega a llover, ¿nos vamos juntos? —cuestionó el azabache con mucha facilidad ante la agitación ajena, provocando que el otro despertara de su trance y aceptara la idea con una torpe sonrisa pocas veces característica en él.
—¡Sí quiero! —exclamó en modo de contestación, demasiado rápido. Daichi se sintió mal por emocionarse, porque creía que era una terrible persona que sólo buscaba estar más cerca de esa persona especial.
—¡Sawamura! —increpó el tono femenino y animado de la capitana del equipo de voleibol femenil al llegar a su respectiva aula, con una enorme cantidad de hojas en sus brazos y su radiante sonrisa que combinaba con lo linda que sea veía a diario.
El hombre por fin pudo apartar sus atenciones de Sugawara, para girarse a ver a la invitada al ambiente con mucha facilidad reaccionó. Koushi creyó que volvía a ser engullido por esa cosa desconocida por unos instantes y tuvo la necesidad de aflorar el agarre en los hombros ajenos porque moriría como un cobarde si esa estúpida situación seguía así.
—¿Qué pasa, Michimiya-san?
—El profesor nos llama, dice que tenemos que recibir indicaciones recientes los capitanes de los clubes deportivos para el festival escolar —llamó con una sonrisa, disculpándose por interrumpir el momento al dar un reverencia y señalar con sus ojos el camino hacia donde debían de ir. Daichi sonrió son mucho esfuerzo, y Suga por fin bajó por completo sus manos del cuerpo ajeno, sintiendo un vacío al hacerlo: quizás quería seguir tocándolo.
—Voy en seguida —expresó su seguridad, sonriendo con mucha facilidad antes de darle un breve vistazo a su acompañante y una breve mirada de disculpa. Suga creyó que moriría al recibirla—. Nos vemos más tarde, ¿sí?
—Está bien, ¡ve, ve! —Pero pudo fingir fácilmente, dando una enorme sonrisa que se extendió de oreja a oreja. Su personalidad brillante fue más exagerada que de costumbre, hasta el punto de golpear la espalda de Daichi con fuerza para hacerlo caminar. La intención de Suga claramente no era lastimarlo—. ¡Eres responsable, debes de seguir así!
Sawamura asintió con una débil sonrisa ante la seguridad ajena, dándole otra breve mirada que el chico no pudo interpretar bien y se dejó conducir por Yui con mucha facilidad. Lo único que pudo ver el de hebras grisáceos fue la espalda alejándose de su persona con una chica a un lado.
Una vista horrible para él, que lo hizo sentirse culpable, porque era la peor persona del mundo por no alegrarse por su amigo, aunque no sabía exactamente por qué debía de hacerlo.
Sin querer, sus rasgados ojos bajaron directamente hasta la mano tambaleante de Daichi que se movía al ritmo de todo su cuerpo, y la simple imagen del BL que había leído esa mañana cuando el chico tomaba de la mano al otro para entender sus sentimientos golpeó su pecho con fuerza.
Su mano trató de alzarse por su cuenta y casi inconscientemente se estiró lo suficiente para atrapar la ajena. Pero se quedó a medio camino, cuando sus instintos le dijeron que si la tocaba descubriría algo que posiblemente no podría manejar.
Si no lo veía, no debía de lidiar con él. Como un fantasma invisible, no importaba que tan feo fuera, si una persona no podía verlo, no se asustaría.
Según ese manga, el amor era un acuario lleno de un caleidoscopio de colores. Para él, Sugawara Koushi, ¿qué era el amor?
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