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Capítulo 12

Capítulo dedicado a: _shippeo_todo_Bv_, por seguir esta historia. ¡Muchas gracias!

Habían partido bajo la enorme sonrisa de Daichi al despedirlos, dejando que el camión continuara su camino. Los tres estaban algo empapados, con un poco de frío que traspasaba sus uniformes deportivos y los hacía entender que la época de lluvia tenía sus desventajas.

—Hinata, ¿tú no vivías del lado contrario que nosotros? —La simple pregunta de Sugawara hizo que el mencionado se mostrara un poco ansioso, aferrando sus manos que apenas lograban tocar el pasamanos, y tomando la frialdad del tubo, dándose ánimos internos.

—Sí, pero Kageyama insistió en que fuera a su casa —concordó, con la pena al límite y tratando de ocultar el inminente y honesto rubor que iba floreciendo en sus mejillas con la toalla que Suga le había prestado.

—Soy Tobio —repitió Kageyama las palabras que esa tarde se repetían una y otra vez, y el menor no podía hacer más que tambalear una de sus cejas para poder entender lo extraño que era Kageyama al tomarse en serio lo de: «salir con alguien».

Aunque él había sido el que había pedido que fuera tomada en serio su relación...

Ahora sólo estaba siendo acorralado.

—¡Sí, fue Tobio quién me invitó a su casa! —gritó Shoyo, por fin logrando sacar su nombre después de tanta insistencia. El que fue llamado por su nombre se notó satisfecho y ya no dijo nada.

Al finalizar eso, Koushi no pudo hacer más que reír con cierta facilidad, y prosiguió a observar por la ventana del autobús en movimiento: en ésta estaban grabadas sobre el cristal las gotas que golpeaban con éste y seguían cayendo más, cada vez con mucha más intensidad. El clima se estaba volviendo más desastroso, y no, no era bonito, como muchos lo retrataban en sus frases motivacionales y profundas: «nada mejor que un buen café y libro bajo la lluvia». ¡Sí, eso lo dices porque estabas en tu maldita casa! ¡Sugawara quería verlos repitiendo esas frases cuando la llovizna los atrapara en la calle!

—Bueno, debo decir que al menos sí fue una buena decisión la tomada —comentó Sugawara, fingiendo que no estaba pensando y maldiciendo a gente desconocida, sólo para limitarse a buscar entre sus pertenencias que llevaba en su mochila su teléfono celular. Al encontrarlo, no pudo evitar sonreír con alivio porque no se había empapado. Lo encendió y buscó entre los contactos de su mensajería el número de Daichi, y antes de escribirle algo que normalmente se utilizaría en esos tiempos cambiantes, como por ejemplo que fuera con cuidado a casa porque la lluvia estaba empeorando, prefirió observar de reojo a ambos jóvenes de primero, que estaban absortos en su plática.

—Hoy estoy muy inspirado, así que lo más seguro es que podré dibujar el capítulo de esta semana. —Escuchó claramente, al instante en que sus teclas golpeaban con maestría y elegancia un mensaje para Daichi. Tampoco pudo pasar por alto el diminuto grito que se le escapó a Shoyo de la emoción.

—¡Estaré en casa de Hiiro-sensei mientras dibuja su capítulo!

—Ya has estado en mi casa ayer —comentó el otro con total simpleza. El de cabellos naranjas no quiso detener su ilusión.

—¡Pero ayer no estabas dibujando! —defendió sus ideas, rabiando hasta más no poder y señalándolo acusador. Tobio arqueó sus cejas y quiso ponerse a pelear ahí con él mismo, como lo hacía cada que siempre sus opiniones chocaban por no coincidir. Pero Kageyama había decidido frenarse un poco, porque según a sus palabras, ahora eran pareja, las parejas no se insultaban tanto... creía.

—Ah, Daichi dice que acaba de tomar el autobús —soltó con mucha facilidad Sugawara, sonriendo sin querer a la pantalla de su teléfono y un rubor golpeaba sus mejillas como último toque, fue tenue, pero muy notable por la blancura de su piel. Todo a la vista de Kageyama y Hinata, que no pudieron evitar mirarse entre sí porque Suga era demasiado obvio—. Ahora le preguntaré a Asahi y Noya, luego a Tanaka, después a Yachi-san... —Si Koushi decía con tanta fuerza no ser la mamá o el papá del grupo, quizás sólo era negación porque sus actitudes lo atrapaban.

—Te preocupas por todos, pero ¿qué hay de ti? —Hinata habló con sinceridad a la hora de decir los hechos, logrando que el joven de tercero apartara la mirada de su pantalla y se dedicara a mirar a sus dos menores. Sus irises cafés mostraban que claramente no sabía de qué hablaba—. Después de este autobús tienes que tomar otro, ¿no?

—Sí.

—Por que no se queda en mi casa una vez más, al menos hasta que la lluvia pare. Esta vez, mis padres sí están en casa, y no creo que se vuelva a ir la luz... espero. —Tobio nunca había sido una mala persona, y eso Koushi lo sabía con certeza, Shoyo también lo sabía abiertamente. Sólo era una persona a la que le costaba socializar, pero sus intentos de explotar la amabilidad de su corazón eran claros.

—No me gustaría ser una molestia, ayer me quedé en tu casa así que-...

—¡No será ninguna molestia, Sugawara-san!

Sugawara se sintió afortunado y muy querido: sólo Daichi llegaba a preocuparse tanto por él hasta llegar a esos extremos. La sonrisa quiso escaparse, temblorosa y con la alegría al límite, ante la insistencia de Tobio y la mirada segura de Shoyo sobre su persona.

—Bueno, gracias por la invitación, no sé qué hice para merecer unos Kouhai tan atentos. —Lloró con dramatismo, fingiendo limpiar unas lágrimas falsas con la única mano que no sostenía su aparato electrónico. Kageyama y Hinata no pudieron evitar sentirse alabados, se sentía tan bien—. ¿Hay algo que pueda hacer por ustedes?

—De hecho... ¡nos vendría bien ayuda para estudiar! —exclamó el chico de cortos cabellos alborotados, ante la mirada estupefacta de Sugawara porque no creía que Shoyo tomaría la iniciativa tan rápido—. La verdad yo traté de estudiar por mi cuenta, e incluso recé, pero no creo que sirva mucho... —aseguró, dando una mirada al suelo para tratar de evitarlo.

—¿Rezaste? —preguntó el mayor, con las pupilas desorbitadas. Shoyo asintió con completa facilidad, y Koushi entendió por fin lo mal que estaba ese chico si recurría días antes del examen a los rezos.

—Sí.

Al menos podía aceptar que admiraba las grandes agallas que tenía como para admitir abiertamente lo mal que estaba. Luego, y antes de eso, le dedicó una mirada a Kageyama. Todavía seguía siendo humillante que ese chico de primer grado fuera mucho más alto que él, pero en algún punto se había acostumbrado y sólo era una molesta pasajera, por lo que no pudo evitar sentirse el ser más alto e imponente cuando Tobio se puso recto y le dio una larga reverencia.

—Por favor —pidió de igual forma el de ojos azules, aferrando su mano al pasamanos por si es que acaso el autobús se llegara a frenar y se fuera de hocico al suelo.

Koushi ya no pudo hacer nada más ante eso. Lo habían comprado definitivamente.

—Bueno, no hay remedio —contestó con amabilidad el de cabellos grises, sonriendo con completa amabilidad, y a los pocos segundos el autobús llegaba a la estación siguiente, donde más pasajeros subirían—. Sólo recuerda avisarle a tu familia que te quedarás con Kageyama, Hinata.

—¡Sí, sin problemas! —comentó entre emociones honestas el menor, sacando de quién sabe dónde y a una velocidad impresionante su teléfono celular.

Las puertas se abrieron de par en par, dejando que los siguientes pasajeros pudieran subir. Debido al mal tiempo, la gente optaba a tomar el tren debido a que la mayoría de éste eran en estaciones subterráneas, por lo que no fue extraño que sólo tres personas subieran: una chica y dos chicos. Al principio, como sólo eran ellos tres en el autobús, el ruido podía ser expresado con ciertas limitaciones, y como no tenían a Daichi para que los regañara, el dúo raro no iba a seguir las reglas fácilmente. Pero Suga tampoco era tan irresponsable, por eso, les llamó la atención, queriendo que se comportaran y controlaran el volumen de su voz.

—Ahora que subió más gente, no hagan tanto ruido —ordenó, colocando una de sus manos sobre sus propios labios como mayor apoyo de su oración.

—¡Sí! —respondió con un volumen de voz más alto Tobio, logrando alertar al chico que les había indicado silencio.

—¿Qué te acabo de decir?

—Lo siento.

Sin embargo, en ningún momento Hinata respondió o dijo palabra alguna, se quedó mudo de un momento a otro, y eso claramente extraño a Koushi y un poco a Kageyama, debido a que después de Nishinoya y Tanaka, Shoyo era el más ruidoso del club.

Cuando lo quiso mirar a la cara y buscar la razón de su silencio, se topó con la imagen temblorosa de Hinata, haciendo todo lo posible para mirar directamente hacia el suelo, con el color rojizo en su cara hasta el límite. Una imagen muy extraña y rara para Sugawara, como si Hinata estuviera ansioso. Algo golpeó su corazón y el pánico lo inundó, cuando de igual forma Koushi levantó su vista y se topó con el curioso rostro de Kageyama sobre el que según era su pareja, igual de extrañado por el cambio drástico de personalidad. ¿Qué demonios estaba pasando?, de un momento a otro Shoyo se había quedado callado.

—¿Te sientes bien? —Para su suerte, Kageyama fue lo suficientemente simple e impertinente como para preguntar por su estado de ánimo, logrando que el de rasgados ojos cafés levantara su mirada temblorosa al aire y asintiera violentamente.

—¡Sí, no! —respondió con rapidez, tensando su cuerpo cada vez más y observando de reojo al pequeño número de pasajeros que se subieron en esa estación que ya cerraba sus puertas. La chica no era su punto de mira, era uno de los dos chicos que subieron, ya ni siquiera ocultaba los miedos que lo atropellaban por la simple idea de querer huir, porque los dos chicos caminaban directamente hasta ellos para tomar asiento más adelante.

Cuando sus caminos se cruzaron, y llegaran a la misma altura por el pequeño pasillo que dividía a los asientos, y los pasos bulliciosos de un castaño y un azabache se detuvieron. Hinata se tragó un grito y su cara fue un poema.

—Cuánto tiempo, Sho-chan —saludó la amable voz de un chico, con la alegría al límite y sin ninguna muestra de dobles intenciones. El susodicho que había recibido tan adorable apodo explotó en rojo, llegando a parar hasta sus orejas. Todo a la vista de Tobio, que no pudo hacer nada más que observar la figura esbelta y tranquila de ese chico que había logrado alocar a Hinata tan fácilmente.

Lo miró, a su manera, a una manera tan rara que el pobre chico creyó que era asesinado con la mirada natural del dibujante, quedando pálido.

—Ha pasado un tiempo, Izumi —declaró el menor, completamente vulnerable ante experiencias pasadas que vivió con ese castaño en su antigua escuela. ¡Izumi lo había visto desnudo! ¡Y él había visto a Izumi desnudo! No podía mirarlo a la cara, pero tampoco podía ignorarlo.

—Veo que tienes buenos amigos, me alegro por ti —reconoció el menor, dando un respiro honesto al notar la mirada amable que Sugawara le dedicaba y la asesina de Tobio que salía son querer de una parte de su ser.

—S-sí, también me alegro que estés bien —afirmó tembloroso, sólo provocando que Izumi creyera por unos breves instantes que Shoyo estaba siendo intimidado por el Rey de la Cancha: ¡oh, no! El chico que en algún momento llegó a querer (seguía queriendo) estaba siendo intimidado por un delincuente juvenil—. ¡Tobio, deja de mirarlo así! —regañó Hinata de pronto, llamando por su primer nombre al de hebras negras, halándolo del brazo con tanta confianza que las malas ideas de Izumi cayeron en picada, ya estaba mucho más tranquilo. Al final sólo se logró que el mayor bajara la vista al suelo, un poco herido porque su intención no había sido intimidarlo—. ¡L-lo siento, Izumi! —Ahora por fin el menor se atrevió a verlo, dando una reverencia torpe y riendo con suavidad. Estaba avergonzado, y Tobio al notar sus acciones no pudo evitar sentir una opresión en su pecho.

—No, no te preocupes.

Posiblemente ése tal Izumi había sido la persona que Hinata había mencionado cuando se habló de forma vaga sobre situaciones románticas tiempo atrás.

¿Por qué su pecho se estrujó? Era una sensación horrible y ni siquiera tenía algo para demostrar que ese chico fuera realmente alguien implicado en aspectos amorosos con Shoyo.

Sugawara notó sus acciones, pero no dijo nada, sólo los miró.

—¿No llevaste sombrilla a la escuela? —La madre de Kageyama, una bella mujer de potentes ojos azules redondos y corto cabello azabache había interceptado al trío apenas pusieron un pie en el umbral de la casa, cuando se estaban cambiando los zapatos para no ensuciar.

Vaya susto que se llevó cuando vio a dos visitantes nuevos no identificados, uno se mostraba tímido y el otro muy amable, lo único en común con Tobio era que su uniforme estaba empapado, y de sus cabellos rodaban gotas cristalinas del agua helada de afuera, aun con las toallas prestadas que enrollaban su cabeza.

—¡Perdón por la intromisión! —saludaron ambos jóvenes ajenos a la casa, dando una reverencia un tanto cuidadosa y respetuosa. La mujer los miró, con los ojos desorbitados y la sorpresa acumulada en sus facciones.

No podía ser: ¡Tobio había traído amigos a casa! Es más, ¡lo más lindo era que su hijo había logrado hacer amigos! No tardó en que su rostro asustado ante la mirada curiosa de los invitados la hicieran palidecer, con sus labios temblando y las lágrimas amenazando por escapar de sus ojos azules llegó la necesidad de hablar.

—¿Son tus amigos, Tobio? —preguntó, con un hilo de voz notorio. Los dos jóvenes que eran examinados cuidadosamente por la mujer se tensaron y se tuvieron que parar recto sólo por pura costumbre.

Kageyama negó.

—No —respondió con sutileza, para acto seguido acercarse un poco más a Shoyo y colocar su brazo en una extraña especie de medio abrazo al rodear sus hombros, antes de acercarlo directamente a su pecho. Las pupilas desorbitadas de Hinata fueron evidentes ante la idea que se avecinaba, y su cordura llegó a caer en picada junto con la toalla al resbalar de sus húmedos cabellos—. Shoyo es mi novio, y Sugawara-san es mi soci-... mi Senpai del club de voleibol. —Los presentó, sin siquiera avergonzarse ni un poco y sin mostrar arrepentimiento por lo que decía. Hinata se quedó mudo rápidamente, mirando torpemente con los ojos abiertos de par en par el semblante atractivo de Tobio al mirar con seriedad a su madre, que ya estaba completamente sorprendida y con la boca abierta de par en par. 

Shoyo era de esas personas que reaccionaba un poco lento, por lo que al procesar la información a su ritmo, su cerebro se quemó y el color rojizo empezó a llenar su cara.

«Estaba a punto de llamarme socio», pensó Sugawara en su mente, haciendo un esfuerzo sobrehumano al apretar a sus costados sus manos hechas puños para no carcajearse ahí mismo.

La mujer después de un rato lo procesó, y las lágrimas empezaron a rodar por su cara. No tardó en sonreír abiertamente y emocionarse, antes de acercarse al pequeño dúo de jóvenes y primero tomar las heladas manos de Hinata con las suyas, estrechando calidez incluso cuando el más bajo sólo se mostraba completamente perdido y rojo.

—Eres Shoyo-chan, ¿verdad? —Trató de comprobar si no le estaban jugando una broma. El mencionado asintió torpemente, ya hasta sudaba por todos lados—. ¡Muchas gracias por cuidar de Tobio, Shoyo-chan! Bienvenido a la familia —exclamó, con la emoción a flote, ya no pudiendo negarse por lo evidente que era. Sin embargo, al menos debía de indicar y aceptar que no le había molestado que Tobio hablara así de él a pesar de la falsedad del asunto.

—El placer es m-mío. —Río torpemente, al no poder tomar la responsabilidad del todo, pero aceptando un poco los hechos. Por eso, cuando la mano amable de la madre de Kageyama se alejó de la suya y llegó para estrechar amablemente la de Koushi, por agradecimiento a ser amigo de su hijo, Hinata no pudo evitar volver a chocar con el recuerdo acerca de sus propios amigos hablando de lo mucho que daba miedo Kageyama por estar solo rondando la escuela, la ausencia de un futón para invitados en la casa y la reacción de la madre de Tobio al verlos, todo desencadenó a lograr crear un enorme hueco en su pecho.

No pudo evitar observar al otro, que permanecía sereno, colocando una de sus manos cerca de su boca, ocultando una pequeña sonrisa que luchaba por asomarse.

Kageyama era alguien solitario.

Después de que cada quien tomara un baño por separado, y estudiaran sin ningún descanso por dos horas gracias a Sugawara, y no permitiendo la tregua con las materias de Inglés, Física y Biología, Koushi, en algún punto había sido un chico amable y dulce que había prometido irse apenas acabara de llover, pero había terminado acaparando toda la cama (o al menos la mayor parte) de Kageyama, envuelto entre las cobijas y durmiendo plácidamente como un bebé.

Kageyama, por su parte, estaba frente a la pequeña mesa de su cuarto, con Hinata a su lado, sin hacer ningún ruido y mirando con sus ojos cafés llenos de emoción por ver a uno de sus mejores y más queridos dibujantes BL (según él no leía de ese género) en acción. Tobio simplemente ignoraba su presencia, con un montón de cosas sobre la mesa, artefactos e instrumentos para dibujo que Shoyo nunca había visto: las minas, plumas, portaplumas, rotuladores gruesos, pinceles, tinta, el blanco, ¡y mucho más! Al parecer, también Tobio acostumbraba realizar estiramientos con sus dedos antes de empezar con su trabajo.

—¿Está bien que dibujes tan tarde? —El pequeño rostro de Hinata brillaba con mucha fuerza, mostrando su inocencia pura por la emoción infantil y torpe de querer ver a Hiiro-sensei en el trabajo. Kageyama amaba las cosas tiernas, tenía debilidad por las mismas, por lo que fue un golpe tremendo verlo actuar así, tanto que tuvo que apartar la vista antes de que el rubor llegara a su cara.

—¡A-acostumbro dibujar a esta hora, es mi rutina! —concordó lo que siempre hacía cuando llegaba del club de voleibol dos veces por semana: ponerse a dibujar un capítulo del manga con aproximación mayor a veinticinco páginas por capítulo, aunque hubo un tiempo donde la inspiración no llegaba y se tardaba más de cuatro días para formar un capítulo. Tal vez había sido ésa la razón por la que su historia decayó en demasiada potencia, y como actualmente ya tenía material, sentía que podía hacer cualquier cosa—. Si no te vas a dormir, al menos cierra la boca... —ordenó, frunciendo su ceño al dar una mirada de reojo. Shoyo sudó frío.

—Sí, señor.

El traqueteo constante de su mano realizando líneas y dibujos después de un rato, dejó maravillado a Shoyo, a pesar de que al principio los trazos eran un poco torpes y estructurados, más tarde, con otro tipo de pluma, todo iba cobrando sentido y los personajes familiares que tanto conocía se asomaban de repente en el lienzo blanco donde las reglas de Kageyama Tobio eran absolutas.

Sin embargo, aunque la pasión de Kageyama estaba al límite y su fuerza contrastaba con la seguridad de sus líneas en las que rara vez se equivocaba y tenía que corregir con el blanco, y su emoción por verlo, su horario acostumbrado y su organismo también grabado en lo que debía o no hacer lo traicionaron y lo terminaron durmiendo, arrullado por el sonoro movimiento del lápiz al pasar por el papel especial para manga. Se durmió, el Pequeño Gigante actual del Karasuno se había dormido plácidamente, yendo su cuerpo para atrás y sólo chocando contra la cama, deshaciendo el ritmo que estaba teniendo el de cortos cabellos negros, justo cuando dibujaba el momento donde Dai gritaba que quería bañarse con ambos.

—¡Shoyo, idiota! —gritó su nombre junto con su habitual insulto, volteando violentamente su rostro para mirar al mencionado. El más bajo reaccionó un poco, dando un diminuto brinco donde estaba y abriendo sus ojos a una velocidad impresionante.

Aun así, esas acciones no duraron mucho, ya que el menor, todavía adormilado y restándole importancia al asunto, pudo dar un suspiro tranquilo con mucha facilidad, antes de volver a dormirse, justo en esa posición incómoda de antes. Tobio así por fin pudo bajar el enojo en su cara que lo hacía similar a un perro rabioso, dando un respiro un tanto estresado por el comportamiento de ese enano y se acercó un poco más a él, poniéndose de pie y obligando al otro a que también lo hiciera. Como pudo, lo acomodó en su cama al lado de Sugawara. Koushi al sentir a alguien más en «su» cama no tardó en abrazarlo, apegando el delgado cuerpo de Hinata contra el suyo.

—Daichi... —murmuró entre dientes el mayor, sólo logrando que Tobio se sorprendiera porque otra vez estaba esa extraña forma de ser de Koushi cuando se mencionaba a su capitán. Pero no pudo sacar más conclusiones, porque pudo ver claramente como la mano de Hinata fue presentada con un fuerte golpe sobre el rostro dormido de Sugawara, golpe que sonó potente por toda la habitación en silencio y más si se contaba que fue con la mano abierta. Muy a lo contrario de lo esperado, Koushi se carcajeó en sueños—. Estás muy violento hoy...

Cuando conocías mejor a Sugawara podías notar muchas cosas, como que no era un pan de Dios, ni tampoco el ser más amable de todo el planeta Tierra. Si bien, su amabilidad era su virtud más grande que tenía, su fuerte era sin duda que se comportaba como cualquier adolescente responsable que gustaba bromear y divertirse con los demás. Fácil de entender y tratar para Tobio.

Por eso había tomado la decisión de darle un carisma único a Ikki, que reflejara la alegría burlona de Sugawara Koushi y no sólo estuviera ahí para ser odiado.

«Un buen rival amoroso», pronunció en su mente, apareciendo como un recuerdo amargo la imagen del chico castaño que había puesto demasiado nervioso a Hinata. Apretó sus labios, pero no dijo nada. Su corazón se estaba revolviendo y terminaría mareado.

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