Capítulo 11
Capítulo dedicado a: _itsmemayap_, por seguir esta historia. ¡Muchas gracias!
—Cerca del río, debajo del puente que lo atraviesa, no hay mucha gente —asimiló el azabache con mucha facilidad, señalando con su dedo el agua cristalina corriendo por el carril. Su mano en ningún momento soltó la de Shoyo, y Shoyo tampoco hizo algo para que se alejaran. No sabían por qué, no tenían ni idea de ese impulso de idiotez que los aferraba a hacerlo, incluso cuando se internaron abajo del enorme puente, encaminando sus torpes pasos sobre la estrecha línea recta de tierra firme con el caudal del río. Sí, en efecto, los alumnos que estaban encargándose de la limpieza (siendo sólo unos pocos porque muchos se habían ido a casa al aprovechar que podían llevarse sus mochilas con ellos) no se acercaban ahí, posiblemente por la visibilidad: eso colocaba que hubiera demasiada basura arrastrada por la tormenta—. No podré pensar correctamente con todo el lugar lleno de basura, hay que limpiarlo. —Se excusó Kageyama, soltando por fin la mano ajena y preparando con la otra mano que sostenía la bolsa, el abrirla para empezar a depositar.
El de cabellos naranjas no supo por qué, y tampoco creía querer saberlo con exactitud en ese diminuto instante, pero le hubiera gustado que la unión de sus manos no se separara.
—Yo juntaré más basura que tú, ¡seré mucho mejor protector del ambiente! —gritó Hinata con una honesta sonrisa, en el justo instante en que el otro se tiraba de rodillas al suelo. Ese chico de menor estatura lograba tocarle fibras sensibles en su, para nada paciente, personalidad si no era en el voleibol.
—¿Crees poder derrotarme tan fácil? —comentó el otro, notablemente alterado y buscando hacerle pelea sin ninguna razón en específico. Shoyo no titubeó ni un segundo y se tiró a su lado.
—¡Estoy seguro de poder ganarte! —respondió a la provocación, adelantándose torpemente para ingresar en su bolsa tres pequeñas basuras de envolturas de chicle.
—Si vas a juntar puras basuras pequeñas no creo que sirvan, ¿acaso eres idiota? —provocó a la fuerza la forma innata e instintiva de querer hacerle plática con insultos respectivamente a su inteligencia. Por supuesto, tampoco se dejaría vencer, había tomado la decisión de ganar desde que Hinata había dado la idea de una competencia.
No podía decirlo abiertamente, ya que era una locura, no podía evitar simplemente entender ese tipo de actitud en su propia forma de actuar. Mientras arrastraba su cuerpo a gatas y sus manos tentaban torpemente el lugar y recogían lo primero que se encontraba, la idea de que, en efecto, ellos dos sí se parecían en cuanto a personalidad a los dos protagonistas de «Inocente», lo tenía sin cuidado: se la pasaban peleando, gritando y a veces llegaban al punto de discutir, y Tobio sentía con fuerza a cada uno de sus personajes. En alguna ocasión en la que ambos personajes se habían peleado por un desacuerdo inminente en una jugada, había llorado mientras dibujaba, teniendo que repetir el borrador más de tres veces porque su vista lo cegaba. Dai era Hinata y Hiroshi era Kageyama.
De repente la inspiración llegaba, y su corazón se notaba calmado y tranquilo, Hinata a sus espaldas examinaba con sus manos enguantadas un pequeño espacio de pastizales donde la maleza había crecido de más, murmurando insultos inofensivos a su persona que dejaría pasar sólo por esa vez.
Era cierto que su manga había bajado en calidad, o bueno, así se lo había hecho saber su editor. Nunca le importaron las críticas y tampoco era algo de su total interés, sólo lo dibujaba y creaba porque en sus inicios la inspiración estaba al borde, justo después de haberse unido al equipo de Karasuno y haber jugado tres contra tres para decidir su ingreso y su futuro como colocador en el equipo; pero en algún punto se quedó en la marea, sin rumbo aparente por una razón que no alcanzó a entender, y quiso apoyarse viendo series románticas ya fueran heterosexuales u homosexuales: de ahí nació Ikki, porque era su último recurso. También el último recurso de muchas series para mantenerse a flote.
—Oye, Kageyama —llamó su acompañante, respirando tranquilamente después de haber metido a su bolsa ropa interior masculina todavía húmeda, arrastrada por el tifón. Tobio ni siquiera lo miró, pero teniendo el impulso de hacerlo apenas el sonido de sus cuerdas vocales entraron en sus oídos. Todo era tan raro.
—¿Qué pasa?
—He estado pensando y se supone que nosotros estamos saliendo, pero realmente ni siquiera nos tratamos como pareja, de hecho, no hemos hecho nada romántico —informó el de menor estatura con tanta facilidad. Sin embargo, a pesar de lo directo que era, su voz temblaba, se comprimía en el aire débilmente y llegaba a oídos ajenos muy fuerte. Tobio ya no pudo ignorarlo, dándole un vistazo al pequeño cuerpo del otro, que ya estaba mirándolo, con sus cejas arqueadas, irises temblorosos y el color carmín en sus cachetes—. También no sé si sea correcto que seamos pareja. Quiero ayudarte, pero se supone que tus personajes todavía no lo son...
«Tiene un buen punto», pensó mentalmente, teniendo que aceptar que eso era cierto. ¡Eran buenos puntos y todos eran ciertos!
Sólo había un pequeño problema: no quería dejar de ser la pareja de Shoyo.
Pero si seguían así, posiblemente las situaciones no se mostrarían como realmente serían las situaciones de dos adolescentes enamorados. Sus extraños sentimientos que no alcanzaba a entender los dejaría de lado como la bolsa de basura al soltarla, y los tiraría al vacío justo como sus guantes al deshacerse de ellos.
Shoyo lo miró confundido, sin perderse ninguna de sus acciones, teniendo la necesidad de copiarle sus pasos por pura seguridad: ahora estaban los dos de pie, frente a frente y con su corazón balanceándose en la cuerda floja con el frío viento que anunciaba la lluvia venidera al golpear su cuerpo.
—Creo que lo mejor sería terminar, sin embargo, por alguna extraña razón no quiero —aseguró con mucha honestidad Tobio, siendo certero en cada instante.
Hinata dio un respingo ante esa confesión: esa frase no había sonado muy heterosexual de su parte, y de manera preocupante su corazón se emocionó y se sintió feliz por la seguridad en la que Tobio no dudó para confesarle eso.
—Terminemos... —soltó de sus labios con simpleza el más alto, logrando el ambiente perfecto para una típica situación en la que el amor floreciente era ahogado por un enorme manantial de agua. Ahora yo no quedaba rastro, tanto así, que una ventisca típica de la ficción movió sus cabellos de forma dramática. Daba la idea de que estaban en un anime.
Hinata apretó su mandíbula al oír esas palabras, teniendo un impulso horrible, de tirarse a sus brazos para llorar; pero fue fuerte, por el bien de algo importante para alguien importante para él. Así que asintió torpemente y sin muchas ganas. Dio el siguiente paso para que Tobio pudiera tomar la iniciativa de su siguiente jugada.
—Ahora tengo una idea: voy a hacer que vuelvas a salir conmigo...
—¿Qué? —Salió de los labios del más bajo, completamente perdido por la actitud que tomaba. Pronto, las diminutas gotas de lluvia cayeron débilmente sobre el pasto, pero ellos no resultaron afectados al ser refugiados debajo del puente.
—Justo como lo dije, ahora te pediré que volvamos a ser pareja. Pero lo haré de un forma más ghoowhh, para que así pueda utilizarlo al final de mi historia —contó sus planes, con tanta seriedad que ni siquiera Hinata se pudo detener a reclamarle porque eso sería como si él supiera ya el final de su manga BL favorito.
«¡Maldito Kageyama, vas a spoilearme!», chilló mentalmente, cerrando sus ojos con rabia, con mucha rabia que tuvo que apretar sus manos al hacerlos puños para encerrar su enojo. Increíble que le afectara más ese detalle que su segunda ruptura amorosa que había tenido en la vida.
Tobio había tirado un bonito momento triste y conmovedor que te arrancaría lágrimas en sólo unos segundos a la basura. Pero ambos eran idiotas, ya no extrañaba.
—¿Estás de acuerdo? —preguntó Tobio, siendo sutil en todo momento.
—¡Sí! —comentó con emoción Hinata, olvidando sus penas sólo por unos instantes y dedicándose de lleno en la ayuda del otro: ¡le emocionaba ayudar a Hiiro-sensei en todo lo que pudiera! Pero, si su relación que iban a volver a formar, no iba a ser diferente a cuando eran «pareja», no sería de gran ayuda al querer explorar romance adolescente; debía de decir algo, lo más seguro—. Kageyama, pero, aunque seamos pareja-... —Hizo una pausa, porque sus labios temblaron violentamente al tratar de querer sacar lo que quería decir. Los ojos ajenos para su mala suerte lo penetraban y atravesaban, prestándole toda su atención sin realmente quererlo.
Todo cayó en picada cuando Tobio le indicó con su dedo que señaló uno de los enormes pilares del puente para que se recargara de él.
En el instante en que Hinata golpeó su espalda con la fría estructura y Tobio estuvo literalmente frente a su persona, impidiendo que huyera, sólo siendo llenado por el ruidoso golpeteo de la lluvia en la parte superior de la estructura, los orbes azules que lo examinaban de pies a cabeza lo mantuvieron cautivo: Hinata fue obligado a hablar porque Kageyama buscaba respuesta.
—Aunque seamos pareja, n-nos seguimos tratando como antes... —Su discurso empezó con pocas trabas, teniendo que orillar a que sus nervios guiaran sus ojos a otros lados, lejos de la mirada asesina de Tobio Kageyama—. Digo, ya que vamos a ser pareja, podríamos actuar más como una... n-no lo sé, eso serviría para tu historia —habló sus planes sin rechistar, y Hinata poco a poco fue entendiendo, junto con el color rojizo golpeando sus mejillas, que quizás eso lo decía como un estúpido modo egoísta y que él realmente estaba buscando eso. Pero no lo entendía, y quizás tampoco quería entenderlo, pero desde que Kageyama lo atrapó entre sus brazos la noche anterior y lo protegió de sus temores, quería seguir sintiendo situaciones similares con él.
—¿No te molesta, tonto?
—¡P-por supuesto que no! ¡Todo sea por tu manga! —afirmó el chico, empezando a temblar. Tobio estaba sereno, pero siendo un revoltijo en su interior. Si no lo observabas detenidamente, incluso podrías pasarlo por alto.
—En ese caso está bien. —Dio luz verde a la petición de Shoyo de comportarse como su verdadera pareja sin darle muchos rodeos. Hasta pareció mentira—. Empezaré... —avisó.
Hinata no pudo verlo a la cara por la vergüenza, pero por instantes creyó que ese chico tan serio y con cara de pocos amigos se había mostrado nervioso, con el color rojizo en su cara. Con ese pensamiento en mente cerró sus ojos, porque la simple afirmación positiva le había gustado más de lo previsto, y ahora simplemente no podía ponerse en modo sentimental porque ni siquiera entendía sus propios sentimientos y mucho menos sus complicadas emociones.
De nada sirvió intentar huir, porque el golpe sonoro de la palma de la mano de Tobio golpeando el concreto lo hizo dar un brinco en su lugar y miró a la cara al otro cuando por fin los abrió.
«¡Me dolió!», la mente interna de Kageyama estaba llena de esas palabras, porque su palma estaba ardiendo y sólo para hacerse mucho más genial y no arruinar la escena que plasmaría en papel para guardarla al final.
«Me hizo un kabe-don», pensó el más bajo de los ahí presentes, porque ya estaba siendo acorralado torpemente por un inexperto en esos temas pero que sin querer le salía muy bien el romance. Sus sentidos empezaron a flotar por todos lados, su rostro no pareció ayudar ya que se llenó todo de color rojizo, hasta sus orejas y el corazón se le salía del pecho: ¿se podía morir por eso? Si por si acaso llegaba a morir por esa razón, y cuando su cuerpo fuera entregado a su madre al ser encontrado, ¿qué les dirían?, quizás: «estaba reforzando la amistad con su amigo en un lugar oscuro, y murió porque no soporto el estilo rudo de Tobio», ¡no!, ¡todo se iba a caer por la borda! Tobio se quedaría viudo y su madre pensaría que estaba haciendo cosas sucias ahí abajo.
¿Y qué tal si el que se moría era Kageyama? Justo ahora se había quedado congelado y sólo lo miraba completamente quieto, como si lo examinara: ¡no! Si Tobio se moría ¿qué haría? Ahora él se quedaría viudo, se pondría triste, compraría una guitarra, se uniría a una banda y le cantaría una canción triste... ¡alto, se estaban mezclando historias! Sacudió su cabeza, queriendo calmarse.
Regresó a su trance, cuando la respiración de Tobio golpeó su piel, volviendo sólo para notar como el sonrojado rostro ajeno era demasiado obvio y Tobio de verdad trataba de tomar la iniciativa a su confesión. Eso lo empezó a marear. ¿Por qué se emocionaba?
—Shoyo, sal conmigo —susurró cerca de él, con su rostro serio y acercándose más. Las narices de ambos rozaron y el mencionado temblaba de pies a cabeza, completamente atrapado en sus gestos.
—S-sí... —dijo con la voz cortada y con la debilidad a flote.
Kageyama, ante la afirmación ajena mostró satisfacción en sus ojos azules con discreción, y así el otro pudo tomar un poco de aire. Cuando las distancias se hicieron presentes después de tanto tiempo, Shoyo por fin pudo reaccionar, explotó en rojo y cayó de rodillas al suelo, con sus manos cubriendo su enrojecido rostro.
—¡¿Hinata?!
—En ese caso, ¡nos vemos! —Bajo la incesante lluvia que caía peligrosamente por las calles de la prefectura, Michimiya se despidió de Daichi y Sugawara, cuando su autobús llegó y las puertas lograron cerrarse detrás de ella. Su figura empapada y agitada que demostraron que tiempo atrás había corrido bajo la lluvia para alcanzar su autobús era casi exactamente igual que la de sus dos compañeros de aula. Ella les sonrió al alcanzar un lugar cercano a la ventana, y agitó su mano al despedirse.
Sawamura y Koushi no tardaron en corresponderle la despedida. Daichi le sonrió, con esa amabilidad frágil y destapada que le mostraba a la mayoría de sus personas de confianza, y Suga no pudo hacer más que mirarlo de reojo por las actitudes que iba tomando, y el ambiente silencioso sería con seguridad un arma de doble filo que los golpearía hasta hacerlos llorar.
Qué dramática vida cargaba Sugawara, no había mucha comedia, pero podía mantenerlo de pie por los acontecimientos que giraban alrededor de él.
Sugawara pudo observar claramente como Daichi bajaba la vista, tal vez, con algo similar a la timidez. Una actitud muy extraña, de la cual, si le permitían opinar, no era tan mala y hasta cierto punto lograba ser tierna. Quizás también fue su imaginación ver el color rojizo estropeando sus mejillas. Koushi no sabía de romances, su larga carrera no era de victorias ni derrotas dentro de ese tema, sólo que nadie se había mostrado enamorado de su actitud, y eso francamente no le importaba, tampoco nunca se involucró tanto en la vida romántica de los demás, porque no era de su incumbencia. Pero desde que había visto a Hinata y Kageyama juntos, siendo un par de tontos que no entendían sus sentimientos a pesar de que eran vistos por todos los terceros, le hicieron creer que era algo muy bonito experimentar el amor.
—Según el horario, mi autobús debería de estar aquí en cinco minutos —informó el de cortos cabellos y grandes cejas grises. Daichi asintió a su cuestión con mucha facilidad.
—Tienes que tomar dos seguidos, ¿no es así? —respondió a la plática, dando la impresión de que su tono de voz era algo similar al de una máquina, similar a un robot. Y el de ojos cafés no pudo evitar mirarlo con la sorpresa contenida en sus pupilas porque nunca creyó que Sawamura pudiera mostrar ese tipo de actitudes honestas—. Buena suerte —soltó muy a su pesar, su cuerpo temblaba y Suga tuvo la impresión de que sus labios temblaron.
—Gracias. —Sí, Daichi estaba raro, pero más raro estaba él porque unas palabras mal estructuradas y una conversación no muy interesante lo había hecho feliz. Un poco más de tiempo y se hubiera ruborizado.
El silencio volvió a caer sobre el dúo, ni siquiera la lluvia cayendo podía quitar el incómodo silencio que los llenaba. Sus cuerpos empapados por haber corrido bajo la lluvia para refugiarse abajo de la parada, extrañaban sin querer la presencia de Asahi y Kiyoko, la última mencionada había estado todo el rato con Yachi, logrando asimilar a todos los espectadores que Hitoka era una princesa y Kiyoko su príncipe encantador. Asahi, por su parte, había sido arrastrado lejos del lado de Daichi por Nishinoya y Tanaka. Ahora hacían demasiada falta.
No estar cerca de todo el club de voleibol de cierta forma le dolía enormemente.
Bajó su vista al suelo, llegando a hacer que sus pupilas temblaran por ese extraño sentimiento. Daichi a su lado no ayudaba, lo descolocaba más. Habían estado juntos desde mucho antes, se habían conocido desde antes, ¿por qué justo ahora ambos arrojaron al fuego sus emociones y se quemaron?
—¡Ya te dije que sí podía caminar! —Los inconfundibles gritos extenuantes de Hinata eran inconfundibles para los dos mayores, siendo despertados de su extraño estado de ensueño para toparse con la figura empapada de Kageyama entrando a la seguridad de la espaciosa estructura que los mantenía lejos del poder de la lluvia; en los brazos de Tobio, Daichi y Suga no dijeron nada al ver a un empapado Hinata, completamente rojo y avergonzado.
Sugawara se carcajeó al ver la escena, y su risa se perdió en el aire.
Ese año estaba siendo demasiado lluvioso, pero la peor parte ya había pasado.
—Hola —saludó Tobio, dando una reverencia un tanto torpe a sus dos superiores y bajando a Hinata por fin de sus brazos. Sí, Tobio había entrado en pánico porque lo vio caer al suelo, rojo y tembloroso, lo único que se le ocurrió fue llevárselo cargando.
—¿Pero qué les pasó? ¿Hinata, estás bien? —Daichi fue el primero en preguntar por el estado de salud ajeno, debido a la extraña situación en la que habían llegado. A lo lejos, Sugawara pudo notar como las luces encendidas del autobús en la fina lluvia que posiblemente horas más tarde empeoraría.
El de cabellos naranjas mostró una sonrisa sincera en sus labios y rio por lo bajo, enrojeciendo torpemente y rascando su nuca, porque se creyó descubierto, sólo un poco.
—Sí, Kageyama sólo me estaba cargando.
—Soy Tobio, Shoyo —dijo sin pelos en la lengua el chico al presentarse abiertamente con el otro. El mencionado tuvo una sacudida porque otra vez su nombre estaba siendo pronunciado como si nada.
Tobio literalmente se estaba tomando muy en serio el papel de novio, y eso realmente no le molestaba, pero tampoco le gustaba demasiado. Todo era tan extraño.
Sin embargo, algo que los chicos de tercero no pudieron pasar por alto, a pesar de su sospechosa actitud en la que actualmente y por azares raros de la vida ya se llamaban por su primer nombre, era sin duda que ellos se notaban mucho más empapados que ellos. Debido al tiempo de Michimiya Yui para alcanzar el autobús tras dejar la televisión y la basura de las bolsas en el deposito, no se habían empapado demasiado, y la lluvia era tan fina que a duras penas y los había tocado, tanto así que ni siquiera se vieron en la necesidad de utilizar la toalla en sus mochilas para secar su sudor en el club. ¿Cómo demonios Kageyama y Hinata habían terminado así?
Sawamura no pudo evitar enojarse por ese hecho, creyendo que habían jugado bajo la lluvia o en el río, o quién sabe qué hicieron esos dos cuervos bebés al jugar. Se le salió el demonio, literalmente, tanto que hasta el ambiente se tornó un poco más tétrico y los dos de primero tuvieron un escalofrío instantáneo.
—Oigan, ¿cómo quedaron así? —interrogó, al mismo tiempo que Suga se tomaba la molestia de buscar en su mochila una bolsa de plástico verde donde adentro estaba guardada su toalla.
—Un camión nos salpicó cuando pasábamos cerca de un charco —contó Kageyama su experiencia, afilando un poco sus acciones porque la rabia que sintió en ese instante había sido encapsulada con facilidad.
—¿Y no traen una toalla? —Daichi tan responsable como siempre. Y Hinata y Kageyama tan irresponsables como siempre fuera del horario escolar y cuando no se trataba del club.
—Está en el salón del club —respondieron al unísono. Era el colmo.
—¡Prometo mañana traer unas cinco toallas! —aseguró Hinata con una enorme sonrisa.
—Mejor trae un paraguas —aludió Daichi, dando un respiro pesado para comenzar a buscar entre sus cosas su toalla. Aunque bueno, esa recomendación también aplicaba para él y Sugawara.
—¡Vamos, vamos! —soltó de sus labios con una sonrisa amable el chico de cabellos grises, estirando su pequeña toalla sobre los alborotados cabellos gachos y húmedos de Hinata, y los empezó a revolver con la textura de la toalla que poco a poco absorbía toda la humedad. Shoyo rio con suavidad y se dejó mimar torpemente por los raros instintos paternales que salían sin querer del joven cuerpo de Koushi—. Estás demasiado empapado, podrías atrapar un resfriado.
—No te preocupes, Suga-san, Tsukishima me dijo que yo no podía enfermarme, Kageyama tampoco —comentó con una enorme sonrisa.
—Soy Tobio —repitió el otro chico, mirando hacia arriba al soltar esas últimas palabras, recibiendo con una reverencia respetuosa la toalla que le ofrecía Daichi.
Por fin, el autobús se detuvo y las puertas se abrieron.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro