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Capítulo 09

Capítulo dedicado a: hanakoxyashiro--, por seguir esta historia. ¡Muchas gracias!

La luz se había ido, el viento y la lluvia se habían intensificado, golpeando la casa con golpes sonoros que llegaban a la oreja de Shoyo: qué miedo. Sugawara había descubierto así que Hinata era de esas personas que le temían a la oscuridad, envolviéndose fuertemente en la ropa seca que Kageyama le había prestado: una playera negra y un short blanco. La playera le quedaba extremadamente grande y Tobio no podía evitar querer captar esa imagen entre la oscuridad obtenida por el apagón. Bueno, con esa actitud tan obvia del azabache de ojos azules se podía intuir que sí estaba enamorado, o al menos el de cabellos grisáceos así lo percibía.

Hinata era muy tierno.

Koushi ahora presumía abiertamente que en sus manos tenía los primeros tomos de un manga de Boys Love, bajo la tranquilidad y frialdad del suelo del cuarto de Tobio, recargado del colchón y con la tenue luz de una lámpara que lo acompañaba en su lectura. Sin embargo, aun estando solo en el cuarto, porque los dos chicos restantes habían bajado a buscar un refrigerio y algo que pudieran hacer en la oscuridad, la inquietud rozando su lengua seguía ahí, se estrellaba y temblaba violentamente cuando terminó el primer tomo.

«¡Es obvio que Kageyama se inspiró en su experiencia con Hinata!», gritó en su propia mente, regresando unas cuantas páginas atrás para volver a comprobarlo: ¡sí, sí, sí! ¡Era obvio, maldición! Dai y Hiroshi se conocieron porque les tocó enfrentarse en un partido de voleibol. Después de que el equipo de Dai perdió, ambos se graduaron de la secundaria, esforzándose al máximo para superar a su rival. Hiroshi y Dai ingresaron a la preparatoria, dando la casualidad de que en ese mismo gimnasio y en el mismo equipo estaba su rival. Dai y Hiroshi ahora estaban juntos en el mismo equipo, y con lo que iba la historia, daba la impresión de que el interés mutuo sería su razón para enamorarse. Al finalizar el tomo 1, pudo notar que el punto de presión fue cuando se dieron indicios de querer desarrollar a Hiroshi, siendo apoyado incondicionalmente por Dai con un remate.

Era tan obvio que sería el colmo que ambos no se percataran de la situación, recordando vagamente que Shoyo seguía el manga fielmente, comprándolo en línea y los tomos en físico. Sus pequeños Kouhai, o eran muy estúpidos o muy inocentes. La palabra despistado también entraba en la categoría.

La puerta fue abierta de pronto, logrando que el mayor diera un salto en su lugar al sentirse descubierto, logrando notar la silueta de Kageyama y Hinata, ambos ingresando al espacioso cuarto. El menor se aferraba fuertemente al brazo de Tobio, algo casi cómico porque se revelaron sus temores. El de ojos azules tenía en sus manos un plato con sándwiches y en la otra el tradicional juego de jenga.

—No podré dibujar en la oscuridad —dijo de pronto el único chico serio del grupo, siguiéndose derecho hasta colocar ambas cosas sobre una pequeña mesa en el centro de la habitación.

Sugawara sintió su boca seca y los nervios se colaron en su corazón de pronto: ¿debería de hacerlo? ¿Debería de preguntar?

—Oigan... —llamó con seguridad, hablando torpemente entre líneas y alumbrándose directamente a su cara, sin buscar lastimar sus ojos. La mirada de sus dos acompañantes rápidamente se posó sobre él—. Tu manga es muy bueno y entretenido, Kageyama, siento muy reales los sentimientos de los protagonistas. Es casi como si tú lo hubieras vivido en carne propia...

—Gracias —agradeció Kageyama con torpeza ante el halago sincero de su superior, no pudiendo evitar sonreír porque era genial estar así, a pesar de que el de menor estatura seguía pegado a él. Al final, aunque él también estaba asustado, Hinata era el más afectado por la falta de luz. Sin embargo, el dibujante no pudo evitar pasar por alto que las expresiones de Koushi parecían querer afirmar algo, decir algo, soltar algo, y que no había dicho todo lo que pensaba, definitivamente—. ¿Sugawara-san? —Al ser llamado, el mencionado no pudo evitar soltar un grito agitado, por poco resbalando de sus manos el tomo uno del manga.

Sugawara empezó a mirar para todos lados, buscando escapar. Realmente no creía que fuera de su incumbencia meterse en la verdadera vida amorosa de ambos jóvenes. ¡Tal vez los dos estaban al tanto de la situación, pero no decían nada porque temían no ser correspondidos! ¡O tal vez Hinata ya había rechazado a Tobio apenas se enteró que él era el autor de una historia como ésa! ¡Pobre Tobio! Sintió que sus ojos se empaparon de lágrimas y tuvo que fingir no querer llorar. Debía de ser fuerte por Tobio Kageyama y su pequeño corazón.

—No es nada, gracias por prestarme tu ropa para dormir aquí —improvisó fácilmente, con una sonrisa sutil en sus labios que no delataba para nada sus verdaderas intenciones.

Tobio asintió, volviendo a tener la idea de que estaba olvidando algo: ¡hasta su paladar golpeaba con esa cosa que tenía que hacer, pero no la recordaba!

—No es nada, me alegra que le haya quedado mi ropa... mi ropa —repitió la última palabra, dilatando sus pupilas al sentir que todo volvía a recobrar sentido: la imagen de él lavando su ropa el día anterior (específicamente su ropa interior), y colgándola en su balcón alto lo mataron en un instante.

¡La ropa!

Tobio se zafó del agarre temeroso que tenía Shoyo, logrando que el más bajo se sintiera desprotegido cuando éste salió del cuarto, directo a ver el balcón principal que colindaba con el pasillo del segundo piso. Shoyo corrió hasta quedar a un lado de Sugawara, para sentirse protegido mientras Kageyama observaba consternado su cruda realidad a través del vidrio que lo separaba del horrible clima de esa tarde, y él se debía de resignar a aceptar lo inevitable: oh, no, su ropa interior había salido volando, ¿dónde caería?

Kageyama tenía la fama de ser un idiota para los estudios, pero nadie podía negar que tenía una percepción del panorama y destreza en ciertas cosas que fácilmente causaban envidia. Eso incluía los juegos de mesa donde la precisión jugaba un factor importante en el ambiente.

Alrededor de la pequeña mesa, sentados cada uno en un extremo, yacía el conocido juego de mesa donde pequeñas barras de madera se apilaban enormemente, y se debían de sacar piezas sin que la torre se derrumbara.

Kageyama estaba convencido de que su destreza en ese tipo de juegos era magnífica, podía ser un tonto con puro aire en el cerebro para los estudios, pero no era imbécil, sabía lo que podía y no podía hacer. Incluso ante la incesante luz de la linterna de ese cuarto a oscuras y el olor a sándwich de jamón cerca de sus fosas nasales no le molestaban en lo absoluto, hasta podría considerarse el campeón mundial.

Entonces... ¿por qué ahora el ganador era Sugawara Koushi?

Sugawara no era un jugador de otro mundo ni un prodigio con habilidades magníficas y ocultas para el juego de jenga, aguantaba lo que cualquiera aguantaría derribando y sacando piezas. En sí, Tobio tampoco era el extraño, no se ponía nervioso ni temía perder, pero... ¡el problema era el pequeño enano que tenía a su lado! Siempre. Hacía. Lo. Mismo. Cuando. Le. Tocaba. A. Él.

Hinata no sabía cómo jugarlo perfectamente, siempre que llegaba su turno golpeaba fuertemente contra una pared nerviosa y derribaba los bloques. Shoyo era extremadamente nervioso para ese tipo de actividades, no sólo cuando le tocaba sacar a él las piezas, también a terceros, sólo que Koushi sabía cómo evadirlos.

—¡Ése no, Kageyama! —chilló el pequeño de hebras naranjas, logrando que Tobio apartara rápidamente la mano de la pieza que planeaba sacar. Era como un impulso, algo que lo frenaba inconscientemente y lo obligaba a buscar otra pieza—. ¡Ésa tampoco! ¡No!, ¡no, Kageyama! —exclamó el Pequeño Gigante de Karasuno, con el miedo y la emoción acumulada al límite, respirando agitado. El de cortos cabellos mordió sus labios y soltó un extraño gruñido, ignorando las ayudas e ideas de su pareja, para empezarlo a sacar, con la experiencia fluyendo por sus venas. Lástima que no tenía la misma experiencia lidiando con Hinata—. ¡Sá-sácalo con cuidado, Kageyama! ¡No vayas tan rápido! ¡Sé gentil, gentil! —Deslizó de sus labios con un grito.

Kageyama no era una persona muy paciente tratándose de ese enano, por lo que no pudo evitar terminar tronando sus dientes al alterarse, listo para encarar de frente con la seriedad que se merecía ese tonto rematador para que se callara de una vez.

Apenas se giró bruscamente, su codo se golpeó con la mesa. Tobio quedó helado: ¡no!

El movimiento tiró la torre: Kageyama volvió a perder.

Y la furia volvió a regresar a ese enorme cuerpo que ya estaba ardiendo en un potente rojo que se asemejaba a las llamas de un incendio que no podía ser apagado. Hinata tuvo que rezar al de arriba, sudando por todos lados.

—¡No me hables, idiota! ¡No pedí tu ayuda! —reclamó con molestia, sólo permitiéndose la idea de ver como Shoyo abría sus ojos como platos por el terror y levantaba sus dos manos al aire, quizás disculpándose.

—No es mi culpa, me pongo nervioso, Kageyama-san —aseguró con seriedad el más bajo de ahí, dando un puchero de sus labios que no tardaron en alterar más al otro. Sugawara ya se veía venir lo que pasaría: una pelea a golpes, quizás. Debía de intervenir.

—¡Sólo deja de hablar!, ¡tú no lo estás haciendo! ¡No deberías de preocuparte! —Shoyo no recibió bien esa respuesta, empezando a enfadarse de igual forma.

—¿Ah? ¿Sí? ¡Pues-...!

La luz de la linterna parpadeó un par de veces, llamando la atención del pequeño dúo que ya se estaba preparando para dejar escapar sus garras y tirarse encima del otro. Koushi había intervenido, ante la mirada especuladora y temerosa de ambos chicos de primero.

—Estamos sin luz y completamente solos, ¿saben qué podemos hacer ahora? —preguntó Koushi, con una enorme sonrisa en sus labios que dibujaba la diversión perfecta en esa curva traviesa. Hinata se tensó ante la idea insinuada por Sugawara, y Kageyama recobró las grandes cantidades de paz que le habían sido arrebatadas.

—No creo poder llegar tan lejos con ustedes. Además, somos tres. —Empezó contando sus miedos el más bajo del grupo, con el temblor a flote y la cara estallando en rojo. Trataba de evadirles la mirada.

—No es lo que crees, Hinata. Estoy hablando de historias de terror... —Logró hacer que el mencionado aterrizara de su extraña nube espacial donde una idea un tanto rara se sembró en su corazón. Hinata sólo logró dejar escapar una grito ahogado por la vergüenza. Muy al contrario, a Kageyama le brillaron sus ojos de la emoción—. ¿Qué dicen? —Shoyo quiso gritar: ¡no, no, no!, ¿por qué Sugawara y Kageyama parecían ser amantes del terror?

—¿No tienen miedo de esto? ¡Digo, literalmente sí estamos solos y sin luz! —Se quejó con miedo Shoyo, sólo logrando que Koushi y Kageyama lo miraran rápidamente—. ¿Qué tal si alguien me jala las patas mientras duermo, o qué tal si se acuestan a mi lado esta noche?

—A mí no me asusta. Yo hacía esto usualmente con Daichi y Asahi —confirmó uno de sus recuerdos Suga. Hinata tragó grueso.

—A mí me interesan este tipo de temas, y no veo por qué asustarse si somos tres. —Encaró Kageyama su propia lógica con tranquilidad. Miró a Shoyo tras esa seguridad, y captó su silueta temblorosa—. Ya te dije que no tengo futón extra, así que el único que dormirá a tu lado seré yo... y Sugawara-san. —Lo último lo dijo un poco más tarde, quizás no entendiendo del todo el por qué le molestó sólo un poco esa idea—. Así que si habría un fantasma en el cuarto, tendrá que dormirse de pie, y no en la cama porque no hay espacio...

—Kageyama —murmuró torpemente Koushi, porque esa afirmación que buscaba intentar calmar a Hinata sólo lo había aterrado más, el pequeño chico dejó escapar un grito de su boca y sus temblores aumentaron. El de cabellos grises tuvo la inquieta necesidad de calmarlo—. No te preocupes, Hinata, si tienes miedo no lo haremos.

—¿No? —Tobio se consternó.

—No —confirmó el de ojos cafés.

Hinata no pudo evitar molestarse, sintiéndose torpe.

—¡No tengo absolutamente nada de miedo! ¡Pueden seguir! —convocó lo que realmente no quería Shoyo, sabiendo una pequeña parte dentro de su cuerpo que ya no podría desatarse de sus propias palabras.

—¿Seguro?

—¡Absolutamente!

Dicho y hecho, Hinata firmó su sentencia de muerte con eso, bajo el ambiente tétrico que se formó por la palabra que cada quién tomaba al contar una historia de terror. Shoyo se tensaba cada vez más, específicamente porque Sugawara era casi un genio a la hora de contar historias de terror cortas (se las aprendió de internet)... o al menos así lo veía Shoyo.

—Un padre le dio las buenas noches a su hijo, el menor se notaba aterrado. Así que el padre quiso indagar con una pregunta directa. El niño, entre lágrimas y sollozos le dijo: «papá, hay alguien debajo de la cama»; entonces el hombre decidió revisar abajo de la cama, y se encontró con su hijo, llorando: «papá, hay alguien sobre mi cama» —contó, moviendo sus labios para similar hacer un sonido tenebroso. Hinata gritó con fuerza y se aferró a sus rodillas, Kageyama parpadeó.

—¿Y si eran gemelos? —Tobio se fue por la lógica, por tercera vez esa noche.

—¡Deja de arruinar mis momentos donde creo tensión! —Se quejó violentamente Sugawara, estirando su mano a tientas para alcanzar la almohada de Tobio para lanzársela directamente a la cara.

Koushi volvió a sentirse derrotado al oír eso, pero satisfecho cuando Tobio se quitó de la cara al almohada lanzada, completamente sorprendido y sacado de sus casillas. Pronto se puso a pensar, listo para contar una historia nueva. Hinata estaba que se moría del miedo, tratando de disimularlo.

—Aquí va otro que es prácticamente así: una vez desperté por los golpes en la ventana de mi cuarto, los quise ignorar pensando que podía ser un animal o la rama del árbol que estaba afuera de mi casa. Sin tomarle importancia, éstos callaron a su respectivo tiempo. Pronto, todo se volvió extraño, porque los volví a escuchar ahora dentro de mi espejo —comentó.

Hinata volvió a retorcerse de pánico. Kageyama parpadeó: no teniendo miedo.

—No tengo espejos en mi cuarto —aseguró Tobio.

—Yo tampoco —concordó Koushi con facilidad y todo quedó en silencio.

No había sido tan emocionante como esperaban, lo único terrorífico era el ambiente. Realmente no sabían contar historias de terror.

Hinata, para bien o para mal (incluso pudiendo considerarse un chico con suerte de primera clase), había terminado en la cama de Tobio, justamente en medio, con los cuerpos apretados de Sugawara y Kageyama a un lado cada uno. Koushi, a pesar de haber incentivado con todas sus fuerzas los relatos de terror, no le habían afectado en lo más mínimo, ya durmiendo plácidamente en su lado de la cama. No dormía como loco, se podía decir que era lo normal, de lado, mirando directamente hacia el lado donde Hinata dormía, porque le había prometido cuidarlo si es que llegaba a tener miedo (¡mentira!, la prueba era que actualmente estaba completamente dormido, con la boca abierta de par en par, sacando un pequeño hilo de saliva de ahí). Tobio le había dado la espalda, porque estaba acostumbrado a dormir para el otro lado, por lo que el de hebras naranjas no podía deducir si éste seguía o no despierto. Por eso podía decir que estaba solo contra el mundo de las sombras, en el cuarto de Kageyama, en un lugar donde era vulnerable a cualquier ataque sorpresa. Su vista café miraba directamente al techo, con el miedo acumulado en sus mejillas ligeramente infladas.

No quería despertar a Tobio, porque sentía que sería derrotado por su rival, ahora simplemente no podía suplicar para que éste lo acompañara, después de haber afirmado horas atrás que las historias de terror no lo asustaban.

No había nada que temer, ¿verdad? Sólo estaban a oscuras, ¿verdad? No había nada fuera de lo común y nada se había movido o algo así. Nadie rasguñaba la puerta. No había alguien parado en alguna esquina de la habitación, ¿verdad? Todo estaba en paz, ¿ver-...?

El sonido seco y sonoro de algunas cosas golpeando la ventana del cuarto de Tobio tiraron toda la falsa seguridad que había sentido. Shoyo no aguantó más tiempo y empezó a tiritar porque su miedo le provocaba sudar frío, se estaba poniendo pálido y los gritos querían escaparse de su garganta.

—Ojalá y no me vayan a jalar las patas —rezó, en medio de un claro ataque de pánico. ¡Debió de haber dejado el orgullo de lado!

Kageyama escuchó esas palabras, girando un poco su cuerpo para mirarlo de reojo: así que no estaba durmiendo.

—Idiota —soltó de repente, llamando la atención del susodicho con mucha facilidad. La mirada café con la que cruzó miradas temblaba y gritaba a los cuatro vientos que quería ser protegido. Kageyama sintió una punzada en su corazón, y todas sus defensas inconscientes cayeron. Así que, no dudó en voltear completamente su cuerpo hasta él para encararlo de frente. Shoyo dio un resoplido ante el apodo que le dio, pero logrando aceptar que fue satisfactorio tenerlo despierto a su lado, tanto, que su impulso lo orilló a girar su cuerpo para estar frente a él. Ya no miraba el techo, sólo miraba los serios ojos azules de su colocador.

La situación actual era tan comprometedora y demasiado conveniente; pero Kageyama no buscó aprovecharse de ésta. Simplemente en el proceso de entender ese estúpido latido golpeando su pecho, trató de callarlo al estirar su brazo directamente al cuerpo de Shoyo, rodeándolo y apretándolo, acercando a Hinata hasta él en un medio abrazo.

Los ojos de Hinata se abrieron por la sorpresa de verlo actuar así, enrojeciendo torpemente y correspondiendo el abrazo con uno de sus delgados brazos, pasando por la espalda ancha del otro, y recargó su rostro en el pecho ajeno. Kageyama era cálido, un ser demasiado frío y reservado pero con una extraña amabilidad que a veces le mostraba.

El corazón de Tobio latía como loco y sus nervios salían con pequeños escalofríos, ¿Hinata estaría igual que él? Ojalá y los golpes en su ventana ocultaran ese sonido, que lo mezclaran en el ambiente como algo paranormal. Si Shoyo se enteraba, no sabría qué hacer.

—El tiempo se calmó un poco, sólo está cayendo granizo. El granizo no te puede jalar las patas. —Y sin darse cuenta, lo apegó más contra su pecho, mostrando en sus mejillas un tímido color rojizo, quizás por eso su cara se sentía caliente—. Además, me aferraré demasiado fuerte a ti, porque eres una parte importante del equipo. Así que si un monstruo te lleva, nos iremos juntos, ¿bien?

—Sí —susurró Shoyo, sonriendo torpemente.

Eso fue lo más romántico que alguien le dijo en la vida. Pero eso era lo de menos, sus escalofríos habían bajado de nivel, y la calidez del abrazo que Kageyama lograba transmitirle, se convirtió en una aparente calma que terminó en un pequeño sentimiento egoísta de querer que esa calidez sólo le perteneciera a él.

El resto de la noche, Tobio la pasó mal: Sugawara posiblemente sintió frío y se enrolló con la cobija que se suponía era para los tres: los destapó. Hinata se quedó dormido más tarde, ¡pero dormía horrible! Por la posición en la que estaban le dio un tremendo rodillazo en sus partes nobles que hasta los hijos que no iba a tener lo sintieron.

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