Capítulo 07
Capítulo dedicado a: -YESYESCHAN, por seguir esta historia, ¡muchas gracias!
Hinata se deshizo de la playera que portaba, llena de sudor que demostraba el esfuerzo dado en cada uno de sus pequeños logros del día. La atenta mirada de Kageyama no se despegaba del cuerpo ajeno, sólo observando con seriedad su rostro. Shoyo no pudo evitar sentirse extraño, y por esos instantes su corazón enloquecido por tener sobre sí mismo la atenta mirada de Kageyama lo golpeó fuertemente, ni siquiera el viento que empezaba a hacer y las finas gotas de lluvia cayendo del cielo eran lo importante.
—¿Qué pasa? —preguntó el más bajo, con la boca temblorosa y cubriendo torpemente su pecho al descubierto con sus delgados brazos. Tobio lo pensó, y lo volvió a pensar una vez más, y lo único que alcanzó a entender al acomodar el cierre de su chamarra negra al subirla fue exactamente lo mismo—. ¿Tienes algún problema? ¡No tengo músculos!, ¿y qué? No es como si tú tuvieras tanto —murmuró, con el enojo acumulado y un tenue rubor inundado sus mejillas. El mayor parpadeó, teniendo un extraño rastro de paciencia porque estaba algo ido.
—No es eso, idiota. —Hizo una pausa antes de continuar, dando el tiempo suficiente para que Hinata se colocara su playera seca y la mirada de Tanaka y Nishinoya fuera dirigida a ambos, con completa alegría sincera, ¡hasta alzaron sus pulgares arriba en modo de apoyo a una creciente relación!—. He estado pensando, y tengo entendido que vives más lejos que yo de aquí...
—Sí, eso es cierto —respondió el menor, un tanto desacostumbrado a la actitud reflexiva de Kageyama fuera de la cancha. Eso también pareció llamar la atención de Daichi y Tsukishima, quienes habían permanecido la mayoría del tiempo en silencio.
—Entonces, ¿por qué no vienes a mi casa? —declaró sin problema alguno ante esa afirmación, logrando que el corazón de Shoyo casi diera un brinco fuera de su pecho. Tanaka y Nishinoya, fieles oyentes de chismes amorosos porque eran interesantes, olieron por algunos instantes un amor un tanto inocente bajo la mágica lluvia que desembocaba en un desastre natural menor en algunas áreas.
—El Rey tomó la iniciativa. —Se burló abiertamente el joven con lentes, no sabiendo mucho de lo que había entre ellos, pero sólo quería burlarse.
—Tsukki, ¿puedo quedarme en tu casa? —cuestionó de repente Yamaguchi, colocándose su chamarra, listo para irse. El susodicho se giró para verlo de reojo, y no tardó en asentir con demasiada facilidad—. ¡Como es probable que se vaya a ir la luz, podremos leer con mi lámpara portátil tus libros sobre dinosaurios! —contó sus planes con una enorme sonrisa en su cara que lo hacía parecer alguien angelical. Todos no tardaron en mirar al más alto del grupo, y ese atractivo rubio que gustaba de burlarse se sintió acorralado, teniendo un extraño temblor.
—Cállate, Yamaguchi.
—Lo siento, Tsukki. —Rio con torpeza.
—A Tsukishima le gustan los dinosaurios —declaró en voz baja Shoyo, mostrándose un poco sorprendido por ese tipo de gustos un poco inesperados en alguien tan serio, calculador y obstinado como lo era el número 11 de Karasuno.
Hinata ya se había dejado llevar por la corriente, pero Tobio se mantuvo sereno frente a las aguas, nadando hasta el punto que quería tocar.
—Entonces, idiota, ¿qué dices? No habrá nadie en casa, así que facilitará lo que busco... —aseguró sin ningún titubeo lo que tenía que decir, como si no importara en lo absoluto su extraña propuesta a oídos ajenos.
Ahí ya no fue tan extraño que Shoyo se alterara, dando un grito ahogado y se sumergiera en vergüenzas que eran acompañados por tremendos colores similares al rojo que se estrellaron en su cara. Ryu y Yuu gritaron cual colegialas enamoradas como si la propuesta fuera directamente a ellos, y Sawamura, el querido capitán del equipo, los miró con el ceño fruncido y un tanto extrañado por su petición: ¿Kageyama se refería a lo que creía que se refería?
—¡Lo sabía! ¡Lo sabía! ¡Sabía que sí me estabas mirando sin camisa hace poco! —chilló Shoyo con desespero, arqueando sus cejas y retrocediendo unos cuantos pasos. Sus cejas estaban temblando y sus labios demostraban lo inexperto que era. Ahí el atractivo azabache de rostro uniforme terminó por tirar por la borda toda la calma que llevaba acumulada, enojándose solo con Hinata como ya se acostumbraba—. ¡Si vas a llegar tan lejos al menos promete que te casarás conmigo! —gritó en un extraño modo de advertencia, señalando con su dedo al atractivo chico. Todo dentro de él temblaba.
—¡No es por eso, Hinata, idiota! —reclamó bastante ofendido por haber sido tomado rápidamente a la vista como un típico chico hormonal que se dejaba cegar por sus instintos—. ¡Yo me estaba preocupando por ti! ¡Tú casa está lejos, así que pensé que sería lo más sensato! —respondió con su habitual rudeza, dando por fin un ceño fruncido que se combinó con la pena que llegaba a sentir y dedicó sus pupilas azules al suelo, ante la sorpresa en el brillante rostro de Shoyo—. Además... esto es similar a un manga BL, hay veces en las que se dan situaciones similares a ésta. Así que me gustaría sacar ideas a partir de eso...
—¿Pero eso no ocurre en las historias +18? —cuestionó perdido el más bajo en un susurro, lo suficientemente bajo como para que sólo ellos dos lo escucharan. Kageyama entró en pánico, y lo único que pudo hacer fue atacar.
—¿Tú qué haces leyendo ese tipo de contenido?
—¡No te tengo que dar explicaciones! —exclamó alterado, colocando sus manos sobre sus mejillas y cubriéndolas. A partir de ese instante, el silencio que rodeaba a través de la pareja desapareció, dando un extraño momento incómodo donde Tobio no podía irse porque todavía estaba abierta la cuestión y Shoyo no había respondido. Era obvio quién debía de tomar las riendas de la situación—. Está bien, iré contigo, porque, ya que dices que estarás solo, lo más seguro es que le tengas miedo a la oscuridad, ¿no, Bakayama-san? —soltó sus propias conclusiones, dando un puchero y colocando su propia mano sobre sus labios para burlarse más abiertamente de él.
—¿Ah? ¿Ése no serás tú? —Entró a la defensiva con mucha fuerza bruta a la hora de clavar esas emociones. Lo más inquietante era que Hinata de cierta forma había atinado en uno de sus temores.
—Tu casa es la más alejada, ¿no? Deberías de irte primero —aprovechó Daichi la situación para dirigirse a Sugawara, con una amabilidad y consideración alta que sólo hizo llorar de felicidad al otro porque fue tomado en cuenta. Ojalá pudiera borrar ese extraño latido golpeando su pecho.
—También hay que hacer una reunión de emergencia todos los bellos solteros de segundo año —citó poéticamente Tanaka, deslizando su dedo contra su barbilla para simular un extraño comportamiento que fue apoyado por Yuu sin ninguna objeción.
—¡Tonto, ya te dije que yo me llevaré la bicicleta! —soltó de sus labios el mayor, ya irritado y cansado por la estúpida situación que les tocó efectuar. La lluvia seguía cayendo del cielo finamente, rodando con simpleza por el cuerpo de ambos chicos que se estaban peleando, sin tomar en cuenta al tifón cercano y las precauciones que tomó Miyagi.
Shoyo mostraba su descontento, aferrándose al manubrio para no ceder el control: sí, Kageyama era más fuerte y alto, por ende, los resultados serían más rápidos, pero simplemente no se dejaría vencer.
—¡No me subestimes! —pidió con un grito, sintiendo su chamarra llenarse de agua todavía más de lo esperado, y sus cabellos mojados simplemente le generaron escalofríos. Eso de cierta forma lo hizo sentirse un tanto culpable, viendo la figura empapada de Tobio a unos cuantos pasos de distancia de la suya: si él llegaba a enfermarse sería su culpa.
—No te estoy subestimando, tonto. —Encaró el otro sin nada de tacto, no perdiendo el tiempo antes de acercarse a él directamente y tomar con su gruesa mano el manubrio. Él tomaría el control, mientras el de cabellos naranjas se debatía en si era correcto dejar su orgullo herido de lado por la lluvia cayendo o seguir peleando como niño pequeño. Ciertamente no quería ser un niño pequeño y también se preocupaba por él.
—Está bien, puedes hacerlo tú —aseguró al final, tras haberse resignado y entendido que simplemente no aceptarlo era de por sí ya una estupidez enorme. Por eso se apartó lo suficiente, para que Tobio pudiera subirse al asiento donde pilotaría la bicicleta, y Shoyo, resignado, tenía la certeza de saber exactamente cuál era la razón por la que no quería ir atrás.
El «segundo asiento» (si así es como se le podría llamar), no tenía un cojín o algo que fuera bastante suave para su trasero al sentarse. Sólo era la estructura, como un esqueleto al descubierto, haciendo recordar a Hinata por las malas una sensación traumática donde su madre había tomado la bicicleta y él la acompañaba, sentado atrás: dolió como el Infierno con cada pequeño bache o tope que atravesaba.
—No me vayas a soltar, puedes agarrarme si quieres. —Señaló antes de partir, con su habitual cara seria de siempre, pero tratando de ignorar lo fuerte que su corazón latía, como si quisiera opacar el sonido de las gotas rebotando contra el suelo, los techos o cualquier objeto expuesto.
Shoyo inconscientemente tragó grueso, aferrándose sin pensarlo como un gato asustadizo a la chamarra negra de Tobio, con sus mejillas pintadas de colores y sus irises teniendo un extraño brillo, como si eso le emocionara.
Kageyama partió después de un rato, dando un giro para salir del área de la escuela y entrar por las calles de la prefectura donde estudiaban. Hinata sintió que, a pesar de las situaciones, estaban en un viaje de paseo... muy raro, por cierto. El sonido de su corazón en su pecho estaba potente, grande y sin un indicio de parar. Tobio estaba igual, y quizás sentían que, si no decían nada, estarían atrapados en algún juego extraño con sus corazones danzando en un hilo, y realmente ninguno quería eso.
Debían de esconder esos extraños sentimientos que los hacían sentir raros con las palabras.
—¿Usarás esta situación para tu próximo capítulo? —preguntó fácilmente Hinata, aguantándose un grito de dolor cuando tuvieron que pasar por un pequeño espacio donde el camino estaba mal hecho y rebotaron. Ese dolor llegaría hasta lo más profundo de su alma, porque golpeó contra su trasero.
—Sí, supongo que sí, creo que nunca he dibujado a dos personas montando una bicicleta de forma romántica. Me pregunto por qué, si Dai siempre va de camino a la escuela en bicicleta —aseguró, no logrando unir sus propias dudas a pesar de intentar hacer sus mayores esfuerzos. A esas alturas, Kageyama se merecía unos buenos aplausos.
—Bueno, si lo vas a hacer, incluye que es un Infierno para la persona que va atrás cada vez que el camino recto se ve entorpecido por obstáculos. —Sacó de improviso, dando otra sacudida a su trasero cuando se golpeó de nuevo porque Kageyama cambió de dirección.
—¿Te estás lastimando, Hinata?
—¡Obvio que sí, mi trasero está adolorido! —chilló con seguridad, aferrando más sus manos a la ancha espalda bien formada del otro y se recargó en ésta, sólo un poco: para apaciguar el dolor, siendo algo imposible, pero al menos sentía que cuando estaba cerca de él, podía volar alto.
Eso quizás no era normal.
Tobio por poco perdió el control, sólo por unos cuantos segundos, recuperándolo por su destreza en la percepción del espacio antes de que Hinata se diera cuenta. Tuvo que morderse los labios en ese breve segundo, porque el calor llenando su cara a pesar de que sus cuerpos deberían de estar fríos por la lluvia lo hizo estremecer.
Debía de hacer plática o su comportamiento extraño sería descubierto al ser muy evidente.
—Creo que usaré esta escena para mi manga —susurró, lo suficientemente bajo para que sólo Hinata lo escuchara, aunque tampoco podía hacer mucho porque los vientos fuertes empezaron de pronto, golpeando su cuerpo de ambos y Kageyama tuvo que esforzarse para alzar la voz—. ¡Pero también me gustaría agregar al rival amoroso como un inicio, para darle más protagonismo!
—Buena idea, el drama atraerá a las masas. —Se carcajeó el pequeño chico, aferrándose todavía más al de ojos azules a y con el impulso del debate sobre sí mismo de ya no sólo agarrarse de Kageyama, si no que también se esforzó en rodearlo con sus brazos su abdomen: no podía evitar sentirse emocionado, ¡ayudaría a Hiiro-sensei por primera vez!, no importaba que fuera el idiota de Kageyama—. ¿Sabes? Si esto te sirve de algo, Hiiro-sensei... si yo fuera Dai y tú Hiroshi, sin duda me quedaría contigo. Porque si se va a imitar esta escena, no creo que Dai sea tan tonto como para fijarse en alguien más —afirmó sin pensarlo dos veces, con la tranquilidad al borde y amando sin querer la extraña posición en la que había caído con Kageyama.
Lo peor era que tanto Shoyo como Tobio no entendieron lo que había pasado, pero quizás una parte dentro de sus pechos sí lo hacía.
—Tomaré en consideración tu consejo, aunque sea de parte tuya —agradeció a su manera.
—¡Oye, tú-...! —Hinata ya estaba por gritar indignado y molesto, antes de guardar silencio por la voz ajena volviendo a hablar.
—Por cierto, acabo de recordar que no tengo futón para invitados...
—¿Qué-...? ¡Ahhh! —exclamó con dolor, cuando recibió otro golpe en el trasero porque la bicicleta pasó por un tope.
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