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Capítulo 8

Capítulo 8

Christopher:

El domingo mi padre me dio la tarde libre en su totalidad, lo que implicaba que nada de trabajo y nada de estudios. Como hacía un buen día, salí a perderme por la espesura del bosque. Ensillé a Emperador, aquel mustang de pelaje castaño que mis padres me habían regalado años atrás cuando me gradué del colegio con honores, y salí a despejarme tras una semana llena de quehaceres. Mientras me perdía y dejaba que el caballo caminara a sus anchas, admiré la belleza de los árboles y de cada paraje. El bosque de los Vanir era frondoso y estaba cubierto de vegetación. Lo conocía como la palma de mi mano. En el oeste había un río cuyas aguas cristalinas desembocaban en una laguna situada al sureste. En el suroeste había un paraje cuya maleza era tan espesa que era infranqueable. En el noreste estaba aquel pequeño claro en el que tantas horas me había pasado y fue allí a donde me dirigí.

El sol del día se quedaba oculto entre tanta vegetación y como a la sombra uno se quedaba frío había llevado conmigo un abrigo. Sorteé un árbol caído y puse a galopar a mi pequeño, disfrutando de la velocidad y aquella sensación de libertad absoluta. Ya ni me acordaba de lo que era no tener que pensar en nada, solo en mí mismo. ¿Hacía cuánto no salía a montar? Creo que desde antes de que me fuera de viaje semanas atrás.

Casi una hora después, acabé recostado contra el tronco de un árbol que había en el pequeño claro al que solía escaparme. Mientras Emperador pastaba y bebía agua del arroyo, decidí relajarme; tomé el libro que estaba leyendo y devoré sus páginas hasta el cansancio, hasta que pasado un tiempo mi teléfono vibró, señal de que había recibido un mensaje de texto.

No lo cogí hasta que el pitido incesante y molesto se hizo más intenso. Uf, ¿quién estaría conectado un domingo por la tarde?

De manera distraída coloqué mi huella dactilar y esperé a que el aparato se desbloqueara. Tenía muchísimos mensajes del grupo en el que estaba con Nick y Blake, y, curioso, me metí para saber qué había pasado.

<<¿Os habéis enterado de lo que ha ocurrido?>>, preguntaba Blake.

<<No, ¿qué has visto?>>, le había escrito Nick en respuesta.

Blake mandó un vídeo de una mujer corriendo despavorida. A pesar de tener el rostro cubierto entre sus manos supe de quién se trataba antes de que se la enfocara mejor. Amberly. Enseguida me puse en alerta.

La conversación entre mis dos amigos continuaba.

<<Amanda, Lena y Bariel se han limitado a molestarla y a soltar mentiras sobre ella. Ha salido corriendo como si la persiguieran y no sé dónde se ha metido. Su jefa la ha estado buscando y llamando sin éxito>>, nos explicó Blake.

<<Se han pasado de la raya>>, expuso Nick y adjuntó el emoticono iracundo.

<<Christopher, ¿podrías conectarte, por favor? Creo que la situación con Amberly se está pasando de castaño oscuro. Hay que intervenir.>>

Tecleé con rapidez con el corazón en un puño. No me podía creer que la atosigaran a cada rato libre que tenían y que no dejaran que tuviera ni un solo minuto de descanso. Nadie se merecía un trato así, menos ella. ¡Vamos! Si era la persona más bondadosa que había conocido en mi vida. Solo había que verla en clase y en su puesto de trabajo, sonriendo pese a todo. Era una luchadora, una guerrera.

<<Con respecto a eso...>> y les narré con todo lujo de detalles lo que había pasado la tarde anterior. Confiaba plenamente en ellos dos y, por eso, hacía años que les había confiado mi pequeño secreto. ¿Cómo sino me habría escaqueado de alguna que otra reunión? Gracias a ese par había podido asistir a aquel taller que tanto me gustaba y, lo que es lo mejor de todo, habían aceptado sin pestañear que el futuro rey tuviera un hobbie tan banal como ese. <<¿Os importa que la lleve a nuestra mesa?>>, acabé redactando.

Pasaron unos cuantos minutos en silencio, sin que ese tic azul se moviera y cuando pensé que ya ninguno respondería, recibí la respuesta de Nick: <<Principito, ya sabes que yo no tengo nada en contra de ella, así que por mí que venga. Lo que temo es que Cedric, Kendall y las chicas aprovechen la oportunidad para no dejarla tranquila. Ya sabes lo venenosas que son.>>

Era cierto. Vaya, ¿cómo no había caído en eso?

<<No quiero que sufra más acoso.>>

<<Mientras estemos nosotros tres, haremos todo lo que esté en nuestras manos para frenar la situación. Te lo prometemos>>, escribió Blake. <<Además, la prefiero a ella que a la cabeza hueca de Amanda.>>

Sonreí a la pantalla. A mí me pasaba igual. Por fin alguien que me comprendía.

<<Si tanto te importa acercarte a ella, ¿por qué no simplemente planeas una salida? Últimamente no dejas de mirarla y sé cuándo una mujer ha despertado tu curiosidad>>. Maldije por lo bajo. Nick me conocía tan bien. Volví a jurar cuando segundos después añadió el emoji de la sonrisa pervertida.

<<¡Nicholas!>>

<<¿Qué? No he dicho nada que no sea cierto.>>

<<Tiene razón: llevas una buena temporada quedándote embobado cuando la ves y siempre la tratas bien cuando el resto no lo hace>>, añadió Blake.

<<Porque no es lógico el comportamiento que tienen con ella. ¿O acaso os da igual todo lo que tiene que soportar? Decidme que no soy el único con dos dedos de frente>>, me defendí.

Cansado de a dónde irían los tiros, decidí salir del chat y desconectar el teléfono. Sin embargo, su nombre brilló con intensidad en la pantalla, llamándome, y al final no pude resistir la tentación de enviarle un mensaje.

<<Amberly, me han contado lo que ha sucedido. ¿Estás bien?>>

No recibí una respuesta inmediata, lo que me pareció que tenía mucho sentido. Seguro que había apagado el teléfono o quitado los datos del móvil para que nadie la molestara; era algo que yo haría si no quería que nadie me encontrara.

Un ave mucho más grande de las que estaba acostumbrado a ver ocultó por unos nanosegundos el sol. Desde donde estaba, pude distinguir unas plumas blancas e impolutas, enormes. ¿Qué clase de pájaro sería? No era de los que estaba acostumbrado a ver en el reino, eso estaba más que claro. La perdí de vista en nada y volví a lo mío sin dejar de sentir esa sensación en el pecho de que algo no marcha bien, ese instinto que me instaba a hacer algo.

Una vibración me hizo dar un ligero sobresalto. Había dejado el aparato electrónico en mi mano sin enterarme y eso sumado a que me había vuelto a evadir me dieron el susto del día. Aunque cuando abrí el mensaje, vi que se trataba de ella.

<<Todo bien. No te preocupes.>>

Arrugué el morro, no muy contento con su respuesta. No parecía que estuviera bien.

<<Hablo en serio. Si necesitas hablar con alguien, aquí tienes a un amigo dispuesto a escucharte.>>

<<Gracias, pero no quiero que te relacionen conmigo y que tengas problemas por eso.>>

¿En serio? ¿Habíamos dado un paso hacia atrás en apenas veinticuatro horas? Fantástico, con lo que me había costado acercarme.

<<¿Cuántas veces debo decirte que me da igual lo que piensen? Eres una chica encantadora y ellos, unos idiotas por no querer estar a tu lado. Espero que algún día se den cuenta de lo que se han perdido.>>

Todo lo que le escribía iba en serio. Amberly era con creces la mujer más auténtica que había conocido en el reino. No iba de falsa y parecía tan sencilla y buena persona. Las veces que la había visto en acción había defendido a un compañero que estaba sufriendo las burlas de nuestros compañeros por ser un becado, un chico de la clase baja a quien se le había dado la oportunidad de tener una buena educación.

<<¿Siempre eres así de cansino?>>

Sonreí de lado a pesar de que ella no pudiera verme.

<<Es parte de mis muchos encantos, preciosa.>>

Su respuesta fue el emoticono de los ojos en blanco seguido de un silencio. Oh, no. Yo quería seguir charlando con ella.

<<¿Estás molesta?>>

<<¿Contigo? No. ¿Con el mundo? Sí>>, redactó.

<<¿Quieres hablarlo? Mira voy a llamarte>>.

Ni siquiera le di tiempo para que me escribiera una respuesta, puesto que como si hubiera marcado su número de teléfono en contadas ocasiones, empecé a deslizar mis dedos por la pantalla. Si bien no contestó al primer tono, algo en mi interior se removió cuando cogió la llamada.

—No hacía falta que llamaras —fue lo primero que salió de sus labios, seguido de un pequeño suspiro. La noté apagada y triste tras ese tono desenfadado que aparentaba tener.

—Quería saber cómo estabas.

Escuché un resoplido desde el otro lado de la linea.

—Estoy bien.

Sonaba forzada y muy falso.

—¿Te han dicho alguna vez que se pilla antes a un mentiroso que a un cojo?

—No te estoy mintiendo.

—Ah, ¿no?

—Qué pesado que eres.

—Mira, sé por experiencia que cuando una mujer dice que está bien con ese tonito está a punto de desatarse la próxima Guerra Mundial. Lo he aprendido de Star, mi hermana pequeña. Sus no pasa nada son un mundo entero. Así que, venga, desembucha: ¿cómo te sientes?

Soltó otro bufido y una maldición por lo bajo.

—¿Por qué te importa tanto saberlo?

—Porque eres mi amiga y me importas.

Un silencio ensordecedor inundó la linea y, por un segundo, pensé que había colgado. Fue su respiración pausada la que me hizo ver que en realidad seguía conmigo. Menos mal. Me gustaba charlar con ella, escuchar su voz.

—Hasta que te des cuenta de lo aburrida y rara que soy y dejes de querer que seamos amigos. Solo es cuestión de tiempo —sentenció tras pasarse casi un minuto callada.

—Tonterías. Todos tenemos manías, pero eso no nos hace raros. Cada uno es único en su especie. A mí, por ejemplo, me gusta aprender cosas nuevas y cada vez que tengo la oportunidad intento leer libros al respecto. ¿Eso me convierte en un empollón? No, ni de coña. ¿Qué hay de malo en que tengas peso de más? Lo importante es quién seas y si las personas no son capaces de ver lo maravillosa que eres, es que son unos tontos y no merecen ni que les prestes la más mínima atención.

—No es eso... ¡Nadie entiende por lo que tengo que pasar! —exclamó. Su estallido me pillo por sorpresa y, aun así, me mantuve atento a sus palabras—. Es duro sentirse solo en un planeta repleto de millones de personas. Siento que nadie jamás comprenderá... lo difícil que es verse diferente y no encajar.

Empecé a juguetear con una brizna de hierba con aire distraído mientras la escuchaba.

—Te entiendo. A veces me siento tan fuera de lugar cuando estoy en palacio. En las fiestas que mamá organiza siento que todo es solo un montaje y que en realidad a nadie le interesa quién sea yo, solo les interesa la corona y poco más, y no el hombre que hay detrás de ella. —Ni siquiera sabía por qué le estaba contando algo tan personal y estaba seguro que aquello le parecería una tontería monumental.

—Vaya, lo siento. Pensaba que los principitos lo tenían todo mucho más sencillo —se burló ella—. Ya sabes, todo el mundo a tu alrededor deseando ser tu amigo, chicas locas por que les prestes atención...

Solté una carcajada. Me encantaba que fuera así de sincera. Hablar con Amberly era tan fácil; sentiía que no debía actuar y que podía dejar de lado aquel perfeccionismo que me veía obligado a mostrar de cara al público. Por primera vez en mucho tiempo alguien me trataba como una persona común y corriente, no como alguien que en unos meses heredaría el trono de un reino naciente.

—No te olvides de los lujos y la vida en palacio, de los fotógrafos y de los estirado.

—¡Vaya! ¿Cómo he podido olvidarme de ellos?

Ambos reímos a la par, aliviados. ¿Por qué me era tan fácil entablar una conversación con Amberly? Había visto una parte de mí, aquella más vulnerable, y no le había escandalizado ni le había parecido una tontería. Además, no se lo había dicho a nadie ni había corrido a la prensa a soltarle la bomba. Os sorprendería la cantidad de veces que había tenido que medir mis palabras cuando estaba con Kendall y Cedric.

—¿Sabes? Me gusta hablar contigo —confesé tras varios minutos de silencio.

Ella se quedó callada, quizás no sabiendo qué decir.

—Me lo dicen muy a menudo —ironizó.

—Lo digo en serio. —No mentía. Con ella me sentía muy a gusto y para nada el príncipe de un país, sin responsabilidades y sin obligaciones, solo Christopher—. ¿Te encuentras mejor?

—Sí, gracias. —Hizo una breve pausa antes de volver a hablar—. ¿En serio te interesa ser mi amigo? ¿Qué tengo yo que no tenga el resto?

<<Cerebro y encanto>>, pensé pero no lo dije.

—Me pareces una chica muy interesante y divertida. Además, les caes muy bien a Nicholas y a Blake, y esos dos son duros de roer.

—Sí, claro.

—Que sí, mujer. He hablado con ellos sobre ti y...

Un gritito agudo salió de su garganta y por unos instantes creí que iba a quedarme sordo.

—¡Les has hablado de mí! ¿Por qué?

Su reacción fue tan natural que me sacó una sonrisa. La evoqué dando vueltas como un tiovivo y mordisqueándose aquellos labios rosados tan apetecibles.

—Ya sabes, cosas de chicos —intenté picarla yo.

Soltó un resoplido sonoro.

—Cosas de chicos —refunfuñó, pero no agregó nada más.

No sé cuánto tiempo pasé hablando con ella, solo sé que para cuando quise darme cuenta de ello me quedaba un cinco por ciento de batería. Muy a mi pesar, tuve que despedirme y colgar el teléfono, con lo a gusto que me había sentido hablando sobre banalidades y tonterías. Casi todas las chicas con las que había podido socializar intentaban con todas su fuerzas mostrarse interesantes e inteligentes, forzaban la situación y eso a mí no me atraía para nada. Quería que surgiera solo, que no fuera obligado. Me gustaría encontrar a esa mujer que hiciera que mi vida diera un vuelco, cuya mirada me robara el aire de los pulmones.

Amberly era la mujer más interesante que había conocido.

. . .

De vuelta a casa decidí tomar un desvío. Llegué a aquel páramo imperturbable y dejé que mi caballo andara a sus aires mientras disfrutaba de la buena tarde que hacía. El verde del follaje se mezclaba con el marrón y el color amarillento de las hojas. Parecía sacado de un cuento de hadas, más al ver cómo sobresalía el palacio a lo lejos. Era una imagen magnífica.

En un momento dado me di cuenta de que había un pequeño hueco rocoso, como una cueva, entre la maleza y puede que fuera mi instinto o un simple presentimiento tonto, pero algo me empujó a que lo investigara. Era una idea alocada teniendo en cuenta que apenas tenía batería en el teléfono y que igual no llegaba a ninguna parte. Mas algo en mi interior me gritaba que fuera, que allí descubriría algo.

Así que me bajé del caballo, amarré las riendas a un tronco grueso y me puse a investigar. Tanteé la pequeña gruta y, al ver que cabía y que no había ningún peligro, me adentré. Encendí la linterna del móvil para librarme de esa oscuridad asfixiante. A medida que fui avanzando, más se iba ensanchando y más espacio tenía para caminar. No sabría deciros el tiempo que estuve metido allí adentro, solo sé que tras estar a punto de resbalar, tomé una curva y, a lo lejos, empecé a distinguir una tenue luz.

Al llegar a ella, comprobé con asombro que aquel túnel conectaba el lugar que estaba al otro lado de toda la maleza con el resto del bosque. Cuando mis ojos se acostumbraron a la luz, me fijé en que había un claro oculto, lleno de flores y colores vivos que invitaban a relajarte y a dejar correr el tiempo. En el centro, coronándolo, había un lago de aguas cristalinas cuya cascada burbujeaba al otro lado.

Mas lo que más me llamó la atención fue aquella criatura alada que vi justo en el bordillo. De pelo castaño lleno de tirabuzones que bailaban a su alrededor, largo y sedoso, y con dos grandes alas de apariencia esponjosa, se hallaba el ser más magnífico que había visto en mi vida. Miraba su reflejo en el lago.

Me acerqué un par de pasos, sigiloso y sin querer espantarlo. Pude ver cómo su cuerpo se reflejaba y verifiqué que se trataba de una hembra al ver el bulto prominente de sus pechos. Di otro paso más y, sin querer, pisé una rama con tan mala suerte que alzó la cabeza con brusquedad en un acto reflejo y se puso en alerta. Batió y batió sus alas y, antes de que comenzara el vuelo, grité:

—¡No! ¡Espera!

Pero fue en vano. Vi cómo se alejaba volando con elegancia, con el pelo al aire. Ni siquiera pude verle el rostro.

Una punzada de decepción mezclada con la curiosidad me recorrió el pecho. ¿Qué diablos era eso? Estaba sorprendido, pues nunca antes había visto a un ser tan bello. Aquellas alas elegantes como un cisne y su manera de moverlas. ¡Dios mío! Quería saber qué era y si vivía entre nosotros porque... porque cabía la remota posibilidad de que formara parte de la sociedad.

Me dejé caer justo en el mismo punto en el que había estado ella mirando su reflejo. Quería... no, deseaba encontrarla. Mientras veía cómo marchaba por el cielo comprobé que el ave que había jurado ver días atrás había sido ella, igual que el de esa misma tarde.

Me levanté, determinado a indagar más en el tema y, antes de marcharme, encontré una pluma blanca brillante en el suelo. La recogí del suelo y la acaricié. Tal y como pensaba, era muy suave al tacto. Sin pensármelo dos veces, la guardé en mi chaqueta y emprendí el viaje de vuelta no sin antes prometerme que descubriría quién era ella.

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Nota de autora:

¡Feliz viernes, mis queridos lectores!

¿Cómo lleváis la cuarentena? Yo ya la veo más llevadera. He descubierto dos juegos muy buenos para la tablet o el móvil. Se llaman Werewolf online y Pinturillo 2. Os los recomiendo y ambos permiten modalidad multijugador.

Aquí tenéis un nuevo capítulo de esta maravillosa historia. ¿Qué os ha parecido? Repasemos:

1. Tarde libre para Christopher.

2. El incidente.

3. Charla con Amberly.

4. El descubrimiento de la gruta.

5. Christopher llega al claro secreto de Amberly.

6. ¡Christopher ve a Amberly!

7. La pluma.

Espero que el capítulo os haya gustado. ¡Nos vemos el lunes con más y mejor! Gracias por leer esta novela. Os quiero. Besos.

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