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Capítulo 30

Capítulo 30

Christopher:

Me había quedado de piedra al escucharlo. Había más personas como ella, ¡las había! Si bien eso era algo que ya sabíamos, me seguía impactando la idea de que hubiera más gente con su misma anomalía genética.

La miré. La noticia la había dejado impactada en el sitio. Sus manos estaban temblando y, aunque no pude verle el rostro debido a que estaba detrás, supe que estaría apretando los labios y frunciendo el ceño.

—¿Cómo? —musitó con la voz unos tonos por encima del habitual.

—Lo que has oído. ¿Podríamos hablar en privado? He hecho un viaje largo buscándola.

Pero Amberly negó con la cabeza.

—Lo siento, pero ahora no puedo. ¿Podría esperar al menos hora y media? Es cuando acaba mi turno. Le prometo que hablaremos.

—Está bien.

Me acompañó hasta mi mesa, aunque se paró a unos metros. De manera discreta, coloqué las manos en sus mejillas y comprobé que estaba bien. La noticia le había afectado, pues se veía más nerviosa e inquieta. La comprendía: yo también quería saber sobre qué clase de cosas querría hablarse aquel extraño.

—Eh, todo saldrá bien, te lo prometo. Estaré a tu lado en todo momento.

—¿Me lo prometes? No sé si seré capaz de afrontarlo sola.

Esbocé una pequeña sonrisa y le di un beso en la mejilla.

—Por supuesto.

Regresé con mis amigos y, en cuanto me vieron, empezaron a reírse en mi cara. Como aún no había asimilado lo ocurrido, me costó entender por qué se estaban tronchando de mí. Me apostaba todo lo que tenía a que tenía una pinta horrible tras haber besado a Amberly sin descanso.

—Parece que nuestro principito se lo ha pasado bien con la señorita Tyson, ¿no crees, compañero?

—Confirmo. Solo espero que hayan actuado con cabeza y, al menos, no habérselo montado en el almacén. ¿Te lo imaginas? Sería toda una aventura que contarles a los nietos.

La madre superiora.

—¿Por qué tienes la ropa tan arrugada?

—Parece que alguien se lo ha pasado muy bien con cierta mujercita.

Ambos sonreían de manera endemoniada mientras clavaban la vista en la responsable de que mi corazón latiera con más fuerza y de que me pasara los días en la Luna pensando en ella y en las mil maneras de complacerla.

—No seáis unos idiotas. Dejad de mirarla, por favor. A ver si la vais a espantar —los regañé.

En el instante en el que posé mis ojos en su figura, no pude despegarlos. Si bien sus bonitas curvas estaban ocultas bajo las capas de ropa y plumas que llevaba, se veía hermosa. Pese a lo que acababa de suceder, parecía que se había recuperado y ahora trabajaba con ahínco, tratando a los clientes con esa amabilidad y esa sonrisa tan genuina que la caracterizaba. No sabía cuán orgulloso estaba de ella, de lo madura que estaba actuando y de cómo no sucumbía al impulso y a la curiosidad que, estaba seguro, se habían instalado en su interior cuando el hombre le había soltado aquella bomba.

—¡Oh, no! —exclamó Nick fingiendo horror. Era el peor actor que había visto en la vida—. Mira la que hemos liado. Seguro que ahora está fantaseando con ella y en las mil maneras de desnudarla.

—Tío, eres un puto pervertido.

Ensanchó su sonrisa.

—No lo has negado. No me extrañaría: esa mujer está hecha para ti y se nota que está loca por tus huesos.

—El sentimiento es mutuo. Me tiene tan enamorado que a veces me asusta. ¿Y si un día me despierto y no está, tal y como ya ha pasado? Temo que todo sea parte de un delirio.

Amberly nos sirvió lo que habíamos pedido sin perder la sonrisa. Le guiñé el ojo con descaro y admiré el punto exacto en el que se empezó a ruborizar. Me encantaba ver sus mejillas teñidas de rosa porque la hacía verse adorable e inocente, y ambos sabíamos que de inocente no le quedaba nada.

Cuando se retiró, reanudamos la conversación.

—No seas tonto, no pienses esas cosas. Está claro que sería incapaz de alejarse de ti, no de nuevo —intentó tranquilizarme Nick. Le dio un sorbo al batido que había pedido.

Removí el mocaccino con la cuchara, no muy convencido. Ya había desaparecido una vez, tras la muerte de su abuela; temía que lo volviera a hacer, pues no estaba seguro de si sería capaz de volver a pasar por una situación así. Aquellos días sin saber su paradero ni siquiera si estaba bien me consumieron lentamente. Me sentí tan perdido que temía que un día echara a volar y la perdiera para siempre. Me asustaba lo que el forastero tuviera que decirle. Ambos poseían la misma anomalía, eran iguales, y estaba claro que él le daría las respuestas que ella estaba buscando. ¿Y si decidía que quería irse, que quería explorar su genética y conocer a más personas como ella? No podía retenerla, no si lo que más ansiaba era estar con gente de su especie.

—Además, el pueblo la adora. ¿Has leído las revistas? —añadió Blake dándole un trago a su café solo.

—¡Qué va! He estado tan ocupado que ni las he mirado, ni la televisión. He pasado un poco.

Ambos movieron las cejas arriba y abajo de manera sugerente y volvieron a sonreírme con picardía.

—Así que ocupado, eh. ¿No será que has pasado con Amberly todo el tiempo libre que tienes?

—Seguro que se dan besitos y arrumacos de esos que a uno le suben el nivel de azúcar en la sangre. —Blake hizo morritos.

Quise darles una toba, pero no pude. Odiaba tener que seguir toda esa mierda de las normas de etiqueta y protocolo cuando estaba en público, pero no me quedaba otra opción que acatar las leyes que se me habían impuesto cuando era solo un crío.

—¿Eso que noto son celos, amigo? —me burlé—. Sé que llevas mucho tiempo solo, pero, por favor, no lo pagues conmigo.

Me encantaba pasar ratos así de relajados con mis dos mejores amigos, en quienes podía confiar al cien por cien. Eran los únicos a los que acudía cuando tenía un problema de los grandes.

—En serio, creo que deberías leer la prensa. El pueblo la adora y la venera ya como si fuera su futura reina.

—Es que lo es, lo será. Os juro que nunca antes había sentido algo tan profundo por una mujer.

—Eso se llama amor.

Nick había dado en el clavo. Estaba claro que aquel torrente de emociones que me embargaban cuando estaba a su lado, cuando la acariciaba o la besaba, no era un simple capricho. Amberly era la definitiva, lo sentía en lo más profundo de mi ser.

—¿Dónde puedo leer esos artículos? Siento curiosidad de saber qué dicen.

Nick sacó su teléfono móvil, tecleó algo y me lo pasó. En la pantalla se veía en grande el título de la revista digital que era y justo debajo, un poco más pequeño, estaba escrito: "Amberly Tyson, de hija de un ministro a reina de Ahrima".

Le cogí el aparato y devoré aquel artículo en cuestión de minutos. Decía:

"Todos conocemos a nuestro aclamado príncipe Christopher Frederick Rosenzberg y todas las hazañas que ha hecho por nosotros en todos los años que lleva ayudando a su padre a dirigir el reino, pero pocos conocen a la misteriosa Amberly Tyson, la mujer que le ha robado el corazón al heredero.

Nacida en Chicago, Estados Unidos, es la hija mayor del Ministro de Ciencia e Innovación, Gideon Tyson, y de Grace Tyson. Gracias a que a su padre le habían ofrecido un mejor puesto de trabajo, la familia decidió mudarse aquí el año pasado. Estudia en la Universidad Privada de Allura, en la misma carrera que Christopher. Si bien se llevan apenas dos años de diferencia, recordemos que el príncipe está acabando el Máster y que por eso comparte asignaturas con ella. Trabaja en una cafetería del centro, Phoebe's, y últimamente pasa mucho tiempo en palacio. Muchas de nuestras fuentes aseguran que durante las últimas semanas ha estado viviendo con su abuela tras haber empeorado de salud, quien hace poco más de una semana falleció por causas naturales.

Me siento en la obligación de recordarle que Amberly y la señora Young, la señora que ha salido en las noticias por haberse descubierto que poseía alas, son parientes muy cercanos, abuela y nieta. Este reportero sospecha que nuestra futura soberana puede tenerlas también o puede ser portadora de esta extraña rareza de la que desconocemos.

Estos días la hemos estado observando con detenimiento, cada comportamiento y salida, y hemos llegado a la conclusión de que es una muchacha transparente y muy alegre. Visita una vez por semana o cada dos un pequeño taller destartalado al que, al parecer, acudía su abuela y se la ha visto muy interesada en la fotografía. En sus ratos libres la hemos podido ver fotografiando y una fuente muy cercana a ella nos ha dicho que a esta futura princesita no le importa mancharse las manos de harina si con ello como resultado obtiene un dulce esponjoso y delicioso.

A pesar de que apenas la conocemos, el pueblo la adora y ya la ve como una buena candidata. Esperamos desde la redacción que su relación sea dichosa y deseamos que el príncipe haya dado con la indicada de una ve por todas y así Ahrima pueda tener ya a su gobernadora.

Seguiremos informándoles al respecto. Esperamos que el artículo haya sido de su interés."

Mierda. Suponía que tarde o temprano las personas empezarían a preguntarse al respecto, pero en mi fuero interno deseaba que fuera más tarde que temprano.

Había más artículos así, en los que se resaltaban las cualidades de aquella mujer y sus gustos. Ninguno más mencionaba la posibilidad de las alas y ansiaba que muy pocas personas hubieran leído aquel diario por el bien de los dos. Bastante tenía que soportar el haberla expuesto de aquella manera tan brusca, pues odiaba ser el causante de sus problemas.

—Parece que hay algo que no te ha gustado —observó Blake posando sus ojos sobre mí—. No debes preocuparte: todo saldrá bien. El pueblo la adora, tío; creen que has hecho una buen elección.

—Es una buena chica y estoy seguro de que haréis grandes cosas juntos de terminar siendo la definitiva. Solo hay que ver las miraditas que te está lanzado desde la otra punta del local sin que te des cuenta.

Las palabras de Nick me hicieron escanear aquel lugar hasta que caí en aquella preciosidad. Sus ojos estaban puestos sobre los míos y en cuanto ambos estuvieron conectados sentí que, durante al menos una eternidad, todo a nuestro alrededor se detenía y solo quedábamos nosotros. Fui plenamente consciente cuando sus labios se curvaron en una gran sonrisa y cómo sus mejillas comenzaron a incendiarse. Estaba tan guapa y me moría por besarla de nuevo, por saborearla hasta la saciedad. Se había vuelto mi sabor favorito.

Alguien chasqueó los dedos delante de mis narices. Parpadeé. Tanto Nick como Blake se estaban riendo de mí, condenados.

—¿Quieres dejar de mirarla como un baboso y hacernos caso? Me siento como si fuéramos unos sujetavelas —se quejó Nick haciendo el gesto.

Le eché un último y ligero repaso antes de centrarme de nuevo en ellos.

—No es mi culpa que me apetezca más estar con ella que con vosotros dos. Sois demasiado sosos —los piqué.

—Sí, claro. Y yo soy el dueño de una multinacional —soltó sarcástico Nick.

—Sabes que sin nosotros te aburrirías como un muermo. ¿Quién te llevaría por el lado oscuro de la vida? ¿No recuerdas, acaso, la vez en la que nos saltamos las clases del instituto para que pudieras pasear por el centro comercial de incógnito?

Eso era cierto. Hacía años, cuando estaba a un par de años de acabar el instituto, me encapriché con que quería pasar un día normal con mis mejores amigos y, por ello, estuve más de una semana rogándoles por que fueran mis cómplices. Fue muy sencillo convencer a Blake, pero me lo tuve que currar mucho con Nick, pues en aquella época pasaba por su fase de empollón cerebrito y creía que al saltarse una clase sus notas se verían notoriamente afectadas.

—Te recuerdo que estuvimos a esto de que nos pillaran. —Nick acercó sus dedos índice y gordo dejando una pequeña franja de espacio.

También era cierto. Al llegar al centro comercial, pudimos pasearnos con libertad y, si bien al principio nadie me reconoció con la gorra y las gafas de sol, pronto una mujer se percató de quién era y en segundos se corrió la voz. Tuvimos que salir corriendo y escondernos para que no nos pillaran. Por suerte, la prensa no se enteró, pero sí mis padres y me cayó la bronca del milenio. Aunque a día de hoy siento que todo mereció la pena, pues gracias a ellos pude ser un chico normal durante unas horas.

Entre anécdotas y estudios pasamos la tarde hasta que pronto llegó la hora de marcharse. Alexa, mi guardaespaldas, que estaba a unas mesas de distancia, pidió la cuenta en cuanto nos vio hacerlo a nosotros y se levantó cuando nos vio hacer lo mismo. Esperé a que Amberly saliera por la puerta del servicio para unirme a ella. En cuanto vi al hombre misterioso de nuevo acercándose a ella, lo imité y, aprovechando que el callejón nos ocultaba de las miradas curiosas, le di un pequeño beso.

—¿Qué tal la jornada?

—Algo dura. Me ha empezado a doler la espalda hace media hora más o menos y no sé si es porque me colocado mal las alas o porque estoy agotada.

La acerqué a mí y le susurré en el oído:

—¿Quieres que te dé un masaje esta noche? Podrías recompensarme con tus besos después.

Me dio un golpe en el hombro.

—Solo quieres aprovecharte de mí.

Sabía que estaba de broma y que mi comentario no la había molestado.

—Me has pillado. —Alcé las manos y sonreí como un niño bueno—. Solo quería manosearte.

—Serás...

Salimos del callejón el uno casi pegado al otro. Debido a las normas de etiqueta, no me estaba permitido tomarle la mano a mi pareja en público, cosa que ahora que lo pienso me parece absurda. La iba a llevar a casa —a palacio. Desde que había muerto Dolly se había visto incapaz de volver a dormir allí y, como no quería volver a casa de sus padres, habíamos decidido que lo mejor para los dos sería que se quedara en el palacio—, pero una figura salió de entre las sombras: era el mismo hombre de antes.

—¿Podríamos hablar ahora? Es urgente y no he perdido más de dos horas de mi tiempo en balde.

—Está bien, señor... —Amberly alargó esa última palabra en busca de que le dijera cómo se llamaba.

Aquel hombre le tendió la mano.

—Me llamo Gerard Dalca.

—Encantada de conocerlo, señor Dalca —comentó tan social como siempre ella. Ambos se dieron un buen apretón de manos.

—Llámame Gerard, mujer. —Aquel hombre sonrió y, con eso, sus rasgos se rejuvenecieron.

—Está bien.

—Christopher Rosenzberg —me presenté un poco seco, dándole también un apretón de manos. Si bien no era lo habitual, parecía que el extranjero no estaba muy puesto en esas cosas.

—Sé quién eres. Salías en todas las revistas y periódicos del mundo como el soltero más codiciando hasta que decidiste, por fin, sentar cabeza; aunque no me extraña que lo hicieras. Es una dama muy hermosa y espero que la cuides como si fuera tu mayor tesoro.

—Lo haré, ya lo hago.

—¿Podríamos hablar los tres en privado? Tengo diversas cuestiones que discutir con Amberly Tyson.

—Por supuesto. ¿Por qué no vamos a mi casa? Estoy segura de que allí podremos charlar con tranquilidad.

Sabía que Amberly se estaba refiriendo a la casa de su abuela y no a la de sus padres. Creo que la consideraba más su hogar que la otra, en donde habitaban unos seres repugnantes que no hacían otra cosa que dañarla y hacerla sufrir. Si de algo me alegraba era de que ya no tuviera que volver allí, que ya no se viera obligada a sufrir las palizas de su padre.

—Está bien —dije—. Le diré a Alexa que nos lleve.

—Alexa es su guardaespaldas personal —le explicó Amberly a nuestro nuevo amigo—. Va de machito por la vida, pero después si intentan darle un golpe lo tiene que defender una mujer.

Sabía que estaba bromeando y que solo quería sacarme de quicio. La conocía muy bien para saber que no lo decía en serio.

Gerard rió mientras esperábamos a que mi guardaespaldas se uniera a nosotros, cosa que tardó muy poco. Se sentó en su lugar no sin antes abrirnos la puerta con cortesía. Tras darle la dirección, nos llevó hasta aquel barrio que había acabado conociendo como la palma de mi mano. Si bien los edificios estaban un poco descuidados, se respiraba un aire acogedor en el ambiente que ni siquiera una palacio cargado con todos los lujos podía superar.

Mi ángel fue la primera en entrar. Estaba nerviosa, pues me fijé en que le temblaban las manos cuando abría la puerta. Sabía que tenia muchas ganas de saber quién era en realidad aquel desconocido y qué quería de ella, por qué la buscaba.

Dejé que se pusieran cómodos en el salón y, mientras tanto, les preparé un poco de café. Era plenamente consciente de que los tres lo necesitábamos. Los escuché charlar con ánimo desde la cocina e incluso oí aquella risa musical que provocó un aleteo en mi corazón. Los dos habían congeniado muy bien y ella enseguida se había puesto a hablar con él como si en realidad se conocieran de toda la vida.

Cuando entré en la estancia cargando los cafés humeantes, escuché cómo Gerard le decía sin perder la sonrisa:

—El príncipe tiene suerte de tenerte. Se nota que estás destinada a ser una reina y que serás la mejor que el país podría tener.

Estaba de acuerdo con él. Había notado pequeños rasgos, detalles, que me hicieron pensar que sería una soberana estupenda. No solo era la mujer más guapa del reino, sino que también poseía el corazón más bondadoso; la había visto ayudar en todo lo que estuviera en sus manos si con eso conseguía hacerle feliz. No solo eso, pese a que sus notas al parecer no eran tan buenas como las de su hermana menor, poseía una inteligencia y un ingenio asombroso. La había visto resolver acertijos complejos en pocos minutos y dar respuestas y soluciones lógicas a problemas casi imposibles.

A veces me cuestionaba qué tan inteligente podría ser Amanda y si sus padres no comprarían acaso sus notas. En ningún momento me había dado la sensación de que fuera tan lista. Siempre pensaba en sí misma, en qué comprarse y derrochar todo el dinero que le daban sus padres, aquel que Amberly ni siquiera percibía por ser cómo era.

A pesar de haberse criado en un ambiente disfuncional, no se había rendido; había luchado por salir adelante. No solo tenía el porte, la elegancia y el espíritu de una princesa, sino que también era una guerrera, de esas que no temen ensuciarse si con ello logran su propósito.

—Soy el hombre más afortunado del mundo. A día de hoy no entiendo cómo semejante mujer puede estar con alguien tan simple como yo —comenté depositando al mismo tiempo las tazas en la mesa del pequeño comedor. Los dos estaban sentados el uno frente al otro. Me situé junto a ella.

Amberly colocó las manos entorno a su taza. Estaba seria y, por su respiración agitada, nerviosa.

—¿Por qué quiere hablar conmigo?

Gerard la miró largo y tendido en silencio. No sé por qué se estaba demorando tanto en darnos una respuesta; de lo único que era consciente era de cómo la curiosidad me estaba carcomiendo por dentro. ¿A qué narices habría venido?

—¿Podrías hablar de una vez? ¿No ves que solo estás empeorando las cosas quedándote callado? —espeté sin poder contenerme ya.

A aquel hombre pareció hacerle gracia mi pequeño estallido, ya que sus labios se curvaron en una sonrisa divertida.

—Veo que nuestra alteza real es un impaciente —se burló, en cambio.

—Cuando la situación lo requiere, sí. ¿No ves que está a punto de darle un ataque? Cuéntale ya por qué has venido.

Otro silencio ensordecedor inundó la estancia, solo roto por el claro tic-tac del reloj de la pared. Dios mío, su actitud me estaba irritando.

—¿Podrías... podrías decirme por qué me buscas? —le preguntó con un hilillo de voz.

La acerqué aún más a mí y le pasé una mano por los hombros en un claro intento de mostrarle que estaba de su lado, apoyándola en todo.

—Está bien, muchacha, te lo contaré. Verás, hace una o dos semanas salió una noticia impactante y muy irreal en las noticias de mi país: habían hallado a una mujer de casi noventa años muerta en su casa. Aquello no tenía nada de raro, pensé, y me pregunté por qué narices habían contado una noticia tan banal. Sin embargo, tremendo fue mi asombro cuando la reportera siguió contando la noticia y agregó que dicha mujer poseía alas. Se armó un gran revuelo y enseguida se organizaron bandos: los que pensaban que la notica era más falsa que los bulos sobre el coronavirus y los que creían que se trataba de algo real.

<<Como portador del gen, sabía que la noticia era cien por ciento cierta y, en parte, me sorprendió conocer más casos. Mi bisabuelo, de quien he heredado la anomalía, decía que si nosotros teníamos alas significaba que había más personas como nosotros aunque no los viéramos a simple vista.

<<Investigué quién era en vida la mujer de las noticias: su empleo, su familia, sus aficiones... hasta llegar a ti. Apenas había nada en el registro, solo un par de datos.

—Creía que esos datos eran confidenciales y que solo estaban al alcance de unos pocos —lo cortó Amberly.

Una sonrisa culpable se extendió por los rasgos llenos de madurez de nuestro invitado.

—Me has pillado. Hackeé el sistema para poder conseguir cada informe sobre su familia y adivina qué encontré. —Ella se encogió de hombros mientras que Gerard sacó una carpeta de su mochila—. Estos son los partes médicos que hay sobre ti. En Chicago acudiste a una doctora que era de los nuestros y que te dio remedios para los dolores propios de personas como nosotros, como lo son el crecimiento de las alas y esa pequeña enfermedad rara por la que pasaste cuando tenías doce años y de la que ningún médico sabía nada salvo tu doctora.

Abrió los ojos de par en par.

—¿Cómo sabes todo eso? ¿Qué clase de broma es esta? —Miró a un lado y a otro en busca de alguna cámara oculta.

—Te juro que no es ninguna broma. Todo los datos están aquí, en esta carpeta. —Le dio un par de golpes con la mano y la dejó sobre la mesa—. El punto es que gracias a esto he sabido que eres como yo y como tu abuela. Sé que tienes alas y que nadie salvo él lo sabe; de lo contrario no las ocultarías.

—Mi abuela decía que había más personas como nosotros, ocultas entre las demás.

—No cabe duda. Si al menos hubiera alguien que no se escondiera y que las mostrara, estoy seguro de que no tendrían tanto miedo del qué dirán, de lo que el resto pueda pensar de ello. Ya es hora de que el mundo conozca nuestra anomalía.

—Mis padres siempre han pensado que nadie la aceptará y que si no las escondía, las consecuencias iban a ser peores.

—Espero que no te sienta mal, Amberly, pero tus padres son unos necios.

—Son especialitos —añadí.

Gerard alternó la mirada entre ella y yo. No sabía qué estaba pensando, pero algo dentro de mí me dijo que estaba tramando algo y que solo buscaba a Amberly por un propósito. Y no me equivocaba.

—Al veros juntos se nota que estáis muy enamorados el uno del otro.

—La quiero —confesé con seguridad.

—Se nota.

Amberly giró la cabeza en mi dirección y me clavó esos ojos espectaculares que tenía, brillantes de la emoción.

—Yo también te quiero.

Si bien era algo que ya sabía, su confesión me dejó durante unos segundo KO. Sus palabras provocaron que un torbellino de emociones me recorriera desde la punta de los pies hasta la última hebra de cabello. ¿Cómo unas simples palabras podían hacerme tan feliz y sacarme la mayor de las sonrisas?

Estaba claro que estaba destinado a conocerla y a caer prendado de su belleza. ¿Quién en su sano juicio no se daba cuenta de lo especial que era?

Tal y como estaba, le robé un pequeño beso de los labios, la mar de contento. Ambos teníamos una gran sonrisa y esta convencido de que mis ojos chisporroteaban de la misma forma que lo hacían los de ella.

—¿Podéis dejar los momento de enamorados para otro momento, por favor? No quiero que me dé un subidón de azúcar ni diabetes.

Las palabras de Gerard nos devolvieron a la realidad. Fui consciente de cómo las mejillas de aquel ángel se fueron tiñendo de un rosa adorable. Balbuceó una disculpa muerta de la vergüenza, pero no dejé que se alejara de mí; quería aprovechar cada segundo de su tacto y degustar ese aroma tan cautivador que desprendía.

—¿Crees que el pueblo la aceptará cuando se muestre por fin cómo es? ¿Crees que si se convierte en su reina seguirán queriéndola pese a las alas? —me preguntó. Sus ojos  marrones se clavaron en los míos, serios. A mi lado, sentí cómo Amberly se tensaba. Aquella mirada ambarina se me quedó grabada en la memoria: ansiosa por saber qué opinaba al respecto, como si mis palabras dictaran sentencia.

—En mi opinión, la gente ya la adora y la ve como su futura soberana. No creo que cuando enseñe ese par de alas que me vuelven tan loco la marginen y dejen de quererla. ¿Se armará un revuelo? Sí, no lo dudo, pero las personas acabarán asimilándolo y verán lo que yo he visto en ella: una mujer valiente y fuerte, capaz de darlo todo y luchar por lo que le importa.

La siguiente pregunta me dejó bastante descolocado.

—¿Te casarías con ella?

Amberly abrió los ojos de par en par cuando escuchó aquellas palabras, pero enseguida volvió a centrarse en mí. Había una gota de esperanza en su mirada, como si temiera que la respuesta no fuera lo que esperaba, como si creyera que la iba a decepcionar.

Tragué saliva y, antes de volver a hablar, me aclaré la garganta.

—En el futuro no solo me imagino casado con ella, sino que fantaseo con la idea de formar una familia a su lado. Quiero tener hijos y envejecer juntos mientras manejamos el timón del reino. Sé que las responsabilidades que tendría a veces no son nada bonitas y que tendría que aprender todas las normas de protocolo y etiqueta en poco tiempo, pero si mi ángel está dispuesto a quererme pese a todo lo malo que conlleva la corona, toda la presión que tendrá que soportar, le prometo que me encargaré de hacerle la mujer más feliz del planeta y que la mimaré y cuidaré como nunca antes nadie lo ha hecho.

En todo mi discurso no aparté la vista de Amberly, cuyos ojos llenos de sorpresa se cristalizaron en algún punto.

—No entiendo por qué te interesa tanto —habló Amberly con la voz temblorosa, controlando toda la emoción que estaba sintiendo.

—Muy sencillo: si ella fuera la elegida y no se ocultara más, el pueblo la tomaría de ejemplo y no la considerarían un bicho raro. Además, las personas poseedoras del gen ya no se verían obligadas a esconderse y, por fin, podrían ser libres de una vez por todas.

Sus palabras tenían mucha lógica, pero solo había un problema: ¿estaría Amberly dispuesta a dar ese salto de fe y a mostrarse ante todos tal cual era?

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Nota de autora:

¡Feliz miércoles, mis queridos lectores!

¿Qué tal lleváis la semana? Yo he acabado de escribir No es un cuento de hadas y ando un poco triste, aunque pronto me pondré a planificar su secuela.

¿Qué os ha parecido el capítulo? Repasemos:

1. La reacción de Christopher.

2. Los amigos.

3. La prensa.

4. La conversación con Gerard.

5. Confesiones muy fuertes.

6. ¿Podrá Amberly mostrarse ante todos tal cual es?

Espero que el capítulo os haya gustado. ¡Nos vemos el sábado con más! Os quiero. Un besote.

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