Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 21

Capítulo 21

Amberly:

Madre mía. ¿En serio me estaban pasando todas esas cosas maravillosas a mí? Si bien solo nos habíamos besado, no podía dejar de pensar en eso. Me había aterrado que mi inexperiencia lo echara para atrás, pero a él no pareció importarle en absoluto.

Por desgracia, tuve que volver al mundo real demasiado pronto. Aquella tarde estuve atendiendo mesas y preparando pedidos sin parar hasta que casi a las siete localicé a mi hermana con las tontas de sus amigas en una mesa de mi sector. Algo dentro de mí se revolvió al ver a Amanda. Llevaba sin saber de ella desde el día en el que tuve la gran bronca con mis padres, cuando descubrieron que Christopher y yo éramos más que simples conocidos y compañeros de clase. Nunca antes había visto a papá tan enfadado y a mamá tan fuera de sí.

—Abby, necesito que vayas a la mesa número diez. Llevan casi diez minutos esperando —me pidió mi jefa. Era hora punta y el local estaba a rebosar de clientes.

—Entendido.

Cogí la libreta y me acerqué a la mesa en la que estaba ese grupito insoportable. Hablaban entre sí y, por ello, al principio ni siquiera fueron conscientes de que estaba allí. No fue hasta que carraspeé que todos los ojos se pusieron sobre mí. Al instante, como si mi presencia la molestara, Amanda arrugó el morro. Perfecto, a mí tampoco me caía bien.

—¿Qué van a tomar? —pregunté con educación.

Esos intentos de Barbie de silicona me dieron un gran repaso antes de que Amanda empezara a soltar sapos y culebras por la boca.

—No sé qué ha podido ver él en ti. Eres tan poca cosa que no me explico cómo ha podido suceder. Seguro que le has mentido.

Apreté con más fuerza la libreta.

—Si no van a tomar nada, les tengo que pedir amablemente que dejen la mesa libre para otro cliente —lo intenté de nuevo.

—No me puedo creer que esta sea la mujer misteriosa, la misma que fotografiaron y que ha salido en tantas revistas —articuló Gianina, aquella rubita de pelo liso e impecable.

—¡Qué decepción!

—¡Qué horror!

—Solo espero que no seas la futura soberana, porque nos llevarás a la ruina. Solo hace falta ver lo desastrosa que eres para darse cuenta. ¿Quién querría estar contigo, con un error de la naturaleza? No mereces nada.

Miré a aquel monstruito con cara de niña buena con exasperación. ¿Nunca se cansaría de fastidiarme, de buscarme las cosquillas?

—Mira, monina, estoy harta de que te creas la mejor cuando ambas sabemos que no eres perfecta y que tu personalidad dista de ser decente. Estoy cansada de tu actitud de niña mimada y consentida. No es mi culpa que nuestros padres te lo hayan dado todo y de que pienses que tienes el mundo bajo tus pies. Lo que haga o no con mi vida no debería importarte, menos porque, por desgracia, no te considero una hermana, dejaste de serlo cuando empezaste a portarte de manera insoportable.

Aquella mujer desquiciante apretó los puños con fuerza y, durante unos segundos, creí que iba a pegarme allí mismo.

—¿Cómo osas hablarme así? ¿Acaso no sabes quién soy?

—¿Una idiota?

—Soy la futura princesa de este reino.

No pude contenerme y me eché a reír en su cara.

—Permíteme que lo dude. Christopher no opina lo mismo de ti.

La cara de Amanda empezó a tornarse roja, tanto que pensé que explotaría allí mismo.

—Mientes.

—Sabes perfectamente que no lo hago. Y, ahora, si no vais a pedir nada, será mejor que os vayáis. Tengo mucho trabajo que hacer.

A mi hermana no parecieron gustarles mis palabras, puesto que, antes de levantarse y marcharse con sus amiguitas, se inclinó hacia delante y me susurró:

—Esto no va a quedar así. Christopher será mío cueste lo que cueste y ningún adefesio como tú logrará arrebatármelo.

—Mira cómo tiemblo de miedo —me burlé de ella antes de que se fuera.

En fin, ella nunca cambiaría. Desde que éramos pequeñas había sido consciente de cómo a medida que iba creciendo, cada vez se creía más y más que ella era mucho mejor que yo y que siempre tenía que superarme en todo. Pues bien, ya estaba cansada de su juego y, por primera vez en la vida, iba a luchar con garras y dientes si era necesario por aquello que más quería y Christopher se estaba convirtiendo en una pieza fundamental de mi vida. No dejaría que ella se saliera con la suya tan fácilmente.

. . .

Por la noche, tras el pequeño vuelo, regresé a casa de mi abuela. Ella hacía ya un buen rato que había dejado la casa del árbol porque, según me contaba, llevaba unos días sintiendo tal cansancio en el cuerpo que lo único que deseaba era echar una cabezada. Mientras, intenté aprovechar al máximo cada segundo de libertad, de sentirme tal cual era, sin tener que ocultarme.

Sin embargo, al regresar, me encontré con una sorpresa desagradable: fuera estaba aparcado el coche de papá. Fruncí los labios con desagrado. ¿Qué hacían ellos allí?

Al entrar en casa, escuché varios murmullos amortiguados por las paredes que cada vez se iban intensificando a medida que avanzaba hasta que pude escuchar claramente la voz alterada de mamá que decía:

—¿Dónde está? ¿Dónde se ha metido esa malcriada?

—Que yo sepa, Amanda está en vuestra casa haciendo vete a saber tú qué cosas —le respondió la abuela mordaz. Ella era la única que me defendía ante todo.

—¡Mamá! ¿Puedes dejar de darle vueltas y contarnos de una vez dónde encontrarla?

—¿Para qué? ¿Para que la tratéis mal como siempre? Estoy hasta las narices de verla sufrir. Yo no te he educado así, hija, y me duele que no aceptes a esa preciosidad que tienes por hija solo porque piensas que las personas jamás la aceptarán tal cual es. Estás muy equivocada y te sorprenderías al comprobar cuánta gente no nos rechazaría.

—Dorothy... —habló papá en un tono de advertencia.

Ya no pude evitar ser solo espectadora del momento y me vi en la obligación de intervenir. Con las alas al descubierto, entré en la sala de estar para encontrarme el siguiente panorama: mis padres estaban de pie y de brazos cruzados mientras mi abuela estaba sentada tal cual en el sofá. Parecía tranquila al mismo tiempo que ellos se mostraban impacientes. Bien, ¿me estaban buscando? Allí me tenían.

—¿Por qué queréis verme? —interrogué imitándolos y elevando una ceja de manera inquisitiva.

Al principio, un silencio sepulcral reinó en la estancia y ninguno de los tres se animó a romperlo. Se lanzaron una serie de miraditas a las cuales mi abuela respondía con una expresión que conocía tan bien: estaba incómoda y lo único que quería era que se fueran de su casa.

Si de algo fui sabedora pocos años atrás fue del poco respeto que mamá le tenía a la abuela. Estuvo años rechazándola y no fue hasta que el abuelo murió que no se dignó a hablar con ella. Era curioso que siendo ella hija de una persona que tuviera la anomalía no hubiera sido más tolerante e inclusiva.

La abuela Dorothy siempre había sido parcial y justa con Amanda y conmigo, hasta que se dio cuenta de la desigualdad que vivía en casa y decidió que al menos ella sí que me querría como me merecía y yo la quería a ella como si de verdad fuera mi madre. Era la única que me hacia regalos en mi cumpleaños porque le apetecía y que me daba alguna sorpresa a mitad de año porque quería verme contenta. Fue la primera persona que creyó en mí y que me dijo que no era tonta porque no sacara las notas de mi hermana.

Pronto aquel silencio ensordecedor en el que nos habíamos sumido fue roto por la dulce melodía de mi teléfono. En cuanto vi su nombre brillando en la pantalla con todo su esplendor, solté una maldición por lo bajo. Qué inoportuno que era. Antes de contestar, me marché a la habitación que estaba ocupando y cerré la puerta.

—¿Qué pasa?

¿Que si fui muy brusca? Por supuesto, pero juro que esa no era mi intención.

—Tan encantadora como siempre —respondió él desde el otro lado.

—Ja. Ja. Muy gracioso —solté sin un ápice de vergüenza—. No es por sonar descortés, pero no llamas en un buen momento.

La atmósfera que se había creado reventó como una pompa de jabón cuando escuché cómo su tono se teñía de seriedad y preocupación.

—¿Por qué lo dices? ¿Qué ha pasado? ¿Estás bien?

—No te preocupes por mí, estaré bien. Han venido mis padres y justo...

La puerta se abrió de golpe y mis padres irrumpieron en la estancia sin siquiera llamar. Papá estaba colérico y mamá, furiosa. Nunca antes los había visto así, tan cabreados. Al instante, las palabras que estaba a punto de pronunciar se me quedaron atascadas en la garganta y el terror me inundó el cuerpo. Conocía muy bien esa mira, era la misma que antecedía un ataque.

—¡¿Con quién estás hablando?¡ —bramó él fuera de sí—. Es él, ¿verdad? ¿Cómo puedes ser tan zorrona de robarle el marido a tu hermana? ¿Cuándo se te meterá en la cabeza que no eres especial y que solo puedes optar a la mediocridad?

Sus palabras fueron tan hirientes como cuchillos desgarradores. Dolía, dolía mucho que me tuvieran en tan baja estigma.

—¿Qué está pasando? ¿Me escuchas bien? —La voz de Christopher al otro lado me trajo de nuevo a la realidad.

—Te llamo en un rato. No es un buen momento.

—Esper...

Pero ni siquiera esperé a que terminara de hablar, puesto que colgué para que no fuera espectador de la tormenta que estaba a punto de desatarse. Yo lo llamaba el huracán Gideon y aquella noche prometía golpear con gran fuerza.

—No me puedo creer que le hagas esto a tu propia familia, que caigas tan bajo. ¿Acaso no te hemos enseñado nada? —Mamá estaba escandalizada y me miraba como si no pudiera reconocerme, como si hubiera cometido el mayor de los delitos. ¿Acaso enamorarse era un crimen?

—Yo no he hecho nada malo. Ha sucedido solo, no es que lo haya buscado.

—Eres una mentirosa. Conociéndote seguro que has ido tras él, como todo un perrito faldero. Este era tu plan desde el principio, ¿verdad?, que cayera en tus sucias garras. Dime, ¿qué pasará cuando él descubra la verdad? ¿Qué crees que pensará de tu horrible anomalía? Cariño, estás destinada a quedarte sola el resto de tu vida.

Papá hablaba con tal dureza que no sabía nadie lo mucho que me estaba lastimando. Sentía que algo dentro de mi se desgarraba y cómo mis ojos se empezaban a llenar de lágrimas. Luché contra el impulso de echarme a llorar. No, no iba a permitirles que me vieran derrumbarme.

—La aceptará, la... ama —susurré con la voz ronca y pastosa, como si hubiese navegado por el desierto durante años y apenas hubiese bebido una gota de agua.

Me recordé a mí misma la forma en la me había mirado el día anterior y aquella mañana, cómo no le había importado que tuviera dos grandes alas en la espalda. Evoqué el instante en el que sus manos se posaron en mis plumas y cómo recorrió cada una de ellas con los dedos con una suavidad que me hizo estremecer entera.

—¿Se las has enseñado? ¿Cómo se te ocurre hacerlo? ¿Qué pensará ahora de la familia?

Cómo no, mamá siempre pensaba en sí misma, en la imagen y en el qué dirán de la gente.

—No me extraña que no seas tan buena estudiante como Amanda. ¡No te dan las neuronas o qué narices!

Sentí las mejillas calientes por la ira y ahora sí que sentía unas ganas inmensas de echarme a llorar allí mismo.

—A Christopher le gustan y no cree que deba ocultarlas.

Un brillo macabro transformó por completo su rostro. Ante mí ya no estaba aquel hombre que por lo general pasaba de mí; se había convertido en el verdadero monstruo que era, capaz de pegar y agredir a su propia hija.

—Así que Christopher. Qué confianzas que tienes con él —escupió con todo su veneno—. Me pregunto qué habrá visto en ti y por qué debes ser precisamente tú quien le guste a nuestro príncipe. Eres toda una lagarta y estoy convencido que solo quieres su dinero.

Me crucé de brazos e intenté que no notaran el temblor de mis manos.

—Creo que os equivocáis de hija. Amanda es la que constantemente le está dejando caer qué es lo que quiere y, que conste, no son objetos baratos que digamos.

—Eres una envidiosa y siempre has querido lo mismo que tu hermana. ¿Cuándo comprenderás que no mereces ser tratada como alguien especial? Eres tan mediocre.

—No, no lo soy —me rebelé—. Queráis o no, tengo dos grandes alas y estoy muy orgullosa de ellas. Soy especial y única y estoy hasta las narices de ocultarlas. Ya es hora de mostrarle al mundo quién soy.

Una carcajada amarga brotó de los labios de mi padre.

—La gente te repudiará. ¿No has aprendido la lección? Eres un monstruo, un ser que no debería existir.

—Eso... eso es mentira —susurré con apenas un hilillo de voz.

—El mundo no está preparado para verte. Esa anomalía es lo más horroroso que he visto en la vida —dijo mi madre con odio—. No creo que el pueblo quiera a una reina como tú. No estás a la altura y estoy segura de que solo conseguirás llevarnos a la ruina. ¿Por qué no te haces a un lado y le dejas el trono a tu hermana? Ella sí que será una buena soberana.

Que no creyeran en mí era tan lacerante y doloroso. Lo peor de todo es que ellos mismos me habían criado y, por ello, deberían conocerme mejor y saber de lo que era o no capaz de hacer. Estaba claro que pese a haber vivido bajo su techo veinticinco años no me habían prestado demasiada atención.

—No lo estáis entendiendo, ¿verdad? Yo no quiero esa estúpida corona; yo le quiero a él. No se trata de un puesto ni de un objeto, estamos hablando de una persona de carne y hueso, por el amor de Dios.

¿Sabéis ese momento en el que sois conscientes de que habéis metido la pata hasta el fondo? Pues bien, estaba viendo el efecto que mis palabras estaban teniendo en ellos dos y, por cómo el rostro de mi padre se estaba volviendo rojo, supe que los problemas se avecinaban... O se habrían desatado de no habernos interrumpido la abuela.

—Ya está bien. Estoy cansada de vuestra actitud irracional. ¿Podéis largaros de mi casa de una vez y no volver hasta que se os haya pasado la tontería? No voy a permitir que vengáis aquí solo porque estáis molestos por lo que ha pasado. ¿Qué más da que el príncipe se haya fijado en Amberly y no en Amanda? Deberíais sentiros orgullosos como padres; vamos, yo lo estoy como abuela.

—¡No te metas!

La expresión de enfado de mi abuela me dio miedo y, por unos segundos, quise esconderme. Sabía que cuando se molestaba era mejor no ser el culpable de ello, pues, a pesar de que a simple vista parecía un amor de persona, en el fondo tenía mucho carácter.

—¡Ya está bien! —bramó—. No voy a tolerar vuestra actitud. —Los agarró y, utilizando esa fuerza que tanto la caracterizaba, los echó a patadas de allí.

Mientras esto ocurría, me sentía ajena a todo, como si de verdad no estuviera allí. Me sentía tan destrozada por las palabras crueles de mis progenitores que empecé a dudar de lo que sentía, de si era correcto. Allí, en la soledad de mi habitación, empecé a derramar todas las lágrimas que había estado conteniendo hasta ahora y, cuando mi abuela volvió para verificar que estaba bien, me dejé arrullar por ella.

—No les hagas caso, cariño. Todo saldrá bien —aseguraba con optimismo.

Pero en mi interior se había desatado una tormenta y las nubes oscuras ocultaban cada rayo de esperanza que pudiera albergar. Las inseguridades salieron a flote y por primera vez me pregunté si lo ocurrido con Christopher no había sido más que un craso error y si de verás nuestra historia de amor estaba destinada al fracaso.

................................................................................................................................................................

Nota de autora:

¡Feliz día del libro, mis queridos lectores!

Como regalo y sorpresa por este día tan especial, he subido hoy un capítulo extra. ¿Qué os ha parecido? Repasemos:

1. Vuelta al mundo real.

2. Amanda ataca a Amberly.

3. Nuestra chica se defiende.

4. Los señores Tyson.

5. La gran discusión.

6. Los comentarios envenenados de los padres de Amberly y el efecto que tienen en ella.

7. Amberly queda devastada.

Espero que el capítulo os haya gustado. Intentaré subir otro el sábado, pero no prometo nada. Todo depende de si termino el que estoy escribiendo. Os mando un beso tan grande como mi corazón. Os quiero.

Mis redes:

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro