Capítulo 20
Capítulo 20
Christopher:
La mañana siguiente me desperté acurrucado al lado de la mujer que me había puesto el mundo patas arriba. En algún momento de la noche había enrollado sus alas alrededor de nosotros para que no pasáramos frío o vete tú a saber por qué. Solo sé que estaba muy a gusto allí, aspirando su aroma y deleitándome con su calor.
Seguía dormida como un tronco; su respiración profunda lo corroboraba. Estaba muy mona así. Tenía una mano apoyada sobre mi pecho y la otra sujetaba su cabeza vuelta en mi dirección.
Todavía me costaba asimilar todo lo que había pasado en menos de veinticuatro horas. No solo me habían atacado unos animales salvajes, sino que también había descubierto el secreto que tanto ocultaba Amberly... y menudo secreto. Que fuera ella la mujer que había visto semanas atrás fue una noticia impactante y durante unos instantes creí que me iba a desmayar allí mismo, delante de sus narices. La situación en sí era tan descabellada como surrealista, pero ello no le quitó de hermoso al momento.
Nunca, jamás de los james, habría pensado que el secreto eran esas dos grandes alas que ahora nos envolvían a ambos. Ahora entendía por qué su hermana la menospreciaba tanto, por qué su familia no la tenía en buena estima: Amanda tenía envidia. Quisiera o no, a Amberly su anomalía la hacía muy especial, porque no había nadie más en el reino así. No quería pensar en todo lo que habría tenido que pasar.
Solo de pensar en el gran moretón que tenía en la mejilla se me llenaba el cuerpo de rabia e ira. ¿Cómo alguien podía tratar así a una persona como ella, tan buena y con mucho amor por dar? Su confesión me había dejado descolocado, más que nada porque en ningún momento había visto indicio alguno de agresión y, al parecer, la estaba viviendo en su casa. ¿Cómo había podido soportarlo? ¿Por qué no había acudido a su abuela, la que, estoy seguro al cien por cien, la habría acogido en su casa con los brazos abiertos?
La miré hasta hartarme. Era tan guapa. No pude evitar evocar la tarde anterior, la conversación que mantuvimos, el verme en tantas fotografías y el beso. Me había sentido tan vivo, como si llevara años a la deriva. Nunca antes una mujer me había hecho sentir así, me había provocado tantas emociones y sensaciones en mi interior con una única caricia; nunca antes me había sentido tan atraído, como si no pudiera dejar de tocar su piel, como si estuviéramos unidos el uno al otro.
No sabía la hora que era, pero a juzgar por la luz del sol que entraba por la gran ventana, ya debía ser pasadas las diez. Fenomenal, no tenía prisa. Había tomado la decisión de cogerme el día libre y Amberly también lo haría. Quería pasar el día a su lado y no separarme de ella tan pronto. No estaba listo para volver a la vida real, donde tenía que actuar como Don perfecto y acatar todas las normas, donde ella no estaba.
Se despertó unos minutos después. Mientras se frotaba los ojos con aire somnoliento, esbozó una sonrisa adormilada al verme que iluminó toda la estancia.
—Buenos días, principito —dijo con la voz ronca sin perder ese gesto que me tenía tan embelesado.
Le di un beso en los labios sin poder resistirme más. Su sabor era tan adictivo que me pareció que nunca tendría lo suficiente de ella y siempre querría más y más.
—Veo que estás de buen humor —ronroneó.
—¿Te he dicho ya lo guapa que eres?
Ella frotó su nariz contra la mía con cariño.
—Solo unas cien veces, aunque no me canso de oírlo.
Estábamos enredados el uno en el otro, sus piernas envolviendo las mías y su pecho sobre el mío. La abracé con fuerza, no queriendo que se escapara tan pronto, no todavía. Le deposité un pequeño beso en la coronilla.
—¿Qué hora es? —preguntó pasados unos minutos de silencio.
—No tengo ni idea, pero sea la hora que sea me da igual. Vamos a tomarnos el día libre para que tú y yo hagamos lo que nos plazca.
Me dio un golpe en el brazo, juguetona.
—No seas holgazán. Debemos ir a clase. ¿Qué dirán los profesores de ti si no te ven? Se preguntarán dónde se encuentra su alteza real y creerán que tu salud corre peligro —expresó ella exagerando los hechos.
No pude evitar reírme.
—Que piensen lo que quieran. Me merezco tener un día libre y pasarlo al lado de la persona que me tiene totalmente prendado por ella. —Le guiñé un ojo con descaro.
—Eres muy exagerado. Seguro que ahora tengo una pinta horrible de recién levantada, con el pelo enmarañado y lleno de nudos y las pestañas llenas de legañas; por no hablar de la marca que debo tener en la mejilla.
La observé con mayor detenimiento y, si bien tenía razón, no dije nada al respecto. Su pelo rizado se parecía a la melena de un león y tenía una pequeña marca en la frente. Por lo demás estaba muy bien.
Emitió un pequeño bostezo y se estiro, desenvolviéndonos y dejando al descubierto ese cuerpo tan bonito que tenía. La veía tan rara, acostumbrado que estaba a su anterior imagen. Sin embargo, no me desagradaba. Amberly tenía las curvas bien puestas y no le sobraba, ni por asomo, ni un gramo de grasa. Tenía una cintura de abeja, un vientre plano, unas piernas bien torneadas y los pechos más grandes de lo que había pensado. Con las alas enrolladas en su cintura estos últimos apenas se podían apreciar y ahora tenía ante mí la figura de toda una diosa.
—¿Por qué me miras así? ¿Tengo algo en la cara?
Sus palabras me hicieron volver de nuevo a la realidad, y es que le estaba dando un gran repaso con los ojos sin percatarme apenas. Me pasaría la vida entera observándola: era preciosa, perfecta para mí.
—Solo estoy disfrutando de las vistas, angelito. —Le guiñé un ojo con coquetería.
Todavía estirándose, hizo a un lado la sábana que nos había cubierto por la noche y se levantó.
—Aprovéchalo al máximo, puesto que en el momento en el que regresemos al mundo real, volveré a ser la misma chica de siempre, esa que todos tachan de gorda, inadaptada y bicho raro —dijo con amargura. Debía de ser muy duro vivir en una sociedad que no le aceptara a uno por no seguir la regla de lo estipulado.
Me incorporé en la cama y la observé moverse por la estancia.
—Eres mucho más de lo que ellos dicen. No deberías hacerles ni caso, porque, sí, eres especial y única, y no hay nada de malo en ello. Prefiero a una mujer que me sorprenda cada día que a una cuyo comportamiento sea predecible.
Una pequeña sonrisa se formó en sus labios.
—¿Te he sorprendido?
La miré de hito en hito. Por supuesto que lo había hecho. No todos los días a uno le rescataban y le salvaban la vida y descubría al mismo tiempo que la persona por la que estaba perdidamente enamorado era la misma que había visto semanas atrás, cuyas alas le habían perseguido hasta en sueños.
—No sabes cuánto.
Pareció alegrarse de mis palabras, puesto que hizo un ruidito muy mono con los labios antes de desaparecer de mi campo de visión. Ah, no. No iba a librarse de mí tan fácilmente. La seguí hasta llegar al otro lado del puente sin mirar abajo. Nos encontrábamos a una gran altura y cualquier persona en su sano juicio tendría vértigo, cualquiera menos ella. Se movía cómodamente de aquí allá, como si no temiera caerse, aunque, teniendo en cuenta las dos grandes alas que había a sus espaldas, no creo que lo tuviera muy difícil para echar a volar.
Iba tan ensimismado que no me di cuenta de que se había detenido hasta que me di de bruces contra ella. Solté un quejido y seguí la dirección de su mirada: había alguien más en la casa del árbol. ¿Quién narices sería y cómo había llegado hasta allí si...? Pero pronto lo entendí todo y recordé las palabras que Amberly había dicho la tarde anterior.
Su abuela. Dorothy también tenía alas. Había heredado aquella anomalía de ella.
Ahora todo cobraba sentido para mí: el que se hubiera interesado por el taller, que utilizara telas diferentes a las que solían utilizar para crear sus modelos, que aparentara estar rellenita también. Madre de todos los Santos.
Ajena a mis pensamientos, la mujer que me había robado el corazón, entró a todo correr e intercambió unas palabras con ella. Cuando entré, me fijé cómo la mayor abrazaba a la pequeña, con qué cariño la trataba y cómo la quería. La pequeña se dejaba proteger por ella, también en busca de ese amor que sus padres habían sido incapaces de brindarle.
—Así que ahora sabes nuestro secreto, muchachito —dijo la ancianita volviendo la cabeza hacia mí. Había soltado a su nieta, pero esta permanecía a su lado muy cerca de ella.
—Lo sé todo, Dolly, absolutamente todo —pronuncié, dándole un énfasis especial a ese todo.
Se volvió hacia Amberly y la interrogó con los ojos, quien apenas fue capaz de esbozar una sonrisa culpable.
—Lo siento —se defendió—, pero no me ha quedado más remedio. Ayer le vi en un aprieto muy grande y si no lo sacaba de ahí era muy probable que no tuviéramos heredero al trono de Ahrima.
—Así que fue un acto heroico.
—Ajá.
Me hice el ofendido.
—¿Eso quiere decir que no tenías pensado contarme nunca tu secreto? Vaya, y yo que pensaba que éramos buenos amigos, de esos que se cuenta todo.
—Supéralo ya, principito.
El ambiente se había tornado lúdico y Dolly lo demostró echándose a reír por el comentario que había soltado aquella castaña de piel clara.
—He supuesto que estarías aquí, ya que anoche no volviste a casa. Te he traído el desayuno. —Fue ahí cuando me di cuenta que traía consigo una mochila colgada a la espalda. Como estaba oculta tras las alas no la había visto a simple vista. Me lanzó una mirada triste—. Lo siento, Chris, no sabía que estabas con ella; de lo contrario, habría traído desayuno para dos. Espero que no hayáis hecho cosas indebidas.
Amberly se empezó a sonrojar y yo me empecé a balancear en el sitio, no sabiendo donde meterme.
—¡Abuela! —¿Se le habían ruborizado también las orejas? Qué adorable se veía y qué apetecible—. No hemos hecho lo que tú crees. Solo hemos pasado la noche juntos y...
Dorothy alzó una ceja de manera inquisitiva, provocando que ya el rostro de por sí rojo de ella se volviera aún más escarlata de la vergüenza que le estaba haciendo pasar su abuela.
—En mis tiempos un hombre debía esperar hasta el matrimonio para consumar su amor. La juventud de hoy en día no entiende de principios. Cada vez os entiendo menos con vuestra música trap, vuestro reggaeton y esas modas tan malas.
—No hemos hecho... eso —volvió a intentarlo Amberly, colorada como estaba. Mientras tanto, yo me lo estaba pasando pipa viendo cómo su abuela la ponía en un aprieto. Me encantaba ser partícipe de esa escena.
—¿Segura?
Dorothy meneó las cejas arriba y abajo.
—Odio que me mires así. Me pones nerviosa. —Amberly frunció los labios.
Aquella mujer anciana empezó a desternillarse de su propia nieta y no pude evitar unirme a ella. Adoraba esos momentos nieta y abuela; se notaba que se llevaban de cine y que se querían con locura. Me pregunté qué habría pasado si Amberly hubiese sido criada por Dolly. ¿Habría sido más feliz? ¿Habría sufrido todo el calvario vivido?
—Eh.
Dorothy le dio un beso en la coronilla sin dejar de partirse de la risa mientras Amberly fingió molestarse e incluso puso los ojos en blanco en broma.
—Sabes que te quiero, angelito.
—Eso lo dices porque no te queda más remedio.
Envueltos en ese ambiente lleno de vitalidad y alegría, tomamos el desayuno los dos a pesar de que solo hubiese traído un café y un par de bollos. Me bastó. Poder pasar más tiempo a su lado, verla disfrutar y reír, fue todo lo que necesitaba para empezar el día de la mejor forma. Mientras los dos bromeábamos, su abuela nos preguntó por qué no habíamos ido a clase y nosotros le respondimos que nos tomaríamos el día libre. Total, los exámenes parciales ya habían terminado y los profesores nos habían dado los temas por adelantado, por no hablar de que tanto ella como yo llevábamos los trabajos al día.
—Así que os vais a tomar el día libre. —Miró a Amberly, sentada a mi lado, con severidad—. Espero que estas faltas no se vuelvan habituales. No quiero que tus notas bajen por culpa de tus padres.
Ella se encogió en el sitio.
—Te prometo que esta será mi última falta.
Dorothy frunció los labios, pero no añadió nada más. Fue lo mejor.
Cuando hubimos terminado de desayunar, ayudé a recoger los restos y esperé a que ella estuviera lista. Cuando volvió de asearse, se había recogido el pelo en dos trenzas que la hacían lucir inocente.
—¿Y bien? ¿Qué quieres hacer? —preguntó en cuanto llegó a mi altura.
—Lo que sea, pero que implique estar contigo.
. . .
—¿Se puede saber por qué anoche no has dormido en casa y por qué hoy no has ido a la universidad? —fueron las primeras palabras que papá soltó en cuanto me vio entrando por la puerta.
Menudo susto me dio. Y yo que pensaba que, por la hora, estaría reunido con alguno de sus ministros. Qué equivocado que estaba.
Nunca antes me había saltado una clase y puede que por eso no le haya hecho mucha gracia, más teniendo en cuenta que era el príncipe y que se esperaba de mí un comportamiento extraordinario. Pero me lo había pasado tan bien con Amberly que todo había merecido la pena, incluso aquel sermón que, estaba seguro, me iba a dar. Habíamos dado un paseo por el bosque cogidos de la mano, habíamos bromeado y, sobre todo, la había besado hasta saciarme.
—He estado... ocupado.
Él se cruzó de brazos y alzó una ceja. Conocía esa mirada de <<Más te vale desembuchar y contarme dónde has estado>>. Me debatí mentalmente si hablarle sobre ella y, al final, tomé la decisión de contarle mi pequeño secreto.
—Bueno, hay una chica en mi clase que me vuelve loco desde hace bastante tiempo y ayer tuve una cita con ella. Se nos hizo muy tarde y me invitó a dormir a su casa. Por supuesto, no ha ocurrido nada indebido, no malpienses, que te conozco.
—Eso explica el que no durmieras en tu cama. Explícame por qué no has ido a clase. ¿Es por esa chica? ¿Ella te ha mal influenciado y has decidido hacer pellas?
No, me negaba que se hiciera una imagen errónea de Amberly.
—Si he faltado a clase es porque lo necesitaba. Estoy hasta arriba de reuniones, trabajos y demás asuntos. Necesitaba un día libre para mí mismo, aunque solo fueran unas horas. Como ves, apenas son las cuatro y estoy aquí para cumplir con mi deber de príncipe.
Papá soltó un suspiro cansado, como si toda aquella carga que llevaba sobre sus hombros fuera demasiado pesada para él.
—Mira, hijo, sé que ya hemos mantenido esta conversación con anterioridad, pero me veo en la obligación de repetírtelo. Me da igual de qué clase social sea la chica con la que al final decidas casarte. Yo he intentado ayudarte, darte un pequeño empujón ya que tienes casi veintisiete años y aún no tienes pareja oficial. Sé que Amanda Tyson no es para ti y no voy a insistir más. Ya le he dicho a tu madre que no hace falta fingir más si no quieres. Como padre, deseo lo mejor para ti y sé que te hemos educado bien y que, al final, encontrarás a esa mujer que revolucione tu mundo de la misma forma en que tu madre lo hizo con el mío.
Me pasé las manos por el cabello.
—Ese es el problema. Cuando estoy con Amberly, todo es más sencillo. Puedo ser yo mismo y a ella le da igual que no le regale nada caro; le hace ilusión incluso que le dé un dibujo o una piedra siempre que tenga un significado especial. Creo... creo que he dado con la indicada.
Una sonrisa se extendió por el rostro de mi padre, rejuveneciendo sus rasgos. Me parecía mucho y mamá siempre decía que era igualito a él cuando tenía mi edad. Ambos estábamos cara a cara pero, aun así, dio un paso al frente para acercarse más.
—No sabes lo que me alegro de escuchar eso. Seguro que es un encanto. Si te tiene así de enamorado y feliz es que es tu media naranja.
—Lo es. Es tan guapa y humilde. Me gusta pasar tiempo junto a ella haciendo lo que sea. Si no tuviera una reunión importante, ahora mismo la iría a ver trabajar y asegurarme que está bien y que no le pasa nada.
No sé si la palabra <<trabajar>> le había causado algún efecto, puesto que no perdió la sonrisa en todo mi discurso. Estaba en modo padre y me gustaba. A diferencia de lo que la gente creía, nosotros no nos comportábamos como unos estirados ni nos creíamos más por ser quiénes éramos. Es por eso que supuse que no le importaría que Amberly tuviera un trabajo común y corriente, aunque ella distara mucho de serlo. Me pregunté cómo reaccionarían mis padres y mi hermana a su secreto.
—Dale un respiro y no la atosigues. Bastante ha sido ya carnada para la prensa. Ya verás el revuelo que se armará cuando se sepa la identidad de la muchacha.
No os voy a mentir diciendo que tenía todo controlado, porque no era cierto. No sabía cómo tener una cita normal con Amberly sin que la prensa o el pueblo se enterara de ello. No es que tuviera nada que ocultar, simplemente a ella le aterraba que su familia se enterara de que había algo entre nosotros, aunque yo creo que ya lo sospechaban. De lo contrario, no la habrían echado de casa así como así.
—Lo que menos quiero es espantarla, pero, al mismo tiempo, deseo pasar cada gota de mi tiempo libre a su lado. Ya sabes que es escaso y me gusta tanto hablar con ella.
—¿Sabes? Me recuerdas tanto a mí. No sé si te lo he contado alguna vez, pero conocí a tu madre por casualidad. Mis padres querían que siguiera las leyes y que me casara con la hija de un noble y al principio iba a hacerlo, pero todo cambió cuando en el verano en el que tenía diecinueve años la conocí. Fue un amor a primera vista. Salí a correr como todas las mañanas y, en un cruce, me di de bruces contra ella. Estaba tan hermosa. Me preguntó si estaba bien, pero yo fui incapaz de articular palabras. Me había quedado embobado.
Conocía esa historia, como todas las personas del reino. Había sido todo un acontecimiento, muy propio de un cuento. Si había algo que tenía claro desde que era un niño pequeño era que también quería ser el protagonista de mi propia historia de amor y vivirla con intensidad. Mis relaciones anteriores habían sido un desastre y, por eso, una parte de mí temía que al final no saliera bien. Sabía que Amberly no era la clase de persona que estaba a mi lado solo por los lujos de la corona, pero aun así me daba miedo que fuera otra relación más y no la definitiva. Lo peor de todo es que me gustaba de verdad, nada de esas relaciones pasajera, quería conocerla en profundidad y pasar el día mimándola hasta el cansancio.
—Amberly se ha mudado a Ahrima el año pasado debido a que a su padre le ofrecieron un puesto muy importante que no pudo rechazar. Ha estado en mi clase desde entonces. No te voy a engañar, mis compañeros son unos superficiales y la pobre ha tenido que sufrir sus insultos. Se rumorea que es hija de un hombre de clase baja y, además, su cuerpo no sigue las reglas de lo estipulado por la sociedad. No obstante, a mis ojos es la chica más guapa que he conocido, la mejor. No hay día que no me sorprenda, sea su descaro a la hora de hablar o su personalidad desbordante. Creo que te caería bien.
Él amplió su sonrisa y, con ello, sus ojos se achinaron y un par de arrugas se le formaron alrededor.
—Estoy seguro de ello. Con tal de verte feliz me basta y veo que lo eres. Estás de muy buen humor y riges mejor si bien hoy has cometido una falta que, espero, no se repita —sermoneó lanzándome una mirada severa—. Aun así, verte así de contento, saber que hay una mujer en tu corazón que te roba los pensamientos y el aliento, me hace muy feliz. No sabes las ganas que tengo de conocerla.
Yo también sonreí, la mar de contento de saber que mi padre la aceptaría sin problema.
—Y yo de presentártela. La traje hace unos días para que conociera a Star, que me estaba dando la brasa con que quería averiguar quién era la culpable de mi estado de ánimo, pero aún no os conoce a vosotros. Os prometo que no es como Amanda, aunque sí te confieso que comparten genes.
Se me quedó mirando de hito en hito.
—¿Cómo es eso?
En el instante en el que vi su expresión sorprendida, me di cuenta de que había metido la pata hasta el fondo.
—Amberly es la hermana mayor de Amanda y te juro que no se parecen en nada.
Se llevó una mano al mentón, pensativo.
—Qué raro. Gideon Tyson nunca la ha presentado en sociedad. ¿Estás seguro de eso?
—Muy seguro —confirmé e hice una breve pausa para pensar en lo que diría a continuación; ya puestos, ¿por qué no contarle la clase de personas que eran esos tres?—. No solo eso, quiero decirte que la familia Tyson no son lo que nosotros creemos. Nos han tenido engañados todo este tiempo.
—¡Qué dices! ¿Cómo lo sabes?
Tomé una gran bocanada de aire para armarme de valor y confesarle así la verdadera personalidad de la familia Tyson.
—Amberly me lo ha contado. Al parecer, las comparan constantemente y no dejan de atosigarla con que no es tan buena como Amanda. Siente que se avergüenzan de ella por no ser como todos esperan que sea y, por ello, las tratan con desigualdad. Sé que no debería contarte esto, más que nada porque Gideon es bueno en su trabajo, pero no veas cómo he sufrido cuando ayer la vi destrozada.
Mi padre parecía que se estaba inquietando con todo lo que le había contado. Aquel hombre con el que trabajaba tenía pinta de ser una persona agradable cuando de puertas para adentro era todo un lobo con su hija. ¿Qué culpa tenía ella haber nacido con una anomalía genética rarísima que la hacía tener dos grandes alas en la espalda?
—¿Qué clase de cosas tiene que pasar la muchacha en su casa?
Temía esa pregunta, ya que no era total sabedor de su respuesta.
—Sé que la menosprecian a todas horas y que se avergüenzan de tenerla en familia, porque, de lo contrario, nosotros la conoceríamos y sus compañeros no creerían que es hija de un hombre de clase baja. No solo eso —añadí. Empecé a retorcerme los dedos con nerviosismo, intentando buscar las palabras adecuadas—, por lo que me ha contado, si desobedece cualquier norma tonta que se le imponga, recibe un castigo físico.
—¡Qué horror! Pobre niña.
Tragué saliva con fuerza e intenté alejar de mi mente posibles escenarios atroces en los que la veía sufriendo de mil formas diferentes.
—Lo sé. Yo solo quiero que sea feliz, ¿sabes? Soy consciente de que ahora que se han enterado de que sé su parentesco, le harán la vida imposible. De lo único de que me alegro es de que la hayan echado de casa y que esté viviendo con su abuela, la que sé que la va a cuidar con mimo. Tienen muy buena relación y ha heredado de ella esa anomalía de la que tanto se avergüenza su familia.
Papá trataba de asimilar toda la información que le estaba dando así, de golpe y porrazo. No me había podido contener y necesitaba contarle a alguien cómo me sentía al respecto, lo frustrado que estaba por no poder hacer nada para cambiar su situación. Que fuera tratada así de mal me parecía una injusticia de las grandes.
—Quiero conocerla —sentenció.
Mi corazón aleteó al escuchar esas palabras.
—Y yo quiero presentártela.
Con aquellas palabras, nos dimos un abrazo de padre e hijo antes de volver al mundo real, aquel en el que todo el mundo esperaba que dirigiera el país tan bien como lo había hecho mi padre. Estaba muy feliz de haber encontrado a una mujer cuya mirada pusiera patas arriba mi mundo y que me viera tal cual era. Todavía más contento estaba de saber que a mi padre le hacía ilusión conocerla.
Pobre de mí, ni siquiera podía llegar a imaginar la cantidad de problemas que se avecinaban, pues en lo único en lo que podía pensar era en su sonrisa y en lo bien que me sentía cuando estaba a su lado.
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Nota de autora:
¡Feliz miércoles, mis queridos lectores!
¿Qué tal os está tratando la semana? Os traigo una pequeña sorpresa. En el instagram del evento Booklit en Barcelona (su cuenta es booklitbcn) estoy preparando junto a otras autoras de Wattpad unos juegos para que esta cuarentena se haga más amena. Además, dicho evento iba a realizarse este 25 de abril y yo iba a asistir como autora.
¿Qué os ha parecido el capítulo? Repasemos:
1. Despertar.
2. La reacción de Christopher ante las alas de Amberly.
3. Amberly y Christopher se toman el día libre.
4. La abuela y sus comentarios.
5. Pequeña bronca a Christopher.
6. La conversación de Christopher con su padre.
7. Cómo se conocieron los reyes.
8. El padre quiere conocer a Amberly.
Espero que el capítulo os haya gustado. ¡Nos vemos pronto! Un beso gigantesco. Os quiero.
Mis redes:
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