Capítulo 18
Capítulo 18
Christopher:
Las siguientes semanas no pude quedar con ella. Mamá había organizado varios eventos y papá y yo habíamos tenido que viajar a Alemania para una reunión de acuerdos. Solo pude hablar con Amberly en nuestras charlas clandestinas —cada vez más frecuentes— y por teléfono. Supuse que mi familia sospechaba que estaba saliendo con alguien o que, en su defecto, estaba interesado en una mujer, pero me equivoqué.
Una noche, mis padres volvieron a invitar a la familia Tyson y, de nuevo, Amberly no se encontraba entre ellos. La cena fue excelente y, por suerte, no tuve que mantener una charla con Amanda, ya que esta se encontraba hablando sobre vete a saber qué cosas con mi madre mientras papá me soltaba la agenda del día siguiente.
Para mi mala suerte, mis padres volvieron a organizar una cita entre nosotros. Esa vez no me pude quedar callado y, muerto de la curiosidad, le pregunté tras una larga pausa:
—¿Cómo está tu hermana? ¿Por qué no ha podido venir?
Aquella muchacha pareció sorprendida por mi pregunta, pues se quedó un rato en silencio y, por su expresión de impacto, supe que no se lo esperaba para nada.
—¿Mi hermana?
—Sí, Amberly. Somos compañeros de clase.
No pareció gustarle mis palabras, puesto que, por unos solos segundos, dejó al descubierto su verdadera personalidad: apretó los puños con fuerza y se le oscureció la mirada. Mas pronto recuperó la compostura.
—¿Cómo te has enterado?
—Me lo ha dicho ella y os parecéis un poco.
Al parecer, mis palabras no le gustaron ni un pelo.
—Lo justo, sí. —Se echó el pelo hacia atrás, no sabiendo qué hacer a continuación. La tensión había inundado el ambiente y, durante unos instantes, creí que había metido la pata al mencionarla—. Se encuentra bien.
—¿Por qué no ha venido? Sabe que está invitada.
—Lo sé, pero ha insistido en que debía estar en su puesto de trabajo y todo eso. Además, tenía que estudiar para un examen muy importante.
Era mentira, ya nos habíamos quitado el último parcial que nos quedaba, pero no dije nada, ni siquiera que sabía la clase de persona que era. La razón de que me comportara como Don perfecto fueron los flashes de las cámaras que de vez en cuando iluminaban el ambiente. No quería que mi comportamiento descortés saliera al día siguiente en la prensa, no quería formar parte de un escándalo.
—Ah, ya. Bueno, dile que si necesita ayuda, que me la pida. No sé si lo sabrás, pero tu hermana me ha salvado en más de una ocasión. Es muy organizada y sus apuntes son excelentes.
—No deben de ser tan buenos para que solo saque sietes u ochos. Yo, en cambio, saco matrículas de honor.
Estaba alardeando con descaro, intentando dejarla en un mal lugar y quedar, como siempre, por encima de ella. Me daba igual que sus notas no fueran estelares, la inteligencia no la mide un examen académico. Amberly me había demostrado en más de una ocasión que no solo era una chica lista, sino que también poseía ingenio y una gran sonrisa.
—Además, me parece una chica muy maja —añadí haciendo caso omiso a sus palabras—. El otro día me quedé casi media hora más hablando con ella sobre una tontería que había dicho uno de nuestros profesores. Tiene mucho sentido del humor y es fácil reír con ella.
—¿Humor? Si es muy seria. Creo que no la he visto nunca reírse.
No me extraña, con lo seca que era ella y lo estirada que era su madre, no creo que precisamente fuera a reírse. Con su abuela, en cambio, la había visto más cómplice y mucho más cómoda. Se notaba a leguas de distancia a quién quería Amberly y no creo que Amanda estuviera en su lista. Yo, en lo personal, no la tendría entre las personas queridas si me hubiese hecho la vida imposible.
—Pues siempre que la veo con su amiga, se muestra sonriente y jovial.
—¿Podríamos dejar de hablar de ella?
—¿Qué tiene de malo? Solo he dicho que me cae bien.
De un momento a otro la atmósfera se había tornado incómoda y una nube de tensión nos había invadido. Se balanceó de un pie a otro, no sabiendo qué hacer a continuación.
—No debería. Es demasiado rara y tiene unos gustos anticuados. Prefiere pasarse todo el día fuera sacando fotografías o pasarlo con esa chica que, estoy segura, se hace pasar por su amiga. Dudo de que alguien en su sano juicio quiera estar con un bicho raro como ella.
Discrepaba. Yo quería estar con Amberly y no era ningún bicho raro. En todo el tiempo que había tenido para conocerla había descubierto el gran corazón que tenía y esa manera de pensar tan única que la caracterizaba. No me parecía que fuera un bicho raro o que sus gustos fueran anticuados.
—Por suerte para mí, no me importa lo que opines de ella, ya que tu punto de vista no va a cambiar nada.
Mi acompañante apretó los labios con fuerza, como una niña resentida que no se salía con la suya. Acto seguido, me encaminé hacia el edificio y, muy sorprendida, exclamó:
—¿Dónde vas?
—Acabo de acordarme que tengo cosas que hacer —mentí. Estaba cansado de verla menospreciando a su hermana mayor y a intentar quedar por encima de ella en todo lo posible—. Nos vemos en la universidad.
Me daba igual no ser un caballero o sonar descortés. Nadie se metía con mis amigos, aunque deseaba que aquella castaña de ojos color ámbar fuera algo más que eso.
. . .
El día siguiente a la cena Amberly no fue a clase y, por lo que me enteré más tarde, tampoco fue al trabajo. Había hablado con ella la noche anterior, antes de que nuestros invitados se fueran, y aquella había sido nuestra última conversación. Al no verla en su lugar, le había escrito un mensaje de texto, pero no había recibido una respuesta. Cath tampoco sabía nada y yo empecé a preocuparme. Deseaba con todas mis fuerzas no haberla metido en ningún lío, aunque algo dentro de mí me gritaba todo lo contrario.
Aquella tarde fui al taller de costura y, mientras trasteaba en la maquina de coser, aproveché la ocasión de interrogar a Dorothy. Me inquietaba lo que pudiera haber pasado. Si bien una parte de mí pensaba que se había ausentado porque se encontraba enferma, enseguida descarté esa idea.
—Dolly, ¿puedo hacerte una pregunta?
Aquella anciana de pelo canoso alzó los ojos del trabajo que estaba haciendo para posarlos en mí.
—Claro, muchacho. ¿Qué ocurre?
—Hoy tu nieta no ha ido a clase y tampoco me responde a los mensajes. Me preguntaba si sabías si está bien o si se encuentra enferma.
Intenté que sonara despreocupado, como si solo sintiese curiosidad, pero no pude evitar que una nota de desesperación se me dejara entrever en la voz.
—Lo cierto es que anoche discutió con sus padres sobre algo que desconozco y que ahora se encuentra viviendo en mi casa. No es un buen momento para que la veas. Está que echa fuego con la mirada y con la boca. Créeme, no me parece oportuno que descubras su lado más salvaje. Cuando se enfada de verdad, da miedo.
—¿Esa es la razón de que no haya ido a clase?
—Sí.
Sabía que me estaba mintiendo, que había algo más que me estaba ocultando, pero no tenía ni idea de qué podría tratarse. ¿Sería algo tan malo como para faltar todo un día y ni siquiera hablarme? Me había acostumbrado a nuestras conversaciones nocturnas.
Decidí no insistir más en el asunto, pero me prometí internamente que descubriría la razón de que sus padres la trataran de manera diferente. Esta segurísimo que no era tan malo, que solo exageraba, pero otra parte de mí creía que a lo mejor su secreto era tan aterrador que no pudiera soportarlo. Intenté alejar esos pensamientos y centrarme en pasármelo bien en las pocas horas de libertad que me quedaban.
. . .
Había salido a correr después de haberme pasado tanto tiempo sin hacerlo. Amberly seguía evitando que nos viéramos cara a cara y no la había vuelto a ver desde hacía dos días. Si bien me respondía las llamadas, la había notado apagada y triste, como si el hablar conmigo ya no le hiciera mucha gracia.
Crucé el puente Rosemoore que conectaba ambas orillas del río del mismo nombre y continué mi carrera campo a través. En mi cabeza no dejaba de darle vueltas al hecho de que algo andaba mal con esa mujer y me preguntaba constantemente qué habría pasado como para que faltara tanto. Ni siquiera había sido capaz de darme una excusa decente.
Unos cuantos kilómetros después, paré en un pequeño descampado para recuperar el aliento. El cielo azul brillaba con fuerza y los días estaban siendo cada vez más cálidos. Era jueves, las ocho y diez de la tarde. No pude evitar llamarla por teléfono.
—Christopher —contestó tres tonos después—. ¿Qué tal estás?
—No lo sé, dime tú qué tal estás. Llevas faltando dos días seguidos y no es propio de ti.
Soltó un suspiro.
—Ya te lo he dicho, he estado enferma.
No me lo tragaba. Qué casualidad que justo se enfermara el mismo día en el que le confesaba a Amanda que sabía que ambas eran hermanas. No se me había pasado la rabia que mostró y lo que le desagradó que me centrara en Amberly y no en ella. No era tonto y sabía que allí había gato encerrado.
—¿Por eso estás en casa de tu abuela? —objeté. No pude morderme la lengua, no pude contener aquellas palabras cargadas de hostilidad.
Ahogó una exclamación.
—¿Cómo... cómo lo sabes?
—Me lo contó ayer. Recuerdas que vamos al mismo taller de costura, ¿verdad? La buena mujer solo me lo ha dicho para que estuviera tranquilo. Estoy muy preocupado por ti y no saber si estás bien me está consumiendo por dentro. ¿Te... te ha hecho algo Amanda?
Tardó bastante en contestar, tanto que por unos segundos creí que me había colgado.
—No solo ha sido ella —acabó confesando a regañadientes pasados unos minutos—. He discutido con mis padres también. Al parecer, no se han tomado muy bien la noticia de que hayas descubierto... de que te haya contado que soy familiar de Amanda. Ellos creen que soy una mancha en su historial de familia feliz.
—¿Por qué? ¿Qué es eso que ocultas, que, según tú, tanto odian tus padres de ti?
—Si te lo contara, no querrías estar a mi lado y ya no te parecería tan interesante y guapa.
Estaba perdiendo la paciencia. Me estaba desquiciando. Resoplé.
—¿Cuándo verás que no hay nada malo en ti? Eres una chica preciosa y estoy seguro de que esa anomalía de la que tanto temes que sepa te hará verte más guapa aún, si es que eso es posible. Deberías empezar a estimarte más y a dejar que el resto pueda ver a la misma persona que yo: una mujer fuerte, valiente y luchadora, digna de ser toda una reina.
Se quedó más de un minuto en silencio, sin habla. Me gustaba saber que yo había sido quien había conseguido ese efecto en ella. Cuando volvió a hablar, creí que había pasado al menos una eternidad desde la última vez que había escuchado su voz.
—Creo que tienes una imagen errónea de mí.
—No, eres tú la que no se ve como debería verse. Me da igual que no sigas los estereotipos; es más, prefiero que los rompas y que te salgas de la línea. El pueblo no necesita a una reina centrada en su imagen, necesita a una líder y estoy convencido de que eres lo que ellos buscan.
—Me odian.
—Yo no diría que te odian, solo que no conocen a la verdadera Amberly, esa que yo sí conozco. Eres dulce, inteligente, ingeniosa, sabes escuchar y tienes un corazón de oro. Cuando dejes de ocultar tu verdadero yo, te adorarán. Es fácil quererte.
—Solo dices eso para que me tranquilice. Los dos sabemos muy bien que no lo piensas.
Levanté la mirada al cielo. ¿En qué idioma debía hablarle para que se enterara? Qué desesperación.
—Mira, ¿sabes?, piensa lo que quieras. Espero que estés bien y ojalá podamos vernos mañana y no huyas de mí como has estado haciendo hasta ahora. Echo de menos quedar contigo. Sé que también es culpa mía porque he estado ocupado...
—No tienes la culpa de nada. Lo siento. Son estupideces mías. Perdona si te has sentido molesto u ofendido.
—Tengo ganas de verte —confesé tras una breve pausa—. ¿No podríamos quedar como toda persona normal y...?
—Como mi familia se entere de que nos hemos estado viendo, me matará. No creo que sea lo más apropiado ahora mismo.
Era una exagerada. No creía que fuera tan serio.
—Está bien —acabé cediendo—. Cuéntame, entonces, qué tal te ha ido el día.
—Aburrido. Siento que no he hecho absolutamente nada salvo cuando he ido a trabajar...
—Creía que estabas enferma.
La había pillado. Sabía que me estaba mintiendo.
—Esta tarde ya me encontraba mejor y he decidido acudir a mi puesto de trabajo. Además, necesito el dinero si quiero independizarme. No quiero ser un estorbo para mi abuela, que la casa de por sí ya es bastante pequeña, más ahora que estamos las dos.
—No creo que para ella lo seas. Te quiere con locura y estoy convencido de que estará encantada de tener en su casa pese a la situación.
Continuamos charlando hasta que la noté rara y decidí que ya tendría otra ocasión para hablar con ella. Al colgar, seguí trotando un par de kilómetros más, en el pleno corazón del bosque. Cada vez los días eran más largos y se agradecía. Aproveché al máximo la luz hasta hasta que, a eso de las nueve, la oscuridad estaba empezando a ceñirse sobre el páramo. Decidí volver a casa por donde había ido, mas, de repente, sin esperármelo siquiera, escuché varios chasquidos a mis espaldas. Me puse en alerta.
Un rugido gutural me puso los pelos de punta, seguido de otro y otro más. ¿Qué narices sería aquello? Sentí cómo el corazón empezaba a bombearme con fuerza e intenté en vano salir corriendo como alma que lleva el diablo.
Una sombra negra apareció de la nada, y otra y otra y otra más. Aquel pelaje negro azabache y esos ojos luminosos me pusieron la piel de gallina. El terror disparó la adrenalina y, con eso, empecé a correr. Grité, pero mis chillidos de auxilio se ahogaron en los rugidos de los animales que, en cuanto vieron que su presa se intentaba escapar, corrieron tras de mí.
—¡Socorro! —gritaba muerto de miedo.
Estaba perdido. Era mi fin.
Por más que intentara esconderme, era inútil. Aquellos felinos eran veloces y, pronto, descubrí que eran más rápidos que yo. ¿De dónde habían salido? No había panteras por la zona.
—¡Ayuda!
Por más que intentara pedir auxilio, no había ni un alma a kilómetros de la redonda y nadie se atrevería a pisar el bosque por la noche. Genial.
Mis piernas ya no daban más y mis pulmones ardían por el esfuerzo, el corazón bombeándome con fuerza; mas yo seguía avanzando pese a que cada paso me costara. No iba a rendirme, no podía. Corrí y corrí hasta que me di bruces contra la gran pared de maleza infranqueable. Revisé la zona y maldije por lo bajo al percatarme que me encontraba a una distancia muy larga del túnel de acceso al remanso secreto.
Mierda.
Un rugido. Otro. Y otro más.
Miré a mis depredadores con el miedo a flor de piel. Os juro que vi mi vida pasar por delante de mis narices a cámara lenta: mi infancia, el nacimiento de Star, a Nick y a Blake... pero, sobre todo, la vi a ella. Su sonrisa, sus ojos, ese cabello lleno de tirabuzones y esa voz tan armoniosa.
Iba a morir, lo veía en cómo se estaban relamiendo.
Todo sucedió a cámara lenta. De la nada, alguien salió de entre las sombras y, cogiéndome por las axilas, me sacó de allí. Al principio no fui consciente de nada, pues había cerrado los ojos con fuerza no queriendo ver la muerte; pero cuando los abrí, me quedé alucinado al ver que mis pies no estaban tocando el suelo. ¡Estaba volando! ¿Cómo era eso posible? Si yo no...
¡Era ella! ¡La chica que tenía las alas! Intenté verle la cara, pero la posición en la que estaba, de cara al paisaje tan maravilloso que se extendía ante nosotros, no me lo permitía. Sobrevolábamos el bosque hasta cruzar esa muralla de maleza —estaba tan asustado cuando me perseguían que no me había fijado que el muro con el que había chocado era de roca maciza y no de maleza—, hasta que ella se dejó caer de manera elegante y grácil sobre una rama... salvo que no lo era. Al mirarlo con mayor detenimiento me di cuenta que esta sobre una casa del árbol muy bien construida.
Ahora que estaba a salvo y que no sentía que vomitaría el corazón, me sentí mucho mejor, más aliviado. Aunque cuando me volví para agradecerle a ese ser alado que me hubiera salvado, me quedé de piedra.
¡No podía ser posible!
La mujer con las alas de ángel era ni más ni menos que Amberly, ¡mi Amberly!
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Nota de autora:
¡Feliz domingo, mis queridos lectores!
¡Sorpresa! Aquí tenéis un capítulo extra. Quiero daros las gracias porque ¡hoy Polos Opuestos ha llegado a las trece millones de visitas y he llegado a veintiocho mil seguidores! Sois increíbles.
¿Qué os ha parecido el capítulo? Repasemos:
1. Nueva cita de Christopher y Amanda.
2. Christopher confiesa que sabe que Amberly y Amanda son hermanas.
3. La repentina desaparición. ¿Qué habrá pasado?
4. Conversación con Dorothy.
5. ¡Los padres han echado a Amberly de casa!
6. Conversación entre Christopher y Amberly.
7. La persecución.
8. Christopher a punto de morir.
9. Amberly lo salva.
10. ¡Christopher descubre el secreto de Amberly!
Espero que el capítulo os haya gustado. ¡Nos vemos mañana! Un besito.
Mis redes:
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