Capítulo 12
Capítulo 12
Christopher:
¿Qué me estaba pasando? ¿Era normal sentirse así de feliz, con ganas de comerme el mundo? El corazón latía con tanta fuerza en mi pecho y un torrente de alegría y plenitud bullía por mis venas. Y es que aquella salida improvisada había sido perfecta. No había habido lujos ni restaurantes caros y, pese a eso, a ella no le había importado. Fue fantástica e hizo que mi día mejorase con creces.
Dar un pequeño paseo para finalmente acabar sentados en un parque no habría sido considerado como el mejor plan para la mayoría de las mujeres que se movían en mi círculo social, pero a Amberly no le había importado. Había descubierto tantas cosas de ella que aún no las había asimilado a pesar de que ya hubiese pasado casi un día. ¿Amanda era su hermana menor? ¿Era la hija de Gideon Tyson, uno de los ministros del reino? Madre santísima, no me había dado cuenta de que no sabía nada de Amberly hasta que me había soltado aquella bomba y estaba seguro de que si no se le hubiese escapado yo no me habría enterado. ¿Por qué su familia no había excusado su ausencia en aquella cena? ¿Por qué no había asistido al evento benéfico?
Si algo tenía claro era que aquella mujer escondía algo. No me tragaba la excusa que me había dado y, para su mala suerte, no iba a detenerme hasta que lo averiguara. Fuese cual fuese su secreto, no tenía que ser tan malo, ¿verdad?
¿Era normal sentirse tan atraído hacia una persona? Durante nuestra pequeña salida había sentido algo dentro de mí, una pequeña conexión. Por fin mi mundo tenía sentido, y es que había descubierto que Amberly había revolucionado cada célula y partícula que formaba todo mi ser. No sabía nadie cómo de nervioso estaba y las ganas que había tenido que nuestro encuentro fuera bien, de no espantarla y meter la pata. A veces podía ser tan inseguro, sobre todo cuando la persona a la que quería impresionar me importaba tanto como lo hacía ella.
El día siguiente fui a clase pensando en volver a sentarme a su lado. Su cercanía me transmitía mucha paz en un mundo en el que debía mostrarme perfecto; sentía que al estar con ella no debía ser el príncipe encantador de cuento de hadas, podía ser simplemente yo mismo. No era el heredero al trono, era Christopher, la persona que había tras la corona y el título. Ella no me veía como un objeto, me veía tal cual era. No había habido necesidad de repetirle que me tuteara, lo había hecho en cuanto se lo había dicho; el resto, en cambio, no lo hacía, prefería llamarme de usted.
Antes de llegar a clase, recibí una llamada de Blake.
—Dime.
—Tío, mira la prensa. Amberly y tú sois la portada de todas las revistas de cotilleos y todo el mundo se pregunta quién es ella.
Me quedé de piedra y, por un segundo, pensé que tiraría el teléfono de la impresión. ¿Eso era cierto? ¿Nos había seguido la prensa rosa? Mierda. Debía avisarla cuanto antes.
—Lo haré. Gracias por avisar.
Colgamos la llamada de inmediato y, al mismo tiempo que avanzaba por la vorágine de estudiantes, revisé un par de revistas del corazón para corroborar sus palabras. Maldije por lo bajo. En efecto, en todas y cada una de ellas aparecía una imagen de ambos, aunque, por suerte, su rostro apenas era reconocible debido a la oscuridad. Los titulares oscilaban entre <<¿Quién es la misteriosa cita de nuestro príncipe?>> pasando por <<Cita secreta>> hasta llegar a <<¿Amor real o por interés?>>.
Sentí tal rabia e impotencia. Una de las cosas que más odiaba de ser el príncipe era estar siempre en el punto de mira. Joder, debería haberlo sospechado. ¿Por qué no había pensado que algo así podría suceder? ¡Qué irresponsable que había sido!
Con dedos temblorosos, le escribí a Amberly un mensaje rápido.
<<Ayer nos siguió la prensa y ahora ambos aparecemos en las portadas. Por suerte, apenas se aprecia tu cara y creo que nadie podrá reconocerte.>>
Recibí su respuesta cuando estaba subiendo las escaleras que me conducirían a mi aula.
<<¡¿Qué me estás contando?! ¡No puede ser! Como mi familia se enteré, seré mujer muerta>>.
Parecía preocupada de verdad. Me pregunté cómo de malo sería para ella que la gente se enterara de lo que pasó ayer. Tampoco es que hiciéramos nada malo; solo había sido una quedada, como las que hacía con mis amigos... Solo que yo no la veía como una amiga.
<<No debes alarmarte. Te prometo que nadie sabrá que tú y yo hemos salido>>, redacté, aunque no esta seguro al cien por cien de poder cumplirlo. No estaba en mis manos.
Cuando llegué a clase, no la vi. Fruncí el ceño: era extraño en ella no llegar a la hora. Me senté en el hueco que había a su lado, ahora vacío, y esperé a que llegase. Sin embargo, me sorprendió que no fuera en todo el día. En cuanto distinguí a su amiga, la interrogué y, para mi desgracia, tampoco sabía dónde se había metido. La leche.
En el descanso, decidí escribirle un mensaje.
<<¿Dónde te has metido?>>.
Su respuesta tardó casi diez minutos en llegar.
<<Estoy enferma.>>
Sí, claro, y yo me chupaba un dedo.
<<¡Qué casualidad! No faltas nunca y el único día en el que no asistes es justo en el que han salido esos artículos sobre nosotros. Te juro que nadie está hablando al respecto>>, intenté calmarla. Pero, por supuesto, la suerte tenía que estar en mi contra. Pronto escuché el gran revuelo que se estaba creando a mi alrededor y cómo las chicas cada vez cuchicheaban con más fuerza, mirándome con disimulo.
—Mira, tía. ¡Qué suerte que tiene esa chica! Ya me gustaría haber estado en su lugar.
—¿Quién puede ser? No se aprecia en la imagen.
—Sea quien sea, va a ser la envidia del reino.
Por aquí y por allá me llegaban una interminable oleada de cotilleos y teorías de lo más inverosímiles e imaginativas. Eso sí, entre las hipótesis ninguna nombraba a la verdadera culpable, pues ¿quién pensaría que Amberly, aquella mujer tan poco valorada, fuera la chica de las fotografías?
A la hora del almuerzo me reuní con mis amigos, con todo el grupo. Amanda estaba que echaba espuma por la boca, al igual que Lena y Bariel. Si bien ninguna de ellas dijo nada al comienzo, supe que se estaban muriendo por saber con quién había salido, quién era la responsable de que toda la población femenina no pudiera apartar la vista de nosotros. Fue Cedric el que rompió aquel silencio tan asfixiante.
—Qué calladito lo tenías, Christopher. No sabíamos que te vieras a escondidas con alguien.
Yo tampoco. Solo había sido una salida, no una cita.
—No le tengo que decir a nadie con quién salgo. Además, solo es una amiga. Tampoco es que estuviésemos haciendo algo ilegal.
Pero, claro, las chicas no estaban de acuerdo.
—Si solo es tu amiga, podrías decirnos quién es para salir de dudas —expuso Amanda. Se notaba a leguas que se sentía intimidada. Mejor no decirle que su hermana era la causante de que me pasara el día pensando en ella; de lo contrario, sus ataques contra ella se incrementarían, estaba muy seguro de ello.
—Prefiero que por ahora no lo sepáis. No os lo toméis a mal, pero no es como nosotros. Es mucho más... sencilla. No le gusta estar en el centro y creo que esto la ha enfadado. Además, conociéndoos, seguro que la espantaríais en nada y no quiero eso.
—¿Estás diciendo que no somos dignos de conocerla? —preguntó Kendall un tanto indignado.
—Por ahora.
Lena chasqueó la lengua.
—Seguro que es una niña simplona. No parece nada de otro mundo —susurró, aunque no lo suficientemente bajo como para no escucharla.
—Pues, la verdad, es mucho más interesante que las demás. Ayer se me pasó volando el tiempo a su lado.
—¿Qué tiene ella que no tenga el resto? —Bariel se cruzó de brazos y centró toda su atención en mí. Entre las tres parecían que iban a saltarme a la yugular. Menos mal que no les había desvelado la identidad de mi acompañante; si no, habrían ido a por ella de inmediato y ahora que sabía que Amanda y Amberly compartían parentesco, no me cabía duda de que aquella morenita le habría hecho la vida todavía más dura a su pobre hermana.
En un intento por buscar las palabras adecuadas, me arremangué los puños de la camisa para darme tiempo a pensar.
—Es tan natural y única que no hay nadie en el reino comparable a ella. Solo somos amigos y llegar hasta ahí me ha costado lo suyo. Al principio se negaba a que lo fuéramos, temerosa del qué dirán, pero al final he logrado convencerla de lo contrario. Es tan agradable e inteligente, y tiene una manera de pensar que la hace especial. Es solitaria, pero no le teme a la soledad. Me gusta estar con ella.
Eran tan ciertas mis palabras. Nadie sabía lo cómodo que me había sentido la tarde noche anterior, lo bien que me lo había pasado. Estaba convencido que de haber sido Lena, Bariel o cualquier otra mujer, la situación no habría quedado igual. Es más, cada vez que me venía a la mente la cita improvisada que nos habían montado los padres de Amanda y los míos, me atacaba tal ataque de vergüenza. Y es que pese a tener la misma sangre, eran tan diferentes Amberly y Amanda entre sí que me asombraba. Mientras la una era sencilla en su totalidad, dulce como la miel y brillante como el mismo sol, su hermana era tan fría y lejana, como si solo se importara a sí misma.
—Suena tan aburrida...
—Lo mejor de todo es que parece que esconde algo. Tiene una manera de pensar un tanto retorcida y yo me muero de curiosidad por saber a qué viene.
Mientras Kendall, Cedric y las chicas insistían en qué les dijera quién era la chica misteriosa, Blake y Nick se quedaron callados, sabedores ya de la responsable. Esa clase de muestras de lealtad eran las que me hacían confiar en ellos y saber que podía contarles cualquier cosa, por muy tonta, ñoña o exagerada que pareciera. Sabía que ellos me comprenderían o que, de no hacerlo, intentarían entender mi manera de pensar.
. . .
En el instante en el que me quedé solo de nuevo tras la dura jornada como futuro rey, le escribí un mensaje.
<<¿Qué tal te ha ido el día? Siento no haberte hablado antes. He tenido que atender asuntos de la corona.>>
Me respondió pasadas las ocho, justo cuando salía de su puesto.
<<Quitando el hecho de que todo el mundo hablaba de la mujer que sale contigo en las portadas, todo bien. Amanda ha estado más insoportable que de costumbre, mostrando su faceta de envidiosa y niña malcriada. Es una pena que te lo hayas perdido. Ha sido todo un espectáculo.>>
Había algo extraño relacionado con ellas. Aún seguía sin comprender por qué Amanda era tan mala con Amberly. Al principio lo había asociado a los celos, pero seguía sin cuadrarme. ¿Qué ocultaba aquella mujer? Tampoco me tragaba lo de sus padres. Era curioso que no hubiese asistido a ningún acto. ¿Acaso se avergonzaban de ella? ¿Qué había de malo en esa muchacha de mirada tierna y ojos color ámbar?
<<¿Ha sido muy mala contigo hoy?>>.
<<Solo un poco. Agradezco en parte lo que ha pasado, puesto que no he sido el punto de mira de sus insultos. Aunque he de confesar que se ha pasado gran parte del tiempo despotricando sobre ella... sobre mí. No puedo decirle que era yo, no cuando está claro que lo que de verdad quiere es a ti.>>
Sí, claro.
<<Querrás decir la corona. No soy tonto; sé que lo que busca de mí son los lujos.>>
Una pequeña pausa vino a continuación. Sabía que había leído el mensaje porque aparecía el icono del visto en la pantalla. Tardó unos minutos en responder.
<<Perdona, Amanda ha entrado de improviso en mi habitación y he tenido que cerrar la conversación a todo tren. Está insoportable y repite constantemente "Esa zorra no me quitará lo que es mío". Creo que deberías hablar con ella al respecto y hacerle entender que tú no eres de nadie, menos de ella.>>
Concordaba con sus palabras. La pantalla se iluminó de nuevo cuando entró otro mensaje.
<<¿Tú también te has dado cuenta? Menos mal, pensaba que era la única que se había fijado en ese pequeño detalle.>>
<<Es fácil deducirlo cuando en la gala benéfica de hace unas semanas me dejó caer que quería un regalo caro para su cumpleaños. Lo que me hace pensar que pronto llegará el tuyo tambié y que no sé qué regalarte. Acepto ideas.>> Al enviar el mensaje le agregué el emoticono del guiño.
Tardó bastante en responder, tanto que pensé que no recibiría otra respuesta suya, con lo bien que me sentía compartiendo esos minutos de tranquilidad con ella.
<<¡Ni se te ocurra! ¿Me escuchas? No quiero que me compres nada caro... Nada en general.>>
<<Quizás podría regalarte una joya cara o un vestido de Prada. ¿Qué te parece?>>, bromeé.
<<Y ya de paso una mansión en Honolulu con tres piscinas y un yate incorporado>>, ironizó.
Reí a carcajada limpia.
<<Hecho>>, le envié otra vez el mismo emoticono que antes.
Un golpe suave en la puerta me distrajo. Me levanté del sofá y alisé las inexistentes arrugas del traje que aún llevaba puesto.
—Adelante.
Alexa, mi mujer de confianza, entró en el dormitorio con paso seguro. Era una mujer de rasgos marcados y fuertes que poseía un carácter muy enérgico.
—Alteza —dijo de manera educada ejecutando la reverencia de rigor—, me retiro por esta noche. Su padre desea verle para unos asuntos antes de que termine el día.
—Perfecto, gracias. Dile que voy en unos minutos.
En cuanto la mujer se marchó, le escribí un último mensaje a Amberly.
<<Lo siento, he de atender otro asunto importante. Espero que tengas dulces sueños. ¡Nos vemos mañana!>>
De camino al despacho de mi padre, aquel aparato vibró y esas siete letras aparecieron brillantes en la pantalla.
<<Buenas noches, Christopher. Que el trabajo te sea leve. Mientras, yo estaré viendo mi culebrón preferido y atiborrándome a palomitas con sabor a mantequilla.>> Adjunto al mensaje había enviado el emoticono del ángel junto a un giph de una persona devorando palomitas sin parar.
Tuve ahogar la carcajada que nacía en mi garganta. Era única en su especie y descubrí que quería conocer cada una de sus facetas.
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Nota de autora:
¡Feliz lunes, mis queridos lectores!
¿Qué tal lleváis el inicio de la semana? Aquí os dejo este capítulo para que no sea tan duro. ¿Qué os ha parecido? Repasemos:
1. Cómo ha vivido la cita Christopher.
2. La prensa.
3. Amberly está en boca de todos.
4. Las chicas están insoportables.
5. Charla con Amberly.
6. ¡Christopher ya se huele algo con los padres de Amberly!
Espero que el capítulo os haya gustado. ¡Nos vemos el miércoles con más y mejor! Un besote. Os quiero.
Mis redes:
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