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Capítulo 10

Capítulo 10

Christopher:

—¿Qué ha pasado a primera hora? Lena y Bariel están histéricas —fue lo primero que salió de la boca de Cedric.

Intenté mantener la calma y deseé con todas mis fuerzas que se comportara.

Dejé el cubierto en la mesa y bebí un vaso de agua, aparentando tranquilidad. Lo que había pasado en clase del señor Hasenhower había sido un gran paso con Amberly y había descubierto que me había gustado mucho más de lo esperado mantener aquella conversación silenciosa, sin que nadie se percatara que a pesar de parecer atentos nos estábamos comunicando. Ella era una mujer tan sincera, y yo me sentía tan a gusto a su lado que me había dejado pasmado la comodidad que me había dado.

Desde mi posición tenía una clara visión a la mesa en la que estaba sentada con su amiga en la cafetería de la universidad. Ambas estaban tomando una buena dosis de café con extra de nata mientras, supuse, se ponían al día. Qué guapa que era, por Dios. En aquella clase había comprendido que no hacía falta buscar más, que la mujer que tanto me atraía y cuya voz hacía brincar mi corazón con fuerza era aquella castaña. Me daba igual su apariencia y que la tacharan de gorda, era tan bonita a mis ojos, perfecta.

—¡Christopher! No me estás escuchando —me reclamó el muy idiota.

Suspiré, apartando la mirada de Amberly y su amiga para centrarla en ellos.

—Perdona, me he despistado. ¿Qué estabas diciendo?

—Que por qué Lena y Bariel se han puesto como motos.

Me encogí de hombros.

—Qué mas da eso. Siempre son así.

—Pero esta vez parecía que les había poseído La muñeca diabólica —apuntó Nick.

—Parecían perros rabiosos —estuvo de acuerdo Blake.

—Puede que sea porque me haya sentado junto a Amberly para...

Oh, no. Ya la había liado, lo supe al ver la expresión de Cedric y cómo Kendall apretaba la mandíbula con fuerza. No sabía qué tenían ellos dos con la pobre, por qué les caía tan mal. Solo había que estar un par de minutos con ella para saber lo encantadora que era.

—Espera, espera, espera. ¿Has preferido sentarte con esa aberración que con los pibones de Lena y Bariel, que son las chicas más guapas de toda la facultad?

Miré a aquel pelirrojo sin inmutarme.

—Sí. Créeme, tiene muchas cualidades y es muy maja.

El pelinegro se golpeó la frente con la mano.

—Seguro que ahora se piensa que puede andar con gente como nosotros, de la alta sociedad.

Apoyé las manos en la mesa, dándole un golpe seco.

—¿Qué os he dicho? Me da igual que no os caiga bien por X o Y razones, pero no voy a tolerar que sigáis comportándoos como auténticos gilipollas con ellos. Estáis en periodo de prueba y como vea que la lastimáis, me dará igual qué tan amigos sean nuestros padres. No quiero abusones en mi grupo.

—Pero...

—¿Me estás cuestionando, Cedric? ¿Quieres que te demuestre que mis palabras van muy en serio?

Aquel intento de hombre soltó un bufido, pero, por fortuna, no dijo nada más. Se dedicó a tomar su almuerzo en silencio. Perfecto, a mí tampoco me apetecía escuchar su voz.

Cuando por fin me libre de ellos, Nick, Blake y yo salimos al campus. Mis amigos tenían que ir a entrenar: el primero era parte del equipo de natación de la universidad y el segundo, se estaba preparando para competir contra otras universidades de Europa en atletismo. Cuando estaba en el instituto me gusta hacer deporte y, es más, estuve en el equipo de waterpolo de mi instituto. Fue muy duro para mí tener que dejarlo al acabar mis estudios, con lo que a mí me gustaba y relajaba. Sin embargo, mis padres creían que lo mejor era que enfocara todos mis esfuerzos en otros asuntos. Puede que por eso me daba miedo que mi familia se enterara de que adoraba la costura, porque temía que me la arrebataran.

—Estoy muy orgulloso de ti, Chris —habló Nick mientras les acompañaba hasta las instalaciones deportivas. La biblioteca estaba justo en frente, cruzando la pequeña plaza que separaba ambas partes.

—Me alegro que hayas dado un pequeño paso con ella.

Sonreí recordando lo que había pasado en la clase.

—Ha sido divertido. Hacía mucho que no hacía una locura como esa, ya sabéis, no atender en clase y dejarme llevar por un impulso.

—¿Cómo se lo ha tomado Amberly?

Reí.

—Pues al principio se ha quedado sorprendida al ver que me sentaba a su lado, aunque después he sentido que todo ha fluido entre los dos. Siento una conexión con ella que no había sentido antes y creo que no es solo curiosidad por lo que quiero acercarme a ella.

—Te gusta, ¿verdad?

Asentí con la cabeza, todavía sin poder asimilar el gran significado que había en una palabra tan pequeña.

—Mucho. No sé qué tiene que me atrae como un imán. Quiero protegerla de todos los malos, aunque siento que no necesita que lo haga, que en su interior hay una leona luchadora que se defiende con garras y dientes.

—¡Eso es fantástico! —Nick me dio una serie de palmaditas en el hombro—. El primer paso ya está hecho: darle nombre al sentimiento. Ahora te toca el segundo: pedirle salir. Ya has hecho lo difícil, solo te queda una nimiedad.

Resoplé.

—No lo entendéis, ¿verdad? Quiero ir poco a poco, acercarme a ella sin ahuyentarla o que piense que solo quiero estar a su lado porque siento pena. Primero quiero que confíe en mí y, después, pedirle una cita —expuse.

Los tres nos quedamos quietos al llegar al centro de la plaza. Allí nuestros caminos se separaban.

—Quieres demostrarle que no eres como el resto de tíos que hay en reino, que no eres tan idiota como Cedric y Kendall —dijo Nick entendiéndolo todo a la primera. Ese era mi chico.

—¡Eso es!

—Lo tienes un poco jodido. ¿Has olvidado acaso que eres el heredero al trono de Ahrima? La palabra normal no te define y, además, no eres como los demás chicos, que te quede bien claro. Eres mucho mejor que ellos y no porque seas de sangre azul, sino por la clase de persona que eres. Que te fijes en alguien que no sigue los estereotipos lo demuestra con creces.

Era cierto. Desde pequeño me había pasado. En clase odiaba que las personas que se creían superiores a las demás les hicieran la vida imposible al resto solo porque sí. No me iba esa clase de gente. Prefería la naturalidad y espontaneidad de Nicholas y Blake que la vanidad y egocentrismo de Cedric y Kendall.

Tras un par de minutos de intercambio, nos despedimos y cada uno se fue por su lado. Quería ponerme al día con un trabajo antes de ir al taller y me parecía que lo más cómodo era quedarme en las instalaciones de la universidad, ya que el edificio en donde estaba el taller estaba más cerca de allí. Además, quería evitar a mi padre. Aquella mañana me había insinuado que Amanda iría a tomar el té con mi madre y mi hermana y no quería que me organizaran otra cita con ella.

No me esperaba encontrarme con ella, lo juro, pero al entrar estuve a punto de chocarme con Amberly.

—Hola de nuevo, Amberly.

Ella me miró de arriba abajo como si no se creyera el hecho de que nos volviéramos a encontrar.

—¿Buenas?

Pasó su tarjeta universitaria por las máquinas de acceso y empezó a avanzar a paso rápido hacia los ascensores. Ni hablar, no señor. Hice lo mismo y me puse a su altura. No iba a conseguir irse sin mí así de rápido.

—¿A qué planta vas? —le pregunté una vez estuvimos dentro del ascensor.

Soltó un breve suspiro.

—A la entreplanta dos. Había quedado con dos compañeras de mi grupo de Economía Internacional, pero me han dejado tirada a última hora. Así que no sé si ir allí o a la sala de estudio del segundo piso.

—¿Qué te parece si vamos los dos a esa sala de trabajo y estudiamos juntos? Sería un puntazo y, además, podríamos ayudarnos con las dudas. Seré todo un caballero. —Sonreí como un chico bueno, aunque al final no pude resistirme a la tentación de guiñarle un ojo. ¿Sería muy evidente lo que me pasaba con ella?

Ella frunció el ceño, no muy convencida con la idea.

—No sé yo.

—Seré silencioso, casi como si no estuviera.

—No estoy muy...

—Por favor. Prometo comportarme.

No sé cómo conseguí convencerla, solo sé que pasados unos minutos nos encontrábamos cada uno en puntas diferentes de la pequeña habitación destinada a los trabajos grupales. Mi compañera nada más llegar se puso unos tapones para los oídos y desparramó por toda su zona una pila de apuntes descomunal. Fue leyendo con cuidado cada hoja, subrayando la idea que, supuse, le parecería importante.

Yo hice más de lo mismo y durante casi media hora cada uno estuvo sumido en su propio mundo. En el instante en el que alcé la vista porque necesitaba descansar aunque fuera solo un minuto de aquella agonía, me percaté de que se había rehecho aquella coleta que había llevado durante el día y que se había atado el pelo en una trenza. Por Dios, sí que me había evadido.

—¿Cómo vas? —pregunté en un intento por romper aquel silencio, pero, claro, no podía escucharme.

Con sutileza, me levanté de la silla, rodeé la mesa y le quité los tapones con brusquedad. La sorpresa fue tal que rebotó en su sitio, con tan mala suerte de que me dio un buen cabezado.

—¡Auch! Eso duele —me quejé mientras me frotaba la barbilla.

—Te lo mereces.

Tenía razón: me lo tenía muy bien merecido.

Al ver que me frotaba mucho el lugar en el que me había hecho daño y al verme haciendo una mueca de dolor, Amberly se puso de pie y colocó sus manos en el sitio afectado. Aquel simple contacto llevó una pequeña descarga a cada rincón de mi cuerpo, recordándome así lo que me afectaba su cercanía. Olía tan bien. Pese a que intenté averiguar qué clase de perfume usaba, me fue imposible. No era ninguno que conociera ni esos que se echaban las mujeres encima de marcas caras.

—¿Te he hecho mucho daño?

—No es nada. Solo un golpe tonto. Ya he aprendido la lección de que no debo molestarte cuando estás concentrada y ahora sé cómo reaccionas a algo inesperado —bromeé para aligerar un poco la atmósfera.

Pero, claro, ella no estaba satisfecha con mi respuesta. Verificó que el daño fuese de verdad una tontería. Su ceño fruncido por la concentración y los labios apretados fueron la cosa más mona que había visto en mi vida.

Tuve que apartarla de mí por el bien de mi cordura. Su aroma embriagador me estaba volviendo loco y lo único que me apetecía en esos momentos era hundir la nariz en su cuello.

—¿Qué te parece si como recompensa por el golpe hacemos algo divertido tú y yo?

Chasqueó la lengua.

—Creo que el golpe ha afectado a las pocas neuronas que tienes.

—¿Pocas? En nuestro cerebro habitan casi cien mil millones de neuronas. No son precisamente pocas que digamos.

Se quedó sorprendida en el sitio cuando le solté aquel dato.

—Vaya, no sabía que fueras un cerebrito.

Me encogí de hombros.

—Qué se le va a hacer. Me gusta la ciencia —le confesé. Aquello solo lo sabían contadas personas, entre ellos mi familia y mis amigos más cercanos—. ¿Ahora vas a responder a la pregunta? ¿Qué te parece si hacemos algo juntos? Podríamos salir a tomar algo o a dar un paseo esta tarde.

La castaña se cruzó de brazos.

—No puedo. Trabajo hasta las ocho.

Esbocé una gran sonrisa, para nada decepcionado con su respuesta. Se me había ocurrido un plan B.

—Pues te paso a buscar a las ocho.

—Pero...

—Ahora me dirás que a las ocho has quedado con tu amiga o cualquier otra excusa cuando ambos sabemos que es mentira.

Al final acabó resoplando.

—Está bien.

En mi interior, un mini yo se puso a saltar de alegría. Y es que nadie sabía las ganas que tenía de hacer algo con ella fuera del ámbito universitario y académico. Amberly era tan misteriosa como un enigma sin resolver y yo quería saberlo todo de ella, hasta el más profundo de sus secretos.

—En ese caso, nos vemos hoy a las ocho.

Tal y como se me había enseñado desde que era un crío, tomé su mano y la besé en el dorso, deseando en mi interior poder hacerlo en la mejilla, pero, por desgracia, el protocolo dichoso me lo tenía prohibido.

Segundos antes de separarme de ella e irme por mi lado me percaté que un ligero rubor teñía sus mejillas. Estaba tan pletórico y tan feliz de aquel plan improvisado, y me hacía tanta ilusión la idea de tenerla solo para mí aunque fuera unos minutos. Había sido inteligente y le había pedido a mi padre la tarde libre para poder adelantar todos los trabajos que nos mandaban los profesores de la universidad. En varias ocasiones estos me habían dejado caer que podría retrasarme con ellos, pero no me parecía lo más justo para mis compañeros.

Como planeé, me pasé el resto de la tarde encerrado en la biblioteca, ansiando que las agujas del reloj se movieran con más rapidez para poder estar con ella, con la mujer de los ojos color ámbar, con aquel enigma andante que tan loco me tenía. Cuando dio la hora, me levanté de mi puesto y salí de allí con paso tranquilo, si bien en mi interior los nervios me carcomían. Había llegado el momento.

Estaba listo para salir con Amberly.

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Nota de autora:

¡Feliz miércoles, mis queridos lectores!

¿Qué tal os va? Espero que el capítulo os haga más amena la cuarentena. ¿Qué os ha parecido? Repasemos:

1. ¡A Christopher le gusta Amberly! Fuertes declaraciones.

2. Christopher les planta cara a sus amigos.

3. El encuentro en la biblioteca.

4. ¡Va a haber cita!

5. Esto se pone bueno.

Espero que el capítulo os haya gustado. ¡Nos vemos pronto! Un besito y mucho ánimo. Os quiero.

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