Necesito que no me odies
Le hice caso, entré al baño, cerré la puerta, y me deshice del traje, abrí la ducha y me metí bajo el chorro de agua.
Aún estaba fría y no me importaba.
Poco a poco se fue calentando, aflojándome los músculos, sacándome parte de la tensión que sentía, dejándome llorar tranquila, sentada al fundo de la bañera, sin tapujos, y sin tener que esconderme porque April me retaba, sin tener que pretender que todo estaba bien.
Porque no lo estaba, yo estaba rota, destrozada, una moledora había pasado por mi corazón y no había tenido miramientos al romper todo a su paso. Mi pequeña hermana, ella si había aceptado la situación, y la encaraba con mucha más madurez que yo. Era mi soporte.
Yo, en cambio, la que mostraba fortaleza, la que "nunca tenía nada", la que desprendía seguridad y soberbia, la misma que con un balazo en las costillas, había aguantado el dolor y salvado a su familia, sin decir ni una palabra para no preocuparlos, estaba en la misma posición que un niño que pierde a sus padres en el Shopping, asustada, frustrada, pero sobre todo golpeada, golpeada por las vueltas de la vida.
Por ahí, no era mi culpa, como decían, pero yo sentía que si, y los "¿qué hubiera pasado si...?" aplastaban los pocos atisbos de cordura que tenía.
Todo se había desmoronado, y yo había empujado lejos al único pilar además de April, Steve. Él... él si me hubiera apoyado, él habría limpiado mis lágrimas, y acallado mis pesadillas, pero mi puto orgullo se encargó de que eso no pasara. No era por Sharon, yo sabía que él jamás me hubiera engañado, pero el "yo puedo sola" y "molestás, entendelo" de mi cabeza, hicieron que lo echara, que lo alejara de mi cuando más lo necesitaba.
No se cuanto estuve adentro, pero fue lo suficiente para que el agua comenzara a ser más fría, me estaba terminando el agua caliente del termotanque.
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Salí y envolví mi cuerpo con una toalla, esponjosa, suave y violeta... era de Clint, con un mil por ciento de seguridad.
Volví al cuarto y vi sobre la cama un bolso, era el que usaba yo en las misiones, no podía creer que seguía existiendo, y tenía una muda de ropa.
-Perfecto- murmuré, era un conjunto de deporte, lo más cómodo y necesario en ese momento, me lo puse y me acosté en la cama, dispuesta a dormir, aún seguía cansada.
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Plácidamente no era la palabra que describe a la perfección la siesta que tomé, pero al menos no tuve sueños indeseados o ataques de cualquier tipo, adormilada sentí que alguien golpeó la puerta y pensando que era la colorada, aún sin voltearme, contesté.
-Si, Nat, pasá-
-Soy yo- me dí la vuelta de un salto, casi cayéndome, él mientras, dejaba una bandeja sobre la cama -¿Estás bien?-
-Si- asentí un poco
-Natasha me dijo que te traiga esto- miré hacia la puerta
-Y Natasha nos acaba de encerrar- apreté con fuerza las palmas de mis manos en mis ojos, y se escuchó el cerrojo hacer lo suyo, luego se llevaron la llave.
-¿Qué? ¿Cómo?-
-Estúpida Natasha- concluímos los dos
-¿Cómo sabías?- suspiré
-La ví por la hendija, no habías cerrado del todo la puerta, y además de ser el peor cliché de película de reconciliación, escuché sus pensamientos desde acá, estoy un demasiado sensible hoy con el tema de leer mentes... y eso- contesté restándole importancia –Mejor no pienses en nada malo- dije en forma de chiste, al parecer no se lo tomó como tal, ya que su cara seguía siendo la misma.
-Entonces supongo que voy a verte comer-
-¿Ah?- miré a la bandeja con un plato de sopa lleno hasta el borde, debajo de este, otro vacío, dos cucharas, una botella de jugo, dos manzanas, dos vasos en pila, y servilletas –Hasta en eso pensó la muy pe-
-¡El lenguaje!- rodé los ojos – ¿Y qué es en lo que pensó?-
-La muy pe... ligrosa y colorada, dejó doble de todo, ¿no te habías dado cuenta?-
-No, en realidad no, no venía prestando mucha atención-
-Bueno, entonces comamos, estás muerto de hambre, tu estómago me lo está gritando-
-¿Ahora lees a los estómagos?- preguntó con ironía
-Entonces ahora manejas la ironía ¿no?- volví a rodar los ojos –No, no leo estómagos, pero tu panza está haciendo ruido desde que entraste acá- su panza crujió un poco -¿Ves?- sonreí victoriosa –Sentate a comer, que no muerdo-
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Cuando creí que la incomodidad se había disipado, el silencio entre bocados destrozó mi teoría.
-Yo...- OH POR DIOS, COMO ES QUE LEYENDO MENTES NO ME DI CUENTA QUE ÍBAMOS A HABLAR LOS DOS A LA VEZ.
-Dejame a mi, no es de egocéntrica, pero si no lo digo no voy a poder digerir ni el jugo- asintió de apoco –Steve, lo siento, creo que no me bastan las palabras para expresar lo arrepentida que estoy, estaba asustada, sobre cargada, triste, yo... no soy la mejor actuando bajo presión y lo sabés- bajé la mirada –Mi hermana estaba en un hospital, mis padres muertos, una rubia estúpida te estaba besando... colapsé, me caí a pedazos, y no me podía quedar. Perdón- volví a limpiarme las lágrimas por décima vez en el día. Sentí su mano sobre la mía, abrí los ojos, y miré a los suyo, por primera vez desde que había llegado, mostraban tristeza, en todo su esplendor.
-Podría haber recogido esos pedazos- sonreí amargamente
-Lo sé, y lo sabía, hubiera quedado como nueva, pero sabés lo terca que soy, yo... ya ni tengo excusa Steve, solo, no me odies, no tanto al menos, necesito que no me odies, no lo soportaría-
-_____ te busqué por todos lados, te encontré, incluso fui hasta tu casa, pero no me animé a tocar el timbre, siempre algo me frenaba-
-¿Cómo?- dije sorprendida
-Aprendí bastante de Romanoff, y el cartero me ayudó a saber de dónde venía tu carta, a cambio de un autógrafo-
-Conste que es injusto mantener el anonimato con vos- rió, pero de esas risas que no demuestran sentimiento alguno.
-Te quiero, eso es obvio, y no te puedo odiar, pero tampoco te puedo perdonar, sería injusto para mí-
-Está bien, lo considero lo más justo, me lo merezco-
-Te merecés lo mejor- sonreí con amargura -_____, hablé con tu hermana ayer- lo sabía, si yo también, no sabe mentir –Me dijo que estás pasando por ciertas cosa...- me revolví incómoda sobre la cama
-Problemas para dormir- dije apurada y no muy segura, era la peor excusa del universo, pero valía la pena, creo -Si, tengo... pesadillas, pesadillas bastante feas...-
-Tienen que ver con la visión que te puso Wanda- tragué en seco, su afirmación me dejó en jaque.
-Si-
-Estamos igual entonces- lo miré asombrada
-Los dos estamos con... ¿problemas para dormir?-
-Si, parece que si-
-No voy a preguntarte, si vos no lo haces-
-Trato- y extendió su mano, el contacto desplegó millones de sensaciones, que tuve que reprimir.
Me paré de un salto, de nuevo casi me caigo
-¿A dónde vas?-
-Escuché que llegó alguien- contesté como si nada
-Estamos encerrados, ¿te olvidaste?-
-Ya no más- y destrabé la cerradura con la mente –Somos libres, wiii- dije irónicamente
-Desde... ¿Desde cuando podés hacer eso?-
-¿Desde siempre? estuve practicando un poco más estos dos años- me miró fijamente –Si tu pregunta es por qué no lo usé para salir antes, soy algo masoquista Steve, amo torturarme por mis errores- y salí como si nada, medio corriendo, medio caminando.
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