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VEINTE Y UNO

VEINTE Y UNO

Dio una fuerte patada al saco de boxeo, que tenía en frente suyo, con toda la fuerza que pudo acumular. Antes, entrenaba todos los días sin faltas, pero desde que ha llegado a Londres su cabeza ha estado en otro rumbo, desconcentrándolo de sus entrenamientos físicos. Entonces era normal que le costara retomarlo, pero no se rendiría.

—      ¿¡Eso es lo más fuerte que puedes golpear!? — le gritó Jared, en un intento de motivación. — ¡Vamos, te he visto en mejor forma!

—      ¡Deja de gritarme! — golpeó de nuevo el objeto, que estaba entre las manos del hombre, justo frente a su abdomen.

—      ¡No lo haré! ¡Vamos, tu puedes! — la camisa blanca que Jared estaba empapada en sudor.

Golpeó aun más fuerte el saco, logrando que Jared cayera de espadas en la colchoneta negra que tenían en su pequeño gimnasio, en el sótano de la casa.

—      ¡Eso! Eso quería ver. — con un salto se puso de pie de inmediato.

—      ¿Quieres más? — lo desafió, mientras que con su mano se quitaba un rizo de su, ahora algo, larga cabellera, que se había soltado de la coleta.

—      Estoy listo. — guiñó un ojo mientras afirmaba de nuevo el saco con fuerza hacia si mismo. Harry arremetió contra él tan fuerte, haciendo que el hombre soltara un pequeño gemido. — mi costilla...— se quejó.

—      ¿No que querías más? — se burló de él.

—      Esto ya es personal. — soltó el saco y se hizo aun lado.

—      ¿A si? No te tengo miedo. — también se alejó, pero rápidamente se puso es posición de defensa.

—      Oh, cariño, ya lo tendrás. — solo le bastó decir eso para correr hacia donde se encontraba con los puños en alto. Tiró un golpe que iba dirigido al hombro derecho del menor, pero fue más rápido y se agachó.

—      Debes de esforzarte más.

—      Entonces prepárate. — le respondió.

—      Nací preparado. — y le sonrió como respuesta.

Tiró dos golpes a su lado izquierdo esta vez, y de nuevo Harry se agachó. Dio una patada que iba dirigido a sus pies, pero saltó sin ningún esfuerzo. Jared le sonrió, y se acercó con los puños bajos, sin ningún tipo de defensa.

"Un viejo truco" pensó Harry.

Durante toda su vida aprendió a permanecer siempre en defensa, en los momentos menos inesperados, incluso más cuando el enemigo se vea inofensivo. Y si hay oportunidad de atacar, entonces atacaba más fuerte.

Y eso hizo:

Dio una voltereta hacia atrás, y con su pie izquierdo, le propuso un golpe en su mandíbula. Cayó al suelo casi agachado, pero rápidamente se levantó y se dio la vuelta esperando otro ataque, pero se encontró con Jared quieto y tocándose el golpe reciente.

—      Bien hecho. — se acercó, sin embargo no había terminado aquella pelea.

Y así continuaron durante unos minutos, donde Jared tiraba golpes, y Harry los esquivaba. O viceversa. Llegó un punto en que el hombre estuvo de darle un golpe en el estómago al más chico, cuando un teléfono comenzó a sonar.

—      ¡Tiempo fuera! — gritó Harry.

Pero Jared siguió dando varios golpes, a los cuales Harry esquivó lo más rápido que podía. Pero ya era tarde, se había desconcentrado por completo.

—      No hay "tiempo fuera" en las peleas callejeras. — puntualizó. Y mierda, tenía razón.

—      ¡Oh, vamos! — se defendió más golpes con la respiración agitada.

La desconcentración era uno de los peores enemigos dentro de las peleas, eso lo tenía claro, y en ese momento estaba pagando las consecuencias.

Y ahí fue cuando Jared aprovechó para darle un golpe en el tobillo con su pantorrilla. Harry gritó de dolor mientras caía al suelo.

—      Eres un animal. — susurró. Levantó un poco el pantalón para ver el golpe y que tan grabe se veía.

—      Ugh... va a salir un moretón muy feo. — dijo en una clara burla mientras caminaba hacia donde había dejado su botella de agua.

—      ¿Estas loco? — se quejó aun viéndolo desde abajo.

El teléfono, que estuvo sonando durante todo el rato, dejó de hacerlo.

—      Eh, tu fuiste el que me golpeó la mandíbula. — y señaló el lugar donde se veía un pequeño hematoma formándose.

—      ¿Era necesario seguir peleando cuando claramente pedí tiempo fuera? — preguntó aun quejándose. Se levantó con cuidado y se acercó en donde el teléfono había sonado. Rápidamente se dio cuenta que fue el suyo cuando una notificación se mostraba en la pantalla.

"Mensaje de voz".

Jared le respondió lo mismo de nuevo, entonces no le hizo mucho caso y mejor apretó el botón de escuchar, para luego llevar el teléfono cerca de su oído.

—      Harry...— dijo una voz entrecortada. De repente se le fue el aire, y la habitación se hacía más chiquita—... soy una mierda...— se escuchó un sollozo. —... lo siento, ya no puedo más...— y después de eso, cortó.

El teléfono  cayó de sus manos.

Oh...mierda...

Felicité....

Corrió a su habitación, ignorando por completo los gritos de Jared exigiéndole una respuesta. No se molestó en ducharse o arreglarse el cabello. Tiró la ropa de entrenamiento sin fijarse realmente donde caía, y se apresuró en ponerse otra cosa.

—      ¿Pero que te pasa? — Jared se interpuso en su camino cuando salió de su habitación ya cambiado.

—      ¡Es Fizzy! ¡Ahora mueve tu estúpido trasero! — le ordenó. Y el hombre le hizo caso. Entonces Harry corrió bajando la escaleras de dos en dos.

—      ¿A dónde vas? — el hombre lo seguía a su ritmo.

—      A la mansión de los Tomlinson's — tomó las llaves de la motocicleta de Jared que se encontraban colgados al lado de la puerta principal.

—      ¡Hey! ¿Qué haces? Ve en tu auto. — trató de quitarle las llaves, pero Harry tenía mucho ventaja en ser más rápido y ágil que Jared.

—      Puede haber tráfico. — abrió la puerta ignorando lo que el mayor le decía y salió. — lo siento. — y cerró.

Se subió a la motocicleta y arrancó rápido por la calle, con una velocidad que, esta seguro, no se puede utilizar en una calle residencial.

Como el creyó, había tráfico, pero la motocicleta le permitía moverse ágilmente entre los autos. Esquivó el tráfico como pudo, varios tipos de bocinas sonaron cuando pasaba entre auto en auto, ya que la velocidad normal para hacerlo era de unos diez a veinte kilómetros por hora, cuando él en cambio iba a unos cincuenta.

No podían quejarse, no tocó ningún auto.

Llegó a la mansión de los Tomlinson's mucho más rápido de lo que había calculado. Pero de un salto bajó de la motocicleta al mismo tiempo que la apagaba y sacaba las llaves.

Corrió por la entrada, pidiendo a los guardias que era urgente que le dejaran pasar. Les habló del mensaje que Felicité le había dejado, y con eso ellos mismo lo llevaron corriendo a la mansión. Ya dentro, de una puerta salió Danielle, seguida por Louis, quien comía de lo más tranquilo un sándwich. Si no fuera por la situación, Harry se habría puesto demasiado celoso.

—      ¿Qué pasa? — preguntó en queja Danielle. Pero Louis le miró curioso.

—      ¿Dónde esta la habitación de Fizzy? — ignoró por completo a la chica y se concentró en los más importante. Entonces vio a Louis con poca paciencia.

—      Pero ¿Qué pasa? — inquirió saber Danielle. Harry no la aguantó más.

—      ¡Cállate! — le gritó, y ella obedeció asombrada. — la habitación de Fizzy, ¡ahora! — pidió de nuevo.

—      Es por aquí. — le dijo uno de los guardias. Harry lo siguió por una de las escaleras, subiéndolas rápidamente hasta llegar arriba y corrió hasta la última puerta en un gran pasillo.

Seguramente la puerta estaba cerrada con llave, pero no le costaría nada intentarlo. Para su sorpresa, la puerta cedió. Nunca antes había entrado a la habitación de Fizzy. Tenía tonos pasteles en casi todas sus casas. Rosas claros, cafés delicados, beige, cremas. Pero no había tiempo para observar a detalle.

—      ¡En el baño! — gritó uno de los hombres.

Harry se acercó e intentó abrir la puerta, pero esta diferencia de la otra, estaba cerrada. Pensó en tumbarla con una patada, pero parte de la cordura que aun le quedaba le dijo que no.

—      ¡Q-que alguien la tumbe! — gritó.

Uno de los hombres empujó la puerta con un hombro, pero no la movió. No era tan fácil como parecía. En ese momento Louis apareció por la puerta, seguido de Danielle, quien venía quejándose de que tacón se había roto.

Ahora dos guardias estaban intentando tumbar la puerta.

—      ¿Qué esta pasando? — preguntó Louis, extrañado, pero esta vez más preocupado.

—      Fizzy...— susurró en respuesta Harry. Con eso Louis se acercó más a la puerta para tratar de abrirla junto a los guardias.

La puerta, después de tantos intentos, al fin de abrió.

Harry fue el primero en entrar sin pensarlo, encontrándose la peor escena que pudo haber presenciado. Nada de lo que había visto antes se comparaba ahora.

Felicité yacía tirada en el suelo. Con las mismas ropas que hace dos días llevaba en el instituto. Y debajo de ella había un gran charco de sangre.

—      ¡Ah! — Danielle gritó horrorizada.

Harry no podía quitar la mirada del cuerpo de la chica, se había quedado quieto en su lugar.

—      ¡Que alguien llame a una ambulancia! — gritó alguien.

Los ojos de Felicité estaban cerrados, sus pestañas aun contenían gotitas de agua, lo que debieron ser sus lágrimas. Sus labios estaban complementa pálidos al igual que su bello rostro.

—      ¡Vienen en camino! — gritó otra persona.

Felicité...

Su amiga.

Su única amiga...

Yacía inconsciente en el piso de su baño, rodeada de sangre, y si tenía suerte, con un poco de vida...

Debió estar ahí con ella...

Tuvo que haber contestado el teléfono...

Era su culpa.

—      Harry. Hey, Harry. — alguien le hablaba, pero parecía ir todo en cámara lenta, y todo resonaba tan distante.

En su campo de visión entraron unas personas vestidas de blanco, los paramédicos la pusieron sobre una camilla.

Su cuerpo estaba ahí, pero su mente estaba volando en otro mundo. Un mundo donde felicité ya no estaba a su lado, en donde ya no era lo mismo... él ya no era lo mismo.

Él no sería lo mismo sin ella en su vida.

Vivió por años solo, con la poca presencia de Jared junto a él, pero jamás un o una amiga, alguien que lo hiciera reír a carcajadas, alguien que lo quiera tanto que lo haga quedarse.

Alguien comenzó a sacudirle por los hombros. Pudo sentirlo, era Louis. Pero su cabeza solo rondaba la imagen de Felicité, cubierta de sangre, su sangre.

Pestañó varias veces, se había quedado en una especia de trance, y no sabía cuánto tiempo había transcurrido. Hasta que se fijo que el cuerpo de su amiga ya no estaba cerca de él.

—      ¿Estás bien? — de nuevo le preguntó, ahora algo alarmado por su negativa reacción.

Levantó su vista, y miró al frente donde estaban los delgados labios del chico , y le embarcaron unas casi incontrolables ganas de besarlo, pero se abstuvo, no era el momento, ni el lugar.

Cuando no recibió una respuesta por parte de Harry, Louis posó su mano en el mentón del menor, y lo levantó haciendo que ambas miradas se conectaran.

—      ¿Estas bien? — repitió, esperanzado de poder recibir una respuesta.

—      Sí...— susurró absorbido por la mirada color azul del chico. Los cuales también estaban algo rojizos, seguramente había llorado al ver a su hermana menor de aquella forma.

—      Siéntate. — le empujó delicadamente por la cintura, hasta que se sentó en la cama de Felicité. — ¿C-cómo sabías que Fizzy estaba... así?

—      ¿Dónde están todos? — esquivó la pregunta de forma neutral.

—      Danielle esta abajo dormida, y Karol fue con Fizzy hasta el hospital.

—      ¿Quién es Karol? — preguntó sintiéndose desconfiado por no saber si era alguien en que debía de confiar para cuidar de su amiga.

—      Es la madre de Fizzy. — dijo algo seco. Harry notó que parecía algo molesto. Bueno, no era su madre biológica, debía de sentirse incomodo hablando de ello. Probó con cambiar de tema al sentirse mal por sacar aquel tema. Pero no lo sabía.

—      ¿Cuánto tiempo...? — por alguna razón no pudo completar aquella pregunta.

—      La encontramos hace media hora. — le dijo algo despacio, como si la noticia le fuera a afectar, pero la verdad es que nada más podría afectarle. Se sentía...ido. — estoy tratando de que reacciones hace más de diez minutos..

"Vulnerable" una voz le susurró en su cabeza.

Bajó la mirada hacia sus manos.

—      ¿Quieres algo? — le preguntó Louis. — ¿Agua? ¿Un sándwich? ¿Café?

—      Café. — pudo pronunciar con algo de dificultad. Suspiró. — tal vez eso me calme...

—      Ahora te lo traigo. — se levantó de la cama. Pero antes de dar otro paso, le miró. — todo...estará bien. — le sonrió. — los paramédicos dijeron que la encontraste a tiempo. — dirigió la mano a una mejillas de Harry. — saldrá de esto. — y sin pensarlo, dejó un beso en la frente del menor. No esperó una respuesta del chico, así que salió de la habitación.

Harry se quedó solo, con un gran vacío en su pecho.

Observó la puerta del baño, aun abierta. El piso de cerámica estaba limpio, como si nunca hubiera habido un intento de suicidio allí.

Solo ahí se atrevió a analizar la habitación.

La alfombra era beige. Tenía un balcón con una silla de playa rosa claro-acolchada. Una sombrilla y una mesa de mimbre con varios libros de estudio sobre ella.

A unos metros del balcón había un escritorio de madera, con una portátil blanco cerrado, sobre él. Y delante de ella una silla giratoria blanca muy moderna.

En único desorden en toda la habitación era una prenda amarilla a los pies de la silla.

Harry se levantó.

Era una prenda amarilla delgada.

Caminó hacía ella, y la recogió del suelo.

La extendió en sus manos.

Era una blusa amarilla.

Pero no cualquier blusa amarilla.

Era la misma blusa amarilla que había encontrado en el fondo falso del cajón de armas de Sam.

Era... exactamente la misma.

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