OCHO
— ¡Y... cinco, seis, siete, ocho! — indicó la cocapitana de las porristas, que se llama Erica. Se paseó por fuera de las colchonetas, observando el trabajo que hacían las demás. Observando de que no tenían ningún error para el juego que sería en tres semanas. Practicaban mucho para un juego que será pronto, pero como habían entrado dos nuevas integrantes, y claro, Harry también, tenía que estar todo perfecto.
— ¡A las duchas! — gritó alegremente Beverly después de un rato. La chica definitivamente tenía un serio caso de positivismo y alegría. No era un problema, pero era demasiado. Bueno, por algo debe ser la capitana.
Luego de casi dos horas de entrenamiento que se realizada en las horas extracurriculares que estaban dos veces a la semana: Martes y jueves. Era para aquellos que participaban en una clase extracurricular, como las animadoras, puedan realizarla sin tener que quedarse horas y días extra que no corresponde a la escuela. Pero claro, las animadoras tenían una hora de entrenamiento después de las clases de los lunes y miércoles. Y para aquellos que no tienen clases extracurriculares son dos horas libres.
Harry estaba exhausto. Tal vez no solo físicamente, puede ser que también mentalmente. Se duchó, y cambió su ropa de entramiento nauseabundo al uniforme de animador. La falda azul a tablas amarillas, y la ramera azul sin mangas que apenas mostraba algo de abdomen. Tenía escrito en letras blancas con toques amarillos “CYCLONES ” «Hermoso» pensó sarcásticamente.
Iba caminando por los pasillos, atrayendo gran parte de las miradas de todos los chicos y chicas. Era la primera vez que usaba el uniforme delante de todo el mundo. Tenía suerte que el instituto se respetara gustos, sexualidades y géneros, sí no, en ese momento, estaría muerto.
Observó como Felicité dobló la esquina, para encontrarse con él en su casillero. Las palabras que le vinieron a Harry fueron: a ella no le gustara esto.
— ¿Hola? — preguntó dudoso Harry, al ver la cara de atónita de su amiga.
— Tú...eso...tienes...— Harry la miró divertido mientras miraba con repulsión todo su uniforme. Sí, le gustaba usar diferente tipo de ropas, pero había que ser sinceros: el uniforme era horrible. — tienes el uniforme. — dijo de corrido, al fin.
— Así es. — respondió mientras abría su casillero para buscar sus cosas para la clase de Psicología.
— Bueno, no diré nada. Es...lindo...— dijo con algo de dificultad.
— No te esfuerces, sólo no hablemos de eso y listo.
— Me encanta la idea. — aceptó, alegre. — oye ¿no tienes que hacer un trabajo con mi hermano?
— Sip, ¿Por qué preguntas? — respondió, cerrando la puerta de su casillero.
— ¿Se han puesto de acuerdo? — pregunta, mientras empieza a caminar junto a Harry cuando este se movió.
— Ahora que lo dices...no, supongo que lo hablaremos en...— levantó su mano derecha, donde en su muñeca se encontraba su reloj de mano. — en cinco minutos, en clases.
— Ah...— fue lo único que respondió. — bueno, yo tengo que irme a clases de Matemáticas. — Harry pudo ver como Felicité rodaba los ojos, sacándole una sonrisa. Sabía bien que a la castaña odiaba matemáticas con toda su vida. — Adiós y suerte con mi hermano. — se despidió corriendo antes de que Harry tuviese una oportunidad de despedirse.
Tenía suerte que su casillero quedaba cerca de la clase de la profesora Moore. En menos de tres minutos se encontraba frente a la puerta. Antes de entrar, se truena el cuello, y suspira, preparándose mentalmente para lo que venía.
Apenas entro, llevó su vista al pizarrón: “SIÉNTESE CON SU COMPAÑERO Y TRABAJEN. QUEDAN 3 SEMANAS”.
Es lo que decía en ella. Con la mirada, buscó a Louis entre los alumnos, y lo encontró rápido, estaba en una esquina, alejado de todos. Tenía suerte que a Danielle le habían suspendido por agresión física por una semana, entonces trabajaría tranquilo con Louis, sin que la mirada matadora de su novia este sobre su nuca en toda la hora.
Resignado, se dirigió hacia el castaño. Al estar cerca de él pudo notar que este tenía puestos unos auriculares, escuchando música, tal vez. Se sentó al lado de él, gracias a que las mesas eran largas y con una banca los suficiente espaciosa para dos personas. Apenas se sienta, llama la atención de Louis, quien le regala una sonrisa de boca cerrada y se quita los auriculares.
— Hola. — saludó Harry.
— Hey.
— Bueno...sería lo mejor que comenzáramos con el trabajo.
— Sí, al llegar, Moore me dio esta carpeta con lo que nos toca a nosotros. — le comunicó, colocando una carpeta delgada de color blanca en frente de ellos. Dentro de esta había dos páginas.
— Veamos...— abrió la carpeta para ver que tenía escrito.
TRABAJO PARA COMPRENDER LAS VIDAS DE LOS CIEGOS.
Investigar: Sobre las causas de la ceguera y diferentes accidentes que la producen.
Ejercicio: Vendarse los ojos, ambos compañeros, y con las manos tratar de sentir todo lo que puedan por 30 min. continuos (SIN SACARSE EL VENDAJE EN NINGÚN MOMENTO) en el mundo normal, haciendo lo de siempre. Usar una venda gruesa y negra que no permita la visión.
Entrevista: Entrevistar una persona ciega.
Anotar los siguientes datos:
Nombre:
Edad:
Sexo:
Accidente:
Fecha del accidente:
¿Qué es lo dañado?:
¿Cómo lo lleva día a día?:
Harry levantó la vista como ambas cejas levantadas.
— ¡Wow! Es un trabajo algo largo y delicado. — cerró la carpeta, deslizándola por la mesa y dejándola enfrente de ellos.
— Exacto, así que es mejor comenzar ahora. — Harry voltea a verlo, levantando una de sus gruesas cejas.
— Claro, ¿Cómo no se me había ocurrido antes? — dijo con sarcasmo. — no tenemos en donde investigar.
— Mmm...— Louis dudó unos segundos. — ¿Podríamos hacer el trabajo en mi casa? — «¡SÍ!» exclamó felizmente en su interior. La etapa tres está en proceso.
— Claro. — dijo con el mayor desinterés que podía. — ¿Cuándo?
— ¿Mañana después de clases estaría bien para ti? — preguntó viéndolo fijamente.
— Si... oh, espera— golpeó su cabeza con su puño. ¡malditos entrenamientos! — no puedo, tengo entrenamientos de las animadoras después de clases. ¿el jueves en la salida te parece bien?
— Me parece perfecto, nos podemos ir junto. — asintió la cabeza Louis.
— Me parece perfecto. — repitió Harry, sacándole una sonrisa a su compañero. Unas lindas arruguitas aparecieron alrededor de sus ojos, y Harry simplemente le dieron ganas de pasar un dedo por sobre ellas.
— Así que... ¿las animadoras? — le preguntó de repente. Louis bajó su vista hacia lo que llevaba puesto Harry por primera vez en el día. El rizado pudo notar eso y se removió en su sitio con nerviosismo.
— Así es... ¿algún problema? — lo miró con sus ojos entrecerrados, tal vez esperando algún comentario estúpido con el cual poder molestarse.
— Ninguno. — se defendió, cruzándose de brazos.
— ¿Entonces por qué la pregunta? — contraatacó.
— No lo sé...— suspiró, aun viéndolo fijamente. —...te vez hermoso, pero no parece ser tu estilo. — y, para sorpresa de Harry, por primera vez en su vida, siente como sus mejillas empiezan a calentarse un poco. Se estaba sonrojando. Tragó saliva, no sabiendo que responder. En su mente solo repetía: “te vez hermoso” una y otra vez.
— No lo es...— murmuró bajo. Louis, quien se encontraba distraído en su teléfono, lo miró para escucharlo mejor.
— ¿Perdona, dijiste algo? — Harry se dio cuenta que lo había dicho y no pensado.
— Nada, solo que...— dudó. —... gracias, por el cumplido. — Louis le sonrió, eh iba a decir algo más, pero Harry interrumpió para su propia salud mental. — ¿Cómo se llevan Fizzy y tú? — cambió de tema.
— Ehmm...— Louis lo miró con su ceño apenas fruncido. —...bien, supongo. Es una hermana genial. — y así fue como Harry desvió el tema.
Llegó el jueves y Harry estaba listo, preparado y dispuesto a hacer... el trabajo de psicología, claro.
No iba con su uniforme de animador, ya que no iba a quedarse esa vez. Le gustaba combinar su ropa ahora que tenía mucha. Y Jones, había aceptado un cambio en su vestuario gracias a que le contó que Louis le había dicho que ya no le gustaba Danielle, una chica que vestía casi igual que él antes. ¡Gracias Louis! Por fin podía decir eso. A Felicité le encantó el cambio. Dijo: “es muy parecido a como viniste el primer día”. Harry sólo le dijo que era para ver si seguía siendo su amiga. Mala idea, claro. Intentó bromear, pero la chica cuestionó su amistad y se enojó medio día con él. Harry le rogó perdón, y gracias a los cielos la chica lo perdonó. Para su alivio.
— ¿Listo? — preguntó Louis al verlo parado en la salida del instituto. El chico siempre se vestía bien. Llevaba puesta una ramera roja fuerte, encima de este una chaqueta de cuero, unos skinny jeans negros adornaban sus largas piernas, y unas lindas converse negras perfectamente limpias.
— Listo. — confirmó. Él también estaba muy bien vestido. Un suéter de lana color lila holgado lo tapaba hasta su cintura, unos pantalones ajustados, rotos de las rodillas, y unas botas negras, que lo hacían ver ligeramente más alto. Podía decir que orgullosamente le llegaba a las orejas a Louis. en su espalada estaba su mochila, completamente negra, donde llevaba todo lo que necesitaran para el trabajo.
— ¿Con qué comenzaremos? — empezó a caminar Louis hacia la salida del aparcamiento del instituto, siendo seguido por Harry tras suyo.
— Bueno, traje dos vendajes, empezaremos con el ejercicio, pues es lo más fácil. Luego iremos con la investigación, y otro día podemos ir al Centro de Recuperación de la Visión para entrevistar a un ciego. ¿Qué te parece?
— ¡Wow! Vaya que pensaste en todo. — el chico río, haciendo que de nuevo aparecieran las tiernas arruguitas. «Que lindo ríe...Harry cálmate un mes», se recordó a sí mismo.
— Bueno, ya sabes que vengo preparado para todo. Y... ¿en qué nos iremos?
— Ah, en limusina. — dijo totalmente calmado que casi sacó de juicio a Harry.
— En...li-limusina. — tartamudeó. Era agente secreto, pero nunca se había dado esos lujos de ir en tan avaricioso y millonario coche. — ¿En serio?
— Yep. — volvió a decir como si fuera lo más normal del mundo. — ¿por?
— No nada, es que claro, todos los días vengo a la escuela en limusina. Digo, voy a comprar helado en una de ellas. — el sarcasmo era visible en su habla, sacándole una risa baja a Louis mientras negaba con la cabeza. — eres tan humilde, no puedo creer que lo digas tan normal. ¿Estás consciente de que nadie, además de tú y tú hermana, vienen todos los días vienen en una...? ¡Limusina! — exclamó, abriendo sus ojos de par en par al ver como llegaba la limusina de un color totalmente negro y brillante. El conductor se estacionó frente a ellos, dejando más asombrado a Harry.
— No es la gran cosa. — se encogió de hombros Louis, restándole importancia.
«¡No es la gran cosa, no es la gran cosa para ti!» pensó en su mente mientras negaba con su cabeza.
Louis, como todo un caballero, le abrió la puerta de la limusina, y con su mano le indicó que entrara. Cuando ya estaban adentro, pudo ver, por el vidrio bajo, como Danielle estaba, literalmente, roja de la rabia. Casi echando humo por la orejas. Y Harry, muy sínicamente, la saludó, agitando su mano y moviendo sus labios, formulando un: Adiosito.
«Comete tus palabras estúpida.»
La mansión de los Tomlinson's era enorme, impresionante, era enormemente impresionante. En pocas palabras, indescriptible. Sí...puede que eso no ayude en mucho.
— ¿Vienes? — Louis pregunta cuando ve que Harry no se mueve. No se había dado cuenta de que se había quedado tildado viendo semejante casa frente suyo. Peor, que él iba entrar en ella.
— C-claro. — respondió nervioso.
Por dentro era aún más impresionante, como en las películas. Un gran salón con alfombras caras, sillones caros y, por supuestos, hermosos; grandes ventanales de igual forma. Unas impresionantes escaleras dobles como en las mansiones de las películas antiguas. Todo el salón estaba decorado con cuadros hermosos y, probablemente, costosos. Atrás de ellos, la pared estaba pintada con un exquisito color crema.
— ¿Te gusta? — pregunta Louis, mirándolo.
— Es...— impresionante, pensó. Pero sin querer volteó a ver a su compañero de clases, quién veía con una sonrisa de orgullo su hogar. Estaba de perfil, sin notar que Harry lo miraba embelesado, pues el de ojos verdes, en ese preciso momento, se dio cuenta, de lo hermoso que es Louis. Se había dado cuenta ya cuando lo acompañó a la enfermería, donde lo tuvo más cerca, pero es que parecía que el chico se volvía más hermoso cada día más. Sus ojos de color azul zafiro a la luz de los candelabros que colgaban del techo se veían...—...hermosos. — respondió por alguna razón dejando escapar esa última palabra de sus pensamientos, no de lo que tendría que decirle. El chico lo miró raro, ya que obviamente no tuvo que haberlo dicho en plural.
— Lo sé, también me gusta mucho. — respondió, tratando de ignorar aquello último.
— Y... ¿en dónde trabajaremos? — preguntó para despistarlo. Si continuaban con esa conversación, seguramente se sonrojaría, de vuelta. Y no tenía tiempo para cursilerías.
— En el estudio de mi papá. Es el único lugar tranquilo, silencioso y espacioso para poder trabajar. Ningún trabajador entra, ningún ruido se escucha de afuera, y para mejor, mi padre me tiene la suficiente confianza como para entrar ahí sin ningún problema — «¡Sí» gritó en su interior Harry.
— Esta bien. — lo dijo tratando de contener su felicidad. Todo estaba resultando bien.
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