12
El cuarto de su hermano Todd, algo vacío porque no viene a menudo, le daba una bienvenida en susurros, como aquel hechizo que Maléfica le lanzo a Aurora para pincharse con la rueca y dormir por siempre.
El espejo de baño parecía ondular como el agua en un estanque Koi, llamándolo, pidiéndole que le tocara, que lo mire, que se seduzca.
Había encontrado su rueca, detrás del espejo, en forma de una pequeña cuchilla de afeitar de Jason.
Pero esto no era un cuento
Odiaba tanto aquella piel bien cuidada que tenia que lucir con tal de ser perfecto.
Odiaba tanto decepcionar y no ser lo que esperan.
Y este era su castigo, para que recuerde siempre.
Un pequeño pinchazo en su dedo, y una gota de sangre fue creciendo en su índice.
Un pequeño corte fue hecho en su brazo.
Se sentía algo mejor, pero la culpa seguía ahí.
Sabe que la culpa es inconsciente, un castigo que se autoimpone las personas.
Pero no podía evitarlo, y castigarse aliviaba ese peso.
Espejo espejo, dime una cosa, ¿quién de todos es el más perfecto?
No era el, no lo era.
Era como medusa, que había decepcionado a Atenea, maldiciéndola por siempre.
No podía ser bueno, no podía siquiera cumplir, no podía ser perfecto para su padre, nunca podría ser perfecto para Dick.
Espejo espejo, dime una cosa, ¿Por qué no soy perfecto?
Porque amaba su hermano, no podía ser nunca lo suficiente mente bueno, su hermano nunca amara algo tan imperfecto.
Espejo espejo, dime una cosa, ¿Dónde puedo ser perfecto?
Y el espejo le revelo, mirando su reflejo en el baño de Jason, que seria completamente amado y aceptado en un solo lugar.
En sus sueños.
Aurora durmió por años, sin sentir dolor.
Sus ojos verdes, tan verdes como muestran el brillo del hechizo de la bella durmiente, tan verdes como la mirada de la muerte de su madre, le había lanzado un conjuro, pincharse con la rueca hasta caer en un profundo sueño.
¡El hechizo durara hasta el final de los tiempos! ¡no hay poder que lo altere!
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