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ii/iii


Él es una ilusión.

Está pudriendo tu ser.

¿Dónde quedó el reflejo de juventud que emanaba tu alma?










No quería que terminase primavera, no quería tener que decirle adiós a Luhan. Seis años de relación no deberían irse a la borda tan fácilmente, años eternos que recuerda como los mejores de su vida antes de caer y ver que muy tarde tomó consciencia de lo que había hecho.

Se levantó cómo pudo de la cama y se aguantó el dolor en sus caderas mientras lo hacía, caminando a duras penas hacia el armario para abrir ambas puertas y observar la amplia gama de chaquetas y suéteres gruesos.

Una vez vestido, fue al baño y maquilló las partes que debía, notando que cada vez era más difícil cubrirlas. Se quedó observando su reflejo en el espejo por prolongados minutos, sabiendo que no encontraría ningún cambio en su apariencia y que todo lo que estaba desmoronando su relación eran sus actitudes.

¿Pero cómo podía controlarlas si ya todo estaba fuera de su alcance?









Mirar a Luhan era una de sus cosas favoritas al igual que tocarlo y sentir el hormigueo que recorría su cuerpo al hacerlo, aunque esto último ya no podía llevarlo a cabo y sólo tenía que saciar sus ganas de él a través de sus ojos.

Anhela volver a los tiempos donde se desvelaban haciendo el amor, acompañando aquellas preciosas madrugadas con dulces gemidos y emocionantes palabras de amor, quedándose a admirar cómo el más bajo le sonreía conforme sus ojos se cerraban antes de caer dormido entre sus brazos.

Necesitaba volver a ese tiempo y haber evitado todo lo que ahora estaba sucediendo, haberse refugiado en Luhan y jamás haber desviado su paso hacia un camino sin retorno.

La primavera acabaría y él no podría seguir escondiéndolo.

Luhan, quien leía tranquilamente uno de sus tantos libros, volteó la cabeza hacia esa intensa mirada que percibía y sintió su corazón latir frenético al notar el brillo de siempre en los ojos de su amado, aquel brillo que se había apagado dos estaciones atrás.

Se miraron en silencio, intentando comunicarse con sus ojos. Había tanto reflejado en el más alto, pero curiosamente cubierto por una gruesa capa de oscuridad, el brillo de antes intentando persistir aun cuando se estaba viendo absorbido en ese abismo tan profundo que no sabía de qué manera interpretar.

Sentía como si Sehun se le estuviese yendo de las manos y aquello comenzó a inquietarlo. Estiró uno de sus brazos con tal de poder aunque sea acunar la mejilla del otro, desesperado por comprobar que él seguía siendo suyo y que toda esa distancia era algo momentáneo.

La suave brisa de primavera, el sonido de pocas hojas en los árboles meciéndose y un corazón consiguiendo una grieta más.

Antes de siquiera rozar su mejilla, Sehun retrocedió, mirando de manera extraña al perplejo Luhan que sentía un frío inexplicable calar hasta lo profundo de sus huesos.

—Debo irme, amor. Nos vemos después.

Sehun se levantó, intentando ignorar el dolor en su corazón al alcanzar a notar la desolación en la mirada de su novio, diciéndose a sí mismo que así era mejor para todos.

—Me voy a volver loco, Sehun.

Estaba a punto de dar un paso lejos de él, pero oír ese susurro destrozado lo dejó completamente de piedra en su lugar.

—No es el lugar ni el momento para hablar de esto, Luhan.

— ¿Y cuándo lo será entonces? Porque te esmeras en evitarme la mayoría de las veces y, sinceramente, no sé qué pensar.

—Eso no es verdad.

Luhan bajó la mirada y escondió los ojos bajo su flequillo, ocultando las pequeñas lágrimas que comenzaron a bajar por sus mejillas.

—Da un paso y se acabó.

Más lágrimas se derramaron por sus mejillas cuando escuchó al hombre de su vida alejarse como si nada, llevándose su corazón con él y desmoronándolo en cada paso que daba más lejos.











Sehun llegó a su departamento y pasó de largo hasta su habitación, metiéndose a la cama y cubriéndose entre las mantas.

Él había querido tener la compañía de Luhan por el resto de la primavera, pero aquello había sido un deseo demasiado egoísta de su parte.

Luhan era tan puro y ajeno a las atrocidades del mundo, tan inocente con respecto a ciertas cosas y eso era en parte lo que más amaba de él, porque su corazón estaba lleno de un amor tan verdadero del cual en ese mismo instante no se sentía merecedor.

La separación iba a suceder tarde o temprano y sabía cuan doloroso sería. Sin embargo, no sentía pena, nada negativo en realidad, sólo felicidad; felicidad de haber liberado a Luhan de más sufrimiento, felicidad de saber que él no sería el culpable de manchar su alma pulcra, felicidad por dejar ser feliz al amor de su vida.

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