Capítulo #20
(Alex)
Por más raro que pareciera, algo dentro de mí se había comenzado a formar. Hacía tiempo no me sentía tan acompañado. Su presencia a mi lado llegaba a ser curativa, éramos ella y yo entre tantos conflictos externos.
Luego de algunos instantes en silencio, el espacio se me comenzó a reducir de manera absurda y el salón parecía cada vez más pequeño. Mi vista se enfocó en sus labios y se me cruzó la idea de besarla súbitamente.
«Ni te atrevas», dijo mi voz interior.
¿A quién quería engañar? Desde la noche en el puente supe que Lara provocaba algo nuevo y especial en mí, pero tenía claro que mis intereses iban más allá de ganarme su amistad. Era obvio que me gustaba, de ninguna manera podía negarlo. Sin embargo, las cosas con Lara eran muy diferentes. Me aterraba la idea de estropearlo todo, de que terminara repitiendo con ella la misma historia de siempre. No deseaba llevármela a la cama una noche y perderla al otro día. E incluso estaba dispuesto a conformarme con su amistad en caso de que fuera este el precio de tenerla a mi lado.
-¿Tu madre sabe que estás aquí? -le pregunté intentando alejar de mi cabeza la idea de besarla.
-Ya le envié un mensaje antes de que llegaras.
Un segundo después su teléfono comenzó a sonar, observó la pantalla, me miró dubitativa y terminó por ignorar la llamada.
-¿Por qué no respondes?
Yo no podía evitar imaginarme muchas cosas. «¿Tendrá novio? ¿Sería aquel que estaba junto a ella en el hospital?». Al menos yo no sería tan imbécil de dejar a mi pareja sola en un momento así.
-Porque es una amiga que seguramente querrá hablar durante media hora. Ya la llamaré yo cuando llegue a casa.
«¿Escuchaste, Alex? Es solo una amiga».
-Recuerdo haberte visto con un muchacho en el hospital, ¿quién era él?
-Mi hermano -respondió-. ¿Por qué?
-Por nada, pura curiosidad.
Su teléfono sonó una vez más y la escuché resoplar.
-Contéstale -le dije.
Lara asintió con la cabeza derrotada.
-Dime -respondió finalmente al teléfono.
Comenzó a ir de un lado a otro del salón, mientras yo la observaba desde mi asiento. Llevaba su pelo negro suelto, que le llegaba a mitad de espalda, con alguna que otra onda. Aunque desde donde estaba situado, no podía alcanzar a apreciar sus ojos ámbar, los recordaba a la perfección; se habían grabado en mi cabeza. Indiscutiblemente era preciosa.
-Ya te dije que solo somos amigos -murmuró con nerviosismo, alejándose un poco más de mí.
No pude evitar sonreír.
-Lamentablemente -dije sin pensar.
Lara se giró rápidamente hacia mí, observándome con los ojos muy abiertos.
«¡¿Qué diablos he hecho?! Busca una salida rápido, Alex».
-Lamentablemente se está nublando; el clima está hecho un asco en los últimos días -añadí improvisando.
Ella me fulminó con la mirada, pero luego asintió varias veces con inseguridad y siguió dando vueltas.
-Brittany -chilló inquieta-. No seas tan pervertida.
Por más que intentara hablar en voz baja, la amiga con la que conversaba se lo impedía. Y a mí me causaba demasiada gracia ver lo incómoda que se encontraba.
-¿Y tú de que te ríes? -me preguntó con frustración-. ¡No, tú no! -dijo al teléfono.
Notaba cómo perdía cada vez más la paciencia; cosa que solo me provocó ternura y me hizo reír a carcajadas. Me puse de pie, me acerqué a ella y sin avisarle, le quité el celular de las manos.
-Hola -dije al teléfono.
-Pero mira quién es... -dijo la chica entre risas.
Al momento reconocí su voz aguda. Estaba completamente seguro de que se trataba de la misma rubia de ojos verdes que la acompañaba en la escuela.
-Tu voz es inconfundible -me burlé-. ¿Por qué te comportas así con tu amiga?
Lara intentaba a cada instante arrebatarme el celular, pero gracias a mis rápidos movimientos se lo impedí.
-¿Es idea mía o te estás metiendo con mi voz?
-¿Qué tiene tu voz? —me hice el desentendido.
-Cerremos este tema de conversación -dijo entre risas después de un silencio-. ¿Podrías tú explicarme qué hacen solos en tu casa? No tendrás pensado abusar de mi niña... ¿o sí?
Observé a la chica que tenía en frente y el corazón me latió con fuerza.
-Yo sería incapaz de hacerle daño a tu niña -respondí con toda la seguridad del mundo.
Lara al escucharme, me regaló una sonrisa. Sus ojos brillaban como estrellas y parecían esconder un mar de sentimientos. Fue justo en ese momento cuando comprendí el giro que se avistaba en nuestra relación.
-Muero de amor. -Escuché a la rubia decir al otro lado de la línea-. Por ahora terminó el interrogatorio. Ya nos veremos más adelante.
-Cuídate esas cuerdas vocales -bromeé.
-Gracioso.
Colgamos el teléfono y se lo entregué a su dueña; ella me observaba con curiosidad.
-¿Qué te dijo? -me preguntó arqueando una ceja.
-Que te cuidara -respondí y bajó la vista al suelo-. Y no era necesario que me lo dijera; yo siempre te cuidaré, al menos, mientras pueda.
-Si no te hago una pregunta ahora, no podré dormir en la noche -Su tono de voz cambió drásticamente, volviéndose muy seria.
-¿Qué pasa? -dije con miedo.
-¿Qué es lo que quieres conmigo exactamente?
No estaba preparado para esta pregunta. Me tomó por sorpresa escucharlo de su boca, después de haberlo repetido tantas veces en mi cabeza. Ella no tenía idea de cómo ese tema me estaba volviendo loco y tenía mi mente hecha un lío.
-No podría responderte a algo así.
-¿Por qué no?
-Porque no puedo dar una respuesta acerca de algo que desconozco -respondí con sinceridad-. ¿Y tú? ¿Qué es lo que quieres conmigo?
Puso los ojos como platos y luego bajó la vista.
-Tampoco puedo responder.
-¿Y por qué me preguntas entonces?
-Porque no me gustan las decepciones, ni los castillos de arena destruidos en segundos. No quiero comenzar a sentir algo que no debo sentir, y menos ahora, que no estoy en condiciones de abarcar más dolor del que ya tengo.
-¿Y has comenzado a sentir algo? -le pregunté en voz baja.
Comencé a acercarme un poco más a ella, dejando nuestros rostros separados por un muy reducido espacio. Noté cómo se comenzó a tensar ante mí, pero no se movió. Se mantuvo en el mismo lugar, sin hacer absolutamente nada para impedir tanta cercanía; y eso ya me daba a entender unas cuantas cosas.
-No estoy segura -musitó.
Sonreí por su respuesta y acerqué aún más mi rostro al suyo, rozando la punta de su nariz con la mía. Tenía demasiadas ganas de besarla, pero a la misma vez mi subconsciente me recordaba lo diferente que era ella, y me obligaba a alejarme y a darle su debido tiempo a las cosas.
Me alejé poco a poco de ella y me acomodé en el asiento. Lara me observó confundida.
-No quiero que sea así -confesé.
-¿A qué te refieres?
-Lara, siéndote sincero, desde que te conocí no he podido parar de pensarte. Hasta este momento me preguntaba qué era lo que me pasaba contigo, y creo que me acabo de dar cuenta de que sí me has comenzado a gustar. Pero me conozco. Sé que en mi vida las historias suelen terminar incluso antes de haber comenzado, y no quiero que contigo se repita lo mismo.
-¿Y qué pretendes hacer conmigo? -Se había puesto a la defensiva.
-No pretendo nada. Por ahora solo quiero ser esa persona en la que confíes y el que se quede a tu lado cuando más lo necesites. Ya después veremos si te logro enamorar.
-Has sonado un poco cursi, ¿lo sabes?
-Me he podido dar cuenta -le dije sonriendo-. ¿No te agradan los hombres cursis?
-Nunca me lo había planteado, pero tú me agradas.
«Esta chica acabará conmigo», pensé cuando me mostró su sonrisa.
***
(Lara)
Si me hubieran pedido que resumiera mi día en una palabra, fácilmente hubiera seleccionado: locura. Por primera vez en mi vida le había dado una cachetada a alguien, y lo más gracioso de todo era que no me arrepentía en lo absoluto. Luego, estuve en la casa de Alex y conocí a su hermano, el cual me pidió mi número telefónico sin mucha explicación. Y sobre todas las cosas, estaba él: la persona que en muy poco tiempo comenzaba a ocupar un espacio en mi corazón.
-Llegué, mamá -avisé, entrando por la puerta.
Tuve un profundo escaneo de bienvenida de su parte.
-¿Cómo estás, hija?
-Mucho mejor que en la mañana.
-Sabes que tenemos que hablar ¿verdad?
Asentí con la cabeza y tomé asiento en una de las butacas grises del salón. Papá llegó y me regaló un beso en la cabeza, a la vez que se sentaba al lado de mamá.
-Tuve una larga conversación con la directora y todo se resolvió; claramente ella entiende la situación.
Max entró al salón y nos observó con curiosidad. No tenía idea de lo que había pasado.
-¿Qué pasa? ¿Reunión familiar? -preguntó.
-Tu hermana le pegó a una loca del colegio -soltó papá de la nada.
Tuve que tragarme la risa que me provocó escuchar sus palabras; como si se tratara de la cosa más normal del mundo.
-¡¿Cómo?! -exclamó mi hermano, observándome sorprendido. No tardó en sentarse en el sofá, uniéndose a la conversación.
-Como lo oíste -afirmó papá.
-¿Por qué lo hiciste? -me preguntó Max.
Tragué en seco y mamá respondió por mí:
-Mencionó a Miley.
A mi hermano rápidamente le cambió la expresión de su cara.
-¿Y quién coño se cree ella que es?
-Fue Sabrina -le informé. Ya le había contado un poco sobre ella y del odio que nos tenía a Miley y a mí.
-Ah, fue esa hija de... -No terminó la frase.
-Hija, soy consciente de lo mucho que te debe afectar toda la basura que habla esa chiquilla, pero no puedes reaccionar así -me dijo mamá.
-¡¿Y cómo mierda va a reaccionar?! ¡Vamos mamá, por favor! -exclamó Max. Noté cómo papá mediante la mirada le pidió que se calmara.
-Max, estoy hablando con tu hermana -le reprendió mamá y lo escuché gruñir con fastidio.
«No quiero que esto termine convirtiéndose en una pelea familiar».
-¡Ya! -chillé-. Ya le pegué y no hay manera de cambiarlo, y que conste que tampoco desearía hacerlo.
-Hija, el problema es que tememos lo que pueda pasar mañana. Esa loca seguramente te buscará -me explicó papá.
-Es lo más probable. -Asentí con la cabeza.
-¿Y qué pasará entonces? ¿Se matarán a los golpes?
-No lo sé, papá. ¿Cuáles son las opciones? Debo ir obligatoriamente a la escuela, estoy en medio de pruebas finales.
-Hablé acerca de eso con la directora -intervino mamá-, me dijo que conversará con los profesores y juntos buscarían una forma de solucionar los problemas que tienes en cada materia. Y sobre lo de esa chiquilla, lo mejor será que no salgas de tu salón de clases.
-Como si tuviera ganas... -murmuré-. ¿Ya puedo irme a mi habitación?
-Aún no, hay otro tema del que debemos hablar.
-¿Cuál?
-El tal "Alex" -respondió papá.
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