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Capítulo #17

(LARA)

¿Por qué había aparecido en un cementerio? Era un lugar espantoso. ¿Por qué todos lloraban? ¿Por qué mi madre, Rebeca y Sara estaban allí? ¡¿Quién diablos había muerto?!

Me acerqué lentamente a ellas, paso a paso. Cada vez comenzaba a ver un poco más de lo que se escondía allí debajo, en el enorme hueco rectangular que cavaron en la tierra. Ya delante de este, sentí mis piernas temblar. Era Miley.

Estaba acostada con su pelo rubio colocado perfectamente sobre sus hombros, su piel estaba muy pálida, con cero muestras de vida. Sus labios tenían una tonalidad grisácea y se encontraban levemente curvados hacia abajo, dándole a su rostro una apariencia triste.

«Esto no puede estar sucediendo de verdad, Miley no pudo haber muerto». Las lágrimas descendían por mis mejillas y un grito se atoraba en mi garganta.

—¿Qué hace Miley ahí? —chillé sin control.

—Lara, debemos aceptar de una vez que Miley ya no está, se ha ido —me dijo Rebeca con desdicha.

—¿Qué dices? ¡Ni mierda voy a aceptar! ¡Sáquenla de ahí!

—¡Que ya murió, Lara! —gritó Sara apareciendo detrás de su madre.

—¿Acaso están locas? ¿No ven lo que está sucediendo?

—Relájate un poco, tampoco es el fin del mundo. Tu mejor amiga ya no está y debes entenderlo. —Apareció Sabrina a mi lado con su tan característica sonrisita burlona.

De pronto comenzaron a desaparecer los demás, quedándome a solas con ella, junto al cuerpo pálido de Miley que descansaba en el hueco.

—¿Qué haces tú aquí? —bramé.

—¿Cómo no venirme a despedir de Miley? —Seguía sonriendo.

—¡Cállate la boca!

—Que me calle la boca no arreglará nada, seguirás estando sola, sin ella.

Sin poder soportar ni un segundo más la rabia que imperaba en mi interior, me acerqué a Sabrina y lancé un golpe hacia su rostro, pero en ese mismo instante desapareció.

Ahora me encontraba sola, el viento soplaba más fuerte que antes y Miley seguía en el mismo sitio sin moverse. Yo me rehusaba a aceptar su muerte, solo esperaba despertar de la pesadilla en la que estaba atrapada. Di algunos pasos hacia ella y me quedé rígida al borde del hueco. Ella llevaba un vestido blanco hermoso, el mismo que usó en su último cumpleaños.

Luego, de la nada, en su vestido comenzaron a aparecer manchas rojas, y me aterró la idea de que fuera sangre. Su rostro, que estaba antes tan pálido, comenzó a tomar un poco de color, pero no el color que a mí me hubiera gustado ver sino uno que parecía estar dibujando moretones y rasguños en su piel. Pocos segundos después, tenía ante mí a un cuerpo completamente diferente; y lo más desgarrador de todo era que dolía aún más. Su expresión, que antes desprendía tristeza, se transformó en puro dolor. El enorme hueco comenzó a hacerse cada vez más hondo, y con esto, Miley se fue alejando cada vez más.

—¡Miley! —grité entre lágrimas.

Pero mis gritos no valían la pena, nada cambiaba. Su cuerpo seguía descendiendo entre la tierra, haciéndose más difícil distinguirlo en la oscuridad. En cierto momento, llegué a poder ver solo algunas partes de su rostro: su nariz, sus labios. Y rápidamente, esto se convirtió en nada.

Al ver el techo de mi cuarto, caí en cuenta de que todo se trataba de una pesadilla; aunque, lamentablemente, su muerte era tan real como mi vida. Otra vez me encontraba llena de sudor y con la respiración agitada, e incluso los ojos me ardían por las lágrimas. Revisé la hora en el celular y solo faltaban quince minutos para que sonara la alarma. Entré al baño en busca de una ducha y más tarde desayuné.

Antes de salir por la puerta, recordé el mensaje que me había enviado Alex la noche anterior y decidí llamarlo.

—Hola —respondió al teléfono—. No pensé que llamarías.

—¿No me pediste que lo hiciera?

—Sí, pero no estaba seguro de que les hicieras caso a mis palabras.

—Bueno, lo he hecho.

—Tu voz suena rara, ¿pasa algo?

—Tuve otra pesadilla —murmuré, intentando no recordar demasiado—. Ya me debo ir para la escuela, ¿qué necesitabas decirme?

—Quería pedirte disculpas por haberme comportado como un gilipollas después de nuestra conversación en la heladería.

—No necesitas disculparte, habrás tenido tus razones, eso lo entiendo.

—¿Puedo buscarte hoy de nuevo a la escuela? —preguntó—. Te prometo que esta vez será diferente.

—Si quieres…

—Yo quiero, pero lo que necesito saber es si tú quieres —inquirió.

«¿Acaso tengo idea de lo que realmente quiero? Aunque tampoco puedo negar que me gusta pasar tiempo con él, es como si me desconectara de los problemas».

—Sí —respondí finalmente.

—Perfecto. Entonces te veo a la misma hora de ayer.

—Está bien.

—Bueno, atiende a clases, extráñame y recuerda que la violencia no es la solución —me dijo entre risas.

—Lo recordaré.
                                                              
***

Cuando llegué a la escuela, Brittany me esperaba nuevamente en la entrada, con una amplia sonrisa en el rostro. No tardé en imaginar lo que me esperaba.

—¿De dónde salió Alex? —preguntó después de saludarnos.

—Es una larga historia.

—Larga historia que deseo escuchar. Sentémonos. —Señaló un banco a nuestro lado.

Suspiré resignada y tomé asiento junto a ella.

—¿Qué deseas saber exactamente?

—Todo —admitió sonriendo—. Es muy guapo, ¿son novios?

—¡Qué va! No es lo que piensas, solo somos amigos. Además, mi cabeza no está para esas cosas ahora.

—Igualmente debes continuar con tu vida, y quizás él te pueda ayudar a afrontar mucho mejor la situación.

—Y lo está haciendo desde su papel de amigo, no necesitamos nada más.

—Yo solo pienso que no te deberías cerrar, nunca se sabe lo que puede pasar.

—Lo sé —murmuré suspirando y me alegré de que no dijera nada más al respecto.
                                                            
***

Luego de los primeros tres turnos de clase llegó el receso y la profesora de Historia me mandó a buscar con una chica. Cuando fui a donde estaba, no paró de hacerme preguntas sobre lo sucedido con Miley, las cuales, al parecer, Rebeca no quiso compartir con ellos. «Es impresionante el poco tacto que puede llegar a tener una persona, y el nivel de imprudencia que puede alcanzar». Llegó un momento en que no soporté más el interrogatorio y salí harta de allí.

—¿Te decidiste a salir de tu asiento? —dijo Sabrina a mis espaldas.

Me di la vuelta y me topé una vez más con su sonrisa burlona; Karol se mantenía a su lado en silencio. Ver a Sabrina me hizo regresar a la pesadilla y maldecir para mis adentros por tener que soportar aquello.

—No te cansas de joder, ¿eh? —solté irritada.

Sabrina me observó sorprendida.

—¿Y tú de dónde has sacado las agallas de repente? Cierto es que las necesitarás ahora que Miley no está.

Y allí comencé a desbordarme otra vez de ira. Eran demasiadas cosas golpeándome a la misma jodida vez: los recuerdos, las pesadillas, Sabrina, los profesores, las preguntas, los comentarios… Era todo atentando contra mi equilibrio.

—Pronuncias otra vez su nombre y…

«Lara, respira profundo. No la dejes controlarte, no la escuches».

—¿Y qué? ¿Por qué no continúas la frase? Yo pronuncio su nombre cuantas veces me dé…

No la dejé terminar la oración. Le planté una cachetada tan fuerte que hasta mi mano se la sintió. El choque de la palma de mi mano con su cara provocó el mismo sonido de un látigo. Todos los que pasaban por el pasillo se quedaron estacionados a nuestro alrededor viendo lo que sucedía, y no faltaron los que se acercaron corriendo para enterarse de todo.

Ni yo misma podía entender lo que había hecho en fracciones de segundos. Sabrina tardó unos instantes en reaccionar, se frotó la mejilla con una mano y me fulminó con la vista. Era toda ira.

Por otro lado, Karol se mantenía en el mismo sitio, con los ojos muy abiertos, pero aún en silencio.

—¡¿Estás loca?!  —bramó Sabrina histérica.

—Te dije que no hablaras de Miley.

El verme seguir en la misma posición solo aumentó la furia de Sabrina, quien se propuso ir a por mí.

—¡Ni te atrevas a tocarla! —vociferó la directora de la escuela haciéndola detenerse de milagro.

—Tú me las pagas —murmuró colérica.

—Ella a ti no te tiene que pagar nada —dijo la directora—. Vengan conmigo —nos ordenó y comenzó a caminar hacia su oficina.
                                                
***

Nunca antes había estado en aquella situación, siempre había sido de las mejores estudiantes y me había aterrado la idea de entrar a la dirección. Pero esta vez todo me daba igual y solo deseaba salir cuanto antes de allí.

Estuve obligada a esperar afuera a que mi mamá terminara de hablar con la directora. Vi irse a Sabrina con su padre, que, por cierto, este llevaba cara de pocos amigos. Parecía realmente enojado, aunque no estaba segura si el motivo era su hija o el hecho de que tuviera que salir de su trabajo para llegarse a la escuela.

La directora se mostró comprensiva al escuchar el porqué de mi acción agresiva, pero a pesar de la explicación razonable que tenía todo aquel lío, no pudo dejar de recordarme que la violencia no era la solución a los problemas. Cuando le pregunté cuál era entonces la mejor solución, solo calló.

Mientras tanto, recibí unos cuantos mensajes preocupados de Brittany, en los que pedía saber con urgencia cómo iba todo.

La conversación entre mamá y la directora se hacía cada vez más extensa. Los que pasaban por el pasillo camino a sus salones, me observaban curiosos y comentaban sobre mí. Necesitaba urgentemente una salida, salida que apareció en mi cabeza como por arte de magia.

Lara: Por favor, Alex, sácame de aquí. No aguanto ni un minuto más en esta escuela.

Alex: Ya salgo para allá, aguanta solo un poquito.

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