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Capítulo #15

(ALEX)

Apenas había logrado dormir algo en toda la noche. Me levanté de la cama más temprano de lo normal, muy cerca de las siete. No paraba de pensar, ni lograba sacármela de la cabeza. Buscaba la forma para poderla ver nuevamente, y a mis neuronas no se le ocurrían ninguna idea que valiera la pena. Intenté ponerme a dibujar, pero tuve que detenerme por falta de inspiración.
Cuando me propuse sentarme a tomar aire en el balcón, sonó mi teléfono. Y por unos instantes pensé que era ella, pero no, lamentablemente era mi hermano.

—Dime —respondí.

—¿Cómo estás?

—Bien.

—Papá me pidió que hablara contigo —comenzó a decir.

—Kevin, no. No comiences con lo mismo de siempre —le advertí.

—Alex, su cumpleaños es el sábado. Por favor.

—Ya te he dicho que no. No quiero nada que tenga que ver con él.

—Pero si solo es una cena, ¿qué te cuesta?

—Mucho me cuesta —bramé—. Para ti todo es muy fácil porque no estabas, porque no tuviste que soportar sus borracheras, ni sus ataques de furia.

—Debes entenderlo…

—¡No, nunca lo entenderé! Es imposible que entienda la razón por la que un padre golpee a su hijo de esa manera. Y ya te dije que tú no tienes el derecho de hablar sobre esto, porque mientras tú estabas viviendo la buena vida, yo vivía en un infierno.

—Deja de culparme por haber ido a estudiar. Sabes muy bien que era una oportunidad que no podía rechazar.

La cólera comenzaba a recorrer por todo mi cuerpo y mis estribos a desaparecer.

—Sí, claro, porque una estúpida beca era más importante que tu familia.

—Alex, ¿cuándo podrás olvidar todo eso y perdonar de una buena vez?

—¡Nunca Kevin, nunca! Así que olvida esa maldita idea, ¡porque nunca pasará! —bramé y colgué el teléfono.

Mi respiración estaba agitada y la furia que sentía era extremadamente grande. Me molestaba demasiado que Kevin defendiera tanto a nuestro padre. Pero claro, al final de todo los dos se parecían: ambos eran egoístas al punto de olvidar que tenían familia. Nadie había estado ahí para mí cuando más lo necesitaba, pues ahora yo tampoco estaría para nadie.

En la tarde me decidí a salir para comprar algunos lienzos y para encontrar un poco de distracción. Todo iba bien, hasta que tuve que soportar los insultos de un señor al que ni conocía. Yo llevaba los auriculares puestos a todo volumen y no tenía ni idea de por qué todo aquello. Cuando me los quité y lo escuché, entendí todo. El lío era debido a que el pesado del hombre me había preguntado una dirección y yo no le había hecho ningún caso, algo lógico al no escucharlo. Perdí mi tiempo intentando explicarle el porqué del malentendido, cosa que solo acrecentó su berrinche y lo hizo comenzar con un estúpido monólogo sobre la juventud y la tecnología. Y como lo menos que tenía yo era paciencia para gilipolleces, preferí volverme a enganchar los auriculares y continuar con mi camino.

Es sorprendente la cantidad de personas que tienen una vida amargada hoy en día, con vidas monótonas y aburridas que solo se basan en el dinero y en el trabajo. Tal vez cuando se hagan ancianos tengan una casa y suficiente dinero como para tener una vejez tranquila, y por supuesto, también para dejarle una buena herencia a sus hijos. Pero me imagino que cuando esos días lleguen, si no sufren de amnesia, pensarán en lo que han hecho con sus vidas, y será ahí cuando se comenzarán a arrepentir, o quizá no, quizás el alivio de saber que su familia tendrá un apoyo económico gracias a ellos no los dejará pensar en algo así. Pobres de aquellos que a pesar de matarse trabajando no salen del mismo lugar, se mantienen estancados durante años, y solo se acostumbran a lo mismo, a lo diario. Yo no aguantaría una vida así, que oscilara en torno al trabajo, sin música, sin salidas no planeadas, sin levantarse tarde, sin libertad.

«No intentes entender a la gente, cada cual debe ser consciente de lo que dice y de las decisiones que toma», dijo mi voz interior.

Ya que no arreglaría nada frustrándome con ese tema, preferí pensar en lo que realmente necesitaba: valerme de fuerzas para llamarla. Me fumé un cigarrillo con el propósito de encontrar un poco de relajación y solo llegué a gastar la mitad; ya tenía el teléfono en mano.

—Dime —respondió en un tono abatido.

—¿Las cosas van mal ahora?

—Cada vez más difíciles de soportar. —Su voz estaba tan quebrada que me daba la impresión de que comenzaría a llorar en cualquier momento.

—¿Qué sucedió?

—Todo, Alex, todo. No puedo continuar con la farsa, estoy cayendo. Sin Miley no soy nada. La extraño, la extraño demasiado… —hizo una pausa y escuché su respiración agitada—. Entonces pienso en todo lo que fallé, en cómo la traté en algunas ocasiones, ¡todo por culpa de mi puto orgullo! Ella ya no está, y todo es por mi culpa.

Y sin poder controlarse más, rompió en llanto, hundiéndome el corazón en la agonía y llenándome de impotencia por no poder teletransportarme a donde estaba.

—Lo superarás, tarde o temprano lo harás, te lo prometo —le dije esperando tranquilizarla, y a la vez sabiendo que solo eran palabras, y que, en este caso, no ayudaban en lo más mínimo.

—Yo también le prometí muchas cosas, una de ellas fue que cambiaría, que dejaría de ser como soy, y nunca lo cumplí.

—Pero así eres, y eso nadie lo puede cambiar, así que deja de culparte, por favor.

—¡Tú no entiendes nada, Alex! No sabes todo lo que sucedió. Todo eso le pasó porque estaba sola, y estaba sola porque yo no estaba con ella, porque la dejé marcharse sola. ¿Sabes cuáles fueron las últimas palabras que escuchó de mi boca? «¡Vete a la mierda!» ¡Eso fue lo que le dije! ¿Crees que eso está bien? No, Alex, no lo está. Eso solo demuestra el asco de persona que soy. Mientras ella se la pasaba repitiéndome que me quería, yo la mandaba a la mierda. —Las últimas palabras se habían convertido en gritos de dolor.

Un nudo en la garganta me mantenía callado, sin idea ni posibilidad de decir nada. Solo deseaba poder abrazarla como en aquel puente, y esperar a que las lágrimas cesaran.

—¿Quieres que vaya? —pregunté sin pensar.

—¿Eh?

—Si quieres te puedo sacar de allí otra vez.

Me quedé un poco perplejo al escuchar mis propias palabras, había sonado increíblemente sobreprotector. Nunca me había comportado de esa manera con ninguna otra chica, aunque ninguna de mi pasado se podría comparar con ella.

—¿De mi casa? —dijo, confundida.

—Sí —respondí, esperando una respuesta positiva de su parte.

—Lo siento, pero le he estado dando vueltas al asunto y prefiero dejar de hacer esto.

—¿Qué cosa?

—Intentar correr en sentido contrario a la realidad.

—¿Acaso no te das cuenta de lo que sucede si te quedas en casa?

—Así lo prefiero —musitó convencida.

Suspiré.

—Está bien, entonces. Pero solo recuerda que me tienes aquí siempre que lo necesites.

—Lo sé.

—Aparte de lo sucedido con tu mejor amiga, ¿algo más te agobia? —pregunté, buscando cambiar de tema.

—Bueno, el hecho de que deba volver a la escuela porque estoy en exámenes finales y no puedo darme el lujo de perder clases importantes.

—Entiendo, pero debes continuar. ¿Cuándo comenzarás?

—Lo intentaré mañana —murmuró sin ganas.

—¿Y tu escuela queda muy lejos de tu casa?

—No, está a pocas calles, frente a la “Gran Tienda del Perro”.

—Mira, ahora que mencionas la palabra perro, recuerdo que tengo pensado desde hace unos meses adoptar uno. ¿Te gustan?

—Me encantan. He rescatado a algunos de la calle y les he buscado dueño. Son mi debilidad.

—Entonces, me imagino que ya tienes uno.

—Pues no, mi madre es alérgica compulsiva y así sería completamente imposible tener mascota en casa.

—¿Me acompañarías a buscar un cachorro?

—¿Cuándo?

—No sé, un día de estos.

—Sí —respondió después de un silencio—. Alex, mi profesora acaba de llegar; vino a hablarme sobre los exámenes, así que debo colgar.

—Está bien. Mañana hablamos. Suerte.

—Adiós —se despidió y colgó.

Estuve unos minutos contemplando el teléfono y pude sentir una sensación demasiado nueva para mí. Me había quedado con ganas de hablar un rato más, y me desanimaba el hecho de que se negara a salir conmigo. Me estaba volviendo completamente loco, y debía buscar cuanto antes algo que capturara mi atención y me impidiera cometer una locura.

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