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Capítulo #11

(ALEX)

Una vocecilla interior me repetía que dejara de lado aquellas ideas que recorrían mi cabeza desde que desperté en la mañana. «No tiene ningún sentido que la llames. Solo estás haciendo el ridículo. Te va a mandar a la mierda». Y en el fondo sabía que era la verdad. Pero ni siquiera me importó. Le di a «Llamar» en medio de un subidón de energía, y ya era muy tarde para querer echarlo hacia atrás.

Escuché su voz y sin explicación alguna, mi ritmo cardiaco se aceleró. Fue ahí cuando me di cuenta por completo de que la había llamado, y de que no tenía idea de qué decirle exactamente.

—Hola —terminé diciendo.

—Hola. —Su voz sonaba diferente.

«¿Le habrá molestado que la llamara?».

—¿Estás ocupada? ¿Te estoy molestando?

—No, ¿por qué lo preguntas?

—Porque la voz te cambió cuando me escuchaste.

—Puede que tenga algo que ver con que no me esperaba una llamada tuya.

—¿Te sorprendió?

—Un poco —confesó.

—Quizá no has escuchado una voz tan sexy como la mía por teléfono, pero tarde o temprano te acostumbras —bromeé.

Escuché una pequeña risita recatada de su parte, que a pesar de haber durado apenas dos segundos, me alegré de provocar.

—¿Pudiste dormir bien?

—No —respondió después de un largo suspiro.

—Ya veo que eres de respuestas cortas...

—Con las personas que no conozco, sí.

—Personas como yo —agregué.

—Principalmente.

Un profundo silencio gobernó la línea telefónica y por un momento me sentí como un soldado desarmado en medio de la guerra.

—¿Qué pasó en la noche? —pregunté finalmente.

—Tuve las peores pesadillas de toda mi vida —me respondió con una voz grave.

—¿Las peores?

—Sin dudarlo —aseguró.

No podía negar que la curiosidad me hacía querer saber qué cosas tan horribles le habían perturbado sus sueños, pero por experiencia propia sabía lo doloroso que podía llegar a ser recordar aquellas cosas.

—¿Y hoy? ¿Cómo lo llevas?

—Peor que ayer. Hoy es el… entierro… —Su voz se quebrajó, sin dejarla continuar.

—¿Y tienes pensado ir?

—No puedo, no lo soportaré. Y sé que no está bien, pero… —dijo con tristeza.

—Lara, entiendo cómo te sientes. Y no creas que estás mal por no ir. Un día estuve en tu posición, y como tú, me hice esa misma pregunta cientos de veces. En mi caso, ocurrió que terminé yendo, y ahora es una de las tantas cosas de las cuales me arrepiento. Yo aún no estaba preparado para todo aquello, por lo que solo me derrumbé; y, una vez abajo, no me interesó volver a levantarme. Todavía lo recuerdo como si hubiera sido ayer. Solo veía negro por doquier, y flores, muchas flores tristes.

—¿Y lograste levantarte?

—Puedo afirmar que lo hice, aunque no del todo. Mi vida nunca volvió a ser la misma. Pero llega un día en el que entiendes que las cosas deben cambiar porque de seguir así, te espera un futuro de mierda. Aunque tampoco te puedo negar que antes de haberme percatado de todo esto, cometí muchísimos errores que me perseguirán por siempre.

—Tú lo lograste porque eres una persona fuerte. Yo no podría decir lo mismo de mí.

—Los golpes de la vida son los que te hacen fuerte.

—Bueno, espero que la vida haya llegado a saciar sus deseos de golpearme —musitó.

—Yo podría intentar hacerte el día un poquito menos difícil.

—Dudo que eso sea posible.

—Al menos permíteme intentarlo.

—¿Y cómo se supone que me ayudarías?

—Lo primero sería sacarte de tu casa.

—¿Y lo segundo? —preguntó con un poco de escepticismo en su voz.

—Llevarte a un lugar al que nunca hayas ido, un lugar sin recuerdos. Te prometo que amarás estar allí, es precioso.

—No creo que sea buena idea, pero te agradezco que...

—Lara, confía en mí.

—No, Alex, no creo que sea correcto salir hoy de mi casa. Además, aún debo intentar organizar un poco mis ideas y aclarar mi mente.

—Pero no pienses en lo que es correcto sino en lo que realmente te ayudará. En situaciones como estas, lo mejor es no darle el poder a tu mente para derrumbarte. Y encerrarte en tu cuarto, créeme que no te hará bien, al contrario, solo empeorarás.

—No lo veo…

—Respóndeme solo una pregunta: ¿Acaso no suena bien la idea de alejarse de todo por un rato?

—Quizás —respondió débilmente.

—Pues no creo que haya que hablarlo más. Hoy te sacaré de allí.
                                      
***

(LARA)

¿Qué se suponía que estaba haciendo exactamente? ¿Había perdido mi sentido común? ¿Había comenzado mi camino hacia la completa locura? Mientras más lo pensaba, más estúpido parecía. En pocas horas saldría con un chico al que apenas conocía, a un lugar desconocido. ¿Qué pensaría mamá sobre aquello?

En cierto momento llegué a pensar en la opción de inventar que me sentía mal como excusa para decirle que no, pero eso solo me hacía recordar la pelea con Miley.

—Joder, ¡¿por qué Miley?! —grité con rabia.

Mi celular comenzó a sonar y apareció en la pantalla el nombre de Brittany. Tenía el presentimiento de que me dolería escuchar lo que tenía por decirme. Tragué en seco antes de responderle.

—Dime.

—Lara… —masculló con la voz rota—. Aún no lo he podido aceptar.

—Ya somos dos.

Un nudo en mi garganta comenzaba a surgir y mi única opción era cerrar los ojos e intentar controlar a mi corazón.

—No sé ni qué decir.

—¿Qué pasó en ese club? —pregunté sin pensar.

—¡Es que lo que más me jode es no poder brindar ninguna información importante! —Brittany parecía molesta consigo misma.

—Solo dime lo que sepas, lo necesito escuchar.

—Lara, desde que llegamos, Miley no parecía estar muy bien. Le comenté que te llamaría para decírtelo, pero me prohibió molestarte. Me pareció demasiado extraño no verla salir a bailar, solo se sentó en la barra, se tomó algunos tragos y parecía estar totalmente perdida en la pantalla de su celular. Yo desde donde estaba la observaba a cada rato, ¡te juro que lo hacía! Pero llegó un momento en el que simplemente desapareció. Al principio pensé que solo había ido al baño, pero los minutos comenzaron a transcurrir y no aparecía, por lo que la llamé unas cuantas veces, sin recibir respuesta de su parte. —Brittany dejó de hablar por unos segundos y solo se escuchaban sollozos. Luego prosiguió—. Lara, fui tan estúpida de creer que se había marchado a casa, ¡cuando Miley ni siquiera se conoce las calles! ¡¿Cómo pude olvidarla tan pronto?! Y, por si fuera poco, al salir del club fui directo hacia la casa de mi abuela que vive en medio del mismo puto campo donde la cobertura es imposible, por lo que ahora que llegué a mi casa fue que vine a llamarla. Y me quedé sin habla luego de escuchar a su hermana.

—¿Qué será de mi vida sin ella, Brittany? —musité sosteniendo mi pelo con fuerza entre mis dedos.

El intento por controlar el dolor había sido en vano. Por mis mejillas recorrían las lágrimas saladas y el aire comenzaba a faltarme.

—Todo esto es mi culpa, ¡¿cómo pude ser tan idiota?!

—No te culpes.

—Debí haberme quedado a su lado en la barra. Solo me conocía a mí entre tanta gente y la dejé sola —me dijo entre el llanto.

—Si alguien tiene parte de la culpa, esa sería yo.

—¿Tú? ¿Qué dices? ¿Por qué?

—No tengo fuerzas para seguir hablando de esto. Lo siento.

—Y te entiendo. Te dejaré en paz. Si necesitas algo no dudes en llamarme, ¿está bien?

—Está bien.

Al colgar el teléfono me sentí en la total libertad de llorar sin control. Saber que Miley también se sentía mal debido a nuestra pelea solo me rompía aún más el corazón. Ni siquiera había bailado, ¡cuando esa era una de las cosas que más le gustaba hacer!

«Odio hablar de ella en pasado. Odio tener que acostumbrarme a su ausencia. Preferiría morir en este mismo instante».

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