Epílogo
17 años más tarde, Reino de Erini.
Era un día de celebraciones.
Un par de jóvenes bien arreglados, veían con seriedad el sin fin de personas que habían asistido a la fiesta y las que aún entraban por la inmensa puerta principal. Duques, princesas, marqueses, personalidades muy importantes tanto de Erini como de Arcia, Osenur y Norilea, pero ninguna que desde el segundo piso captara la atención del par de jóvenes aburridos.
Javier y Julián, con sus hermosos y lacios cabellos rubios rojizo siendo bien peinados, anhelaban que su fiesta de cumpleaños terminara. Los gemelos Berwern Bellamont cumplían 17 años y su padre, el Rey Felipe, había organizado aquella elegante celebración para que consiguiesen nuevos amigos o quizá viviesen algún romance. Pero había asistido más gente de la que Felipe esperaba.
Pero los gemelos no eran chicos de muchas fiestas. Asistían a varios eventos, sabían relacionarse de forma adecuada y sabían comportarse como los príncipes que era, pero habían heredado ese don de mantener la compostura por parte de su padre, e igual habían heredado el gran deseo de aventura que Felipe tenía.
—Si el año pasado no vi doncella interesante, no creo que este año haya asistido alguna diferente— rio con amargura Javier. Sus codos estaban apoyados en el barandal, viendo cada rostro jovial de las chicas que ya conocía. Una ligera sonrisa rozó sus labios por mera cortesía, pues las chicas no despegaban sus miradas de él.
—Cada vez hay menos cosas que descubrir en estos eventos— Julián sopló un mechón rebelde de sus cabellos—. Pero hay que ver que papá se esfuerza porque hagamos amistades, quizá debamos por lo menos bajar a saludar— cuestionó al acomodar sus lentes.
Teniendo el color de cabello similar al de Maximiliano, los jóvenes eran una copia de Felipe. Si se les conocía bien, se podía llegar a la conclusión de que Javier era más amistoso, alegre, un poco coqueto, contrario a Julián, quién tenía una actitud más parecida a Felipe, era más reservado, calculador. Quizá lo único que los igualaba, aparte de su físico, era que no podían ocultar lo que pensaban, aunque era obvio que Javier era más impulsivo.
Finalmente, tras un corto debate de por qué debían unirse a la fiesta, se decidieron a bajar. Felipe esperaba abajo a que sus hijos bajaran, saludando a cada invitado, y fue cuando las trompetas sonaron. Las miradas fueron a las escaleras, y Javier mostró una encantadora sonrisa mientras que Julián se mantenía con su ceño inexpresivo.
—Me alegra que hayan decidido asistir a su fiesta— Felipe les habló con firmeza, solo a ellos, y les detalló. Con cuidado acomodó el cabello de Julián y los botones de la camisa de Javier. Los chicos rieron ligero y Felipe bufó—. No esperaba tanta gente, pero intenten divertirse un poco, por favor. Nada de peleas. Feliz Cumpleaños.
—Gracias papá— respondieron al unísono—. No prometemos nada— comentaron los gemelos refiriéndose a las peleas, riendo un poco segundos después ante la fría mirada del Rey—. Gracias de todos modos por esto, papá— comentó Julián—. De seguro algo interesante pasa— rio ligero Javier, tomando los hombros de Julián.
Felipe asintió, relajando su ceño, y se despidió de sus hijos. Julián y Javier, aunque eran opuestos, se querían bastante y entre ellos se entendían a la perfección. Ambos recibían las mismas miradas de los duques, esas miradas recelosas y malhumoradas, y las miradas enamoradas de la princesas, las cuales eran usualmente ignoradas.
Entonces los gemelos se vieron frente a la mesa de bocadillos. La sonrisa de Javier fue más amplia ante las pequeños dulces de chocolate, y tomó uno para pronto degustarlo. Julián se vio relajado al tomar un vaso de ponche de frutas, el poco alcohol mezclado con dulce le era refrescante. Sin embargo, aún les hacía falta algo.
—¡Chicos!— Una alegre voz provino de la multitud de duques y los gemelos se volvieron, porque esa voz pertenecía a la persona que tanto añoraban—. Muchachos, les estuve buscando— Maximiliano llegó algo retardado, como era de costumbre.
—Mamá— los chicos suspiraron con alivio al verle y ambos se aproximaron a abrazar a Maximiliano, a lo que éste correspondió con cariño ante los altos rubios—. Pensamos que no vendrías, Camilo se veía muy seguro al decir que no saldría de su cuarto.
—No se preocupen— rio el doncel—. Le convencí de bajar, ustedes son sus hermanos mayores después de todo y él les quiere mucho— Maximiliano hablaba con ánimo y no tardó en tomar un dulce de chocolate—. Pero desapareció en cuanto llegamos aquí.
—De seguro está en la cocina, el maravilloso mundo de los manjares— Javier rodeó la cintura de su "madre" y miró con ilusión el techo. Maximiliano se carcajeó en voz baja, porque Javier, en medio de tantas doncellas, solo pensaba en comer.
—No creo que esté buscando exactamente un manjar— rio ligero Julián, a lo que Javier le miró con el ceño fruncido y Max con curiosidad—. Adrien es el único chico que conoce de su edad, le está buscando a él.
—Adrien es un buen chico— recordó Max algo pensativo—. Pero ahora el tema no es ese. Es su fiesta de cumpleaños, ya tienen 17, esta noche tiene que tener algo de especial para ustedes— insistió el doncel y esta vez se posicionó frente a sus dos hijos.
—Pero...
—Vayan a divertirse, no se queden aquí comiendo— el mayor cruzó los brazos y alzó una ceja—. Se ven guapos, no crean todos aquí son malos. Yo conocí a su padre en un baile así. Hagan que sea una noche diferente. Feliz cumpleaños, mis pequeños.
Y los gemelos recibieron un beso en la mejilla cada uno por parte de su madre. Maximiliano les acomodó el cabello igual, ellos bufaron ligero y el doncel terminó por despedirse luego de tomar otro dulce la mesa.
Los gemelos rieron, su madre era demasiado alegre aún cuando tampoco era amante de las fiestas. Pero lo pensaron, quizá debían hacer algo interesante esa noche, hacer algún cambio en sus vidas. Entonces se miraron entre sí, como leyendo sus propias mentes.
—Nos vemos luego, ¿Va?— Sugirieron al unísono mientras se miraban, y rieron nuevamente—. Al final de las escaleras— dijo Javier con rapidez—, antes de las campanadas— finalizó la frase Julián.
Y tras ello y un choque de puños, los hermanos se separaron.
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La noche cada vez avanzaba más y los hijos Berwern Bellamont no conseguían diversión alguna. Camilo, el hijo menor, odiaba las fiestas de cualquier tipo, porque usualmente se topaba con personas que le molestaban o que comentaban cosas feas de sus queridos padres.
A sus 14 años, Camilo solo tenía un amigo y era Adrien, el hijo de uno de los jardineros. Era su amigo de infancia, habían crecido juntos y nunca nadie le comentó que establecer una amistad con él, era algo malo. Pero entonces las personas que no pertenecían al su familia, le hacían malos comentarios, ofendían a Adrien y le hacían sentir que hacía algo incorrecto.
Camilo tenía varias razones para no encajar en las elegantes fiestas que se organizaban en otros reinos o en el propio, y siendo un doncel, sentía que debía defenderse más que los demás, porque entendía a los riesgos que se enfrentaba.
Caminaba tranquilo entre la multitud, jugando con sus manos y buscando a sus hermanos, cuando una voz resonó a sus espalda. Un hombre joven había tomado su mano, le sonreía pero no le transmitía confianza alguna.
—Joven Berwern, que grata sorpresa el conocerle— el hombre se acercó un par de pasos al susodicho—. Veo que la belleza del Rey Maximiliano es algo que heredó, es usted una criatura muy llamativa y hermosa— el joven de ojos verdes era adulador, quizá demasiado.
—Gracias por su comentario, joven— Camilo contestó con firmeza al zafarse del agarre ajeno, mostrando una casi invisible sonrisa—. Es algo que me dicen muy seguido— comentó, porque nunca faltaba una persona que le halagara. Entonces el aparente príncipe se sutilmente, hasta que sonó una melodía lenta tocada por la orquesta.
—Oh, esta melodía es tan perfecta, ¿Desearía usted concederme esta pieza?— El príncipe dio otro paso hacia el menor y éste retrocedió.
—Muchas gracias pero he de negarme— Camilo intentó mantenerse calmado, sonando educado—. Me tengo que retirar, con su permiso— y quiso volverse para seguir su camino, pero el príncipe extranjero insistió.
—¿Tan temprano? Un baile no le tomará mucho tiempo, joven Berwern— El príncipe cambió un poco su encantadora sonrisa, siendo ahora una mueca extraña en su rostro—. No ha de temer— pero Camilo desconfió y volvió a retroceder ante la impaciencia ajena.
—Lo lamento, majestad, pero creo que el joven Berwern se ha negado a su petición— Javier llegó a la escena con paso seguro y la frente en alto, ciertamente sarcástico como era de esperar—. Tiene más opciones en la pista de baile, como puede ver. No insista.
—Pero si son los cumpleañeros— se burló el príncipe de ojos verdes—. Yo solo quería divertirme en su celebración, de seguro podríamos ser amigos— Julián y Javier bufaron al unísono, algo disimulado—. Pero el príncipe Camilo me prometió la vez pasada que tomaría un baile conmigo.
—¡Eso es mentira!— Camilo recalcó aquello y Julián le puso la mano en la cabeza para calmarle. Los gemelos confiaban en él.
—Joven, le pido que se retire— Julián fue pacífico—. Levantar falsos testimonios no es algo que nosotros aceptemos, menos de alguien que asimila quiere ser nuestra amistad. Así que le recomiendo que se retire.
—¿Acaso están celosos? Tranquilo, el niño puede ser todo suyo— comentó al tomar otro sorbo de su copa, pero Javier logró arrancarle el vaso antes de atinarle un seco golpe en el rostro.
El príncipe extranjero cayó al suelo, se oyó el murmullo de la multitud que presenció la escena, y Julián se aproximó a levantar con brusquedad al herido.
—Perdone, majestad. Nuevamente le recomiendo que abandone la fiesta, por su bien— Julián le acomodó con fuerza el traje, mientras el príncipe desconocido le miraba con el ceño fruncido—. A la próxima, mejor no vengan a una celebración a la que no fue invitado.
Y el trío de hermanos abandonó el círculo que se había formado a su alrededor. La multitud continúo la fiesta, pero los guardias acompañaron al príncipe desconocido a la salida.
Camilo miró aquello y su corazón acelerado se relajó por un momento, a cada lado sus hermanos mayores le encaminaban a las escaleras. Los tres en silencio, pero Camilo agradecido con los mayores.
—Lamento el haberles causado una pelea— Camilo, al llegar a la escalera, miró a sus hermanos con culpa—. Papá se enterará de esto en cualquier momento, no quería meterles en problemas la noche su cumpleaños.
—No te preocupes, enano— Javier le despeinó, a lo que Camilo puso sus manos en la cabeza para protegerse—. Papá ya está acostumbrado a ello, sería demasiado raro si de repente no hubiese alguna "discusión" con algún estúpido personaje egocéntrico— entonces todos se carcajearon.
—Ojalá todos fuesen como mamá y papá— Camilo se sentó en la escalera—. ¿Por qué ellos son tan diferentes al resto?
—Eso nos hace igualmente diferentes al resto, y eso es algo bueno, ¿No creen?— Julián comentó por fin—. Se está haciendo tarde, ve a la cama. Supe que la madre de Adrien no vino y no pudo traerle.
—Estás mejor solito, hermanito— comentó ligeramente celoso Javier, a lo que sus hermanos volvieron a carcajearse—. Ve a dormir, mañana habrán muchas cosas que hacer. Mamá entenderá que tenías sueño.
—Gracias por protegerme hoy— murmuró apenado el pequeño doncel—. Por cierto, feliz cumpleaños— el niño se apresuró a abrazar a los gemelos y tras corresponder éstos, Camilo corrió escaleras arriba hacia su alcoba.
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—Finalmente solos, mi pequeño lucero— Felipe había dejado la velada, y se encontraba en el pasillo donde una vez bailó a solas con Maximiliano—. Considero un acto de crueldad el haberme dejado sin admirarle durante toda la noche, joven Bellamont.
—Oh Rey Felipe, ¿Habrán consecuencias?— Maximiliano, sintiendo como su esposo le rodeaba la cintura, murmuró aquello contra el oído contrario, a lo que el Rey vaciló.
—Tengo planes para usted esta noche, no sé si podrían considerarse consecuencias— el azabache besó con dulzura los labios contrarios, algo fugaz y tierno.
Sin embargo, pronto de sus brazos Maximiliano desapareció y al volverse, Felipe vio como sus sonrientes hijos gemelos se abrazaban al doncel. Éstos le miraban con picardía y Maximiliano intentaba contener sus risas.
—Padre, en qué indecentes actos intenta involucrar a nuestra dulce mamá— Javier se abrazó más a Max, dramatizando cada palabra ante la mirada fría del Rey.
—Hemos llegado a protegerle, cómo osa atacarle mientras está indefenso— Julián dramatizó igual, rodeando la cintura de Max, y entre los dos gemelos envolvieron al doncel de baja estatura que ya había empezado a carcajearse.
Maximiliano disfrutaba del momento, porque sus hijos sabían perfectamente cuál era la debilidad del Rey y se aprovechaban de ella. Felipe, por otro lado, aclaró su garganta y dio un par de pasos al frente.
—Es mío— Felipe hizo una maniobra en la que Maximiliano dio vueltas hasta volver a sus brazos, y el doncel pronto sintió los brazos del azabache rodeando su cintura—. Por cierto, creo que oí de una pelea con un príncipe de Osenur... ¿Algo que decir?
Los gemelos rieron, nerviosos, pero no tardaron en correr lejos de sus padres.
Estando ya alejados de sus padres y notando como el castillo de a poco era desocupado, Javier y Julián terminaron en uno de los tantos balcones del castillo, mirando los lejanos pueblos y las infinitas estrellas.
—El romance de nuestros padres es demasiado... imposible— comentó Javier siendo capturado por algo de cansancio—. Fue una suerte que se conocieran en una fiesta, pero no creo que nosotros tengamos la misma suerte. No viene nadie fuera de lo común.
—Creo que somos muy exigentes, Javier— Julián hacía dibujos imaginarios en el barandal de mármol—. Nunca me he enamorado, pero tampoco sé qué tipo de persona busco. Tú, por lo menos, has conquistado varias chicas.
—Tranquilo, hermano, estamos igual. Busco algo especial, no una princesa mimada que busca dinero, quiero un verdadero reto.
—Jóvenes, los amores llegan solos— la voz de Zacarías crispó sus pieles—. Aquí afuera no creo que consigan más que un resfriado. Vayan adentro— los gemelos entonces se volvieron a su "tío", quien se veía animado y con el traje desordenado.
—Usted no estuvo en la fiesta— comentó Javier—, pero se nota que disfrutó mucho más que nosotros— finalizó Julián. Y los tres rieron.
—Para qué negarlo.
Era verdad, Zacarías apenas había visto la fiesta. En su habitación, con Esteban, hubo más entretenimiento que en medio de tantas personas hablando y comparando sus fortunas. Esteban le había distraído por horas y horas llenas de placer, de palabras amorosas y de sonrojos involuntarios. Tan solo pensar en ello, Zacarías deseaba correr de vuelta a su alcoba.
—Vuelvan adentro, hagan algo productivo. Quién sabe, quizá consigan algo a última hora— los gemelos asintieron al meter las manos en sus bolsillos—. Y Feliz Cumpleaños— los jóvenes sonrieron.
Entonces los gemelos hicieron caso y volvieron a separarse.
Javier, como si una estrella hubiese chocado contra él, cayó al suelo al mismo tiempo que un joven aparentemente extranjero. Parecía originario de Osenur, bastante llamativo pero con un posible malgenio. En cuanto se levantaron, las miradas frías volaron entre ambos y Javier notó que aquel chico era esa diferencia que buscaba entre las personas del baile. Sin embargo, resultaba ser que ese chico, era el hermano del príncipe al que había golpeado.
Y Julián por su parte, decidió estar solo en el jardín. Pero lo que no esperaba era que un doncel, notablemente nervioso e impaciente, le rogase porque le sacara de esa fiesta. Julián no se pudo negar ante la súplica ajena, hasta descubrir que el chico no era nada más y nada menos que uno de los "protegidos" de un gran y poderoso duque de Arcia. Toda aquella preocupación, les llevó a esconderse por el resto de la noche en una habitación de servicio.
"El amor llega en cualquier momento. Hay que estar preparados."
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Discurso
En este momento, en que terminas esta mágica historia, te agradezco de todo corazón el que no me hayas abandonado. Agradezco tu fidelidad a la historia, tu amor a los personajes, y tu emoción ocasionada por mis palabras. No tengo muchas palabras para describir lo que siento tras haber terminado esta historia, pero lo que sé es que gracias a ustedes y su apoyo, todo mi corazón quedó plasmado aquí.
Pero no se preocupen, mis proyectos siempre estarán llenos de amor; no se preocupen, porque haré lo posible por plasmar en mis escritos todo ese amor que le tengo a la literatura, por transmitirles las emociones positivas que tanto necesitamos día a día.
Gracias, Galletitas, por disfrutar de este viaje.
¡Nos vemos pronto!
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