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Capitulo 17

   La tranquilidad del anochecer era tan cómoda y placentera, que los sonidos de los animales era música, la lluvia y la fría brisa que entraba por ventana era la excusa para acurrucarse contra el otro, la suavidad de la cama hacía del sueño algo casi eterno. Felipe, sin embargo, en medio de su gran alegría, acariciaba a Maximiliano mientras éste dormía entre sus brazos.

   Maximiliano era esa belleza que imaginaba en los libros, en los cuentos, y su corazón era la mejor pertenencia que tenía. Gracias al sinfín de pensamientos e ideas que cruzaban su mente como una posibilidad, Felipe se veía sin sueño mientras veía a Maximiliano, el dulce chico que se había acurrucado contra su pecho.

   Sin embargo, quizás el mantener su vista puesta en el doncel, fue lo que le despertó. Felipe pudo apreciar nuevamente como Maximiliano bostezaba en silencio y pronto, como una maña luego de dormir, jurungaba uno de sus ojos en busca de disipar el sueño.


—Lucero de grandes sueños, buenas tardes— saludó Felipe con una ligera sonrisa y no dudó en besar con cuidado la frente del menor que le miraba curioso, pero que no tardó en sonreírle de vuelta.

—Buenas tardes— Maximiliano, risueño, besó con dulzura la mejilla ajena y al instante notó como a Felipe se le pintaban un poco las mejillas por ese simple gesto. Aquello le pareció tierno.

—En estos momentos, estás radiante— comentó el azabache con cariño y su semblante relajado, y deslizó con suavidad su mano por la mejilla del menor.

—Es-Estoy igual que siempre— Maximiliano pensó en aquel comentario como una burla de Felipe, queriendo referirse a que tal vez su cabello estaba tan despeinado que parecía un sol—. Tu eres el que está despeinado— mintió, porque Felipe mantenía sus lisos cabellos bien peinados.

—Eso quiere decir que deberíamos tomar una ducha— sugirió el mayor y pronto su mano se deslizó hacia la espalda baja del doncel—. ¿No crees? Luego de una tarde tan lluviosa, de seguro una ducha caliente caería perfecta— Felipe entonces se acercó más al rostro ajeno y Maximiliano desviando un poco la mirada, asintió.

—Me parece injusto...— comenzó con timidez y Felipe alzó una ceja con curiosidad—. Me parece injusto que juegues con las emociones de alguien así— el menor intentó fruncir su ceño pero Felipe sonrió—. Esa tarea se e da muy sencilla cuando estás conmigo— Maximiliano hablaba del hecho de que Felipe le hiciera sonrojar con tanta facilidad.

—Tu eres lindo todos los días, siempre aceleras mi corazón y a veces no puedo controlar las tonterías que salen de mi boca— Felipe hizo una comparación—. Supongo que estamos a mano, después de todo— y el doncel se sonrojó más.


   Maximiliano, con su entrecejo ligeramente fruncido, quiso darse la vuelta para evitar la mirada de Felipe, pero antes de que pudiese protestar, el príncipe había tomado sus manos sobre su cabeza y se dirigía a robar sus labios con rapidez. El doncel se vio cautivado por los labios ajenos, su espalda se vio arqueada de forma involuntaria y Felipe se dedicó a deleitarse con los pequeños suspiros que salían de su boca.


—Vas a vivir conmigo, Maximiliano— tras terminar el beso y fijarse en el menor, Felipe dijo aquello como si fuese una orden—. Puede sonar egoísta de mi parte, lo admito, pero estoy obsesionado con tenerte a mi lado y protegerte de todo daño.

—Felipe, eres muy insistente— Maximiliano soltó una leve carcajada y acarició con cariño la mejilla del mayor, el cual le veía con seriedad—. Esta no es una decisión fácil, ¿Recuerdas? Puede perjudicarte, y es lo que menos quiero.


   Entonces Felipe tomó la mano del doncel y la puso en su pecho desnudo, en su lado izquierdo. Maximiliano se vio por un momento confundido, pero al sentir el palpitar del corazón del príncipe, creyó entender a lo que Felipe quería llegar.


—Sé que no es fácil, pero no necesito que sea fácil para hacerlo realidad— Felipe se oía firme, ambicioso e ilusionado—. Ha pasado tiempo desde la primera vez que te vi, y ahora no creo poder soportar el no tenerte cerca de mi.

—Creo que estás preocupándote más de lo debido— el doncel volvió a reír leve y, tras acomodarse, acunó el rostro del príncipe con sus manos—. Pero está bien, acepto ir contigo al castillo, a pesar de todo lo que pase— y no tardó en ver la alegría reflejada en los ojos azules del mayor.

—Prometo que te cuidaré, que todos los días estaré allí para ti— Felipe rodeó la cintura de Maximiliano y éste suspiró tranquilo—. Y si algún día te hago sentir mal, dejo que Esteban me golpee como tanto desea.

—Eres un tonto— rio nuevamente Maximiliano—. Lo único que necesito es a ti, ambos daremos lo mejor de nosotros, ¿Te parece?— Felipe se vio maravillado—. Haré que te sientas orgulloso de mi— el mayor se sonrojó—. Después de todo, llevas tiempo sabiendo de mi, ¿No es así? Acosador— recordó Maximiliano.


   Y Felipe se vio sin palabras, a lo que Maximiliano estalló en carcajadas. Gracias a Zacarías, involuntariamente, había descubierto que Felipe le había investigado y aunque al principio se vio molesto, Maximiliano decidió no tomarle tanta importancia pues ya eran pareja del todo.

   Un beso selló el trato entre ambos, algunas caricias se hicieron presentes y tras un rato, por fin tomaron una cálida ducha. Se veían de nuevo en la cama, cada quien tomando una prenda para vestirse, y en medio de aquella búsqueda de camisas, Felipe se sentó en la cama a observar el cuerpo de Maximiliano, a detallarlo y admirar la piel clara del chico.

   Felipe se apresuró pues a rodear la cintura del menor, le besó el cuello y Maximiliano rio gracias a las cosquillas provocadas. Al volverse, Felipe besó su frente y Maximiliano se dedicó a tocar el abdomen del mayor, sentir su piel dura y viendo pronto las cicatrices que de seguro había ganado en una pelea.

   La noche se vio más acentuada y la pareja, en medio del frío, volvieron a acomodarse entre las sábanas. Felipe tomó a Max por la espalda, le apegó a su torno y clavó su rostro en el hombro del menor, usándole por completo como una almohada. Maximiliano se vio cómoda y mientras se dormía, sintió como Felipe le acariciaba el vientre con cuidado, quizá por distracción.

   Entonces Maximiliano se imaginó siendo padre junto a Felipe, cargando a un pequeño ser que tuviese la sangre de ambos, y sus mejillas se enrojecieron. Por otro lado, Felipe pensaba en lo lindo que se vería Max con el vientre abultado, en los antojos que tendría, en las veces que le mimaría. Ambos pensaban en lo mismo de diferente forma.

   Pasadas las horas y estando dormidos, Maximiliano se vio incómodo en la cama. No tardó en despertarse gracias al hambre que le había hecho abrir los ojos y al virarse, vio lo profundamente dormido que estaba Felipe. Por un momento quiso evitar el deseo de ir a la cocina, pero el rugir de su estómago no le dejó otra opción.

   Saliendo de la cama con cuidado, sin despertar a Felipe, el doncel caminó descalzo y en silencio a la cocina. Allí encendió la luz y buscó con la mirada algo que llamase su atención, y fue mientras elevaba la mirada que se topó con un gran frasco de galletas caseras, las cuales estaban en el estante más alto de la cocina.

   El doncel se vio ligeramente desanimado y molesto, esas galletas se estaban burlando de él. Tras bufar y revisar mejor el lugar, Maximiliano tomó una silla y la colocó frente al alto estante. Allí, se subió con rapidez y sosteniéndose con cuidado del estante, se estiró lo mejor que pudo para alcanzar las galletas que tanto llamaban su nombre. Sin embargo, estaban cada vez más altas y el menor se vio obligado a ponerse en puntillas.

   Murmurando entre dientes y con el ceño fruncido, el doncel finalmente alcanzó el frasco de galletas. El frasco era pesado pero olía muy bien, Maximiliano sonrió victorioso con su recompensa entre brazos, sin pensar en cómo bajar de la silla que ahora parecía demasiado alta.


—Hey.


   Se oyó una varonil voz en la cocina y Maximiliano se vio asustado por la repentina presencia a sus espaldas. Las piernas del chico temblaron y gracias a ello la silla también se agitó. Felipe entonces, imaginando esa situación, se aproximó a Maximiliano en cuanto cayó de la silla y con firmeza le tomó entre sus brazos, viendo en ese instante como el doncel se aferraba al frasco de galletas. Todo había salido como lo había pensado, Maximiliano era demasiado predecible.


—¡N-No me vuelvas a hacer eso!— Regañó el menor con su ceo fruncido, pero aún asustado—. Viendo que estaba de espaldas, ¿Cómo se te ocurre aparecer así? ¿Querías mi muerte?— Maximiliano aún se aferraba al frasco y Felipe, sin querer reírse, le mirada atento.

—Perdona— no sonó sincero y el doncel lo notó. Para Felipe, Maximiliano molesto era lo más tierno que podía ver, lo más divertido, porque el menor no podía regañarle tan fuerte como quería.

—Mentiroso— murmuró el menor y Felipe, aguantando una ligera risilla, le dejó de pie en el piso—. Te estás burlando de mí, te dije que era injusto.

—Lo lamento— volvió a decir el azabache, pero esta vez, con mayor seriedad, Felipe dio un par de pasos hacia Maximiliano hasta tenerle acorralado contra el estante. El doncel no tardó en verse sonrojado—. Pero mi almohada desapareció de la cama, eso me entristeció un poco, así que vine por ella y resulta que me dejó por unas galletas.

—Pe-Pero...— El menor desvió la mirada por un momento, sintiéndose un poco culpable por lo que Felipe había dicho—, son muy ricas, ¿Sabes?— farfulló aun sin ver los ojos azules del príncipe, quien se vio enternecido.


   Entonces Felipe asintió con lentitud y mientras se acercaba a Max para robarle un beso, notó como el menor se apresuraba a abrir el frasco de galletas para sacar una de las deliciosas galletas de chocolate que habían allí. Maximiliano le ofreció la galleta y le miraba con ternura, esperando que el príncipe comiera la galleta. Felipe no dudó en abrir la boca y probar la ofrenda de paz que el doncel le daba.


—Son buenas— Felipe sonó convincente, a lo que el menor se vio alegre—, pero hay mejores sabores— y antes de que Max se viese ofendido, Felipe le besó y durante el beso, logró transmitir ese sabor a chocolate que tan antojado tenía a Max.


   Al finalizar el apasionado beso, Max relamió sus labios. Sus mejillas se pintaron de rojo y al mirar con timidez al príncipe, éste le sonrió de forma coqueta. Felipe pues le cargó sobre su hombro con gran fuerza y rapidez, y Max, sosteniendo entre sus brazos el tan preciado frasco, esperó paciente a que su pareja le dejara sobre la cama.

   Estando contra las almohadas, Felipe fue a la cocina y volvió con un par de vasos de leche tibia. Luego sacó de un pequeño estante un libro de cuentos que parecía ser su favorito; Maximiliano le esperaba ansioso entre las sábanas y en cuanto estuvieron juntos, comiendo y leyendo, Maximiliano sintió como la tranquilidad invadía su cuerpo y alma.


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   Siendo de mañana y tras dejar a Maximiliano en su casa, Felipe llegó al castillo con plena serenidad. Su semblante no estaba tan tenso, sus hombros parecían relajados y su rostro reflejaba algo de alegría. Zacarías, en cuanto le vio, no tardó en notar aquel cambio, más sin embargo, le saludó con un golpe en la cabeza.


—Gracias por la bienvenida— el azabache sobó ligero su cabeza y una leve risa salió de sus labios, a lo que Zacarías alzó una ceja con curiosidad e impresión.


   Por aquel buen ánimo que Felipe tenía, Zacarías decidió mantenerse en silencio, respirar profundo y analizar a Felipe, porque su felicidad era algo que le intrigaba. Pero antes de que las preguntas surgieran, al final de las escaleras se oyó el característico andar de un par de zapatos de tacón y Felipe cambió su semblante.


—Felipe, espero que decidas alejarte de ese muchacho— la Reina, quien estaba de pie tras el barandal, miraba con seriedad a su hijo—. Es mejor que lo hagas por las buenas, sino quieres que yo misma lo aleje de ti

   Y con esa simple e intimidante amenaza, Felipe y Zacarías se vieron preocupados, porque la Reina hablaba en serio y esa frialdad había congelado su sangre.


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   ¡Hola, Galletias!

   He aquí de regreso con algo de drama para sus vidas. Sé que muchos tenemos problemas, tenemos cosas que pensar, pero leer algo romántico usualmente ayuda a que nuestra mente se relaje.

   Mil besos y gracias por leer.

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