Capitulo 13
El desconocido de desconfiada mirada, detallaba con seriedad al par de jóvenes bien vestidos que estaban en la sala. El muchacho recién llegado no aparentaba más de 20 años, y Zacarías, que había acomodado su corbata por mera costumbre, no podía despegar su mirada de él.
—¿Quién es?— Maximiliano salió apresurado de la cocina mientras limpiaba sus manos con un trapo. Se veía curioso y en cuanto vio a Felipe tan serio, miró a la puerta con una ceja alzada. Entonces una inmensa sonrisa se apoderó de sus labios—. ¿Esteban?— El doncel no tardó en reconocer a su querido primo y en correr hacia él—. ¡Qué sorpresa!
El llamado Esteban no dudó pues en alzar a Max entre sus brazos en un gran abrazo, una leve sonrisa de alivio apareció en sus labios en cuanto el menor le sonrió con dicha. Había vuelto a casa y su pequeño primo Maximiliano le había recibido con cariño después de casi 6 años sin verse.
—Sigues siendo pequeño, Maxi— Esteban rio ligero al bajar a su primo nuevamente al piso y pronto le despeinó el cabello, costumbre de cuando eran mucho más jóvenes. El castaño por un momento había olvidado la presencia de los desconocidos en la casa.
Sin embargo, Felipe estaba de pie tras el sofá de la sala y miraba con atención y neutralidad la clara muestra de afecto de Esteba hacia Maximiliano. Sus brazos estaban cruzados y en su rostro se podía notar la irritación del momento que estaba presenciando, porque no le gustaba que alguien más tratara con tanto cariño a su pareja, aún si ese alguien era familiar de éste.
—Y...— pero Esteban volvió a su semblante inexpresivo, tomó a Max de la cintura y lo acercó a su cuerpo en lo que volvía su mirada a los jóvenes elegantemente vestidos—, ¿Quiénes son estos personajes tan despampanantes?— Preguntó con desgano y obvia desconfianza, pues aquel par de muchachos se les hacía irreconocibles y de poca importancia.
Max no borró su tierna sonrisa al fijar su mirada en Felipe, quien al instante intentó calmar su frío semblante para que el menor se preocupara. El doncel estuvo por hablar, quizá presentar al príncipe de Erini como su actual pareja, pero no tardó en verse interrumpido por el mismo.
—Me llamo Felipe— el susodicho dio unos cuantos pasos hasta verse más cerca de Esteban, y ofreció su mano al contrario aún con su imperturbable expresión—. Es un gusto conocerle— agregó con simplicidad, sin verdadera emoción al recibir el apretón de manos de Esteban. En segundos sus manos se separaron.
—¿Qué eres de mi primo?— Esteban no dudó en preguntar, era natural para él ser directo, buscar las respuestas. Sobre todo cuando trataba de alguien que estaba en su casa y que al parecer tenía algo que ver con su pequeño y consentido primo.
Entonces esta vez Felipe fue quien se vio interrumpido. Maximiliano había sonado su garganta, sus mejillas estaban coloradas y quería quebrar por completo aquella tensión que se había creado con la llegada de Esteban. Miró por unos segundos a Felipe, le sonrió con dulzura, y volvió su mirada al castaño que era su familiar. Maximiliano sabía que esa pregunta igual iba para él.
—Él es mi pareja— respondió con confianza y tranquilidad el menor, y Esteban le miró con el ceño fruncido. Para Esteban, Maximiliano seguía siendo muy niño para andar con novios—. Felipe, este es mi primo Esteban. Lamento no haberles presentado antes— el doncel se vio ligeramente apenado, y la inocencia se apoderó de su rostro.
Con esa rápida respuesta, Felipe sonrió de forma disimulada ante la impresión de Esteban y la ternura que Max irradiaba. El príncipe sintió como la serenidad llenaba su cuerpo, porque el gesto que Maximiliano había tenido con él, le había encantado; algo tan pequeño y sin importancia, había hecho que Felipe se enamorara cada vez más de Max. Por otro lado, Esteban había perdido la alegría con la que había llegado.
—¿Disculpa?— Esteban era malo para disimular, más cuando se sentía tan confundido y ansioso. Su mirada pasó del doncel a Felipe en un instante—. ¿Cómo pasó esto? ¿Por qué este chico?— el castaño se había ganado una mirada de nerviosismo por parte de Max y aquello había molestado al azabache.
—¿Existe algún problema con ello?— El mayor guardó sus manos en los bolsillos de su chaqueta, su mirada capturó los ojos del primo lejano y no tardó en mostrarse intimidante, a lo que Esteban frunció más su ceño.
—Creo que quedó claro que no confío en usted— Esteban dio un paso al frente, encarando a Felipe y viendo pronto como Maximiliano hacía un vago intento de apartarlos. El castaño intentaba leer los gestos, quizá las malas intenciones del príncipe, pero le resultaba complicado—. Y ahora mucho menos que sé que sale con mi primo.
Felipe entonces dejó escapar una burlesca carcajada, algo ligero y Esteban apretó sus puños. Zacarías, desde su esquina, podía ver como Felipe quería tentar al contrario a iniciar una discusión, por lo que intervino con toser de forma disimulada. La mirada del furioso primo vino a su persona y Max, aprovechando, alejó un par de pasos al príncipe de su primo.
—Y ¿Tú?— La rabia de Esteban desapareció por un instante, ese momento en el que miró al castaño de grisáceos ojos y erguida postura—. ¿Quién eres?— Aún con su ceño fruncido, Esteban vio como el contrario alzó una de sus cejas al ver que habían reparado en él.
En lo que Felipe se hizo a un lado junto a Maximiliano, Zacarías se acercó a Esteban a paso tranquilo y con las manos en la espalda. No tardó en percibir un conocido y exquisito aroma a libros y claveles, y su mirada pronto recorrió con detalle al chico de oscuros y misteriosos ojos. Esteban, de igual forma, le había detallado y en cuanto se vieron uno frente al otro, hubo un momento de silencio en cuanto Zacarías ofreció su mano.
—Soy Zacarías— El castaño mayor se mostró igual o más neutral que Felipe, y Esteban no pudo evitar sentirse más calmado al darle la mano para completar el apretón de ellas.—. Es un gusto conocerle, joven Esteban— asintió con sutileza hacia el susodicho.
—El gus-gusto es mío— fue la primera vez que Esteban titubeó y al instante soltó la mano ajena. Al volver sus manos a los bolsillos de su pantalón, el castaño menor desvió la mirada al sentir su corazón acelerado; odiaba la sensación.
Gracias a Zacarías y su brillante mirada, Esteban sintió como de sus hombros se despejaba todo peso. Entonces, en cuanto sus manos se separaron, ambos castaños mantuvieron sus miradas en el otro, analizando y detallando, Esteban queriendo descifrar la tristeza profunda que podía ver en los hermosos ojos grises de Zacarías.
—Como sea— Esteban le dio la espalda a Zacarías y bajó la mirada por un momento, cortando con la comunicación silenciosa, y Zacarías desvió igual su mirada—. ¿Emely le conoce?— Se volvió a Felipe, mostrando de nuevo su fruncida expresión y dirigiendo la pregunta a Max, quien tembló en su lugar por verse tomado por sorpresa.
—Sí, se conocen desde hace un tiempo— Max fue sincero, pero no entendía por qué su primo y Felipe habían comenzado tan mal. Aquello fue una desilusión para el doncel.
—Joven, ¿Hay algo en particular que le moleste?— Era obvio que a Felipe no le interesaba en lo absoluto lo que Esteban pensara, pero sabía que Max no sería capaz de hacer una pregunta tan directa como la recién hecha.
—Mire, señor— atacó sin lástima Esteban—. Usted no parece entender la complejidad el asunto de que salga con mi primo, no solo porque es un doncel, sino porque lo considero como mi hermano y le protejo— Max se sonrojo y Felipe confrontó al castaño—. A usted no parece importarle llevarse bien conmigo, y eso es algo que puede verse muy mal— comentó con seriedad, casi perdiendo la paciencia—. Lo considero una amenaza para mi familia, y no dejaré que Maximiliano sea lastimado ni por usted ni por nadie, por meros caprichos.
Las miradas entre Felipe y Esteban eran intensas, frías e intimidantes, Maximiliano temía lo peor en ese momento, no quería que los dos chicos a los que más quería peleasen. En ese instante de silencio e incomodidad, Maximiliano jugaba con sus manos nervioso y Zacarías se preparaba para evitar toques.
—Admiro su preocupación por Maximiliano— finalmente habló Felipe, relajando un poco su inexpresivo semblante—. Es su familia, comprendo que quiera protegerle. Sin embargo, también es mi novio y es a él a quien le tengo que demostrar cuánto le amo— A pesar de sus dulces palabras, Felipe hablaba con seriedad y el doncel, a sus espaldas, se sintió emocionado de repente—. No a usted. Pero no tiene que preocuparse, porque puede que me vea seguido por aquí, puede vigilarme si desea, puede ver qué tipo de persona soy con Max y que no haré nada que dañe a los suyos. Porque yo amo a este chico.
Felipe miró entonces a Maximiliano y éste le sonrió con los ojos ligeramente cristalizados. En medio de aquel silencio, Zacarías se vio intrigado por la sinceridad con la que Felipe había hablado y Esteban, quien maldecía a la pareja de su primo en su cabeza, supuso que había perdido en cuanto el azabache le dejó la situación tan clara.
—Con permiso, joven— comentó el príncipe luego de haber visto el reloj de pared—. Es hora de que me vaya— bufó ligero, queriendo quedarse más tiempo junto al doncel que aún jugaba con sus manos gracias a la emoción del momento.
Zacarías, al escuchar aquello, se encaminó a la puerta con tranquilidad y con una mirada se despidió de Esteban y de Maximiliano, quien no había dejado de mirarle. Felipe, antes de salir de la casa, se viró a Maximiliano, quien sobaba su brazo gracias al frío que azotaba su cuerpo. Con sutileza se acercó al menor y besó su mejilla con cuidado, y en cuanto se separó del rostro ajeno, sonrió leve ante la timidez que el doncel le había mostrado. Max estaba feliz por ese gesto mientras Esteban deseaba sacar de su casa al azabache.
—Mañana será un día especial— murmuró el mayor al oído del doncel y éste, mordiendo por un segundo su labio, giró un poco su rostro para mirarle.
—Eres un tonto— bufó Max, lanzando aquel débil insulto por la reciente situación con Esteban. Sin embargo, sabía que sus mejillas no podían estar más coloradas, y que la sonrisa en su rostro era imborrable.
—Te amo— dijo con cariño el azabache como despedida.
—Te amo más— Maximiliano contestó con alegría, sonriendo con ternura y cautivando sin querer al príncipe. Felipe no había tardado en caer ante el hechizó de Max, esa sonrisa que le derretía por completo.
El príncipe mordió su labio inferior y se acercó nuevamente al rostro del doncel para robarle un beso en los labios, luego salió de la casa. Afuera, Zacarías le esperaba con los caballos y Felipe notó de inmediato lo pensativo que su mejor amigo se veía. Entonces los primos salieron de la casa, Max para despedirse y Esteban para asegurarse de que los contrarios se fueran.
Pero algo que era imposible disimular, eran las miradas que Zacarías y Esteban compartían. Ninguno sabía el por qué de su curiosidad por el otro, o por qué les era tan fácil el detallarse entre sí, pero tampoco sabían por qué era tan difícil dejar de mirarse, dejar de hacerse preguntas. Esteban detestaba sentirse tan atraído a alguien y aquella molestia la reflejaba con sus brazos cruzados.
Entonces, antes de que los caballos empezaran su recorrido, Zacarías le sonrió con ligereza. Esteban se vio congelado y su ceño se frunció más, y no tardó en correr a esconderse dentro de la casa mientras Max se despedía.
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—¿Por qué querías hacerle enojar?— Llegando a las caballerizas, Zacarías se atrevió a preguntar por mera intriga—. Se supone que será como tu cuñado o algo por el estilo, deberían llevarse bien.
—Creo que fue por naturaleza— Felipe sonrió, sin darle importancia—. Max me subió los ánimos— se excusó por un momento—, y una prueba de su propia medicina no le caería mal— terminó por reír, refiriéndose a Esteban y sus ganas de querer intimidarle. Zacarías no tardó en reír bajo igual.
—Felipe...— Zacarías, dejando salir un suspiro y terminando de amarrar a su yegua, miró a su mejor amigo—, mañana será un largo día, ¿Recuerdas?
—Lo sé— suspiró igual Felipe mientras acariciaba a su caballo, desganado, pero luego miró al cielo, a las estrellas—. Las cosas serán difíciles, tal vez algo salga mal, pero sé igual que algo bueno pasará. Puedo sentirlo.
—Estaré atento a ver si tu estrella fugaz aparece— Zacarías vaciló, bufando ante el comentario soñador y poético del azabache. Pero al mismo tiempo hablaba en serio, porque necesitarían el deseo de una estrella para que todo saliese bien.
Tanto Felipe como Zacarías sabía que hablar con la Reina no sería algo sencillo, y el azabache temía que algo pudiese ocurrirle a Maximiliano, que su paz se viese maltratada o que el menor cayera ante los posibles insultos de su madre. Todo aquello le preocupaba a Felipe, porque a pesar de que quería verse fuerte ante la Reina, no veía seguro el tener que someter a Max a ello.
—Buenas noches, muchachos— una voz femenina resonó en la oscuridad de los establos, y el par de mejores amigos se vieron inmóviles ante el susto repentino—. No se preocupen, no tienen que ponerse así— la muchacha rio. Era Margaret, y los varones se vieron extrañados por su aparición—. Felipe, ¿Podríamos hablar un momento, por favor? Es necesario.
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¡Hola Galletitas!
¿Qué tal todo? ¿Qué tal estuvo el Capitulo? ¿Les gustó? ¿Cuál momento les gustó más? ¿Qué teorías tienen? Voy a hacer lo posible por adelantar un poco pues en un par de semanas comienzo clases.
Sin mas preámbulos, sigan leyendo.
¡Las amo!
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