ꟷ ¡MUERAN MALDITOS GÉRMENES!

ꟷ ¡KATSUKI, CÁLLATE DE UNA BUENA VEZ!

Pareciera que en la casa de la familia Bakugo se dedicaban a realizar la misma rutina de siempre, o por lo menos para el rubio. Desde que podía recordar, Katsuki era demasiado expresivo con respecto a sus acciones, así sea lavándose los dientes en la mañana. Cuando era joven, su madre siempre le gritaba desde la cocina que dejara de gritar, lo cual no tenía sentido y era contraproducente.

Ochaco se encontraba en la cocina preparando el desayuno de todos, ser madre de gemelos mellizos era un completo trabajo, sobre todo cuando eran tan distintos. Por supuesto, también se agregaba la comida elemental de su ruidoso esposo.

Katsuki bajo peleándose con la corbata azul del traje que portaba, o sea, ¿por qué esos malditos pedazos de tela tienen que ir en el cuello? ¡Ni que fuera perro! Por suerte, su adorada esposa fue a su rescate y con un dulce ¡yo lo hago, idiota!, quito las manos del rubio del desastroso nudo e hizo en un minuto lo que Katsuki no en media hora. En su defensa, Bakugo dio pelea.

El rubio se sentó en un lugar en la mesa, para comenzar a engullir el plato de hotcakes recién servidos, cuando la paz fue interrumpida de nuevo.

ꟷ ¡Maldito bote, dame mi maldita miel! ꟷ

ꟷ ¡Sin groserías en la mesa, Katsuki! ꟷOchaco se giró con la espátula para los hotcakes en la mano, sacando chispas por los ojos.

ꟷ ¡Go gno jui! ꟷSe defendió el rubio con la boca llena del esponjoso desayuno.

ꟷ ¡Estúpido bote! ꟷ Nuevamente las maldiciones se hicieron presentes y ambos se adultos se dirigieron a la pequeña rubia que peleaba con el bote de miel. Sukio le gritaba a la miel que se negaba bajar, mientras su gemelo Kato, solo miraba preocupado a su hermana por su singular comportamiento. Sukio y Kato eran las extrañas versiones de Katsuki y Ochaco. Sukio se parecía más a su padre y Kato a su madre.

ꟷ Ya tienes miel, Kio-neechi ꟷel niño castaño intentaba controlar a su hermana, después de todo, el era él mayor, es su deber.

ꟷ ¡Quiero más, Kato-ni! ꟷla rubia continuaba golpeando, apretando y girando el bote de miel para poder tener su valioso contenido, sin embargo, nada funcionaba.

ꟷ ¡Ya basta! ¡Come y ambos a la escuela! ꟷLa voz de la jefa de la familia hizo a los niños terminar sus desayunos y subir a sus cuartos para buscar las mochilas con útiles.

Ochaco solo suspiro, cada mañana era lo mismo. Empezando con su irritable esposo hasta terminar con sus revoltosos hijos. Katsuki solo mantenía una sonrisa en sus labios, evitando mirar a su esposa.

ꟷ ¿Qué te ríes? ꟷPreguntó la castaña mirando mal a su esposo, se supone que quien debe cargar el mal humor es él, no ella.

ꟷ Si te vieran, no te reconocerían ꟷse burló Katsuki, limpiándose la boca con la manga de su traje sin importarle en lo más mínimo.

ꟷ Tan solo cállate. ꟷOchaco sabía a lo que se refería su esposo. Ella es dulce y tranquila, siempre con una sonrisa en su rostro, pero algo tenía su pequeña familia que la volvía un ogro en segundos. Algo así como Fiona de Shrek.

El rubio dejó su plato justo en el momento que bajaban sus retoños corriendo. Ambos niños se acercaron a su madre y cada uno de dio un beso en la mejilla, seguido de un ¡hasta luego, má!. Katsuki se despidió también con un beso, pero esta vez en los labios de su esposa. Los tres se subieron al auto familiar y este arranco para llevar a cada uno a sus destinos. Ochaco entro de nuevo a la casa después de ver el auto negro desaparecer, suspirando y sonriendo como siempre.

Esa era la rutina de la mañana con su familia y jamás la cambiaría.