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El ruido acuoso.


A la una de la mañana, Ana María sintió un ruido fuerte. A pesar del ensordecedor sonido, ella no se inmutó, siguió durmiendo como si nada hubiera querido perturbar su sueño. Sin embargo, su cuerpo se estremeció con el golpe, se le puso la piel de gallina, sus ojos se movían debajo de sus cerrados parpados, a su vez sus pestañas se agitaban con cierta intranquilidad. Sentía los pies fríos, aunque la sabana la cubría y el ambiente estaba demasiado caliente, Ana María era de esas personas que se tapan al dormir estando en verano.

El ruido se escuchó otra vez, se podría especular que provenía de la planta de abajo, pero no era nadie, ella vivía sola, de más está decir que era imposible que el ruido fuese provocado por una persona con insomnio. Además, el sonido se parecía al constante goteo de una llave de agua, glup glup glup. El goteo se escuchaba cada vez más fuerte e intenso, ¿Cómo era posible que el goteo del grifo de la cocina se escuchara hasta la habitación de Ana María?

Glup glup glup, resonaba en los tímpanos de la muchacha, el sudor fue el nuevo síntoma que invadió su cuerpo, las gotas gélidas le recorrían la frente, se deslizaban por sus mejillas y caían sobre la almohada. Ana María no soñaba con nada, sus pensamientos eran un enorme vacío desde que el espantoso ruido inundó su habitación, aun así, el vacío la molestó tanto que trató de despertarse, pero no pudo. Su cuerpo estaba en estado completo de reposo, incapaz de moverse, eso la desesperó más que el sonido acuoso, su corazón latía demasiado rápido a tal punto que lo sentía palpitar en su garganta. Glup glup glup.

Las gotas ruidosas se escucharon cada vez más fuerte, más cerca, llegando a parecer que estaban dentro de la mente de Ana María. Su pecho subía y bajaba de forma alterada, sus ojos se seguían moviendo bajo sus parpados pero esta vez parecían más inquietos. El sudor se volvió tan helado que creía sudar hielo, esto era contratacado con el fuego palpitante dentro de su pecho. Glup glup glup. Ana María creyó mover un dedo, pero solo era una ilusión, no podía moverse ni un centímetro.

El reloj marcó las dos de la mañana, dejando ver qué una hora había pasado desde el comienzo de la tortura de pobre chica. El ruido se sentía dentro de ella, se sentía real y cercano. De pronto el agua la mojó. El glup glup glup era real, y caía sobre su frente. El agua que goteaba sobre su rostro se resbalaba sobre sus lados y desaparecía, el miedo se aferró a ella de la forma más cruel, se instaló en su mente y no quería abandonarla. Ana María luchaba con todas sus fuerzas, pero no podía moverse, tampoco podía callar el sonido qué con cada minuto que pasaba se volvía un poco peor que antes.

Su frente le dolía, pensó que de seguro una marca roja se esparcía por su piel, pero no era así, toda su piel era fría, helada se podría decir, parecía un cadáver fresco con una gota de agua cayéndole sobre la frente. Glup glup glup. En medio de su desesperación, ideó una teoría, qué según ella explicaba su tormento. Se repetía una y otra vez; Estoy soñando, afuera llueve y me provoca está pesadilla. Lamentablemente, Ana María estaba equivocada, hace semanas que la lluvia no azotaba, esa noche el suelo estaba completamente seco, tampoco había goteras en su techo, ni llaves de agua que perdieran. Glup glup glup, el agua por fin había logrado traspasar su delgada y pálida piel, las primeras gotas de sangre se deslizaron por su cara, ella podía sentir el cambio de textura, el agua no era tan espesa como su propia sangre. Eso le pareció peor que todos los hachos anteriores. No podía mover ni un pelo, el goteo parecía no cesar nunca, y ahora sentía como el líquido escarlata se paseaba por sus mejillas, la cosa era que su propio fluido caía con lentitud exasperante, estaba caliente, pero dolía.

Ella gritaba con toda la fuerza de sus pulmones, ¿qué había hecho para merecer semejante acto de tortura? No era real, no podía serlo, sin embargo, era lo más real que había experimentado, dolorosamente real.

No sabía con exactitud qué era lo que humedecía su cuerpo, puesto que sudaba demasiado para distinguirlo de las gotas que se acumulaban a sus lados.

Por fin, después de una tortura acuosa de dos largas horas, sus ojos se abrieron. Lo primero que notó fue el techo blanco con una lamparita colgante, movió su cabeza de un lado a otro, todo el cuarto era blanco, un olor a lavandina inundó su nariz. Una aguja se clavaba en su brazo indicando que le habían puesto un suero, Ana María se incorporó en la camilla de hospital, unas sábanas ásperas tapaban sus débiles piernas, no tenía puesto su pijama sino una bata azul claro. Posó su mano derecha sobre su frente, es ahí cuando se dio cuenta del vendaje que le cubría la frente, al hacer presión junto en medio logró sentir un dolor punzante. De repente, se abrió la puerta de la habitación, una enfermera entro y se acercó a Ana María para registrar sus signos vitales.

─ Señorita ¿Cómo llegue aquí? –preguntó entonces Ana María.

─ El señor que vive con usted la trajo. No tiene de que preocuparse, pero... ¿Cómo se hizo esa herida en la frente?

Glup glup glup. Ana María vivía sola desde hace diez años. En su casa no había nunca nadie más que ella. Glup glup glup. El ruido era real... y había vuelto para nunca irse. Glup glup glup.


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