Capítulo especial de Navidad
—Se está acabando el año y todavía no tengo los regalos de navidad, no he salido de viaje, no tengo dinero, y mi mayor logro ha sido aprobar el periodo escolar—rechinó los dientes Dean y extendió una bolsa biodegradable para recoger el desecho de su perro.
—No fue tan malo después de todo—le animó Nicole, al tiempo que le daba la palita como aporte al pasear a pizza por el parque—, obtuviste buenas notas.
—Nicole, casi repruebo trigonometría.
—Casi—hizo un pequeño ademán Nicole, y sonrió.
A Dean le dio ternura cómo juntaba dos dedos para pronunciar la palabra "casi". Entonces se reincorporó para plantarle un beso, ella retrocedió.
—Pero baja la bolsa—señaló—,no es muy romántico si la sostienes cerca de mi cara.
—Lo siento—Dean accedió a la petición escapándosele una media sonrisa—, ¿Ya está mejor?
—Mucho mejor—Nicole se acercó para besarlo.
Ese momento fue interrumpido; Pizza lo jaló de la correa, haciendo que Dean tambaleara para sostenerlo. Pizza comenzó a ladrar fuertemente debido a la presencia de otros perros en el parque.
Nicole quiso restarle importancia y cerró los ojos para retomar el momento arrebatado. Sin embargo, Dean chasqueó los dedos, lo que la hizo despertar.
—¡Tengo una idea!
—Oh, no... —suspiró Nicole.
—¿Cansada de no salir de vacaciones en Navidad y Año Nuevo, y pasar toda la noche sentada en el sofá observando las redes sociales, sin hacer algo especial para la fecha?
—Que no lo diga—cruzó los dedos Nicole, con la esperanza de que Dean no hiciera un comercial sobre aquello.
—¡Te presento Wifi-Pizza! La empresa encargada de cuidar a tus mascotas en estas fechas donde todo mundo quiere salir a festejar, o viajar, y no pueden porque no tienen con quien dejar a sus mascotas.
—Lo dijo—Nicole bajó la cabeza, vencida.
—En Wifi-Pizza ofrecemos los mejores servicios de cuidado para todo tipo de perros y gatos. Desde la comodidad hasta el lujo; Servicio de baño y peluquería, así como un espacio libre de pirotecnia, y ruidos que podrían asustar a tu mascota. Aquí nos importa salvaguardar la vida de cada criatura, por eso nos preparamos para ofrecer servicios de calidad, con una alimentación acorde a las necesidades de tu mascota y pequeños regalitos de postre: croquetas caseras, con festividad navideña. ¡A tu mascota le encantará! Visita nuestra sucursal, próximamente abriremos espacios para hurones, hámsters, iguanas, tarántulas y serpientes.
—¿¡Tarántulas y serpientes!?
—Vale, exageré, eso lo eliminaré del guión final.
—¡Dean, cómo se te ocurre!
—Es una buena idea, acéptalo. Muchas personas no se sienten cómodas de dejar a sus mascotas cuando salen de viaje, en especial porque no saben cómo los tratarán, si les darán de comer, si no se asustarán, etc., etc.
—Sí, eso es verdad, de hecho no salí de vacaciones porque no tengo quien cuide a Wifi.
—Ahí está—Dean le concedió la razón—, Espera, ¿y yo estoy pintado?
—Tonto, planeaba llevarte de viaje conmigo.
—Ah, es un alivio—sonrió—, pensé que no querías encargarme a Wifi. O peor aún, que querías salir de vacaciones para librarte de mí.
—No y no—Nicole también negó con la cabeza—, no quise salir para pasar más tiempo a tu lado, será nuestra primera navidad y año nuevo juntos.
—Y junto con millones de perros y gatos, no solo Wifi y Pizza.
—¿Hablas en serio? —parpadeó Nicole.
—Pues claro, Nickelodeon. Necesito un empleo extra, y me encantan los animales.
—Pero ya trabajas en la veterinaria...
—Pero en navidad y año nuevo no habrá servicio—alzó los hombros—, aprovecharé la oportunidad de trabajar.
—Dean, no necesitamos el dinero.
—Habla por ti —le sacó la lengua, divertido—, los regalos de navidad no se compran solos. Y me hubiese gustado salir de vacaciones contigo, lo pudimos haber planeado antes.
—Vale, será para el próximo año—Nicole acarició una mejilla de Dean, era adictivo por la suavidad de la piel del chico—, Pero dudo mucho que las personas adquieran el servicio emmh, ¿WifPizz?
—Wifi-Pizza—corrigió Dean—, en honor a nuestras mascotas.
—No me gusta el nombre
—¡Para nada!—dijo con firmeza Dean, seguro de sí mismo—. Será un éxito, ya lo verás. Ahora, ayúdame con la difusión.
Nicole pensó que se refería a colgar letreros por las calles y postes. Pero Dean pensaba en una promoción más grande y accesible, como las redes sociales. Ahí Dean tenía planeado publicar los servicios que acababa de inventar.
A Nicole le pareció gracioso grabar a Wifi y a Pizza tomar una siesta por la tarde, emanaban una ternura extrema. Después tomó fotos del espacio que Dean armaba en el patio colgando una barrera que impidiera el paso de los gatos a otras casas, en especial a la de los Brooks. No quería probar si los gatos tenían siete vidas.
Dean aprobó las tomas fotográficas alzando los pulgares hacia arriba. Entonces Nicole procedió a subirlas a la red, deseando que el corazón de Dean no se partiera si no obtenía a ningún cliente.
Se equivocó. Dean fue solicitado para cuidar a treinta y ocho mascotas: Quince perros, doce gatos, cinco hámsters, tres hurones, dos gallinas y un perico. Pasarían Navidad y Año nuevo rodeados de animalitos.
...
Dean pinchó con la aguja la yema de su dedo índice cuando intentó coser una bufanda navideña para los perros que iba a cuidar.
—Es inútil, señora Brooks—suspiró aturdido —, no terminaré a tiempo las bufandas de los perritos, y todavía faltan los suéteres para los gatos.
—Ánimo, hijo. Ya solo nos faltan catorce bufandas—dijo Margaret, concentrada en insertar el estambre en la aguja para tejer.
—Señora Brooks, son quince bufandas.
—Una siempre hace la diferencia, vamos bien.
Dean volvió a suspirar:
—Soy bastante tonto, y usted se cansará pronto o terminará con su vista. Necesitamos agilidad y juventud para terminar a tiempo—pensó el chico con el cabello rizado—, le pediré ayuda a mi hermano y a Nicole.
—Adelante—Margaret seguía sin mirar a los ojos a Dean, quería tejer con comodidad.
Dean desapareció de la casa de los Brooks para buscar a Zachary. Fue a su habitación directamente.
—Oye, Zac...
—Largo de aquí—rápidamente señaló la puerta.
—¿Y tu espíritu navideño?
Zachary bajó su libro para mirar a su hermano menor y rodar los ojos.
—No me apetece ser amable cuando alguien interrumpe mi lectura.
—Pero necesito tu ayuda, por favor—Dean elaboró un puchero doblando su labio inferior.
—¿Y qué gano? ¿Me darás un regalo de navidad?
—De hecho sí, si todo sale bien me pagarán bien.
—Bien, que sea un libro.
Dean se quedó atónito. No pensó que aceptaría con tanta facilidad.
—¿Qué?—repuso Zachary—, pensaba que podrías comprarme un libro por internet, dado que no lo encuentro en las librerías del pueblo.
Dean meneó con la cabeza con gracia:
—Algún día superarás la tecnofobia, estoy seguro.
—Ajá—asintió Zac, haciendo caso omiso—, ¿Nos vamos?
Solo faltaba recurrir a Nicole para que el equipo dinamita estuviera completo, y pudieran disfrutar Las chicas super poderosas en los cómodos sillones de la señora Brooks mientras todos tejían bufandas y abrigos para gatos y perros.
Nicole no tardó en unirse a la escena, tomó un lugar a lado de Dean y el frío que emitía las épocas navideñas se esfumó a su lado, las manos se volvieron cálidas, y no precisamente por tejer, era la presencia cercana a Dean y todo lo que en ella provocaba.
En especial cuando Dean paraba de tejer y dejaba caer las manos rozando levemente las piernas de Nicole, aquello la hacía estremecer. Después, él sostenía fuertemente su mano cuando se dedicaban a mirar un rato la televisión, recargaba el mentón en el hombro de Nicole para luego depositar un dulce e inocente beso.
—¿Quieres seguir tejiendo?—preguntó Nicole, jugando con un mechón de pelo.
—Sip, ¿por?—respondió dubitativo.
—Es que ya se me entumecieron los dedos por el frío, preferiría hacer otra actividad donde entrara en calor, no sé, ocupando más el cuerpo.
—Oh, ¿Quieres ayudar a poner el arbolito de navidad?—preguntó Dean con un brillo en los ojos—, colgando las luces navideñas entrarás en calor.
—También puedo encender la chimenea, si gustan—sugirió Margaret—, me sentiré feliz de que me ayuden a decorar la casa.
—Sí, seguro es eso—dijo Dean—, falta el espíritu navideño para que nos motive a seguir tejiendo.
Nicole se mordió el labio y suspiró:
—Está bien.
—No cuenten conmigo, seguiré tejiendo para irme de aquí lo más pronto posible—anunció con prisas Zac.
—Yo iré por los adornos de navidad—se levantó del asiento la señora Brooks.
Dean mientras tanto comenzó a mover los muebles para dejar el hueco listo que ocupaba el árbol. Margaret volvió con las cajas de esferas y dejó que el resto lo armaran entre ellos.
Nicole solo quería besar a Dean, no le importaba ayudar a poner el árbol a su anciana vecina. Pero sin muchos ánimos subió a una silla para alcanzar la punta del árbol.
Zachary observó con detenimiento cada gesto y movimiento que Nicole hacía, entonces decidió que era mejor ir a platicar con ella. Dean por su lado estaba conectando las luces de navidad, asegurándose si prendía cada foco.
—¿Cansada?—preguntó a Nicole.
—Decepcionada—dijo ella sin gracia.
—Deberías hablar con él, sabes que mi hermano es idiota por naturaleza.
—No sabría cómo abordar el tema con él...
—Intenta de otra forma—encogió los hombros Zachary—, no todo son palabras.
—¿Cómo qué? Nunca estamos solos, siempre están nuestras familias, amigos o vecinos, incluso nuestras mascotas. Nunca estoy a solas con Dean.
—Entonces tendré que incendiar el árbol de navidad para sacarlos de aquí, yo me quedaré con la señora Brooks para intentar apagar el fuego—guiñó un ojo.
Nicole rio por su propuesta.
—Estás loco—volvió a reír.
—Pero al menos te hice sonreír—indicó Zac.
—Sí, y yo la hago reír—intervino Dean, soltando las luces navideñas y sosteniendo la palma de Nicole—, ¿No se supone que ibas a seguir tejiendo, hermanito del mal?
—Cambié de opinión—alzó los hombros—, ahora ayudaré a Nicole a poner las esferas.
Zachary dio dos pasos hacia enfrente y solo la mano de Dean sobre su pecho lo hizo parar.
—Lo siento, ya lo iba a hacer yo—anunció Dean.
—Qué lástima, Nicole ya me había elegido a mí—masculló irritado.
—¡Mejor los tres juntos y así acaban más rápido!—propuso la anciana.
—¡Señora Brooks!—chilló Dean.
—¿Qué?—dijo Margaret enarcando una ceja—, tenía que aprovechar el momento.
Así es como entre los hermanos Blackeele y Nicole acomodaron el arbolito de navidad, al comienzo fue bastante incómodo de sobrellevar. Por si fuera poco, la señora Brooks añadió una playlist navideña que empeoraba el ambiente tenso.
Eran los Grinch de la Navidad.
Sonaban las campañas, pistas bastantes alegres, y los gestos de los chicos solo pedían que la Navidad pronto terminara. Dean fulminaba a Zachary mientras que él formaba una sonrisa sarcástica y Nicole quería desaparecer o convertirse en un cascanueces.
—¿Celos?—preguntó en la primera oportunidad Zachary a Dean. Estaban poniendo esferas en el mismo lado del árbol.
—No soy celoso—arrugó el ceño Dean—, pero no me parece que sigas coqueteando con la chica que amo, se supone que eso terminó hace mucho. Es mi novia, lo sabes, ¿no?
—Ah, ¿son novios?—preguntó con ironía—, no estaba enterado.
—A veces eres irritante, Zachary.
—A veces eres tan idiota, Dean.
—¡A veces ambos son insoportables!—bufó Nicole—, olvidan que estoy aquí.
Dean centró su atención en Nicole y olvidó su molestia. Cuando la miraba a los ojos no podía permanecer enfurecido, sus ojos azules le dejaban reflejarse a sí mismo, y así la serenidad volvía a sus cabales, el brillo de los ojos de Nicole encendía de nuevo la ternura que habitaba en él.
Solo ella tenía ese don de hacerlo sentir mejor.
—Perdona mi comportamiento, Nickelodeon—ofreció disculpas, y extendió el cesto de la señora Brooks—, ¿quieres galletitas?
—Yo sí—Zachary tomó una y la mordió cerca del rostro de Dean.
—Suficiente—Dean hizo polvo una de las galletas horneadas—, te quiero fuera de aquí, ya no me ayudarás más con las bufandas, y tampoco te compraré el libro que quieres.
—Uh, qué susto—fingió un brinco Zachary—. ¿Qué no era Navidad?
—Basta—intervino Nicole y dirigió la mirada al mayor de los Blackelee—, sé que quieres ayudar pero esta no es la manera, ¿vale?
—Es que no necesita ayudar—, chilló Dean—, yo puedo poner las esferas contigo, Nicky. Solo tú y yo, ¿sí?
—Exacto. Solo tú y yo—sonrió Nicole—, pero en muchas más actividades, en realidad, en todas.
—Bueno, mi trabajo concluyó—dio paso Zachary para que ellos hablaran—, abríguense, bésense, co...cuídense...¡Feliz Navidad, jojo!
Dean frunció el entrecejo. —Largo de aquí, Zac.
Después de que Zacahary abandonó la sala, solo quedaba la señora Brooks en la cocina, haciendo más galletas. Nicole y Dean podían hablar:
—No sé a qué te refieres, Nickelodeon—dijo con suavidad Dean—. Hacemos todo juntos, eres mi mejor amiga y novia.
—¿Y cuál prevalece por más tiempo? ¿Amiga o novia?
—Ambas porque sigues siendo la misma persona—sonrió Dean—, me encantas, te lo prometo.
—No lo dudo.
—¿Entonces cuál es el problema?
—Tu cerebro es más lento que mi internet, Dean.
—Es cierto—admitió y soltó la esfera para tomar las manos de Nicole y colocarlas en sus sienes—. No pienso todo el tiempo, tienes razón, pero cuando pienso en ti... te vuelves cada neurona de mi cabeza. Lo eres todo para mí, Nicole.
El pecho de Dean subía y bajaba rápidamente por los nervios de su confesión. Nicole se encargó de hacer que su corazón le hiciera competencia a los ritmos locos y enamorados. Juntaron sus labios para hacerlos uno solo.
Él la rodeó con sus brazos y quiso sostener su cintura diminuta, pero terminó enredando los dedos en las luces navideñas del árbol, quiso zafarse y entonces... Jaló de más el árbol y se vino abajo.
Quién diría que Nicole había sido asesinada por un arbolito de navidad. Pobre.
Nah, en realidad abrió rápido los ojos y se apartó a tiempo. Ahora el árbol de navidad yacía en el piso, solo, sin luces que lo decoraban.
—Y esto es lo que pasa cuándo intento besarte...—resopló Dean.
La señora Brooks se unió al encuentro con una taza de ponche, que al ver la navidad caída, derramó al piso, ocasionando que el enchufe de la luz eléctrica hiciera corto circuito y la taza se hiciera añicos.
Todas las luces de la casa, focos, lámparas y luces navideñas, se apagaron al mismo tiempo. Estaban en completa oscuridad.
—¡Dean!—gritó doña Margaret.
—Creo que es momento de pedir posada—intentó animar la situación—, solo quería hacerlo más realista, iré por velitas...
...
Gracias a que Dean arruinó la casa de los señores Brooks, sus vecinos decidieron que no le prestarían el jardín para alojar más mascotas del emprendimiento "Wifi-Pizza", la buena noticia era que las solicitudes habían disminuído, y el mero día de nochebuena Dean solo atendería a diez perros, siete gatos, tres hámsters, y un perico, la mejor combinación de animalitos juntos.
Un perro que persigue un gato por diversión y un gato que persigue a un pobre hámster asustado. Y un perico que se burla de todos.
—Y eso no es lo peor—comenzó Nicole—, no podré ayudarte a cuidarlos...
—¡Pero qué!—el corazón de Dean se le salía del pecho por el esfuerzo de tener tantas correas en la misma mano, la otra mano la ocupaba para sostener la puerta.
—Mis padres reservaron una mesa en el hotel St. Royals, es un evento de navidad al que me obligan a asistir.
—Dijiste que no ibas a salir de vacaciones—dijo con preocupación Dean.
—Y no lo es—Nicole arrugó las cejas, también preocupada—, está aquí en el centro de la ciudad, ya que no salimos de vacaciones, iremos a festejarlo en un evento de navidad del trabajo de papá.
Dean suspiró, entristecido.
—Quería pasar Navidad contigo.
—Lo sé, por eso mis papás reservaron un asiento para ti...aunque no creo que puedas por...
—Los animales, lo entiendo—completó la frase Dean, desanimado—, pero creo que puedo dejarlos solos unas horas en lo que voy a la reservación contigo.
—Dean, el evento comienza desde las ocho de la noche, el intercambio a las once, y los abrazos a las doce, después solo es música y convivencia.
—Pfff—eran bastantes horas—, quizá pueda llegar a las doce, le puedo encargar a Zac los perritos y gatitos.
—¿Estás seguro de que podrás llegar?—arqueó una ceja con duda, no quería ilusionarse.
—Claro—resopló con seguridad—, pero solo estaré una hora, ¿vale?
—Bien—Nicole aplaudió emocionada, y a la vez, para transmitirse calor en los dedos. Se moría de frío.
Dean se despidió de Nicole acariciando su nariz roja como Rodolfo el reno.
—Te veo a las doce, Boo.
Ella se alejó con prisas, para llegar a casa y arreglarse lo más bonita y navideña posible. ¿Podíamos hablar de las horas que invertía una chica para el cabello, el maquillaje y la elección de prendas?
En cambio, Dean al cerrar la puerta se quedó pegado un poco más al umbral, intentando pensar cómo iba a lidiar con tantas mascotas que corrían y destruían todo a su paso.
—¿Quién quiere ayudarme?—dijo alegremente Dean a su familia.
—Paso—respondió Zac sin despegar la vista de su libro, así subió las escaleras hasta su recámara.
—No cuentes conmigo—dijo su padre con un bocado de ensalada de manzana y se metió a la cocina.
—Estás solo en esto —su madre planeaba encerrarse en su habitación.
Así todos le dieron la espalda a Dean, suspiró, no podía ser tan malo...
Un perro estaba mordiendo un cojín, otro se perseguía solo la cola, mientras un gato creía que estaba jugando con él y con su garrita lo trataba de atrapar.
Otros perros que jamás habían convivido con gatos se encargaban de hacerles la vida imposible, no obstante, los felinos eran más ágiles y trepaban por muebles mientras que los perros solo alcanzaban a subirse a los sillones.
De todas formas, los gatos terminaban rasguñando los cuadros familiares, qué importaba, solo eran fotos aburridas, ahora con unas garritas se veía más bonitas...
Un gato estaba atento a la jaula de hámster, que corrían aceleradamente en la rueda, creyendo que así escaparían del gato que se lamía los bigotes. No culpaba a los hámsters, seguro su cerebro era muy pequeño para entenderlo.
Otro gato estaba colgado en el arbolito de navidad, y un perro le ladraba con intenciones de quedarse afónico.
Otros gatos solo olisqueaban las plantas, otros perros estaban sacando tierra de las macetas para enterrar huesos.
Pizza bajó sus orejitas al piso, suspirando. Incluso él se sofocaba de tantos invasores en casa.
No hubo señales de Wifi hasta que llegó de la casa de Nicole cruzando los tejados y entró por la ventana, notó que un gato desconocido estaba dormido en su camita, y se erizó como una pelusa para luchar por su lugar.
Y ahí estaban, dos bolas de pelos peleándose por toda la casa, soltando tanto pelo como podían, y un perro pug estornudaba, lo que le faltaba, un perro alérgico al pelo.
Un golden retriver dejaba caer tanta baba en un tazón, que un gatito un tanto escuálido comenzó a beber del tazón creyendo que era agua.
—Y solo han pasado cinco minutos—miró todo el escenario Dean. Estaba perdido.
...
Nicole intentaba pintarse los ojos con sombras difuminadas de color verde, rojo y amarillo para simular un árbol de navidad, y diamantitos pegados al párpado y al lagrimal para la creación de esferas y luces.
Se miró al espejo e hizo una cara de horror. Odiaba cuando el tutorial de maquillaje no se veía igual en su rostro, ¿por qué las chicas de internet lucían perfectas? Se preguntaba por qué no podían crear con un filtro en la vida real, todo sería más fácil.
Lloró un poco mientras se desmaquillaba y volvía a intentarlo. Esta vez se colocó aretes de galletas jengibres, y un maquillaje en tonos marrones, sofisticados, y solo necesitaba un delineado de gato.
Abrió ligeramente los labios para darles color con un lipstick nude. Estaba lista.
Le envió un mensaje a su novio:
Nicole: Ya me voy, Deanlincuente. No olvides nuestro compromiso, papá quiere presentarte con sus colegas <3
Dean se mortificó, no solo por el mensaje, en el jardín había lanzado tan fuerte la pelota a los perros que rebotó y le golpeó el estómago. Se tiró al pasto dramáticamente.
No sabía cuánto tiempo duraría la paz, había dejado a los gatos dentro de la casa, y a los perros en el patio, pero ahora que pensaba dejarlos solos para alistarse no sabía si las cosas volverían al caos o aprenderían a convivir en el mismo espacio.
Tragó saliva, solo había una chica en el planeta que tenía un corazón enorme y lo sacaría de aprietos... Laila.
Iba a marcarle. Se rascó la nuca y tomó el valor suficiente para teclear el número.
—Hola, Rulitos—respondió al segundo tono—, ¿en qué puedo ayudarte?
—Hola, Laila—tosió con cierta incomodidad, no le gustaba que siguiera usando ese apodo con él—, ¿tienes... tienes planes para... para hoy?
—Además de quedarme toda la noche sentada hasta que las piernas se me entumezcan, no—rio— ¿Por qué?
—Necesito un favor...—suspiró Dean con pesadez y le explicó la situación.
Al final de la historia no había mucho qué hacer, no le dieron permiso a Laila para cuidar a las mascotas en casa de Dean, pero ella siempre veía las cosas desde otro ángulo para encontrarle el lado positivo.
—¿Y si mejor los traes a mi casa?
—No, Laila. Ellos son demasiados, y no puedo pagar los daños en caso de que destruyan cosas...
—No importa, a veces necesito algo desastroso en mi vida.
—Pero tienes muchos recuerdos con tu hermana...
—Lo acabas de decir, Dean. Y mi familia necesita avanzar, no pueden seguir anclados a un recuerdo, ándale, me ayudarías también a mí a sobrellevar estas fechas...
Dean despegó el oído del teléfono para mirar la hora. Diez de la noche, y todavía le faltaba ducharse. El tiempo se lo comía vivo.
—Está bien—dijo en un momento de desesperación—, los llevaré contigo.
—Entonces aquí te espero, Rulitos.
—Gracias, Laila...
—Todavía no me lo agradezcas—le hizo reaccionar—, tienes menos de dos horas, necesitas besarla bajo el muérdago antes de las doce. Apúrate.
—Suena a un tipo de hechizo de cuentos... besarla antes de que se cumplan las doce de la noche.
—Ajá, tómalo como si yo fuese tu hada madrina.
—Espera, ¿me estás diciendo que yo soy la princesa?
—Dean, ¡céntrate! —le cortó el rollo—, te espero aquí.
Después él colgó la llamada sin despedirse. No tenía tiempo, se metió a la ducha sin calentar el boiler y tuvo que aguantar el agua fría recorrer su espalda.
Se vistió de gala, con un smoking negro que fue opacado por tanto pelo de mascotas, ahora parecía satín blanco.
Ni tiempo le dio de sacudirse o planchar el cabello, corrió a ajustarles las correas a los perros, y a los gatos los subió a transportadoras que fue apilando en un diablo portacilindros, de esos que usan para el gas de la cocina.
Además se colgó dos mochilas transparentes y con oricios, así los gatos podían mirar por ahí.
A los hámsters los dejó en casa, ¿qué mal podían hacer aparte de apestar con sus orines?
—A mí no me dejes—habló el perico—, ¡llévame contigo, llévame contigo!
Dean refunfuñó y abrió la jaula del perico, este se posó en un hombro de Dean.
Los perritos estaban encantados de salir a la calle, creyendo que se trataba de un paseo nocturno.
Dean suspiró antes de apagar la luz de la sala y aventurarse a la noche más caótica y loca de su vida, con la responsabilidad de miles y miles de mascotas a su cargo. Todo lo que hacía para no fallarle a Nicole.
Miró la hora, once de la noche. Tenía que tomar un uber, pero.. no cabían. Bueno, sí, pero muy apretados. Demasiado.
Adelante, a lado del conductor, se subió un gran danés, con gafas.
El chofer un tanto atónito y con un gorrito de Santa Claus, decidió guardar su atuendo debido a que un gato jugaba con el cascabel en la punta.
Dean tenía un gato blanco de bufanda, y otro como un gorro. Los perros iban en el otro extremo babeando la ventanilla.
El conductor tragó saliva y avanzó el coche. O al menos lo que quedaba de él.
Pero como era Nochebuena, el tráfico en la ciudad no tenía final. Dean miró la hora en la radio del auto. Once y media. No iba a llegar.
—Laila—le volvió a marcar—, cambio de planes, necesito que nos encontremos en el camino.
—Ah...—no le dejó hablar.
—Gracias, te envió la ubicación.
Y salió del uber, tocaba correr, porque solo así podían avanzar, el auto estaba atrapado. Dean bajó con su jungla y casi pierde el equilibrio por la nieve.
—Tonto, tonto—dijo el perico.
—Cállate—recobró la postura Dean y deslizó sus pies sobre la nieve, parecía que los perros eran los renos, y las transportadoras con rueditas eran el trineo. Dean, papá Noel, aunque solo por las canas, estaba lleno de estrés.
Once cuarenta y tres. Tic, tac, tic, tac...
A las personas atrapadas en el tráfico se les dibujaba una sonrisa cuando miraban a Dean correr por las calles con todas las mascotas, otros sacudían la cabeza, o se tallaban los ojos, creían que habían tomado mucho alcohol.
El canal de NDEI estaba al aire, grabando la víspera de Navidad, y los reporteros tomaron dos segundos de silencio para observar al ladrón de Wifi sumergido en una nueva aventura...
Once cincuenta y siete. Estaban afuera del hotel St. Royals, solo tenía que subir veintitrés pisos y estaría con Nicole, y su familia...
—Gracias por venir—soltó con alivio Dean, le cedió el cargo a Laila.
Ella con trabajos pudo sostener las correas de los perros.
—Ah, sí... yo...—Dean entró a la recepción, sin voltear a verla—, los cuidaré... no te... preocupes.
Se asomó a ver a los gatitos, y se llevó un lindo recibimiento con un rasguño.
—Auh—soltó un segundo las correas por el dolor en su dedo, un segundo bastó para que los perros corrieran tras de Dean—, ay no...
Dean apretó el botón del elevador y volvió a revisar la hora, no se percató de que cuando la puerta cerraba, todos los perros iban en dirección a las escaleras, para alcanzarlo.
—Bueno—Laila afuera se recargó en la pila de transportadores—, al menos los gatos siguen aquí...
Dejó caer mucho peso sobre las transportadoras, y estas se cayeron y quebraron, los gatos ahora estaban libres de correr y hacerles competencia a los perros.
Lo más gracioso de todo es que tanto Wifi y Pizza dirigían a su respectiva manada, ellos tomaban el control y olían a Nicole, solo necesitaban llegar a ella. Las demás mascotas, los seguían.
Dean aprovechó los veintitrés pisos para echarse una siesta, el ascensor sonó y Dean volvió a tomar fuerzas para correr.
Nicole observaba el concurso de piñatas, la elección del ganador se medía con aplausos del público, entre más bonita y creativa estuviera una piñata navideña, los asistentes aplaudían para posicionarla entre los ganadores. Ella solo aplaudía por inercia, en realidad estaba más pendiente de la puerta.
Hasta que lo vio. Dean llegó a las doce tal como lo prometió.
A Nicole le brillaron los ojos, corrió a su encuentro, Dean extendió los brazos para recibirla. Y entonces detrás de él salieron disparadas las mascotas.
Hambrientas, divertidas y alocadas. Corrieron por la pista de baile, sacudiendo a las mujeres que llevaban tacones y vestidos.
El perico voló por la esfera de disco y reflejó sus alas en la luz que emitía, cambiando el ritmo y dejando a las personas desconcertadas. El grupo musical paró de tocar.
Un gato se subió a la mesa y probó el corte de carne que había pedido una pareja, ésta molesta se levantó y chocó contra un perro chihuahua que durante el arrebato mordió el zapato del hombre, lo sacudió y el perrito salió volando a la mesa de copas, que terminaron estrellándose y derramando la bebida, impidiendo que los meseros continuaran con su trabajo, se tambaleaban luchando contra la gravedad, implorando que el platillo que llevaban no se cayera, nadie quería llevarse un descuento de sueldo en Navidad.
Pero fue imposible, el spaguetti cayó en el cabello de una señora, su peinado estaba arruinado, así como la víspera de Navidad.
El mundo se detuvo, todos estaban impresionados por la invasión de mascotas, había un silencio sepulcral que se rompió cuando un perro jaló un mantel de la mesa de postres, y las vajillas, cubiertos y copas se trozaron a su paso, lo continuó arrastrando hasta los pies de Dean.
El chico solo escondía las manos en sus bolsillos.
—¿Feliz navidad?—quiso arreglar la situación con esa pequeña y significativa frase.
Entonces un gato tiró sin querer el pastel de cinco torres y después maulló por ensuciar sus bigotes y patitas.
Nicole estaba tiesa, con los labios apretados. Sus padres, avergonzados.
Dean caminó hacia su novia, pero ella lo esquivó y salió.
Él no tardó en ir tras ella.
Cuando ambos abandonaron el salón, las personas comenzaron a reír a carcajadas, por lo divertida y diferente que había sido la Navidad. Los niños se acercaron a las mascotas y con un simple cariñito cambiaron su modo, tiraban la barriga hacia arriba y se dejaban acariciar.
—Nicole, yo...—la alcanzó en la terraza, ella le daba la espalda—. No quería arruinar la navidad, lo siento, no fue mi inten...
Ella miraba en dirección a los rascacielos, y sentía en las mejillas el aire fresco para calmarse.
Dean la rodeó por la espalda, intentando que aquello disminuyera su enfado.
Por un segundo, creyó que le había hecho cosquillas su cabello rizado en el cuello, porque Nicole se contenía la risa. Dean reaccionó y se alejó un tanto confundido.
Nicole soltó una risa sonora y fresca.
—Ha sido la mejor Navidad de mi vida—comenzó a decir con una sonrisa en los labios—, Dios estaba tan aburrida, odio que todo sea tan repetitivo, tan monótono y cuando llegaste todo cambio... ¿viste a esa señora con spaghetti en el cabello? se lo quería arrancar, y se arrancó... pero las extensiones de cabello—volvió a reír.
—¿Entonces no estás molesta?—Dean parpadeó sin creerlo.
—Por supuesto que no—prosiguió—, No todos los días se ven espectáculos como este, es más, deberían ser contratados tú y esas mascotas para shows de eventos. Eres muy divertido.
—Obviamente, diversión es mi segundo nombre—dijo convencido de sí—, Pero no creo que las personas de adentro piensen igual que tú...
—Es navidad, nadie debería molestarse.
—Les arruiné la Navidad, Nicole...
—Me gusta la idea de que me arruines así las navidades, no todos son regalos, la ropa y las apariencias... Y muchas personas de allá no lo sabían, solo se enfocaban en lo material, hasta que se los destruiste.
—Caray, no sé si eso me hace sentir mejor.
—El punto es que... No quisiera pasar otra Navidad sin ti, me siento como un arbolito sin luces, necesito ese gato travieso que muerda los arreglos navideños y tire todo por la borda.
—¿Así que soy un gato?—Dean arqueó una ceja y la atrajo con sus brazos.
Nicole observó a detalle el smoking y tomó un pelo del hombro.
—Tú dime, ¿no te parece suficiente?
—No soy un gato—replicó con una risa—, pero estoy seguro de que te quiero como un gato.
—¿Y cómo es eso?—preguntó, divertida.
—Un gato tiene siete vidas. Yo te amaría en cada una de ellas.
Y Nicole dejó de sentir el frío, su corazón bombeaba rápidamente, encantado, enamorado.
Después apareció Wifi, maullando por sus padres humanos.
Nicole ruborizada, se escondió cargando a su gatita, que llevaba un trajecito de Santa Claus.
—También te amo como un gato—dijo ilusionada, después de procesar lo cálido que se sentía estar cerca de él, de su cuerpo y su alma.
Dean se encargó de reafirmarle que su amor iba a durar al menos siete vidas juntando sus labios sobre los suyos. El beso se saboreaba y se sentía con cada latido del corazón.
—Feliz Navidad, Nickelodeon—le dijo después de varios pedacitos de suspiros.
—Feliz Navidad, Deanlincuente.
—¡Feliz Navidad, feliz navidad!—replicó el perico volando sobre sus cabezas.
Wifi, en los brazos de Nicole, se saboreó al ave. Y ambos rieron, tenían que apurarse para contar a todos los animales. La familia había crecido mucho aquella Navidad.
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n/a: Espero hayan disfrutado mucho el capítulo, Dean y Nicole son mi safe place, mi pareja más dispareja y bonita que he escrito.
Ojalá hayan notado todos los guiños a la novela, quería que aparecieran todos los personajes, y su personalidad. <3
Aprovecho para desearles felices fiestas, que no se queden solo sentadxs, diviértanse, disfruten mucho y coman rico!
No olviden que los amo como un gatoooooooooooo
Por cierto, ¿Cómo creen que deberían llamarse este fandom? ¿Conectaditos, Desconectados, Wifitos? Cualquier propuesta, estoy para leerla.
¡Gracias por seguir leyendo a mis personajes!
Recuerden que ya pueden leer CSI, la historia de Zac, ya casi está terminada en wattpad :3
Nos vemos hasta... que les pueda compartir las nuevas noticias, jijiji.
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