Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

5.- Un gato bizarro.

Dean se creía ninja esa tarde, según sus cálculos, la señora Margaret Brooks a esa hora le tocaba hacer ejercicio, él recordó cuando no tenía celular y su hobbie por las tardes era espiar a sus vecinos, en su mente se volvió a producir el desagrado de ver a una anciana mover el "bote", su flácido trasero le dejó un trauma al pobre chico, pero él se lo buscó, por andar de fisgón.

Sin embargo, esta vez lo tenía que soportar, era la única manera de entrar a esa casa. Miró por la ventana y vio a la señora usando una caminadora mientras escuchaba música de rock & roll a todo volumen. Era ahora o nunca.

Dean se colocó guantes de textil para no dejar huella y se asomó a su jardín trasero, respiró hondo y se llenó de valentía.

Cruzó sigiloso la cerca que separaba ambos hogares, entró de puntillas, e hizo poses ciertamente extrañas cuando estuvo en territorio ajeno.

Sí, definitivamente el sueño frustrado de Dean era ser Ninja.

Y en un momento de tensión, tenía tantas ganas de reír, no sé, le parecía asombroso, aquella aventura se la contaría a sus nietos.

También pasó por su mente hacer travesuras, pero se contuvo, tenía que ser cuerdo por una vez en la vida.

Abrió lentamente la puerta que deslizaba la cocina y notó que todo estaba cubierto por manteles bordados, la mesa, las fundas de silla, los aparatos electrodomésticos.

Volteó hacia su derecha y alzó un mantel rosa, encontró el dichoso horno de microondas, brincó de felicidad y lo enchufó. Sacó de su chaqueta deportista un paquete de palomitas y lo acomodó como decía en el instructivo, presionó el botón "Palomitas de maíz" y comenzó la cuenta regresiva, el horno provocó un estrépito, pero no se escuchaba por la música alta que provenía del cuarto de gimnasio.

Mientras se cocían las palomitas, Dean bailaba, el sonido que emitía el maíz botando era para festejar que todo salía bien. Los granos explotaban y explotaban.

Terminó el proceso y extrajo el paquete, inhaló el delicioso olor a mantequilla, se saboreó las palomitas y decidió marcharse otra vez por el jardín.

En ese momento se terminó la canción de rock & roll y se logró escuchar las pisadas de Dean.

—¿Quién anda ahí? —preguntó la señora de la casa.

A Dean le dio escalofríos, y se escondió atrás de la barra de desayunos.

—¿Jorge, eres tú? —volvió a preguntar.

—No, yo estoy en el baño.

El chico se asustó ¿El señor Jorge está aquí? ¿Qué no debería estar trabajando? Changos, tienen pensiones, lo he olvidado. Pensó Dean.

—Cariño, ¿hay abajo alguien más?

—Que yo sepa no, al menos que sea otra vez ese estúpido gato.

¿Gato? ¿Soy un gato?

Estoy harta de ese animal, hazme el favor de matarlo.

Dean creyó que estaban bromeando, los Brooks se veían inofensivos, con caritas de ángeles, pero de ángeles feos.

—Enseguida mi amor—se escuchó el inodoro. Y el señor Jorge se dirigió con dificultad al garaje, sobando su espalda.

Dean rió pensando que se había salvado pues había ido al lugar equivocado, pero no tardó en regresar con un rifle el cual se escuchó cargar.

—Te llegó la hora, estúpido gato —Jorge apuntó hacia donde se escuchara el mínimo sonido.

Por los calzones de Buzz Lightyear de Dean, no hay gatos aquí, él será fusilado.
Dean se daba por muerto.

—Ven gatito, gatito—emitió el bishubishushshsh.

Clavó su vista en el mantel desarreglado. Recorrió sus dedos hasta llegar al microondas, algo no le cuadraba. Estaba por girarse y encontrar a Dean...

Y sonó el timbre de la casa, el cual lo desconcentró.

El señor Brooks caminó hacia la puerta, Dean gateó y se desplazó hacia la mesa, con su cabeza golpeó sin querer a una de las sillas, pero no ocasionó ruido, a decir verdad, parecía bastante blandito el asiento. Subió la mirada y encontró a un gato american shorthair, acababa de despertar  luego de una siesta en la silla. Se estiró como suelen hacerlo los gatos y se incorporó junto a Dean.

El chico se alegró de que hubiera un minino ahí, pero también esa felicidad se convirtió en tristeza, no le deseaba mal alguno.

Volvió el señor Brooks, no había sido nadie en la puerta, seguro era alguna broma de un niño. Se desplazó por toda la sala, mientras Dean permanecía inmóvil.

—Tú y yo vamos a escapar—le susurró Dean al gato y le tomó entre sus brazos, éste se resistió y lo rasguñó haciendo mover la mesa—. Tarado, nos van a descubrir.

La criatura maulló en forma de disculpa arruinando todavía más la situación.

Jorge volteó hacia ellos y tan discreto como pudo, alzó el mantel de la mesa.

—Te tengo.

Ya no estaban. Dean corrió a toda velocidad y el animal no lo siguió, se fueron por caminos diferentes.

El portón del patio trasero estaba abierto y no hubo problema en huir. Aunque por un instante, Dean se confundió y estuvo a punto entrar en otra casa que no era la suya, le temblaban los pies.

Después reaccionó y dio un brinco hacia su cerca, de un saltó pudo cruzar y mantenerse a salvo. No obstante, cayó de cara, definitivamente Dean no fue gato en otra vida.

Aparte de todo, se enterró sus lentes, lo cual lo hizo gritar, por eso y mil razones más odiaba usar anteojos. Luego volvió su vista a la casa de los Brooks, y notó la ausencia del gato.

También se dio cuenta que no traía la bolsa de palomitas, la había olvidado en la mesa.

Torpe.

Se golpeó a propósito en su frente y cruzó nuevamente a la casa de los Brooks, había dado su palabra a Nicole y no tenía sentido salir con vida sino llevaba la comida, prefería morir rápidamente a morir lentamente sin internet.

Además, aún tenía la esperanza de que los ancianos fueran gentiles, simplemente no se imaginaba a ese par como asesinos ¿Al menos obtuvieron una licencia para portar armas? Si salía de esta él mismo los denunciaría, pero ellos también lo denunciarían, rayos y relámpagos... ¿Por qué era tan atolondrado? ¿Por qué no le hizo caso a Zac? ¿Por qué no sólo tenía internet? ¿Por qué? ¿Por qué, Señor?

Cayó en crisis, y ya no le importó si hacía ruido o no. Así que caminó con el valor de tomar la bolsa sin temor alguno.

Afortunadamente el señor Brooks no le vio, estaba de espaldas cuando Dean entró. Andaba tan concentrado en el gato que no notó el olor a palomitas, tenía al pobre animal acorralado por el rifle, el minino no paraba de maullar, pero al ver a Dean, maulló con más fuerza.

Dean jaló la bolsa y se escabulló. Jorge logró ver su silueta. El gato alcanzó al joven en hurtadillas y esta vez lo siguió.

—¡Intrusos! —exclamó el señor Brooks—. Margaret, tenemos intrusos.

La señora bajó las escaleras. —Llamaré a la policía.

Dean volvió a salvarse el pellejo y se quedó tirado en su césped, gracias a Dios estaba al lado de sus aparatos, se colocó su collarín y muletas. Era eso o quedarse tirado en su césped, buscando hormigas y así pasar desapercibido.

Sin embargó el gato no logró escapar, se escuchó un balazo y a Dean se le estremeció el corazón.

Se levantó de golpe y se encontró con su vecino que al principio lo miraba extraño.

—Je, hola—dijo finalmente Don Jorge—. No es lo que parece, sé que escuchó un balazo, pero no le di a nadie, solo quería espantar a un delincuente que entró a mi casa.
¿No lo vio?

No sospechaba de él porque le tenía lastima por usar collarín y muletas.

Dean hizo caso omiso y buscó con la vista el cadáver del gato, el señor Brooks escondía algo bajo sus pies, y se meneaba para ocultarlo.

—Bueno, hasta luego—alzó su mano y entró a su casa dejando en evidencia el cuerpo del pobre animalito que estaba ahí, tieso y sin vida.

Dean quiso llorar, dolía en su pecho mucho más que en las caídas, incluso, dolía más que las inyecciones y vacunas, dolía aún más que las mordidas de su perro, dolía más que los piquetes de hormigas, dolía más que los vistos de Laila.

— Ya lleguééééé—rió Zac.

En otras circunstancias, Dean se hubiese burlado de su hermano. Pero esta vez fue distinta, por respeto al gato, guardó luto.

—Hey, ¿qué tienes? —se acercó afable Zac.

—Nada—respondió con voz rota—. Es una pena que los gatos no tengan siete vidas.

—En mi opinión, con una vida es suficiente.

—No cuando carecen de un hogar, un amo, de comida y amor, se la pasan vagando, refugiándose en las esquinas de las casas, cubriéndose de la lluvia con viejos cartones—moqueó Dean—, de ahora en adelante quiero rescatar a todos los animales callejeros, merecen una familia humana.

Zachary asintió comprendiendo el punto.

—Aún siento que escucho el maullido de ese pobre gatito—sollozó Dean cabizbajo—, su pelaje era suave, parecía un algodón de azúcar.

— ¿Cómo ese de allá? —señaló Zac.

—Debí rescatarlo, no me lo perdonaré nunca...

—Eh, Dean—lo sacudió su hermano.

—Soy un monstruo, un ser oscuro y desgraciado. Solo pensé en mí...

—Oye.

—Qué culpa tenía ese pequeño felino...

—Dean, escúchame.

—Murió en mi lugar, yo era el intruso y necesitado, no él. Solo quería comida y amor, no era tan ambicioso como yo, él no buscaba internet, él tan solo quería una techo para dormir...

—Hermano del mal—gruñó Zac.

Dean secó sus ojos con las mangas de su chaqueta y los volvió a frotar cuando creyó que se trataba de una alucinación.

El gato se estaba lamiendo la cola como si nada hubiese pasado.

No daba crédito de que el gato siguiera vivo, la bala le rozó, pero no le hizo daño, el mínimo se reincorporó, maulló y trepó hacia la casa de Dean.

—Wow—soltó una carcajada el joven—, o debería decir miau.

Zachary estrelló su mano en la frente. Y el gato meneó la cola, presumiendo.

—Eres un gran gactor, ¿entiendes? Un gato actor, gactor.

Bueno, al menos a Zachary le agradó que volviese a ser Dean, y no alguien lamentable.

—¿Has pensando en trabajar en Hollywood? —volvió a decir Dean, en sus tiempos libres hablaba con los animales como si estos le entendieran—. Mis respetos querido animalito

El gato ronroneó. Aquí veo química.

Dean se acercó al porche de sus otros vecinos, los Carter. Se acomodó sus lentes estrellados y tocó tres veces seguidas el timbre. Nada más para molestar.

Ella abrió en menos de dos segundos, parecía que estaba tras la puerta esperando la hora en que llegaran sus palomitas.

—Entrega inmediata—sonrío el joven ofreciendo las palomitas—. He cumplido.

La actitud de Nicole lo dijo todo, cruzó los brazos y se recargó en la puerta.

—Llegas tarde.

—Entonces es completamente gratis—animó Dean.

—Cincuenta minutos tarde.

Dean estaba a punto de objetar, pero Nicole siguió hablando.

—Mi madre no tarda en llegar, y ya no sabré el final de la película porque llegará y me pondrá a hacer limpieza. ¿A qué hora comería palomitas?

—Al anochecer, acostada en tu cama viendo películas de terror—alzó su pulgar izquierdo Dean.

—Olvídalo—sentenció Nicole—, ya no las quiero.

—Pero, pero... casi muero por llegar aquí.

—¿Y qué? ¿Te hago fiesta?

Dean resopló algo mal humorado. 

—Acéptalas, por favor—volvió a extender su mano. Nicole las recibió con una mueca, y Dean se dio la vuelta para marcharse.

—Espera...—se le quedó observando sus lentes estrellados—. Estuve pensando, y lo seguiré desconectando por las noches.

—¿Qué?—se alteró Dean quitándose sus anteojos impresionado—. Eso no era parte del trato.

—Lo sé, pero al menos di que te estoy dejando usar mi internet.

—Uy, qué chiste—se quejó el—. Jamás hubiera venido a reclamarte.

—Quizá ese fue tu error, debiste haberte conformado.

—No puedo regresar al pasado, pero cuando Zac invente una máquina del tiempo, lo haré.

—¿Quién es Zac? —preguntó ella tratando de entablar una conversación.

—Mi odioso hermano —respondió secamente.

—Me gustaría tener hermano y decir con orgullo eso, soy hija única.

—Lo sé—toda su vida se la había estado observando, quizá no era parte de ella, pero podía verla de lejos siempre.

—¿Cómo es Zachary?

—Nicole, lo siento, no quiero hablar, estoy cansado, hoy tuve bastante adrenalina y me molesta tu actitud cambiante.

—Ya va, nunca soy linda pero estoy tratando de serlo, me siento culpable de lo que te  sucedió, y no puedo creer tu indiferencia solo porque seguiré desconectándolo. Gasto más luz eléctrica si lo dejo conectado todo el tiempo...

—Olvidé que eras ecologista—se encogió de hombros—, discúlpame... Y si ya no necesitas algo más, me retiro, madame—hizo una reverencia. Ya se sentía como un sirviente.

—No te vayas—gritó Nicole desesperada—. El viernes haré una pijamada, y necesito varios paquetes de palomitas...

Dean se mortificó, una pijamada no sonaba bien, y mucho menos porque tenía que conseguir más palomitas, más problemas.

—Nicole, ¿te gustan más los gatos o los perros?

—Los gatos—dijo sin dejar de fruncir el ceño debido a su extraña pregunta—. ¿Por qué?

—¿Sabías que cada que me pides palomitas un gato muere? —dijo Dean y se fue al instante.

Ahora tenía sentido por qué no había funcionado lo de los perros y el Wi-Fi.

—¿Eso qué significa? —indagó confundida— ¿Es un No?

Marcador de puntos: Nicole [1] Dean [2]




-----

Si te gustan mis historias, sígueme en instagram: katquezada

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro