33.- Besos sabor a chocolate.
Flashback
La familia Carter se mudó cinco días antes del cumpleaños número cuatro de su única hija, a la madre le pareció buena idea organizar una fiesta de bienvenida para convivir con sus nuevos vecinos y de paso, que se ocuparán los preparativos para el mismo día del cumpleaños de Nicole, así ahorrarían dinero y tiempo.
En ese entonces ellos no tenían un buen trabajo, empezaban desde cero. Solo tenía a pequeña niña y con eso no les faltaba nada.
Se llevó acabo la reunión en el patio trasero de su casa, invitaron a los Blakelee, los Brooks y demás. Las cercas estaban arregladas con globos, acompañadas de música infantil. Siete niños jugaban en el trampolín, hacían paradas para tomar un poco de refresco, y después comer banderillas.
La fiesta transcurrió tal como se planeó. Sin embargo, después de cierto tiempo, la pequeña festejada desapareció, no había pista de ella. Y se dieron cuenta hasta la hora de romper la piñata. Pues sus padres se habían distraído con sus vecinos extraños que no toleraban la música a todo volumen, entre otras cosas triviales ¿Cómo era posible que ni una televisión tuvieran?
En fin, al enterarse de que Nicole no aparecía optaron por buscarla, entre los invitados, sillas y mesas. ¿Dónde se había metido? El ambiente se volvió aún más tenso.
No obstante, el niño de ojos grandes oscuros, cabello bien definido de rizos, y bastante curioso, se ofreció para ayudar a encontrarla. Pero lamentablemente no fue requerido para dicha búsqueda. Nadie toma en cuenta a un niño.
—Zac, la niña de la casa no está aquí.
—¿Y?—protestó su hermano—. Creí que sólo habías venido por los dulces.
Dean negó con la cabeza, es verdad que no la conocía, pero quería lograr a hacerlo.
Corrió de inmediato, entró a la casa de sus nuevos vecinos, gritaba su nombre en lo alto, subió las escaleras y finalmente se dirigió a la recámara de la chiquilla de dos coletas altas.
—¿Hay alguien aquí?—preguntó a la habitación sin vida—. Tierra llamando a la niña perdida...—examinó el cuarto vacío, pero lleno de cajas.
Resopló, tenía que reflexionar más allá de su capacidad y por alguna extraña razón recostarse en el suelo siempre le hacía despejarse, tirado en la recámara se preguntó ¿Dónde estaba? hizo viscos, giró su cabeza, y se enfocó en la cama.
Podría haberse escondido debajo de la base de un colchón, alzó la cobija que llegaba hasta el piso y echó un vistazo.
—Te encontré—fueron las primeras palabras que le dijo—Tú eres Nicole, ¿verdad?—ella asintió—¿Qué haces ahí? Tus papás están preocupados.
La niña escondió su rostro para evitar contacto visual, no le gustaba nada que encontraran su escondite.
–¿No piensas salir?—Dean volvió a preguntar tímido y preocupado. No recibió respuesta—, ay no, ¿estás atorada?
—No, tonto—Nicole frunció el entrecejo—, todavía hay mucho espacio aquí.
—Entonces, ¿puedo quedarme?—El niño comenzó a arrastrase en el piso para entrar abajo de la cama.
Nicole se recorrió a regaña dientes. Y así Dean quedó a su lado izquierdo.
—Oh, está oscuro y tenebroso aquí—el niño frotó sus manos en sus brazos—, ¿no tienes miedo?
—No—apenas respondía y Dean ya estaba dispuesto a seguir hablando—Oh, eres insoportable. ¿Nunca te callas?
—Mi mamá dice que hablo mucho cuando tengo hambre.
—Pues qué mal, porque no te voy a dar pastel ni nada de mi fiesta.
—¿Por qué no?—Dean estaba confundido, creía que se había portado bien y merecía una rebanada de pastel. Era lo mínimo que podía recibir en ese día.
—Porque es mi cumpleaños y solo mío. Y hago lo que quiero—sacó su pequeña y rojiza lengua que le dejaron los dulces.
Dean arrugó la nariz.
—Te equivocas niña, hoy también es mi cumpleaños y quiero pastel.
—Felicidades, ¿por qué no te vas a tu fiesta y me dejas en paz?
Dean cubrió su rostro hundiéndose en sus brazos.
—A mí no me hicieron fiesta como a ti—parecía que iba llorar—, quiero pastel, un brincolín y una piñata.
—Y yo sí tengo—dijo orgullosa. Lo normal de una niña egoísta, y envidiosa a esa edad—, y es solo mía. M-I-A.
Deletreó cada letra de la palabra "Mía". O sea, aparte de todo ¿tenía que presumir que en su preescolar ya le habían enseñado las letras?
Entonces Dean levantó su rostro.
—Bien, ya me voy—se apresuró a decir demasiado molesto.
—¿Les dirás que me escondo aquí?
—No—no le convenía—. Quiero la piñata para mí, quiero un fiesta, y tomaré la tuya.
—No puedes hacer eso, es miiiiiiia—lloriqueó la niña.
—Tú no la quieres, prefieres estar aquí y no salir a divertirte en la fiesta—se arrastró dos pasos de codo—. Adiós, miedosa.
—Espera, no te vayas.
—Sí, ojalá el coco venga por ti—Dean se dio la vuelta para marcharse y Nicole lo tomó de las piernas.
—Perdón—las lágrimas se asomaron en los ojos de la niña—, tengo miedo, no quiero romper mi piñata, siento que es como matar a un ser humano, y en la noche se me va a aparecer la piñata en forma de fantasma para perseguirme y vengarse.
—Wao—hasta a Dean le sorprendió el pensamiento de la niña, jamás pensaría algo así, pero le dio escalofríos—, ¿quieres un abrazo? No tengo pulgas como mi perro, je.
—Sí—asintió haciendo un puchero.
Dean volvió hacia ella y la rodeó con sus brazos, era tan extraño abrazar a alguien tan pequeño y que no fuera como su hermano, se sentía un cuerpo diferente, más delgado, más bonito. Olía mucho mejor su cabello y sintió el latido agitado de su corazón, obvio, producido por el miedo.
—Oye—la soltó para decirle su brillante idea—, vivo a un lado de ti, si piensas que vendrá la piñata asesina, me puedes hablar y juntos luchamos para vencerla ¿sí?
—¿No te dará miedo?—sus ojos buscaban seguridad.
—Yo soy un valiente caballero. El otro día luché contra un dragón.
—¿En serio?—respondió asombrada—. ¿Existen?
—Bueno, era un dibujo que hice y pegaron en mi cuarto. Pero cuando prendía la luz se reflejaba su sombra en grande, y daba miedo. Pero lo vencí.
—Entonces yo también puedo—ya se veía más animada la niña.
—Sí, pero puedo ayudarte a pegarle a la piñata, para que no te persiga.
—¿Me protegerás? —le gustaba la idea de sentirse así.
—Claro, vine a rescatarte—endulzó su voz aún más—¿o no estoy aquí para regresar a la fiesta?
—Sí, viniste por mí—sonrío de oreja a oreja Nicole.
Sólo una niña podía cambiar de humor en un instante, pasar del enfado a la alegría o al temor. Y como fue grosera y mal educada, sus padres le habían enseñado a hacer algo para recompensarlo.
Se levantaron ambos tomados de la mano, Dean ya quería salir y caminar, pero vio que los pies de la niña no se movían para avanzar.
—Solo una cosa más—agregó Nicole—. ¿Ya recibiste un regalo hoy?
—No, pero creo que conocerte lo fue—se sonrojó alzando los hombros y mirando hacia la puerta.
—Ay, qué bobo—se rió ella—. Entonces también recibe esto de mi parte—se acercó a la comisura de sus labios y lo besó por un instante, aunque fue efímero, el primer beso jamás se olvida, ni lo que se sintió en ese momento fugaz.
«¡Que asco una niña me besó!» pasó por la mente de Dean mientras experimentaba una sensación nueva en su estómago «Wuacala de pollo» «Ahora tendré que lavarme los dientes, fuchi» «Ya ni mi mascota se atreve a arruinarme de esa manera»
—¿Qué? ¿No querías?—Nicole lo miró con un aire de misterio, pues no sabía si hizo lo correcto, él se sacudió agitado—. Entonces regrésamelo.
—¿Se puede?
—Sí, devuélveme mi beso.
—¿Y cómo?
—Besándome de nuevo.
—¿Y así lo olvidaré?
—Ten lo por seguro—fingió Nicole.
—Bueno—el niño con una mirada angelical y tierna, con la intención más pura que siempre lo caracterizó, la volvió a besar de una manera especial, apreció el momento a pesar de la oscuridad y la incomodidad, vio sus ojos y cerró los suyos, fue cuando el ruido de afuera cesó, y sintió que la habitación se iluminaba. Pero solo era una luz dentro de él que se había activado y hacia brincar a su corazón.
No tenía sentido, Nicole no sabía lo que hacía, era un impulso que pronto se le olvidaría. En cambio, dejaría al pobre Dean en la ruina de los recuerdos.
—Ahora vayamos a nuestra fiesta—ella lo tomó de la mano como si fuera un juego—. Por cierto, ¿cómo te llamas?
Lamentablemente la amistad se desvaneció después de esa fiesta, Nicole entró al colegio e hizo nuevos amigos, apartando a Dean de su camino.
Él aún no perdía la esperanza, su infancia se basó en observarla cada día a través de su ventana o el jardín, esperando a que lo llamara.
También solía imaginarse que podían ser amigos, hacer travesuras juntos, esconderse debajo de las mesas, querer su lugar secreto, construir una casa del árbol, contemplar su cuarto, jugar escondidillas, crear naves especiales con cajas de cartón...
E intentó de todo para poder lograr captar su atención. Llegó la pubertad y con eso unos anteojos, se odiaba porque eso no le favorecía. Mientras ella entró en su etapa de chica buena, luego emo, seguida por dark y al final por lo que se convirtió.
Dean le intentaba dejar notas afuera de casilleros pero ella no se tomaba la molestia de leerlas, únicamente las tiraba al cesto de basura.
Él salía a recoger la basura por las noches y la veía, a veces iban por ella unos amigos en automóvil, a veces llegaba un chico que la besaba afuera de su casa, en ocasiones lloraba desconsolada y Dean quería acercarse aunque Nicole rápido lo ahuyentaba.
Nada podía hacer para que volvieran a hablar, así que se rindió. Y sólo la cuidaba de lejos, porque cuando amas a alguien no necesariamente debes estar a su lado, a veces sabes que es mejor estar aparte.
La última vez que supo de ella fue cuando la engañó Kyle, el chico más popular de la High School. Dean se preguntaba cómo era eso posible ¿Se podían mezclar los invisibles con los populares? Nicole no era invisible, él sí. ¿Eso no bastaba? ¿Por qué tenían oportunidad otras personas más que él? ¿Por qué Nicole perdonaba cada error de ese tipo? Quiso saber qué hacía tan especial a esas personas, contempló a Laila Miller, la chica porrista, presidenta estudiantil, organizadora de bailes y eventos, la chica que ayudaba a todos como cupido. La más bella y popular en toda la institución.
¿Estaba fuera de su alcance tanto como Nicole? Laila fue el milagro en esa situación, le enseñó a que no importaba cómo eras, todas las personas deberían ser aceptadas al menos una vez, aprendió de ella que era estúpido formar distintivos entre los alumnos, debía haber igualdad.
Y la quiso, la admiró por todo lo que era. Quería demostrarle cuánto le importa, pero había un problema. Su familia, los extraños que sufren de Tecnofobia. Dean se desconectaba de internet constantemente y eso a la larga le causaría problemas hipotéticamente con su novia.
La solución era la red de Nicole, sí. Aunque él intentara olvidarlo no podía negar que ese fue el momento que los unió.
Claro, su vecina no tenía en cuenta eso, hasta que desconectó el internet un martes por la noche y el chico subió a su balcón para reclamarle o quizá, confesarle su amor.
Ya no importaba, realmente era irrelevante. Su hermano, el amante de los libros, consiguió besarla sin esforzarse al menos un poquito, se ganó el cariño que tanto le costó a Dean por trece años. Y ese beso que habían compartido, no volvería a ser especial.
Dean se preguntaba constantemente por qué el amor que Nicole sentía por los chicos era tan efímero y cambiante. Por eso dudada que lo que había llegado a sentir por él fuera a perdurar, esperaba que lo olvidara como anteriormente lo había hecho. Y parecía que sí, porque ahora Zac estaba ahí, en su corazón.
Nicole podía amar a todos los chicos que quería, y si no le correspondían desechaba ese sentimiento. Pero Dean podía amar a Nicole y correspondiéndole o no, ese sentimiento no moría. Así había funcionado toda su vida.
Y sólo aceptó el trato de su hermano mayor para cuidar de ella como se lo prometió, más no quería ser egoísta, lo estaba haciendo por ella y no por él, sabía que ellos nunca podrían ser más que amigos, le costó tanto que llegaran a ese nivel que nunca lo arruinaría.
Además, tenía a Laila y no dejaría que ese fruto de amor se marchitara, sólo por ver nacer un pétalo en una flor olvidada.
El chico de cabello rizado no lograba prestar atención al libro de física, por más que intentaba leerlo sus pensamientos estaban sumidos en aquellos viejos recuerdos. Cerró la materia y cogió un bolígrafo tratando de hacer un resumen.
Después tocaron él timbre de la tienda de mascotas.
—Pase—respondió sin alzar la vista.
—¡Wifi está a punto de tener a sus gatitos!—se convulsionó Nicole.
Dean al escuchar su voz se sacudió. ¿En qué momento Nicole lo empezó a querer y a buscar?
—¿Qué? ¿Y qué haces aquí? Ve a grabarlo para que lo pueda ver.
—Vine por ti para que lo presencies conmigo.
—Ellas dan a luz sin ayuda médica, Nicole.
—Lo sé, pero no me has contestado mis mensajes desde hace tres horas donde te avisaba—enseñó su celular.
—No tengo internet ¿lo recuerdas? No estoy por la casa.
—¿Pero deberías tener la clave de tu trabajo, no?
—No la he pedido—mintió. Claro que la tenía, pero la borró para poder concentrarse en el libro. Le encantaba el internet, le fascinaba que los haya unido, pero en ese momento lo odiaba por tenerlo entre la espada y la pared, era una distracción que tenía que superar para poder estudiar, sacar buenas calificaciones y cumplir con el acuerdo.
Amaba el internet, pero por amor a ella, era capaz de dejarlo.
—Qué lástima—se quejó Nicole y examinó la tienda—¿Por qué llevas eso?—señaló con los ojos al libro.
—Ah, estamos por entrar a la escuela y sería bueno repasar lo aprendido.
—¿Es broma? ¿Tú estudiando? JAJAJÁ—rió sarcásticamente.
—¿Y tú invitándome a tu casa para ver a la gata?
—Eres mi mejor amigo, sé que te ocurrirá algo gracioso para en ese momento en que me como las uñas por ver a Wifi dando a luz.
—Me das miedo, eso es completamente natural.
—No sí es una amenaza de aborto—frunció el ceño—. Algo me dice que Wifi estuvo en el restaurante a noche y fue causante de un incendio.
Dean tosió fuertemente —¿Qué? ¿Por qué lo dices?
—No lo sé, al parecer alguien no quiere que pase tiempo con Zac, aunque sea su hermano y él y yo seamos sólo amigos...
—¿Si ya saben cómo soy para que me invitan?—se excusó usando un meme.
—Lo sabía—sonrió Nicole—. Te acabas de delatar y para tu información, no fuiste requerido.
—Malas personas—recogió sus cosas Dean—. Ya vámonos, Wifi nos necesita.
—¿Seguro que por eso te quieres ir? ¿No será que deseas evadir mis preguntas?
—Basta, sólo accedí porque has traído una excusa perfecta para dejar el trabajo—mintió—. Seré abuelo gatuno, corre.
—Ajá—pronunció mirándose en un espejo de mano y retocándose con labial carmesí.
Dean se recargó en la vitrina y observó a Nicole. ¿Seguía teniendo el sabor a chocolate como la primera vez que la besó? ¿O sí se atrevía a besarla ahora tendría sabor a lipstick?
Por todos los dioses gatunos, anhelaba volver a sentir sus labios sobre los suyos.
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Ya casi se termina esto :(
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@salma_naomi77 y 07014Aislinn me hicieron este hermoso dibujo para el capítulo ❤️
Gracias ❤️
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