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21.- Una vida sin Internet no es vida.

Dean no tenía ni idea de qué hacer con su vida después de la confesión de Nicole y la ruptura con Laila. 

Dicen por ahí que los videojuegos ayudan, pero él no tiene consola.

También dicen que escuchar música deprimente te hace sacarlo todo, pero ¿dónde la podría escuchar?

Ni siquiera le dio tiempo para descargar nuevas aplicaciones a su celular, el internet no estaba disponible para él, y dudaba mucho que Nicole lo ayudara o lo perdonara.

Sí, sabía muy bien que había sido algo duro con ella cuando había expresado sus sentimientos, pero él solo quería recuperar a Laila, no entendía la causa de su ruptura, y echarle la culpa a alguien más era mucho más sencillo que afrontar la realidad.
Planeaba pedirle disculpas, no obstante, no ahora.

Continuó llorando desconsoladamente, después de que Nicole apagara el internet no pudo comunicarse con Laila, y fue corriendo en pijama a la tienda, a recargar crédito a su celular.

Pero el saldo se agotó, no sabía cómo desactivar sus datos móviles y el dinero que había ahorrado para comprarle un oso gigante a Laila se terminó en sus intentos fallidos por comunicarse con ella. Algo no cuadraba, Laila jamás respondió.

Cuando amaneció, Dean gritó de alegría como un maniático, no concilió el sueño toda la noche, pero ya estaba abierto un ciber café, y le escribo una larga carta a Laila para enviarla por correo electrónico. Luego pasó a la tienda, recargó su celular e ingresó a whatsapp, se dio cuenta que la chica rubia que tanto quería lo había bloqueado.

Usó todas las fuerzas que le quedaban en marcar al número de Laila, y no contestó.

Pasaban los días y Dean seguía en un terrible dolor adolescente, sólo salía al sol a tirar la basura que le obligaba su familia, se encontraba con la mirada de Nicole pero ella rápidamente entraba a su hogar.

En Navidad no quería salir de su habitación, perdió todo interés y no se arregló, descuidó su cabello rizado, ahora estaba largo y esponjado, parecía afro.

La barba la dejó crecer, a pesar de que era lampiño había uno que otro vello que le brotaba.

No usaba anteojos, ni lentes de contacto, lloraba la mayoría del tiempo y todo le daba igual, sin lentes veía borroso y con lágrimas también, así que optó por quitárselos. Sus ojos estaban hinchados, rojos e irritados.

Dean no quería ni bañarse, ya para qué y quién lucir limpio.

Tenía un aspecto terrible en pocas palabras. Y también exageraba más que un actor de telenovelas mexicanas.

—Oye, vago—le dirigió la palabra Zac después de una semana de luto—. ¿Cuánto tiempo seguirás así?

—No quiero hablar—la voz de Dean era pausada y su mirada estaba en un punto fijo de su cama.

—Mírame, hermano maligno—reprochó Zachary y Dean se cubrió el rosto con una sábana.

Entonces, el hermano mayor comenzó una lucha para destaparlo mientras que el otro se comportaba como un niño y pataleaba. Zachary apretó sus brazos y jaló de las cobijas, pero Dean se dedicó a morder su muñeca.

—¡Deja de comportarte como un caníbal!—Zac se alejó para revisar la dentadura marcados en su piel—. Si tienes hambre, dilo, la huelga de hambre no funciona aquí.

Dean volvió a esconder su cabeza bajo las almohadas. Y Zachary suspiró.

—¿Sabes? Yo también he sufrido por amor.

—Cállate, tú solo lo lees, yo lo vivo.

Si Dean estuviese descubierto, habría notado como Zachary negaba con cierta tristeza en los ojos.

—Creo fielmente que, cuando tienes una conexión con alguien, nunca se pierde—aclaró la garganta—. No importa si vienen dificultades, la distancia ni el tiempo rompen la conexión.

—La palabra «conexión» me recuerda al internet, y yo no tengo—chilló Dean.

—Maldición, Dean. ¿Solo eso te importa?

—Pues sí, Laila ya se fue.

—¿Y Nicole?

Hubo un largo silencio. El chico no planeaba responder.

—Bueno, te traje un regalo—Zac escondía algo atrás de su espalda—. Dicen que siempre es bueno obsequiar...

Emocionado, Dean destapó su rostro y su mirada cambió como la de un niño que quería caramelos.

—¿Un libro?—Dean lo miró con desagrado— ¿Para qué me sirve un libro?

—Será tu nuevo mejor amigo—explicó Zac.

—No lo quiero, sabes que prefiero hacer otras cosas antes que leer un libro.

—Ni siquiera estás haciendo algo—cruzó los brazos.

—Estoy respirando, eso cuenta—se justificó Dean—. No veo en qué me ayude leerlo ¿Me hará sentir mejor?

Zac rodó los ojos y busco una respuesta —Tal vez le encuentres sentido a tu vida, zopenco.

Dean chasqueó la lengua y poco convencido, abrió las primeras páginas, ya no le quedaba de otra, no tenía nada mejor qué hacer, se adentró a la lectura y para su sorpresa, comenzó a disfrutarla.

Luego fue hacia las últimas páginas del libro, para saber si valía la pena ese final.

—Zac...—dijo después de cerrar el libro—. ¿Dónde está el final?

—¿Cómo? ¿Lo devoraste? Dios mío, lees más rápido que yo...

—No, pero creo que le faltan páginas. ¿Crees que te hayan robado? ¿Dónde lo compraste? Laila decía que los libros piratas pueden que les falten páginas ¿No me digas que el tuyo es de esos? Qué deshonra, yo siempre te consideré tan recto en ese aspecto...

Zac carcajeó por todas las ocurrencias de su hermano, con trabajo se le podía entender lo que dijo por tanta risa. —¿De qué hablas?

—Del final, no hay final feliz—se quejó Dean.

—Pequeño iluso, aún crees que existen «Y vivieron felices por siempre» en los libros.

—¿Y no es así? —se exaltó Dean al ver negar con la cabeza a Zach—. Pero tú, tú dijiste que me iba a sentir mejor...

—No. Pero si quieres un final, dáselo tú.

—Yo no soy escritor, tonto—Dean mostró su lengua en inconformidad.

—Pero eres humano, parásito. Puedes hacer algo con tu vida, ya levántate y haz algo, que tu libro no ha terminado.

—¿Y si mejor me suicido? Qué flojera seguir escribiendo.

—Tus páginas estarán en blanco y será más aburrido. No te gusta ser así ¿no? Pues sigue tus principios.

Dean refunfuñó. —Me das miedo, hermano. Como que te traumas con los libros.

—Oh, vamos—Zac le dio un codazo—. Te ayudé a superarte.

—No, lo empeoraste todo—Dean lo empujó y se retiró de la sala.

—¿A dónde vas?

—Ya te dije, a suicidarme—respondió sarcásticamente y salió a la calle en pijama.

Zac se quedó viendo desde la puerta como caminaba su hermano débil y torpemente.

—¡Dean, Dean, Dean! —gritó Zac—. Tu celular está sonando, creo que alguien te está marcando.

—No caeré en eso—agregó sin mirar atrás.

—Te estoy diciendo la verdad, es Laila, corre de vuelta—exclamó su hermano mientras le hacía señas para que entrara rápidamente.

El chico de cabello rizado giró, reunió las fuerzas que le quedaban, y corrió a su hogar. Cuando llegó, encontró a Zachary muriendo de risa.

—¿Qué estás haciendo?—lo zarandeó Dean— ¿Dónde está mi celular?

—No puedo, no puedo creer que hayas caído—carcajeó Zac. Todo era una broma de su parte, lo estaba molestando como solía.

—Te detesto—Dean lo soltó. Por eso no podía seguir los consejos que le decía, no iban a ser verdad. En un momento era comprensible, y al siguiente, lo apuñalaba por la espalda.

Entonces, siguió con su camino, quería pensar, despejarse.

Zachary esta vez no lo detuvo, dejó que se marchara y que hiciera lo que le pareciera correcto mientras comía un emparedado. Estiró los brazos y se adentró a la cocina. Escuchó un sonido raro y lejano.

Preparó unos huevos revueltos, seguía con hambre, y continuó escuchando algo extraño. Tuvo curiosidad y notó que era el celular de su hermano, en la pantalla se mostraba un número, una pequeña foto de la rubia y los botones verde y rojo para contestar la llamada.

Sintió un nudo en la garganta porque le recordaba a alguien.

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N/a: Aquí alguien me da tristeza, y no es Dean :(

De hecho, Dean me da risa y pena ajena jajaja.

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