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40. No te has dado cuenta

Viernesnoche

Llevo desde ayer sin hablar con Marcos. Ni me coge el teléfono ni contesta mis mensajes. Mónica me dice que ella tampoco lo ha visto y  que simplemente, él le ha dicho que está bien y ya está. Me parece muy raro. Tengo la sensación de que algo no va bien. Y no me gusta, porque casi siempre acierto cuando tengo estos presentimientos. 

- ¿Estás ya lista? -me pregunta David desde el marco de la puerta

- Si, ya estoy -le respondo terminando de ponerme los pendientes. Hoy es su cumpleaños. Lo va a celebrar en una discoteca. Será una de esas fiestas que él hace. Y malditas sean las ganas que tengo de ir

David se da la vuelta para mirarme mientras yo suspiro. Nos montamos en el coche en silencio. Yo ya no puedo más. Estoy llegando a mi límite. Ya estoy harta y cada vez tengo más claro lo que voy a hacer con mi vida. Y no voy a esperar mucho.

Llegamos en 20 minutos a la discoteca donde tendrá lugar su puta fiesta de cumpleaños. Y efectivamente, hay mucha prensa aquí. Me coge de la mano y yo se la doy a regañadientes. Nos paran y aunque nos hacemos fotos, David, raro en él, se niega a hablar. 

La discoteca está bastante llena. Nosotros subimos a la parte de arriba a uno de los reservados que ha alquilado. No sé muy bien a quien ha invitado, pero cuando llegamos ya hay bastante gente bebiendo y riéndose como descosidos. Hay algunos jugadores del Atlético a los que saludo de pasada. Me voy hacia la barra para tomarme algo. Esta noche lo necesito. Miro hacia David como ríe con unos y con otros, sobre todo con su acólito Joao, que más gilipollas no se puede ser. 

De pronto, tengo que tragar saliva cuando veo entrar a Marcos. Tengo tantas ganas de verlo y saber que le pasa que voy a acercarme a él para que podamos hablar. Entonces, mis pies se paran y empieza a temblarme todo el cuerpo. Marcos no viene solo. Viene con Marta. Van cogidos de la mano y ella entra al reservado con una gran sonrisa triunfal. Tengo que agarrarme a la barra porque me está temblando todo el cuerpo y no soy capaz ni de respirar. Mis ojos se cruzan con los de Marcos y él me mantiene la mirada impasible. Yo me doy la vuelta intentando calmar los latidos de mi corazón. Es que no puedo ni creérmelo. No sé qué hace Marcos aquí con ella. Y cogidos de la mano. Esto es irreal. Es un puto sueño. Tengo unas ganas terribles de vomitar y la cabeza me da vueltas.

¿Cómo es posible que ayer mismo me hiciera el amor y hoy esté con ella? Bebo de mi bebida intentando calmarme, pero es imposible cuando lo que estoy viendo me esta destrozando el corazón. Me voy hacia la barandilla respirando con dificultad y sobre todo intentando tranquilizarme. A los pocos minutos Saúl se acerca para hablar conmigo. 

- ¿Cómo estás Lidia? -me pregunta viendo algo de preocupación en mi rostro

- Bueno, he tenido días mejores, ¿y tú?

Saúl me entretiene contándome cosas de su hija. Hace poco él y su novia han sido padres y está como loco con la niña, normal, yo también lo estaría. Estamos un buen rato hablando. Yo disimulando los nervios que tengo como puedo. Por el rabillo del ojo veo a Marcos ir solo a la barra, así que me disculpo con Saúl y voy hacia allí. 

- Marcos -le digo mordiéndome la mejilla de los nervios. Él se da la vuelta y me mira con hastío en sus ojos

- ¿Qué?

- ¿Cómo que qué? ¿Qué haces con Marta?

- Y a ti que te importa -sus palabras están empezando a herirme demasiado porque no entiendo que le pasa para tratarme así

- Mira Marcos, no sé que coño te pasa ni a que estás jugando, pero algo tiene que ser cuando estás actuando como lo haces. Este no eres tú y lo sabes. A mi no me engañas, te conozco demasiado bien -veo pasar por la cara de Marcos un gesto de sorpresa, pero vuelve a mirarme con esa frialdad de ayer, algo que me asusta

- Bueno Lidia -me dice acercándose a mi oído- cuatro polvos no te hacen conocerme, créeme

Tengo que tragar saliva con sus palabras. Acaba de clavarme un puñal en el pecho y me está rompiendo el corazón en miles de trozos. Ese corazón que siempre ha sido suyo y que ahora pisotea sin ningún tipo de problema. Su sonrisa es de todo menos dulce, que es la que tiene siempre que está conmigo.

- Han sido más de cuatro polvos, Marquitos -le digo en el mismo tono

- Es cierto. También es que follas como una leona cariño -Marcos me hace una mueca y a mi lo que me dan ganas es de darle una buena hostia para que espabile

- ¿Podríamos hablar en otro sitio Marcos? Porque está claro que por lo que sea no quieres hablar aquí

- Mira Lidia, no tengo nada que hablar contigo. ¿Es evidente, no crees? Está claro que lo nuestro ya se ha acabado, ¿o eres tan tonta que no te has dado ni cuenta?

Miro a Marcos sin poder creerme que la maravillosa persona que hace dos días me susurraba bonitas palabras mientras estábamos juntos, sea la que tengo delante. Lo miro e intento reprimirme las lágrimas.

- Desde luego, si que soy tonta, si

Me doy la vuelta y dejo a Marcos en la barra. Por un momento veo que me mira con dolor en sus ojos pero yo sigo mi camino. Cojo una botella de champan y salgo del reservado. Ando por uno de los pasillos hasta abrir una de las puertas que me llevan a las escaleras de emergencia. Me siento en ellas y abro la botella dándole un buen trago. Y ahora si que me permito llorar agusto. Tengo tanto dolor y pena que creo que me voy a morir.

 Estoy un rato aquí sentada pensando en que coño le pasa a Marcos y porque ha actuado así conmigo. Verlo con Marta me ha destrozado y empiezo a pensar que él se ha aprovechado de mi vulnerabilidad emocional desde el principio. Me enjuago las lágrimas que acabo de derramar. Me siento como una mierda ahora mismo. Me da la sensación de que él también ha jugado conmigo. Como todos. Me bebo media botella y decido volver a la puta fiesta. Estoy algo mareada por beber pero por lo menos soy capaz de mantenerme en pie. Además, que voy a largarme de aquí. Por hoy ya tengo bastante. 

Me levanto de las escaleras y abro la puerta para volver al reservado. De pronto, veo entrar a Marcos en el baño y no me lo pienso, voy yo también detrás. Cierro la puerta con el pestillo en cuanto entro y él se da la vuelta sorprendido de verme allí.

- ¿Qué estás haciendo Lidia? -me pregunta él fastidiado y resoplando

- ¿Tú que crees? 

- Joder Lidia. Déjame en paz, ¿quieres?. Ya te lo he dicho antes. Aunque parece que es que te va la marcha, bonita

- ¿Sabes lo que pasa? Que hace dos días me estabas diciendo que era lo más increíble que te había pasado nunca y ahora... -me acerco más a Marcos y veo que traga saliva y desvía su mirada- si es que no puedes ni mirarme Marcos

- Mira Lidia. Se acabó. Me he dado cuenta de que esto no es lo que quiero. Que yo quiero algo más que tener que estar escondidos...

- No siempre va a ser así Marcos, sólo te pido un poco de paciencia, yo ...

- Paso, de verdad. Tampoco vales tanto la pena. Tías que follan bien como tú, hay a patadas. Marta, sin ir más lejos...

Me llevo la mano al corazón y jadeo sorprendida. Y ahora si dejo que las lágrimas empiecen a resbalar por mi mejilla. Lo veo mirarme sin un atisbo de compasión en su mirada.

- Marcos, por favor, no me hagas esto, no me digas estas cosas...

- Lidia, hazme un favor. No me ruegues, es de lo más patético verte hacerlo -Marcos pasa a mi lado sin mirarme siquiera. Se acerca a mi oído y me habla en un susurro- pero claro, tú hace tiempo que no tienes nada de dignidad

Escucho como le quita el cerrojo de la puerta y sale del baño dando un portazo que resuena en todo mi cuerpo. Empiezo a temblar sin ningún control sintiendo como los dientes me castañean. Me cuesta respirar y ya mis sollozos han pasado a ser algo más. Marcos ha sido muy cruel conmigo y aun sigo sin entender porque ese cambio de actitud. Salgo del baño sin saber muy bien lo que hago. Paso de largo por el reservado mientras dejo atrás las risas y las conversaciones.

Atravieso la pista de baile sintiendo como la gente se choca conmigo dándome igual. Sólo quiero salir a la calle y respirar para no sentir este dolor tan grande que tengo en el pecho. Proceso en mi cabeza las palabras de Marcos y empiezo a llorar otra vez sin creerme todavía lo que ha pasado. Y si, siento que me lo merezco, por cobarde, por intentar vivir un sueño que no me pertenecía, por querer ser feliz. Está claro que yo nunca voy a poder serlo. Lo mejor sería que me fuera bien lejos de todo y de todos y así no le haría más daño a nadie.

Salgo a la calle por la parte de atrás de la discoteca respirando el aire fresco de la noche. Estoy unos minutos intentando calmarme y saco mi móvil para pedir un taxi.

- ¿Dónde coño estabas Prim? - me grita David viniendo hacia mi- llevo buscándote un buen rato. Venga que vamos a cortar la tarta

Él me sujeta del brazo para que yo vuelva hacia adentro y me suelto de él con brusquedad.

- ¡No quiero!

- ¡Vamos Prim! No me toques los cojones y tira para arriba - David vuelve a intentar cogerme y yo me alejo cada vez más para que no me toque

- ¡Que te he dicho que no! ¡Que no me da la gana! Estoy harta, harta, ¿me oyes bien? - mi tono de voz es cada vez más elevado y está atrayendo a gente hacia nosotros

- ¡Cállate quieres! Te va a oír todo el mundo

- ¡Me importa una mierda! Ya no puedo más, no puedo más - me llevo las manos a la cara llorando desconsolada- ¡mira en lo que me has convertido! ¡Mira lo que soy! No soy nada por tu culpa, ¡nada!

David me mira horrorizado al ver las voces que pego. Estoy histérica y me da igual todo. Ya me da igual.

- Prim...

- Me llamo Lidia, ¡Lidia! Hasta eso me has quitado. ¡Esto no es vida! Me estoy muriendo de la pena por tu culpa y yo así paso de vivir

David se viene hacia mi intentando sujetarme y yo me zafo de él de un empujón que le hace tambalearse. Salgo corriendo como una loca aprovechando su confusión. Me quito los zapatos al doblar una esquina y sigo corriendo hasta que me falta el aliento.

No tengo ni idea de por donde voy. Sólo estoy corriendo y llorando mientras las crueles palabras de Marcos resuenan en mi cabeza una y otra vez. Me paro en mitad de la calle y llevo mis manos a las rodillas intentando respirar. Miro a mi alrededor y estoy en una calle céntrica y muy iluminada. Miro el nombre de la calle y saco mi móvil para llamar un taxi. David no deja de llamarme con insistencia. Pongo el teléfono en silencio y me siento en un banco a esperarlo.

Lo único que quiero es llegar a casa, meterme en la cama y llorar hasta que se me olvide el nombre de Marcos.


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