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23. Noche De Lluvia

Más tarde ⚽

Ariadna estaba poniéndose el pijama cuando su hermana se puso enfrente de ella mirándola algo nerviosa. 

- Ari, ¿te importa que esta noche duerma con Marcos? Es que, esta es una de las pocas oportunidades que voy a tener de dormir con él

- Claro que no, tonti -su hermana besó su mejilla y la pequeña le sonrío- ¿Lidia, tú estás segura de esto?

- ¿De qué cariño?

- De arriesgarte tanto por Marcos como para serle infiel a David -Lidia cogió la mano de su hermana y acarició su mejilla

- Ari, Marcos vale la pena cada minuto de mi vida. Estos momentos con él son los que me mantienen cuerda. Lo mío con David es muy complicado hermana, pero te juro que encontraré la manera de dejarlo y que te sientas orgullosa de mi

-  Ya lo estoy Lidia. Eres mi hermana mayor. Siempre me has cuidado y siempre lo harás

Ambas hermanas se abrazaron algo emocionadas. Lidia volvió a besar su mejilla y salió de la habitación para ir a la de enfrente. Llamó a la puerta con el corazón latiéndole con fuerza. Marcos le dijo que pasara desde el otro lado. Ella lo abrió y se lo encontró mirando por la ventana como caía la lluvia. Hacía un par de horas había empezado a llover de manera torrencial, con relámpagos y truenos. A ella le encantaba la lluvia. Se acordaba cuando de pequeña ella y su hermana se metían en la cama con sus padres y se quedaban profundamente dormidas escuchando como llovía. 

Marcos se giró y le dio una preciosa sonrisa que no hizo sino calentar aún más su corazón. La miró esbozando una sonrisa y fue acercándose poco a poco a ella. Puso sus manos en su cintura dejando que ella entrelazara sus dedos detrás de su cuello recibiendo el suave roce de sus dedos.

- Hola preciosa -le dijo él sin dejar de mirarla, sin dejar de perderse en esos maravillosos ojos chocolate

- Hola -le contestó ella nerviosa. Lidia puso su cabeza en el pecho de Marcos y se dejó abrazar fuertemente por él. Escuchar el sonido de su corazón le daba tranquilidad. Estuvieron así un par de minutos, en silencio, escuchando como la lluvia caía fuera. La mano del chico acariciaba su espalda lentamente haciendo que ella se sintiera cada vez relajada. Lidia sintió un escalofrío que la hizo temblar, algo que él también notó

- ¿Tienes frío? -le pregunto Marcos separándola de sus brazos. El chico sólo podía pensar en lo bonita que era, y no sólo porque fuera muy guapa, es que era bonita en todos los sentidos

- Un poco. Aquí en la sierra hace más frío que en Madrid

- Venga, vamos a la cama

Se separaron y fueron a acostarse. Lidia se quitó la parte de abajo del pijama porque tenía la costumbre de dormir sólo con las braguitas, y no le daba nada de vergüenza que Marcos la viera así. Al chico le pasaba prácticamente lo mismo. Se quitó la parte de abajo de los pantalones dejándose unos boxers negros que no dejaban nada a la imaginación.

Se metieron a la vez en la cama, él en el lado más cercano a la ventana. Marcos abrió sus brazos para que Lidia se acomodara en su pecho, algo que ella hizo gustosa poniendo también una de sus manos en la cintura del chico. Marcos apagó la luz de la lamparilla y abrazó más a la chica. Se quedaron callados escuchando como llovía fuera. La mano del chico acariciaba con lentitud el brazo de ella haciendo que la piel se le pusiera de gallina. 

- Tengo que decirte una cosa -le dijo Marcos hablándole en susurros

- Dime lo que quieras Marcos

- Me apetece mucho que durmamos juntos. No creas que mis únicas intenciones son que nos acostemos, ¿vale?

- Vale -Lidia sonrió feliz, feliz de que Marcos quisiera de ella algo más que sexo- ¿así que si esta noche no nos acostamos, no pasa nada?

- Absolutamente nada. Yo con tenerte así ahora mismo me conformo -y era verdad, absolutamente verdad. Marcos no la había engañado cuando le decía que sólo quería dormir con ella. Lidia le gustaba tanto que quería que con él se sintiera segura y tranquila

- Gracias Marcos 

- ¿Porqué?

- Por ser tan absolutamente increíble

Marcos sonrió y abrazó a Lidia más fuerte. Cerró los ojos escuchando como ella respiraba, como se iba relajando. El sonido de la lluvia los envolvía y así, poco a poco, se quedaron dormidos uno en brazos del otro. 

Lidia soñaba. Más bien tenía una pesadilla. Las imágenes se mezclaban.

Llevaba en sus brazos una mantita que no se movía. Al abrirla y ver que no había nada, empezó a llorar desesperada, a la vez que buscaba a su bebé. Todo era blanco. Inmaculado. Demasiado limpio.

Sus lágrimas, al caer al suelo, eran rojas, como la sangre. Ella llamaba a su bebé, o a alguien que la ayudara, pero nadie venía. Hasta que unos pasos la hicieron girarse y David apareció.

- ¿Dónde está mi bebé?

Le preguntaba ella cogiéndole de las solapas de su camisa. David la apartó asqueado y la agarró del brazo tirando de ella.

- Tú lo mataste idiota

- ¡No! ¡Tú me obligaste!

- Y tú no me paraste

- Olvídate ya de eso Prim. Tienes trabajo que hacer

David tiró aún más de ella, haciéndole daño en sus muñecas. La escena cambió y ahora caminaban por un largo pasillo plagado de puertas. Lidia reconoció al instante donde estaba y un ramalazo de pánico la atravesó por todo el cuerpo.

- ¡No! ¡No! -le decía ella resistiéndose. No quería volver a entrar ahí. No quería hacerlo de nuevo

- Oh sí. Lo harás. Y lo harás muy bien para que no sospeche. Quiero verlo disfrutar, que a ti eso se te da muy bien

David la llevó a rastras hasta la puerta de una de las habitaciones. El número 505. La abrió sin hacer caso a sus protestas y la lanzó dentro de la habitación. Dentro todo estaba en penumbra, hasta que la luz de una lamparilla lo iluminó todo.

Y ahí estaba él, como en aquella maldita ocasión. Mirándola como un depredador mira a su presa. Ella tembló de nuevo. Las lágrimas inundando sus mejillas. El miedo aún en su cuerpo.

Él le dijo que sólo sería una sola vez. Que su futuro dependía de ella. Tenía que ayudarlo, y esta era la mejor forma de hacerlo. Le prometió que él sería bueno con ella y que la trataría bien, pero al cerrarse esa puerta, su dignidad se quedó en ese pasillo y ese hombre llevó a cabo con ella, sus más bajos instintos.

Y el problema fue, que ella tuvo que acceder a todos sus deseos.

- Lidia, gatita, que bueno que volvamos a vernos

Él se acercó a ella con un cinturón en sus manos y una diabólica sonrisa en su boca. Ella retrocedió hacia atrás hasta chocar con una pared.

- ¡No! ¡No! ¡No me toques!

- ¡Lidia! Despierta. Despierta. Es solo una pesadilla

Los brazos de Marcos la acunaron mientras ella despertaba y admitía que si, que era una pesadilla y que Marcos si que era real. Se agarró a él como si fuera un salvavidas y cayó rendida. Lloraba por ese sueño. Uno que había sido muy real y que fue la peor experiencia de su vida, y que encima David lo utilizaba en su propio beneficio.

- ¿Estás bien?

Los dedos de Marcos le borraron las lágrimas con mucho cuidado. Ella intentó sonreírle, pero no podía. Así que, besó sus labios. Necesitaba sentirlo. Sentir que él sí era real. Que estaba con ella porque quería.

Marcos correspondió a ese beso con todas sus ganas. Sabía que ella lo necesitaba. Dejó que Lidia tomara el control y que llevara la iniciativa.

- Necesito no pensar Marcos. Te necesito a ti

El rubio no se la pensó. Tomó su boca de nuevo y la tumbó en la cama. Sus dedos repasaron cada centímetro de su piel y besó todo su cuerpo.

Se desnudaron uno al otro con prisa, deseosos de estar juntos. Cuando Marcos se hundió en ella, los gemidos que salían de la boca de Lidia fueron callados por los besos del joven jugador Atlético. Ambos dieron todo el uno del otro en ese encuentro que los dejó sintiendo que una parte de ambos, se quedaba en la del otro. Y cuando llegaron juntos al orgasmo y terminaron abrazados tras el encuentro, ambos entendieron que ahora si que no había marcha atrás.

Eran amantes.

Y tendrían que asumir cada uno, las consecuencias de sus actos.

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