17. Tú me haces sentir que puedo volar
Serán los nervios, pero Lidia y yo apenas hemos hablado desde que salimos de la discoteca. En el taxi le cogí la mano y hemos venido todo el camino hasta mi casa así, con nuestros dedos entrelazados. Me da la sensación de que a lo mejor se está arrepintiendo.
Y si es así, no me importa. Yo lo único que quiero es que ella se sienta bien conmigo, que este cómoda, segura. Sólo eso. Abro la puerta de casa y la dejo que pase. Entro yo también y cierro cuando lo hago. Lidia se queda en el descansillo mirándome.
- ¿Puedo ir al baño? -me pregunta apretando los labios nerviosa
- Claro. Puedes usar el de arriba de mi dormitorio
- Gracias
Lidia sube las escaleras en dirección a mi cuarto. Me llevo las manos a la cabeza y resoplo. Subo yo también siguiéndola. Ella entra y yo mientras me quito los zapatos y los dejo en un rincón. Me siento en el borde de mi cama con mis manos en el colchón. Miro hacia el techo pensando en que si acabamos acostándonos, ya no hay vuelta atrás, y si, seremos amantes. Y tengo que convencerme que tendré que compartirla con ese pedazo de hijo de puta que es David, y no puedo evitar sentir rabia cada vez que me acuerdo de que está con él. No sé si voy a poder soportar pensar que él la toque.
Lidia sale del baño y se queda mirándome. Su gesto es serio. Se acerca a mi y se sienta encima mía. Pone sus piernas a ambos lados de mis caderas y entrelaza sus manos por detrás de mi cuello. Llevo mis manos a su cintura y alzo mi cabeza para mirarnos.
- David y yo ya no...ya no nos vamos a acostar nunca más... -miro a Lidia mientras me lo dice. Me quedo sorprendido porque no esperaba algo así- nuestra relación es complicada y...yo no quiero estar más con él así...
- No tenías porque contármelo Lidia -sus manos acarician mi pelo haciendo que sienta un agradable cosquilleo por mi cuello. Las mías tocan su espalda trazando ligeras caricias. Y si, siento alivio, mucho alivio
- Necesito que sepas que sólo voy a estar contigo y con nadie más que contigo
Nos miramos durante segundos. Una de mis manos acaricia su mejilla, su pequeña nariz con esas pequitas que me vuelven loco, sus carnosos labios. Llevo mi mano hacia su cuello y la atraigo hacia mi para besarla. Tiene unos labios muy dulces. Son suaves y muy delicados. Muevo mis labios contra los suyos disfrutando de cada centímetro de estos, de como la suavidad de su boca hace que todo mi cuerpo esté revolucionado. La punta de su lengua roza mi labio superior y yo abro mi boca para que la mía busque la suya y se puedan lamer y tocar.
Sus besos húmedos me enloquecen. Sus dedos en mi cuello que acarician mi pelo me hacen perder la cordura. Con mucho cuidado, giro mi cuerpo y pongo a Lidia encima de mi cama. Nos miramos a los ojos perdidos en nuestras miradas. Ella acaricia con suavidad mis mejillas. Solo un roce de sus dedos hace que me estremezca de nuevo. Nunca he sentido nada así, nada tan tierno y tan dulce.
Lidia baja sus manos hasta el borde de mi jersey y me lo va subiendo poco a poco. La ayudo a deshacerme de el y me coloco de tal manera que podamos estar cómodos los dos. Ella va dejando con la yema de sus dedos un rastro de fuego por toda mi piel, desde el cuello hasta el estómago. No puedo evitar soltar un jadeo de deseo por ella. La veo tragar saliva y como sus dedos llegan hasta el borde de mi pantalón para seguir bajando hacia abajo.
Llevo un rato empalmado. No lo he podido evitar. Estoy duro por su culpa. Por lo que ella me produce, por lo que me hace sentir. Lidia me acaricia por encima de la ropa y yo tengo que ahogar mis gemidos mordiéndome los labios. Hacía mucho tiempo que nadie me tocaba con la delicadeza con la que ella lo hace.
Me pongo en pie y me voy desabrochando los pantalones poco a poco mientras ella no aparta su mirada de mi. Los dejo en una de las sillas y me quito también los zapatos y los calcetines. Me acerco a ella y me siento en la cama. Lidia está apoyada sobre sus manos mientras me mira.
Mis dedos empiezan a acariciar sus muslos lentamente. Veo como se le eriza la piel con mi toque. Voy trazando círculos con suavidad hasta llegar a la parte de arriba de sus muslos. Rozo sus braguitas y ella suelta un jadeo que hace que me caliente aún más. Noto que sus bragas están empapadas. Y no sé porqué, pero me gusta que sea yo el causante de su humedad. Mis dedos la acarician por encima de sus bragas haciendo presión de arriba a abajo.
Lidia me mira con los ojos oscurecidos. La veo respirar y tragar saliva constantemente. Mis manos llegan hasta el borde sus braguitas y se las voy bajando lentamente. Las dejo por ahí y le subo el vestido. Mis dedos tocan ahora la piel desnuda de su sexo. Lidia se estremece con mi toque. Tengo los dedos empapados. Los muevo en círculos sobre su hinchado clítoris, voy bajando hasta alcanzar sus pliegues y su abertura. Lidia se deja caer en la cama gimiendo muy fuerte. La siento temblar entre mis dedos. Los muevo sin ninguna prisa disfrutando de cada gemido. Siento como aprieta los muslos. Y sé que va a venirse, lo sé.
- ¡Marcos! ¡Oh, Marcos! -Lidia jadea mi nombre varias veces. Muevo mis dedos sólo un poco más rápido y ella se corre. Sus piernas tiemblan con los espasmos del orgasmo. Se lleva la mano a la boca y la veo morderse
- No te reprimas, Lidia. Grita todo lo que quieras
Ella se quita la mano de la boca y grita mi nombre bastante fuerte mientras termina de correrse. La siento respirar con dificultad y como vuelve a llevarse las manos a la cara. Bajo mi boca y le doy un pequeño beso justo encima de su clítoris. Me incorporo y la veo mirarme muy sonriente.
- Deberías verte la cara ahora mismo Lidia
- Es que ha sido...increíble Marcos -me acerco a ella para hablarle en el oído
- Pues sólo acabo de empezar, te espera una noche muy larga -le digo para besarla a continuación. Su lengua esta vez busca la mía con más ardor, con más prisa. Lidia me devora entera, y eso hace que mi polla se mueva ya bastante ansiosa.
Me incorporo y voy hacia el cajón de mi mesita de noche donde hay preservativos. Miro la fecha de caducidad, porque si, están ahí y hace tiempo que no los uso. Por suerte, tengo un año para gastarlos.
Me doy la vuelta y Lidia está quitándose el vestido. Se mueve hasta ponerse en el centro de la cama y se quita también el sujetador. Dios, tiene unos pechos preciosos. No son ni demasiado grandes, ni demasiado pequeños. Son perfectos. Me quito el boxer y me llevo la mano hasta mi pene. No hace falta ni que me toque, ya estoy bastante duro. Rasgo el envoltorio y saco el preservativo para ponérmelo. Miro a Lidia porque tengo que convencerme de que esto no es un sueño y de que ella está de verdad en mi cama.
Me arrodillo en la cama y me pongo entre sus piernas. Lidia las abre para que pueda acomodarme bien. Me tumbo con cuidado encima de ella y pongo mis brazos a ambos lados de su cabeza. Nos miramos a los ojos y la veo sonreír muchísimo.
- Eres preciosa, Lidia, preciosa. Quiero besar cada centímetro de tu cuerpo hasta aprendérmelo de memoria
- Estoy deseando que lo hagas Marcos -la mano de Lidia va hacia mi mejilla y la acaricia con suavidad
- Después. Ahora lo único que quiero es estar dentro de ti, porque llevo tanto tiempo deseándote que ya no puedo aguantar más
- Pues estás tardando Llorente -me dice Lidia besando mis labios.
Me dejo besar por ella sintiendo como su lengua barre mis labios. Me llevo las manos a mi pene y lo agarro para colocarlo en su entrada. Voy entrando muy despacio en ella haciendo verdaderos esfuerzos por no hundirme de golpe en ella.
Quiero que disfrute, quiero que vuelva a sonreír como lo ha hecho antes y sobre todo quiero que se olvide del mundo y piense solo en nosotros dos aquí y ahora. La lleno por completo y Lidia cierra los ojos soltando un gemido que hace que me excite aún más. Bajo mi cabeza y beso su cuello dejando que mi lengua la acaricie. Ella se estremece y no deja de jadear cada vez que entro y salgo de su interior.
Dios. Esto se siente mejor de lo que pensaba. Es increíble estar dentro de ella, es el puto paraíso. Tengo que apoyarme en mis codos para que mis labios puedan alcanzar sus pechos y besarlos y lamerlos uno por uno. Sus pezones estás muy duros y cuando me llevo uno a la boca gimo extasiado. Lidia se arquea cuando mi lengua los lame y siento como me aprieta el pene y tiembla debajo de mi. Alzo mis ojos y la veo sonreír mientras me mira.
- ¡Marcos! Voy a ...
La callo con un beso haciendo que mi lengua se mueva dentro de su boca. Lidia se agarra a mis hombros y siento como me clava las uñas corriéndose con fuerza. Me separo de ella porque quiero ver su cara mientras se corre. Y por dios si no estoy a punto de hacerlo yo también cuando la escucho gemir mi nombre mientras me mira sonriendo.
Lidia es una puta visión. Sus labios hinchados, su mejillas sonrosadas, su cara de felicidad. Así que me muevo un poco más y no puedo evitarlo, me corro yo también. Echo mi cabeza hacia atrás sintiendo como me vengo, como me corro con ella y la miro, la miro yo también porque su cara y su sonrisa me están volviendo loco. Termino de correrme y apoyo mi frente en la de ella. Lidia acaricia mi cara con mucha suavidad.
- ¿Estás bien Lidia? -le pregunto mirándola a los ojos
- Estoy de maravilla. Estoy deseando hacerlo otra vez -me dice susurrando en mi oido
- Te dije que iba a ser una noche muy larga. Ahora que estás en mi cama no pienso dejarte marchar hasta que sea de día
⚽ Por la mañana ⚽
Abro mis ojos como todos los días. Miro el reloj que hay en mi mesita de noche y me sorprendo. Son las 11 de la mañana. Me rio porque nunca había dormido hasta tan tarde. Aunque bueno, teniendo en cuenta que la última vez que Lidia y yo hicimos el amor estaba empezando a amanecer, como que no me extraña.
Me doy la vuelta en la cama y está vacía. Me incorporo con rapidez intentando no entrar en pánico. Me pongo mi camiseta y las zapatillas y respiro algo aliviado al ver que la ropa de Lidia está todavía encima del sillón. Salgo del cuarto y cruzo el pasillo bajando las escaleras, cuando un deliciosa aroma me llega desde la cocina. Entro por la puerta y lo que veo me hace sonreír. Lidia está delante de la vitrocerámica. Tiene una sarten puesta en el fuego y está muy concentrada con una espátula en la mano.
Me recreo mirándola. Lleva puesta una de mis camisetas que le queda justo por debajo del culo. En los pies unos calcetines azules. Trago saliva de ver lo preciosa que está recién levantada con todo su pelo suelto.
- Buenos días -le digo acercándome más a ella
- ¡Buenos días! -Lidia se da la vuelta y se agarra a mi cuello para besar mis labios con un increíble beso de buenos días. Me entretengo besándola durante unos cuantos segundos hasta que ella se separa- ¡las tortitas!
Lidia se da la vuelta y la veo trastear en la sartén. Coge una de las tortitas y las pone en un plato. Echa más masa y se dispone a hacer otra. Pongo mis manos en su cintura y le aparto el pelo del cuello para darle pequeños besos en el.
- Estaba haciendo el desayuno -me dice mientras siento como su piel se pone de gallina con cada uno de mis besos
- Me encantan las tortitas, aunque si te digo la verdad, prefiero empezar desayunando otra cosa -Lidia le da la vuelta a la tortita y yo subo subo mis manos para acariciar sus pechos por encima de su camiseta. Ella suelta un jadeo y se pega más a mi. Saca la tortita y la pone en un plato y apaga la vitrocerámica.
- ¿Y tú que quieres desayunar entonces? -me pregunta dándose la vuelta
- A ti
Nuestras bocas están una encima de la otra en cuestión de segundos besándose con muchas ansías. Bajo mis manos y la alzo de las caderas llevándola hacia la encimera donde la siento colocándome entre sus piernas. En cuanto miró sus hermosos ojos marrones me doy cuenta de que estoy totalmente perdido en ella.
Me acerco a Lidia y quiero rozarle los labios despacio, pero no puedo, porque como ya he dicho antes, es mi perdición. Mi lengua entra en su boca escuchando como se le escapa un jadeo que hace que me excite. Mis manos se cuelan por debajo de su camiseta tocando sus pechos desnudos cuyos pezones están ya bastante duros.
- Me encantaría poder hacerlo sin sentir nada, sólo tu piel y la mía. Nunca lo he hecho con nadie y quiero que tú seas la primera -le digo apoyando mi frente en la suya
- A mi también me gustaría, pero...prefiero antes hacerme análisis Marcos. Sé que parece una tontería, pero no me fio de David, ¿vale? -Lidia baja su mirada apenada. Pongo mis dedos en su barbilla y se la levanto
- Vale. Te entiendo preciosa
Voy a besarla de nuevo cuando el sonido de un teléfono nos interrumpe. Ella frunce el ceño y me mira.
- Es el mío -me dice fastidiada alargando su mano para cogerlo. Cuando ve la pantalla tuerce el gesto- es él. Ya me ha llamado 5 veces esta mañana
- Pues cógelo. Cuanto más tardes en cogerlo, peor será -le digo apartándome de ella. Lidia resopla y descuelga el teléfono. Intento apartarme de ella pero me coge de la mano para que no lo haga.
- ¿Dónde coño estás Prim? -le pregunta él con voz de cabreado
- Me quedé a dormir en casa de una amiga -le responde ella mordiéndose los labios
- ¿De qué amiga? -aprieto mis labios mordiéndomelos porque este control que tiene sobre ella no me gusta nada
- De una amiga, David. ¡Qué más te da!
- Anoche te vieron salir con Marcos Llorente de "La fábrica"...fuí muy claro con respecto a eso Prim, ¿o no lo recuerdas? -la cara de Lidia es un poema. Alza sus ojos y me mira con una expresión dificil de entender. Suelta mi mano y se baja de la encimera pasando a mi lado para salir de la cocina
- Me llevó a casa, sólo eso...
Apoyo mis brazos en la encimera apretándolos con fuerza. La oigo discutir en el comedor y tengo que aguantarme las ganas de ir y quitarle el teléfono y mandar al otro a tomar por culo. Pero luego pienso, que esto es lo que hay. Que cuando he tomado la decisión de acostarme con ella sabía que esto podía pasar. Pero no deja de molestarme, sobre todo porque veo que no la trata bien y que aunque ya no se acuesten juntos, el otro es un puto celoso que se acuesta con toda la que pilla sin importarle su propia novia.
Lidia entra en la cocina con el semblante serio. Veo que se le han escapado algunas lágrimas y me duele verla así.
- Tengo que irme Marcos
- No tienes porqué hacerlo -le digo dándome la vuelta cruzándome de brazos. Estoy cabreado, muy cabreado
- Si, tengo que hacerlo
- ¿Siempre vas a salir corriendo cada vez que él te lo diga?
- Marcos...a veces tendré que hacerlo, y esta vez es una de ellas... -Lidia aprieta sus labios y yo lo único que quiero es abrazarla y borrarle las lágrimas que ese hijo de puta le ha hecho derramar- ya te dije que que era complicado, te lo advertí...
- ¡Ya lo sé, joder! -Lidia pega un respingo cuando me oye gritar y se endereza. Ahora me siento mal por haberle gritado- lo siento, siento haberte gritado. Pero el que sepa lo que hay, no quiere decir que me importe menos... De verdad que lo intento Lidia, te lo juro, pero cada día entiendo menos que haces con él...
Lidia se queda callada y siento como traga saliva nerviosa.
- ¿Por qué? -le pregunto acercándome más a ella. Su ojos se clavan en los míos mirándonos los dos como dos almas perdidas
- ¿Porqué qué?
- ¿Porqué estás con él? Y no me digas que es complicado, porque como excusa ya me está hartando ¿sabes?
- Pues mira Marcos, no es ninguna excusa, es lo que hay, como tú bien has dicho
- Pues no me gusta, que quieres que te diga
- Pues lo siento, pero... -Lidia alza sus hombros y suspira con fuerza
- Bien
Nos quedamos los dos en silencio sin saber ya que decir.
- Bien. Creo que será mejor que me vaya -me dice ella dándose la vuelta
- Si, será mejor
Lidia sube las escaleras con rapidez sin ni siquiera mirarme. Me doy la vuelta y vuelvo a la cocina llevándome las manos a la cabeza y tremendamente cabreado. Puto David. No se la merece, para nada. Y está claro que la tiene sometida y hace con ella lo que quiere. Y por mucho que estar en sus brazos haya sido el paraíso, y que estoy seguro de que nunca voy a volver a sentir por nadie lo que he sentido por ella, creo que yo no voy a poder aguantar que estemos así. Pendientes de una llamada para que salga corriendo hacia él, escondiéndonos, sintiéndome como...no sé...
La escucho bajar los escalones y abrir la puerta sin ni siquiera despedirse. Miro las tortitas que descansan en el plato y de un manotazo las tiro haciendo que el plato se estrelle contra el suelo.
Y entonces, sólo entonces me doy cuenta de que quizás me estoy comportando como lo que no quería ser con ella, un puto celoso y un controlador.
Porque ella no se merece eso.
Por lo menos no de mi.
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