La valentía no sirve.
Entré a casa, ni mi mamá ni mi hermano estaban despiertos, mejor para mí; no quería que me regañaran a estas alturas de la madrugada, en especial, después de haber bailado hasta el cansancio esta larga noche.
Subí rápidamente con sagacidad a mi habitación.
Cuando llegué, noté que algunas cosas no estaban en su lugar. Algunos libros que tenían que estar en la mesa de leer, estaban cercanos a una silla aparta de todo; mi armario en vez de estar cerrado, estaba abierto con un vestido derrumbado en el suelo; y varios objetos más, estaban donde no tenían que estar.
«¿Qué habrá pasado aquí?» —especulé mientras me tomaba una pastilla para el dolor de cabeza.
Muy cansado se hallaba mi cuerpo como para realizar pequeñas hipótesis y llegar a alguna conclusión, así que prefirió dejar las cosas como las encontró, para que así, al despertarme, recordar que mi alrededor estaba hecho un caos.
Sin más demora, decidí acostarme. Necesitaba dormir, y, con mayor razón, descansar.
•
Al abrir mis ojos me percaté que no me encontraba en mi dormitorio, menos, en mi casa; y, por si fuera poco, no sabía el lugar exacto donde me situaba.
Un sótano muy bien cuidado me albergaba. A lo lejos localicé una puerta, me encaminé hacia ella, y cuando intenté abrirla, el seguro no dejó.
Reconocí que al otro lado de la habitación me hablaron.
—Tranquila, no te haré daño —entendí. Aquella voz tenía algún efecto electrónico que hacía que se modificara, por lo que era difícil comprender lo que pretendía transmitir.
Esa frase me preocupó.
Giré con agudeza hacia donde provenía el sonido. Acto seguido, con valentía, me fui acercando a un resguardo del recinto.
No veía con lucidez justo esa esquina. Extrañamente ese pequeño sitio era el único que no estaba alumbrado; oscuridad absoluta lo describía.
Una gota de sudor recorrió mi frente.
Insignificantes pasos me faltaban para llegar, hasta que sentí el peor escalofrío de toda mi vida al escucharle pronunciar:
—No te acerques más, no creo que quieras fallecer ahora, queridísima amiga.
En seguida, frené en seco. Y en vez de seguir avanzando, hice lo contrario: me retiré. Yendo a una de las otras esquinas del sótano.
Al poco tiempo de estar allí, estaba cansada de sentirme tan cohibida, y a su vez, analizada, amenazada, y con las venas cargadas de impotencia. Impotencia la cual tenía por no poder hacer nada al respecto sin antes pensar que lo que hiciera, probablemente, sería la última acción de mi existencia.
Así que tomé fuerzas, me paré firme y sin envergadura alguna fui donde ese ser.
Cada vez estaba más cerca, cada vez mi miedo era mayor, pero eso no significaba que me iba a rendir, no.
Por lo menos esta vez no iba a ser de esa manera.
—Estás loca. No sabes lo que haces. Deberías pensar mejor las cosas —amenazaba a cada paso que daba—. Estás muy cerca, ¿pero sabes qué? No interesa, éste es tu final —concluyó luego de una infecunda pausa.
«¡No lo aguanto más!».
—Sé que es un sueño —respondí con brusquedad—, así que no importa lo que pase aquí ya que allá afuera, en la vida real, estaré a salvo de tus estulticias.
Y explotando de furor, me lancé sobre su cuerpo.
Pero no sirvió de nada.
Aquel salto sólo significó mi conclusión. Su machete me culminó el pecho ya que lo tenía apuntando hacia mí.
—Te lo dije, ten miedo de mí. La vida no es fácil, ni un sueño, ni mucho menos, color de rosa... La vida, es sólo, un campo de guerra. —Le oí reprenderme mientras mi cuerpo inerte conocía el verdadero significado de la muerte.
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Espero que les haya gustado el capítulo, por fin nuevamente, volví al misterio :$. Como siempre espero alguna estrellita de su parte y que compartan este queridísimos libro.
Los quiere,
GLPR ♥
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