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Colapso mental.

Fui directo a su cadáver y saqué de sus bolsillos las llaves de la libertad. Y con ellas a mi disposición, mi escape estaba más cerca.

Caminé por los pasillos con aire de victoria hasta llegar a la sala de la casa. Observé el cuerpo inerte de mi héroe Richard, y por última vez me senté a su lado para agradecerle.

A punto de levantarme se abrió frente a mí el portón de la entrada principal.

—Carajo —maldecí.

Nuestras miradas chocaron. Y mi pistola apuntó a la frente de Andrés. La afonía mezclada con algo de tensión se apoderaba de ambos.

Lo analicé segura ya estando de pie. No apetecía que mi plan se arruinara.

—¡No te muevas o disparo!

Se fue acercando.

—¡Qué no te muevas! ¡No me obligues a hacerlo!

—No serías capaz —bufó a menos de un metro de distancia.

Tenía razón, no era capaz de halar el gatillo, y me odiaba por eso. Es decir, era mi hermano, y si lo asesinaba acabaría con mi propia sangre.

Pero él no tenía el mismo concepto que mi persona.

Veloz me empujó haciéndome caer, soltando el arma de fuego que estaba a mi poder. Sin piedad él la hurtó; y como yo con John, no tuvo compasión y terminó con mi historia sin siquiera decir «adiós».

Todo era oscuro, negro, frío y apacible, pero no distinguía dónde me hallaba.

«¿Acaso éste será mi lugar de estadía para el resto de la eternidad?».

Entre la confusión mi oído derecho agudizó un anormal murmullo, ¿qué diablos podría ser?

Con cada segundo transcurrido el sonido aumentaba siendo más claro y conciso, hasta que, por fin, reconocí que alguien me hablaba; no era un sonido cualquiera.

—¿Eres tú, mamá? —musité incrédula mientras unas cuantas lágrimas recorrían mis mejillas.

—Así es hija mía.

—¿Dónde estoy? ¿Dónde estás? ¿Estamos juntas? ¿Por qué nos podemos comunicar?

—Detente pequeña, sé que tienes muchas preguntas, pero todo con calma.

Aprobé.

—Sabes que siempre deseo cuidarte y protegerte, supongo que eso lo tienes muy claro, linda. Por eso quiero advertirte de lo que pasará en unos cuántos días. —Se detuvo un instante—. La vida te dará otra oportunidad, y por eso te explicaré lo que pasa con lujo de detalles, ¿comprendido?

—Comprendido.

—Lo que acabaste de experimentar se volverá real si no cambias su camino. Ni Andrés ni John son lo que aparentar ser, ellos te quieren lastimar y odiaría que eso pasara. No quiero que sufras, y saber que no lo impediría me destrozaría por completo. Así que por eso te lo advierto de una vez.

—Sí, pero... ¿Qué quieres que haga?

—Es simple, hijita mía. Sólo quiero que despiertes, te alejes de ellos en su totalidad y también de Richard. Construye tu vida desde cero. Anhelo que seas feliz, y que aún no sea tu fin, y menos de esta forma. Desearía estar de nuevo a tu lado, pero hay que aguardar. Y aunque me toque esperar por ti 5, 10, 30 años o más, lo haré.

—¿Por qué me dices esto?

—Porque volveremos a estar juntas, pero eso sí, primero quiero que disfrutes tu vida terrenal al máximo. No como yo, que no fui capaz, que fui tan mala madre y te hice sentir de lo peor hasta el día de mi muerte. Todo lo que me decías el día de mi velorio, lo arrepentida que estabas me hizo cambiar, y sí, sé que fue algo tarde, pero eso no impide que no te ansío proteger como el tesoro que eres, porque, aunque esté aquí, siempre lo querré.

—Mami, no digas eso. Yo también fui mala contigo, estaba lejos de ser una hija ejemplar. —Mi voz se cortaba demasiado, obstaculizando poder hablarle lúcido—. Sólo quiero que estés tranquila, no pienses que fuiste la peor madre; acepto que tuviste tus errores, pero nadie es perfecto. Te suplico que dejes de creer que tú fuiste el error.

—Ay hija, si fuera posible estaría ahí contigo, abrazándote y secándote esas lágrimas, pero no puedo. Sólo acuérdate siempre que desde aquí te estaré vigilando y deseando lo mejor. Y aunque no esté presente físicamente, estaré en tu corazón.

—Te amo mami.

—Yo también te amo, adiós Emmy.

—¿Adiós? No, no me quiero despedir aún. No quiero que te vayas.

Silencio.

—¿Mami? ¿Mami? ¡¿Mamá?!

Mis oídos ya no escuchaban ese silencio eterno y abrupto, no. Ahora mis tímpanos se llenaban de los ruidos comunes de la ciudad: bocinas, gritos, motores...

Fui abriendo con pesadez los ojos. Al principio mi entorno era borroso, pero con el pasar del tiempo se iba volviendo nítido.

—¿Qué carajos? —expresé sorprendida por el lugar en que yacía.

—¡No puede ser! ¡Por fin despertó! —gritó entusiasmado alguien a mi lado—. ¡Doctores! ¡Enfermeras! ¡Vengan rápido, por favor!

—¡Te dije que iba a recobrarse tarde que temprano! ¡Les avisaré a todos! —manifestó alguien más.

Con pánico, detallé al par de personas que me acompañaban tan alegres. Ese miedo desapareció al identificarlas... ¡Salomé y Betty estaban aquí!

Les sonreí con debilidad demostrándoles que estaba bien, que estaba mejor. Aunque bueno, precisamente no era así ya que varios cuestionamientos giraban en mi cerebro... «¿Qué estaba pasando? ¿Por qué estaba aquí? ¿Por qué estaban tan felices?», entre otras.

—No lo puedo creer, ya estás despierta —articuló el doctor al verme—. ¿Puedes oírme?

—S-sí —respondí con ahogo. Tanto mi cuerpo como mi mente aún seguían aturdidos.

—Emmy, no sabes los felices que estamos de que estés bien. Pensé que no volverías a estar consciente. —Se sinceró Betty.

—¿Po-por qué lo dices?

—Aguarden. Es mejor que no saturemos a la paciente con diversa información, ¿sí? Mejor la examinaré para saber cuándo darle de alta. Y ya cuando no esté hospitalizada, hay si les permito que la actualicen, pero por el momento no —ordenó el Dr. Scott.

Asentimos todas a la vez.

Lo que pasó después de eso no fue tan relevante. El médico salió de la habitación brindándole paso a una enferma para aplicarme suero.

Mis brazos todavía tenían cicatrices de mis moribundas cortadas: Mala decisión.

Cuando la ayudante se retiró, me quedé hablando con mis amigas de temas insignificantes. Con cada frase me sorprendían debido a que casi no me acordaba de sucesos, pero gracias a ellas, mi memoria retornaba paulatinamente.

—Es hora de irnos, ya es tarde y nuestra familia nos espera. ¿Estarás bien? —preguntó Salomé.

—Lo estaré.

—Si pasa algo o lo necesitas no dudes llamar a las enfermeras. Te queremos Emmy —culminó mi otra amiga.

Con abatimiento nos despedimos de beso en la mejilla, y partieron del hospital.

Tardé poco para sentir con fervor el cansancio de este largo día. Mis párpados pesaban más que de costumbre, mi cuerpo parecía desfallecido, y mi cerebro no ambicionaba continuar trabajando. Exhalé por última vez y me dormí.

—Buenos días señorita Hugsong.

—Buenos días Dr. Scott.

—Lo mejor es que inmediatamente que te alimentes me acompañes a hacerte unos análisis para conocer a fondo tu estado clínico. Luego irás donde el psicólogo para saber si tuviste algún colapso mental, ¿vale?

—Vale.

Una enfermera ingresó y me brindó el desayuno; lo consumí con impaciencia. Las respuestas llegarían tarde que temprano, con calma o con precipitación... y yo quería la segunda opción.

Al terminar avisé acosadoramente al médico. Y no es que fuera intensa, sólo anhelaba entender a fondo lo que ocurría.

—Eres rápida para comer, aunque bueno, después de todo el tiempo que pasó, no estaría sorprendido de eso —-dijo auxiliándome a levantarme de la cama.

—¿Cómo así? ¿Cuánto tiempo estuve aquí? —demandé incierta.

—¿Lista para la verdad?

—Lista.

______________

Sólo faltan 5 capítulos para el gran FINAL. :O

Hola hermosuras u.u Espero que les haya gustado el capítulo como siempre 7u7 a mí personalmente me encantó. <3

Como siempre espero su apoyo con un voto *estrellita*, un comentario, que sigan con la novela hasta el final y que lo compartan con sus personas del alma. :3

Los quiere,

GLPR. ❤

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