CAPÍTULO 3
Ya había pasado cinco años desde que Clara había llegado a Denia, cada vez le gustaba más. Se sentía como en su verdadero hogar. Muy pocas veces se permitía el lujo de recordar lo que había dejado atrás. Tenía amigos, había tenido un par de novios pero la cosa no funcionó...un trabajo estable, Lex, un apartamento...¿Qué más se puede pedir?
Ese verano entró a trabajar un chico muy majo, llevaba el cabello con rastas, era un apasionado del surf y le gustaba disfrutar de la vida. Leo, que así se llamaba, atraía las miradas de todas las féminas.
Lex se volvió completamente loca por él, Clara no entendía esa obsesión de su amiga por Leo. Era cierto que era guapo y tenía magnetismo pero ella veía en él un niño grande. No un hombre. Pero el amor es así, cada día Leo y Lex se acercaban más, quedaban fuera del trabajo, ellos solos, hacían planes de fines de semana que no la incluían a ella y aunque se alegraba por su amiga, se sentía un poco desplazada.
Poco a poco Leo se fue introduciendo también en su apartamento, un día llevaba el cepillo de dientes, al día siguiente tenía un par de camisetas...se llevaban bien los tres...pero como dice el refrán: tres son multitud.
Clara sabía que tarde o temprano Leo se quedaría en casa con Lex, de forma permanente y ella tendría que buscar otro lugar en el que quedarse. Estaba pensando en trasladarse a un apartamento que rentaban cerca del pub, a dos calles de donde vivía actualmente. Esa tarde se decidió a llamar al dueño y quedó para visitarlo. El portero del edificio le daría las llaves del apartamento y se las volvería a dejar cuando lo viesen.. Quería que sus amigos la acompañasen para aconsejarla.
A la hora señalada Clara ya esperaba en el portal de lo que podría ser su nuevo edificio. Pero fue Leo quien vino, Lex había tenido que doblar turno en el pub porque el hijo de una de las compañeras enfermó y lo habían llevado al hospital.
Leo cogió las llaves, sonreía, siempre sonreía, subieron por las escaleras, era un segundo piso. Al entrar le gustó la luz que se filtraba por los grandes ventanales, olía un poco a cerrado, pero ventilando se podía solucionar. Miraron la cocina americana, que funcionasen todos los electrodomésticos. El salón era muy sencillo, tenía lo básico, un sofá con un estampado horroroso, un par de sillas y una mesa camilla de mimbre. La decoración era espantosa, pero con un par de cojines nuevos y unas cortinas bonitas...¡se podían hacer milagros! El baño estaba bastante bien, los grifos funcionaban y estaba limpio. La habitación era pequeña, había una ventana y debajo estaba situada la cama, sólo había un colchón que parecía en buen estado y un par de almohadas.
Tendría que comprar sábanas y un edredón. El armario era pequeño, pero ella no tenía mucha ropa, también había una mesita al lado de la cama con una lampara, le gustó, la pantalla de la lámpara estaba estampada con libélulas, su animal favorito. Se estaba imaginando la decoración, intentaría buscar ropa de cama con libélulas y mariposas. Quedaría precioso.
Estaba emocionada _¡Me gusta¡_ sonrió a Leo.
Él la miraba muy serio, ya no reía, con un tono de voz que le pareció más una orden que un consejo le dijo: _Sabes que no tienes porqué irte. Podemos vivir los tres perfectamente en casa.
Clara comenzó a ponerse nerviosa _No quiero molestar, vosotros necesitáis intimidad y yo, sobro allí. Leo se acercó demasiado a ella, sus cuerpos estaban pegados, juntos, nunca lo había tenido tan cerca. El tomó su rostro con sus manos y la besó, no fue un beso dulce, fue un beso duro, brusco, que le recordó a otros besos que creía ya olvidados.
Intentó apartarlo, separarlo, no podía, no sabía cómo él estaba encima de ella en la cama. Él le decía lo bonita que era, que cada día que la veía le gustaba más, que llevaba esos pijamas cortos para enloquecerlo, que ella lo provocaba con miradas y sonrisas.
Pero ella se negaba a escuchar, no era cierto. Ella siempre había respetado a Leo por ser el novio de Lex.
Allí, en aquella habitación Clara perdió la alegría, la confianza recuperada y se creyó indigna de nuevo. No podía mirar a Leo, no quería tener que recordar su cara, miles de lágrimas inundaban sus mejillas.
Volvió la cara hacia la lamparita con el estampado de libélulas y por unos minutos su mente voló con ellas.
Cuando Leo terminó la amenazó, decía que si se lo contaba a Lex vendría y la volvería a visitar. Lex no la creería, él contaría otra versión...ella ya sabía por experiencia que su amiga la despreciaría.
¿Cómo la creería si su propia madre no lo hizo? Leo volvió a sonreír, le dio las llaves al portero diciendo que les había gustado mucho el apartamento, que casi seguro que se lo quedaban.
Tenía que pensar, había pasado otra vez y no estaba preparada, debía de salir de allí, esto no podía volver a suceder.
Leo se fue al pub, y ella se encerró en su habitación, se lavó intentando que el agua eliminase su olor, la vergüenza y la humillación.
¿Por qué no gritó? Se había quedado paralizada, como una muerta en vida. El miedo y los recuerdos se adueñaron de su pensamiento.
Por primera vez, sintió miedo en su propia casa. Puso una silla debajo del pomo de la puerta y apenas durmió por la noche. Cada ruido que oía, creía que era Leo. Hacia las cuatro de la mañana, empaquetó todas sus cosas, no tenía mucho equipaje. Se llevaría lo imprescindible.
A la mañana siguiente se levantó, allí estaba sentado en el taburete de la cocina , no podía mirarle a la cara. Él se reía y hasta le había lanzado algún que otro guiño. Decidió que lo mejor sería salir de esa casa, se marchó diciendo que iría a mirar ropa y cosas para la nueva casa. Lex, ajena a todo lo que había ocurrido se ofreció a acompañarla, pero Clara rehusó su compañía. No podía mirarla. No podía.
Pasó la mañana en un ciber café, buscando lugares, apartamentos.
Debía huir de nuevo, lejos, dónde Leo no pudiese localizarla. Por su culpa tendría que dejar su vida y volver a comenzar. ¡Maldito Leo!.
Recordó un lugar, cuando era pequeña y su verdadero padre vivía habían ido varias veces de vacaciones a un pueblo cerca de León: Villamanín, era un pueblo turístico. Tenía muy buenos recuerdos de aquellos días. Lo buscó en internet y enseguida decidió el día y la hora del tren que la llevaría a su nueva vida. También buscó un hostal económico en el que se quedaría hasta encontrar un nuevo hogar.
Estaba más tranquila, había decidido su nuevo destino. Se dirigió al pub a trabajar, al terminar su turno habló con el dueño, le dijo que debía de irse, porque su madre estaba enferma.
Él lamentó mucho su marcha, era una buena trabajadora y aunque no le correspondía por no avisar con antelación, le dio una especie de indemnización. Sólo le pidió, le rogó, que no dijese a nadie que se iba, prefería ser ella la que informase a sus amigos de su marcha. Se despidieron y le deseó buena suerte.
Cuando salió del pub, fue como si una puerta se cerrase, una puerta buena, el trabajo le gustaba, la gente, el lugar, su jefe...pero ya no podía ser parte de aquello, todo había cambiado.
De camino a su casa compró dos botellas de vino, brindarían por su nueva casa. Cuando llegó Lex estaba en la ducha, ella entró en su habitación y cuando se estaba cambiando de ropa, Leo entró sin llamar, se estaba volviendo cada vez más atrevido. Tenía que pararle.
Se acercó a ella, la olio, acarició sus pechos y la besó, estaba contento, decía que pasaría a verla de vez en cuando.
Le daba asco estar cerca de él, pero intentó ocultar su repulsión.
Bebieron parte de la noche, brindaron por la amistad, Clara intentaba sobrevivir y eso haría, ya lo había hecho una vez...lo volvería a hacer. Cuando terminaron de beber y comer se despidieron hasta el día siguiente. Leo y Lex, trabajaban por la mañana en el pub, por eso quedaron por la tarde los tres para ayudarla con la mudanza.
Clara sabía que no estaría allí cuando llegasen, que Lex encontraría una carta muy parecida a la que encontró su madre años atrás.
Cuando la leyesen ella ya estaría muy lejos de la ira de Leo y de la decepción de Lex.
¿Qué pensáis de Leo?, votad y comentad...
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