Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

IX - Campanas de boda:


«Conservar algo que me ayude a recordarte, sería admitir que te puedo olvidar.»

William Shakespeare

Princesa Naira Angelov:

Me revolví incómoda y fatigada, peleando contra las frazadas que envolvían muy eficazmente mi cuerpo, como si intentasen aprisionarme y mantenerme cautiva en...

«¿Dónde estoy?»

Abrí los ojos bruscamente y me sorprendió encontrarme con el techo de mis aposentos, al campo de mi visión se asomaron tres cabezas que al principio no conseguí enfocar, aunque tras varios segundos, distinguí la morena cabellera de Nimelia, los profundos y pardos ojos de Fadia y la arrugada cara de Parisa.

«¿Qué hacen ellas aquí?, ¿no lo tenían prohibido?, ¿qué me estoy perdiendo?»

—Uauh... mirad la cara que está poniendo...—habló Fadia muy bajito mirándome fijamente, para después deslizar su vista a los rostros de sus otras dos compañeras— ¿creéis que volverá a desfallecer? —Preguntó entonces, manteniendo el mismo tono flojo.

—No puede ser, querida, hace ya un día que no le da la fiebre ni tiene convulsiones. —Renegó Parisa.

Nimelia ladeó la cabeza para después acercar mucho su cara a la mía, terminando por colocar nuestras frentes juntas. Se mantuvo así por un momento. Tras eso, y de forma repentina, esbozó una sonrisa pícara y gritó:

—¡Despierta, mi niña!

Me sobresalté por las voces que mi mejor amiga pegó, y me intenté apartar tanto de ella que, por un breve instante, agradecí estar uy bien envuelta entre las mantas ya que, si no hubiera sido así, me hubiera caído al suelo.

—¿Qué pasa, Nimelia? ¿por qué esas voces? —. Pregunté de repente, tras recobrarme del susto.

Mi amiga se irguió sobre sí misma y colocó un brazo sobre su cadera sonriendo tiernamente mientras me miraba.

—Me alegro de ver que abres los ojos y que puedes hablar. — Sus ojos se llenaron de lágrimas. —Esta vez creí que te perdía...

Yo la miré frunciendo el ceño. Sin comprender muy bien lo que me estaba diciendo.

Nimelia suspiró.

—Cuando el heredero de Mystica, el comandante Aodesma, vino a pedirnos ayuda estabas sudando, sangrando y helada. Nunca te había visto así, Naira...

Ante la mirada de tristeza de Nimelia luché contra mis músculos agarrotados y me elevé poniendo los codos sobre el colchón:

—Vamos, Nimelia, sabes que he salido de situaciones peor...—De repente, algo en mi cabeza hizo «clic» y empecé a buscarle el sentido a las anteriores palabras de mi amiga, pero no se lo encontraba, de hecho, no recordaba con exactitud nada de la noche que bajé de la atalaya y me adentré en el palacio. Y más aún, tampoco sabía qué estaban haciendo aquellas tres sirvientas en mi habitación cuando tenían completamente prohibido abandonar el primer piso y mucho más pisar mis aposentos. —Un momento, Nimelia, ¿el comandante Aodesma?, ¿quién es el comandante Aodesma? Y... ¿qué hacéis vosotras aquí?, ¿dónde está Zarelda?, ¿qué está pasando aquí? —Cogí un pequeño impulso con los brazos y quedé erguida sobre la cama. Me llevé los brazos a la cabeza.

Empecé a sentir cómo un dolor se acoplaba sobre mi cabeza en el momento que intenté hilar todos los acontecimientos que ocurrieron la noche anterior, siendo éste hecho imposible para mí. Lo último que recordaba era el frío que sentí al recorrer los jardines casi en cueros y el dolor por la cicatriz abierta por la caída. Un escalofrío recorrió mi columna vertebral y se agolpó en la base de mi cuello cuando un leve recuerdo que no llegaba a vislumbrar, proveniente éste de la inconsciencia, me susurró al oído con una voz que me hizo temblar. Conocía esa sensación.

Miré a Nimelia y entrecerré los ojos, intentando ver a través del dolor de cabeza.

—¿Tú fuiste quien me trajiste aquí anoche? —Intenté aclarar la niebla que oscurecía mis ideas.

Tanto Nimelia como las demás empezaron a mirarse entre ellas mientras extraños gestos se posaban en sus rostros.

—¿Anoche? —Parecía sorprendida.

—¿Era de mañana cuando me encontraste en la lavandería? —repuse con cierto disgusto.

No me agradaba la idea de haber pasado toda la madrugada en el frío suelo de mármol de la lavandería.

—Naira, desde el cumpleaños de tu hermanastra han pasado cuatro días. —Explicó Parisa en tono conciliador. Tranquila.

Solté todo el aire por la boca en cuanto escuché sobre sus palabras, en un intento desesperado para reír el absurdo comentario, sin embargo, nadie más lo hizo. Miré espantada a las demás allí presentes.

—¿Qué... qué ha pasado? —. Musité en voz baja, mirando a la nada.

—¿Qué es lo que recuerdas? —Habló la mayor.

Giré la cabeza hacia donde su voz provenía, sin mirarla.

—Que me hice daño. —Me encogí de hombros mientras hacía un mohín. Era incapaz de recordar nada, y cuando intentaba hacerlo, el dolor de mi cabeza se hacía mucho más fuerte.

El silencio ahondó en la habitación.

—Naira, yo no te encontré, de hecho, todos estábamos sirviendo en la fiesta. —Nimelia apretó los labios. —Fue el comandante Aodesma quien estaba buscando desesperadamente a alguien que le ayudara a sujetarte. —Mi amiga soltó una risita nerviosa. —No paraba de murmurar que su amigo te iba a provocar una hipotermia. — Se encogió de hombros. Entonces, continuó con su discurso. —Nos avisó de que te habían encontrado en los jardines desfallecida, que habías estado hablando con el él, el heredero de Mystica cuando caíste rendida por la fiebre, ¡imagínate, el heredero de Mystica, aquí!, nadie sabía que iba a venir... ¡y es un varón tan atractivo! —Hizo una pausa para aclararse la garganta y darse tiempo para pensar. Parisa le dio un leve codazo en la cintura, recriminándola— Si... entontes... dejó a su primero al mando ocupándose de ti mientras él iba a pedir ayuda, así que fui a recogerte junto a Vardan y Jafet. Y ahora viene lo verdaderamente importante... mientras nosotros te socorríamos... fue a pedirle tu mano en matrimonio a Madame Zarelda. —Asintió seria mi amiga.

Me quedé a cuadros y se me cortó la respiración.

—Y... ¿y qué dijo?

—Dijo que sí, Naira. —Respondió Parisa desconcertada. —De hecho, está preparando la boda.

No sabía qué pensar. Creía que mi plan sería un fracaso absoluto. Era un fracaso desde el mismo instante que empecé a maquinarlo, no tenía ninguna esperanza puesto en él, y, sin embargo, había dado sus frutos.

Las tres nos quedamos en silencio durante un par de minutos, hasta que Fadia decidió romperlo:

—Pues yo creo que la ha amenazado.

Nimelia, Parisa y yo nos reímos al instante. Fadia y se cruzó de brazos e hizo un mohín.

—Venga ya, decidme que no lo habéis pensado: «Escúcheme vos, Madame Zarelda, entrégueme la vagina virgen de su hijastra para que yo pueda hacer maravillas con ella, si no, tendrá vos que vérselas con mi ejército, que, por si no lo recuerda, es el mejor de todas las regiones de Rhodinthor.»

Las demás no parábamos de reír.

—¡Piénsalo, es mucho mayor que tú, y proviene de un reino en el que nunca, y no se sabe por qué, se han elegido a los reyes por descendencia porque nunca la han creado! —Dijo Fadia alzando la voz por encima del ruido—¡Venga, no es tan descabellado!

Y no sabía Fadia la razón que tenía.

...

Los siguientes días pasaron rápidamente:

>>Yo vagaba por los pasillos acompañada de mis amigos. De todos ellos. Vardan y Jafet incluidos, ya que, aunque ellos no tenían permitido entrar en los aposentos de una mujer, eso no los excluía de gozar de un glorioso periodo de descanso en el que mientras tanto, otros sirvientes se encargaban de sus tareas, aunque lo que me parecía más raro no era que los mucamos disfrutasen de vacaciones, sino que lo hiciese yo; el hecho de poder pasear por mi castillo sin nadie que me amedrentase por nada se me hacía inconcebible.

Todos estaban atareados y se movían de un lado a otro, preparando alguna especie de ceremonia para el anunciamiento de un compromiso que yo no recordaba haber estipulado, y aunque Nimelia se molestó en explicarme que mi madrastra, a pesar de haber aceptado, se encontraba molesta, no se había exhibido desde el día que me recuperé, y lo mismo pasaba con Everild. Quizás se encontraban juntas llorando los yerros que cometieron, los que las llevaron a no poder hacerse con el control de mi querida región, sin embargo, a pesar de que la vida parecía de alguna manera sonreírme, seguía sin poder fiarme del todo, estaba demasiado acostumbrada al fracaso. Algo iba a pasar. Algo grave.

No podía apartarme la siniestra idea de que, si Zarelda había aceptado mi compromiso, alguna oscura razón escondía tras ella; ¿quién era mi prometido misterioso, aquel desapareció cuando me vio desfallecer y no se había vuelto a mostrar ante mí?, ¿sería un conocido de Zarelda y por eso lo había aceptado?, ¿qué planes tendrían para conmigo?

>>Sin duda, algo horrible estaba a punto de acontecer, y confiaba en lo que mi instinto me repetía una y otra vez: que yo estaba metida en todo aquello. 


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro