Luna llena
Otra vez era el momento justo para llorar. La primera luna llena del otoño: cuando las bestias estaban iracundas.
Las ninfas del río suplicaban para que me libere. Él no hizo caso a sus plegarias. Me sacó de mi calvario como cada luna llena y me llevó a donde me capturó, ese sitio oscuro el cual había tenido mis peores pesadillas.
Frente a mí optó por su forma más espantosa, dedicándome una sonrisa de colmillos afilados. Se acercó a mí y aulló a su señora erizando todos mis cabellos. Tuve la valentía por luchar un poco y forcejeé mis cadenas. Él rió con su cavernosa voz y agarró mis hombros colocándose sobre mí.
—Eres la ofrenda que me hicieron esos bastardos.
En principio no lograba entender esa frase.
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