Hambre
El frío me llegaba hasta la médula. Mis ingles me dolían. Los brazos estaban cansados de estar sobre mi cabeza.
Mi mente solo repetía esa maldita frase:
Cuando la luna vuelva a ser de plata, volveremos a vernos...
Lo había pronunciado con ese típico ronroneo gutural que me hacía dar cosquillas y por algún animalesco deseo que aún no logro comprender, despertaba mis ansias de atraparlo entre mi cuerpo y la corteza de algún árbol y devorarlo entero.
Él me estaba corrompiendo con su oscura naturaleza y yo caía en sus encantos.
Pero lo peor de todo...
Es que lamentablemente me gustaba.
Y quería pronto llegar al fondo del abismo y perderme en sus ojos de mar de oro.
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