06. marshmallows & teddy bunnies
✹ CHAPTER SIX . . .
❝ marshmallows & teddy bunnies ❞
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A LA TARDE SIGUIENTE, Pip iba de camino hacia la cafetería en la que Ravi trabajaba casi todas las tardes como camarero. La chica había quedado con Katherine para que ellas dos le explicaran al joven Singh todo lo que habían descubierto en la fiesta Destroyer relacionado con el caso.
No había dejado de pensar en el mensaje anónimo que había recibido la noche anterior. Esa amenaza había disparado todas las alarmas, tanto de ella como de Katherine. Pero ninguna de ellas sabía que no sería la última.
Pasó por enfrente del mural en memoria de Andie Bell, y se quedó mirándolo durante unos segundos. Pensó en Katherine. La joven debía de estar sufriendo mucho con la investigación sobre el caso de la chica.
-Pip. -se escuchó una voz extrañamente familiar, y la nombrada se giró para encontrarse con unos ojos azules brillantes y cabello rubio.
Becca Bell.
-¿Sí? -respondió la castaña con una mezcla de confusión en su mirada, un poco intimidada por ella.
Seguramente la mediana de las Bell habría averiguado que ella había dado me gusta sin querer a un post de su cuenta de Instagram, pues la notificación igualmente le llegaría.
-Sé que lo hacéis mi hermana y tú. -espetó la rubia mirando fijamente a la joven Fitz-Amobi- Investigais el caso de Andie, ¿verdad?
Pip no respondió.
-Solo tengo una pregunta -añadió la rubia, pues el silencio de la menor le resolvió su duda-: ¿por qué?
El nudo que se había formado en la garganta de la ojiverde por fin pudo deshacerse.
-Primero, sé lo difícil que debe de ser...
-No, qué va. -la interrumpió Becca, y Pip tragó saliva- Ni siquiera sabes lo mal que lo está pasando Katherine con todo esto, así que no te creas que sabes lo que me ocurre a mí. Ni de lejos.
Pip miraba a la ojiazul fijamente, sin pestañear. Aquella chica la intimidada bastante, y no sabía el motivo. Pero ya se la había encontrado alguna que otra vez, como por ejemplo en el bosque. No tendría por qué sentirse intimidada.
-Su sonrisa está mal. ―señaló Becca con la mirada el mural de Andie― Tenía... Tenía un hoyuelo justo aquí. -informó la rubia de nuevo, en un tono de voz más calmado y amigable, antes de llevarse un dedo a la mejilla, muy cerca de la comisura de su labio.
Esbozó una sonrisa nostálgica.
-Solo intento averiguar la verdad, y créeme que Katherine también. -habló Pip, viendo cómo la rubia pasaba por su lado. Ella se giró para mirarla.
-Todos creen que lo hacen por el difunto, pero no. Es por ellos. -fue lo único que dijo la mediana de las hermanas Bell antes de alejarse.
Pip suspiró cuando hubo perdido de vista a la mayor, y emprendió de nuevo su camino hasta el pub donde Ravi trabajaba, sin poder quitarse de la cabeza la conversación con Becca.
La rubia tenía todo el derecho a estar enfadada con ella. Incluso podría estarlo con Katherine. Y Pip dedujo que, debido a la forma en la que Becca mencionaba el nombre de su hermana pequeña, había algo de rencor ahí.
La castaña llegó la primera a la cafetería y asomó la cabeza por la puerta del local. Allí vio a Ravi, detrás de la barra, esperándola tanto a ella como a Katherine. Aquello le extrañó a Pip, pues era raro que la pelinegra no estuviera allí todavía como acordaron.
Después recordó el mensaje anónimo, o mejor dicho, la amenaza. Se quedó mirando a Ravi y bajó la mirada. No quería ponerlo en peligro. Ya había sufrido y estaba sufriendo mucho con todo lo relacionado con Sal, y no quería incluirlo en eso también. No quería que el chico saliera herido por su culpa.
Luego pensó en Katherine, y el pensamiento fue el mismo o incluso más fuerte. Pero sabía que la joven Bell estaba igual o incluso más involucrada que ella en toda la investigación. Por eso el mensaje iba dirigido a ambas. Aunque quisiera protegerla, no podría hacerlo. La joven Fitz-Amobi y Katherine corrían el mismo peligro y no podía hacer nada para, al menos, intentar remediarlo.
Pip tragó saliva antes de marcharse del local, aunque Ravi la estuviera esperando tanto a ella como a Katherine en el interior. No podía arriesgarse a que le sucediera algo malo. Se lo contaría a Katherine y ella seguramente lo entendería. Siempre lo hacía.
Anduvo por las calles de Little Kilton hasta llegar a una cafetería. Ella era una clienta habitual en ese lugar, sobre todo los martes por la tarde, por lo que el dependiente enseguida la reconoció y, aunque le extrañó que Pip apareciera un domingo en vez de un martes, le preparó lo que siempre se pedía.
Pip se lo agradeció y se sentó en una de las mesas de la cafetería mientras esperaba a Katherine. Ya le había escrito a la chica y le había mandado la ubicación del local en el que ella se encontraba. Unos diez minutos después, la típica campanita que siempre hace un ruidito agudo cada vez que se entra a un local sonó.
Pip giró su cabeza para ver a Katherine, quien parecía no haber podido dormir absolutamente nada. Tenía infinitas ojeras en los ojos y los labios resecos.
-Hey. -saludó Pip a la chica, con una sonrisa amable.
-Hey. -saludó también Katherine, devolviéndole la sonrisa, para sentarse a la izquierda de ella- ¿Por qué has cambiado de planes? ¿Qué pasa?
-Lo siento, es que... he estado pensando en el mensaje anónimo de anoche.
-la sonrisa de la pelinegra decayó y Pip carraspeó- Katie, creo... creo que es mejor que Ravi no sea parte de la investigación, al menos que no esté tan involucrado como lo ha estado antes. Creo que ya tiene demasiados problemas con los que lidiar y pienso que es mejor no ponerlo en peligro.
-Oh. -fue lo único que salió de los labios de la chica, y se los relamió, pues seguía teniéndolos resecos. Se sorbió la nariz y Pip frunció el ceño ante eso- No te preocupes, entiendo perfectamente a lo que te refieres. Y tienes razón. Ravi no tiene por qué correr peligro. Y muchos menos por nuestra culpa.
-Gracias por entenderlo. -le sonrió la ojiverde levemente, y Katherine se frotó un puño en el ojo suavemente- Oye, ¿estás bien? No tienes muy buena cara.
-Gracias por el halago, Sargentita. -intentó bromear la pelinegra, pero al ver la expresión seria de Pip, borró su sonrisa- Estoy bien, tan solo me he resfriado un poco y no he podido dormir tanto como me hubiera gustado.
-¿Te has resfriado en verano? -preguntó Pip, confundida, y Katherine se tensó un poco- Si hacen más de treinta y seis grados.
-Los resfriados veraniegos existen, Pip. -le recordó Katherine de una forma un poco más brusca de lo normal, y suspiró para tranquilizarse- No es nada, de verdad, tan solo me he resfriado un poco por la noche. Me dejé la ventana abierta de mi habitación y por la noche la verdad es que hace bastante frío.
-¿Estás segura? -le preguntó la de pelo corto a su amiga, y esta asintió, esbozando una sonrisa que no le llegaba a los ojos cubiertos de ojeras.
-Creo que necesito un café con hielo. En cuanto me lo tome, estaré como nueva. -aseguró Katherine y tamborileó la mesa con sus manos. La de pelo largo se levantó de la silla para acercarse a la barra de la cafetería.
Pip observaba cómo Katherine pedía el café con el ceño fruncido. No sabía por qué, pero presentía que algo no iba bien con la chica. No podía explicarlo, pero sabía que mentía. La conocía, y algo le indicaba que no iba como debía ir. Y a Pip le preocupaba eso. Le preocupaba mucho el bienestar de Katherine.
Unos tres minutos después, la joven Bell volvió a la mesa para sentarse en la silla con el vaso de café en la mano. Pip le dedicó una fugaz sonrisa. Katherine le dio un sorbo a su bebida, y Pip hizo lo mismo, pues su café ya se había enfriado lo suficiente para beberlo.
Después de haberse tomado los cafés, Katherine y Pip acordaron llamar a Ravi para avisarle que no irían a la cafetería donde él se encontraba. Se sentían las peores amigas del mundo, aunque ellas dos sabían perfectamente que todo lo hacían por el bienestar del chico.
Dio varios tonos, hasta que contestó.
-Hola, Pip. Os he preparado a ti y a Katherine unos de mis cócteles favoritos sin alcohol. -se escuchó la voz del moreno desde el otro lado de la llamada, y ellas se sintieron muy culpables al escucharlo- Se llaman: «Pipsmopolitan» y «Katmopolitan». Es como un «Cosmopolitan», pero...
El menor de los Singh se calló de repente, seguramente al darse cuenta de que sólo estaba hablando él.
-¿Dónde narices estáis? -preguntó Ravi, un poco confundido.
Katherine y Pip se miraron, y la primera asintió levemente con la cabeza, dándole a entender a la castaña que empezara a responder a su pregunta.
―Lo siento, no vamos a poder ir hoy. ―dijo Pip con un tono de voz apagado― Queremos, de verdad que sí, pero... tanto a mi como a Katherine nos ha surgido algo.
―Eh, tranquilas, no os preocupéis. ―le restó importancia el chico y ambas lo agradecieron internamente― ¿Estáis bien?
―Sí, estamos bien. ―contestó Pip con la voz quebradiza.
―Tan solo nos ha surgido un problemita con la solicitud para Cambridge y tenemos que estar todo el día pendientes al ordenador. ―mintió la pelinegra usando un tono de voz más alegre, pues Pip parecía que iba a vomitar.
―No os preocupeis, llamadme cuando podais para hablarme sobre la Destroyer. ―tranquilizó Ravi a las chicas― Quiero una exclusiva.
―Gracias. ―agradeció la joven Fitz-Amobi con una mini sonrisa, y Katherine se mordió el labio para darle al botón de colgar.
Unos minutos después, Cara llegó a la cafetería donde las chicas se encontraban. Pip y Katherine habían contactado con ella para disculparse por haberla dejado plantada tanto a ella como a Lauren en la fiesta Destroyer.
―Y Lauren dijo que desaparecísteis en no se qué cueva con Dylan. ―terminó Cara de contar lo que recordaba sobre la fiesta.
―No fue nada.
―Nos marchamos a casa. ―corroboró Katherine la respuesta de Pip.
La de pelo corto entrelazó su mano con la de su mejor amiga, y Katherine volvió a pensar en Margot y en lo mucho que deseaba que estuviera allí también.
―Quiero saber qué pasó entre Ruby y tú. ―cambió Pip de tema, y Katherine volvió a asentir, estando de acuerdo.
Cara soltó una risa boba ―Bueno, pues... bailamos un rato, y nos besamos un rato, y fue...
Pero la chica se calló al ver la expresión de Pip. La última tragó saliva. Katherine la miró. Seguramente estaría recordando lo que ocurrió aquella noche, sobre todo cuando Dylan intentó abusar sexualmente de ella. Pero Pip sabía muy bien que Katherine había estado allí, junto a ella, protegiéndola.
Katherine miró a Cara para que cambiara de tema, y la morena pudo entender lo que quería decir.
―Luego fui a la pista de baile y Lauren estaba histérica porque habíais desaparecido y ni sabía dónde estábais y no contestabas a sus mensajes ―esto último lo dijo mirando a Pip, pues Katherine nunca ha querido tener el número de Lauren―, así que me... me sentí muy mal. Os dejé tiradas, y lo siento.
―No, fue culpa nuestra. ―negó Pip con la cabeza― Fuimos nosotras las que nos marchamos sin decir nada.
―¿Y qué pasó? ―preguntó Cara con curiosidad.
Katherine y Pip se miraron, dudando en si podían contarle la verdadera razón por la que habían ido a la fiesta. Pip asintió, y Katherine suspiró para aclararse la garganta.
―Fuimos a la fiesta para hablar con un hombre que conocía a mi hermana.
Las cejas de Cara salieron disparadas hacia arriba ―¿Un sospechoso?
―Sí. ―contestó Pip, y tras unos segundos volvió a hablar― Pasé miedo. Bueno, pasamos mucho miedo.
―¿Y qué? ¿Dijo algo?
―Sí. ―Katherine tragó saliva― Es que... normalmente sé qué hacer. Y Pip también. Y ahora mismo no sabes lo confusas que estamos.
Cara no decía nada, tan solo observaba a sus dos amigas, entendiendo a lo que se referían. Buscó la mano de Katherine, pues la de Pip ya la tenía agarrada, y entrelazó su mano con la de la joven Bell. La pelinegra le dedicó una sonrisa de agradecimiento.
Cara siempre estaría allí, tanto para lo bueno como para lo malo. Y eso era lo que Katherine apreciaba de la chica. Qué lástima que todo pudiera cambiar en tan corto período de tiempo.
―HOLA. ―Pip escuchó la voz proveniente de su madre en su habitación, pero le resultó muy lejana ya que no podía dejar de pensar en todo lo sucedido en la fiesta Destroyer― Hola, Pip. Hola. ¿Qué pasó anoche?
La joven Fitz-Amobi volvió a la realidad para mirar a su madre. Tenía ojeras, pues apenas había podido dormir la noche anterior, al igual que Katherine. Al pensar en ella en ese instante, se relajó un poco más de lo esperado.
―¿En qué sentido? ―preguntó la menor dejando el móvil sobre la cama.
―He hablado con Josh. Dice que tú le... acaparaste el edredón. ―comentó Leanne acercándose a su hija.
―Es que... no me apetecía dormir sola. ―se excusó ella.
―¿Puedo hablar contigo? ―preguntó la mujer.
―¿Sobre qué? ―preguntó Pip, confundida― Katherine y yo tenemos que practicar nuestra entrevista para Cambridge. Ahora me iba a llamar.
―Hablé con Elliot antes y me ha dicho que tanto tú como Katherine estais quedando con Ravi Singh. ―soltó la mujer de repente, y Pip supo que ya no había nada que hacer.
Salvo mentir.
―No, qué va.
―No me mientas. ―pidió su madre con seriedad.
―Es por el trabajo de clase.
―Me prometiste que no molestarías a esas familias. Lo de Katherine lo entiendo, pues no queda otra, pero sigue siendo una Bell. ―habló la mujer, y Pip se tensó de pies a cabeza.
¿Eso significaba que no volvería a ver a Katherine?
―En fin, Victor y yo lo hemos hablado y hemos decidido que no es un tema apropiado, así que... Elliot hablarán con vosotras el lunes para que Katherine y tú elijais otro y volvais a la literatura gótica. ―Pip alzó la mirada al escuchar eso, y ni siquiera tuvo el valor de responder― No te lo diré más. ¿Vale?
Pip no supo qué decir. Si le contestaba a su madre que eso no era justo, esta la castigaría. Y no quería eso. Así que solamente asintió.
―Vale.
―Vic está preparando su cordero con menta. ¿Quieres ayudarnos? ―preguntó Leanne, y su hija se encogió de hombros, dándole a entender que sí.
Nadie dijo nada más. La mujer salió de la habitación y Pip suspiró. Unos segundos después, la chica dirigió su mirada hacia la pizarra de detectives que tenía en la pared de su habitación.
Se levantó de la cama para acercarse a esta y obsevarla durante un tiempo. Acto seguido, agarró un rotulador negro y le quitó la tapa para empezar a escribir todo lo que Katherine y ella habían averiguado en la fiesta.
Puede que su madre le hubiera prohibido que su proyecto de investigación fuera sobre el caso de Andie Bell, pero no iban a dejar de investigarlo. No ahora. No mientras ellas siguieran con vida.
Una vez hubo terminado de escribir todo en su lugar correspondiente, se le vino una idea a la cabeza. Fue a por su móvil y marcó en sus contactos el nombre de la persona con la que quería contactar.
―Buenas noches, Sargentita. ―se escuchó la voz de Katherine desde el otro lado de la pantalla, y Pip sonrió inconscientemente.
―Buenas noches, Katie. ―saludó también la de ojos verdes― Oye, tengo que decirte varias cosas.
―Soy toda oídos.
―Eres idiota. ―espetó Pip con una sonrisa burlona― Bueno, lo primero es que mi madre me ha dicho que no podemos elegir el caso de tu hermana como tema para el proyecto de investigación. Así que tenemos que elegir el que habíamos pensado primero. Ya sabes, el de la Literatura Gótica y todo eso.
―Oh. Está bien, lo entiendo. No pasa nada. ―fue lo único que pudo decir la pelinegra― Pero seguiremos investigando el caso, ¿verdad?
―Obviamente. ―contestó Pip y casi pudo visualizar la sonrisa cómplice de la pelinegra a través de la llamada. Sonrió un poco ante eso― Y eso tiene que ver con lo que te voy a pedir.
―¿Qué necesitas, Sargentita? ―preguntó con un tono de voz bastante burlón― ¿Necesitas que te salve de un aterrorizante monstruo de tres cabezas? ¿De una cucaracha voladora?
―No, gracias. ―respondió Pip y Katherine soltó una risa― Necesito que nos cueles en tu casa.
Y, de repente, la risa de Katherine cesó. Todo se quedó en un silencio incómodo. Pip empezó a juguetear con su pelo corto, nerviosa.
―¿Qué?
―He dicho que me ayudes a...
―Sí, sí, eso lo he escuchado. Lo he escuchado nuy bien. ―contestó la joven Bell― Pero ¿por qué? ¿Por qué quieres que te ayude a colarte en mi casa?
―Sería mañana por la mañana. ―empezó a explicar la joven Fitz-Amobi― A ver, la razón por la que quiero ir a tu casa es por lo que nos dijo Howie anoche. Lo de que Andie tenía un conejito de peluche en el que dentro guardaba las drogas y el móvil de prepago. Y es bastante obvio que yo no puedo entrar sin tu ayuda.
Katherine no decía nada, seguramente estaría pensando en lo que decir a continuación.
―Es que... tenemos un problema.
Pip frunció el ceño ―¿A qué te refieres?
―No tengo llaves de casa.
―¿No tienes llaves de casa?
―Eso es lo que te acabo de decir.
―Sí, pero ¿por qué? ―preguntó Pip, confundida― Todo el mundo debería tener al menos una copia de las llaves de su casa por si ocurre alguna emergencia o algo por el estilo.
―Lo sé, lo sé. Pero... ―empezó a devir ella, pero suspiró pesadamente― Las perdí. Bueno, no las perdí, se me cayeron dentro del inodoro del baño.
―¿Dentro del inodoro del baño?
―Fue hace unos meses. Iba un poco mareada y me dolía mucho la cabeza porque unos imbéciles me habían golpeado al salir del instituto. ―Pip se percató del nerviosismo en el tono de voz de Katherine, como si estuviera mintiendo― Llegué a mi casa y fui al baño tan deprisa como pude, y me tropecé. Las llaves salieron volando y se metieron dentro del inodoro. No me di cuenta hasta después de vomitar y tirar de la cadena.
Pip escuchaba el relato de su amiga con atención. Pero no la creía. Sabía que estaba mintiendo. Había cosas que no cuadraban mucho. Pero no quiso entrometerse para nada en eso. Alguna buena razón tendría para mentir.
―Y mi padre se enfadó mucho. Me dijo que no volvería a tener ninguna copia de las llaves porque había sido muy irresponsable e inmadura. ―terminó Katherine de contar― Lo siento.
―No te preocupes, Katie, encontraremos la forma de entrar. ―tranquilizó Pip a la chica― Porque estás de acuerdo en todo lo que te he contado sobre el plan, ¿no?
―Sí, claro. Me apunto a resolver todo lo que tenga que ver con resolver el caso de mi hermana. ―aseguró la de ojos oscuros― ¿A qué hora vamos? Recuerda que tenemos la entrevista para Cambridge en el recreo.
―No te preocupes por eso, te prometo que llegaremos justo a tiempo para la entrevista. Voy a decirle a Ravi que se reuna con nosotras sobre las nueve. Nos perderemos las tres primeras clases, por un día no pasa nada.
La joven Bell se quedó en silencio.
―¿A Ravi? ―preguntó Katherine con un tono de voz un poco más apagado.
―Sí, además, le debemos una explicación sobre todo lo que ocurrió anoche en la fiesta. Sé que ya no va a estar tan involucrado como antes, pero se merece saberlo. ―contestó Pip― Te parece bien, ¿verdad?
―Sí, muy bien. ―contestó Katherine un poco más brusca que de costumbre, y la castaña se extrañó ante eso― Oye, Pip, tengo que irme. Te llamo después de cenar para practicar la entrevista.
―Está bien, hasta luego. ―se despidió Pip y Katherine colgó. La joven Fitz-Amobi se tumbó en su cama para mirar al techo y soltar un suspiro.
Katherine siempre la saludaba y se despedía de ella con un «Sargentita». Pero esa vez no lo había hecho. Había colgado sin más. Y se sintió un poco vacía por ello. Como si le faltara eso.
Tal vez ese apodo le gustaba mucho más que lo que realmente quería aparentar.
―OS TRAIGO ALGO. ―habló Ravi desde el asiento del copiloto del coche de Pip, y le extendió a esta primera una bolsa de plástico de color blanco y amarillo.
Era la mañana siguiente y los tres detectives ya estaban reunidos. Katherine había salido de su casa haciéndole creer a su familia que se dirigía hacia el instituto cuando en realidad tan solo se había escondido en la parte trasera de la casa.
Cuando vio a Pip y Ravi llegar en el coche de la chica, recordó aquel momento en el que los vio riendo en ese mismo medio de transporte. Decidió ignorar la punzada de dolor que había sufrido en el pecho para reunirse con ellos y subirse a la parte trasera del coche.
―Una comida silenciosa. ―dijo Pip sacando una nube de la bolsa para dársela a Katherine, quien le sonrió como agradecimiento antes de engullirse la golosina.
―¿Vais a decirme qué hacemos en casa de Katherine? ―preguntó Ravi, un poco extrañado, masticando otra nube.
―Mi hermana guardaba su alijo en un osito de peluche. ―habló Katherine prácticamente por primera vez desde que entró en el coche― Y tenía un móvil de prepago.
―Que seguro que contiene un montón de mensajes y contactos secretos de los que no sabemos nada. ―añadió Pip― Seguro que ambos están dentro de esa casa.
―¿Quieres... que entremos en casa de los Bell? ―cuestionó Ravi con las cejas alzadas.
―Entrar no, colarnos.
―Exacto, y además no creo que sea allanamiento, pues al fin y al cabo es mi casa y os he dejado entrar. ―corroboró Katherine la respuesta de Pip, y esta la señaló dándole la razón.
―¿Y por qué tenemos que colarnos?
―Porque Katherine no tiene llaves de casa.
Ravi miró a Katherine por el retrovisor ―¿No tienes llaves de casa?
―Es una larga historia... ―murmuró la chica, escondiendo la verdad sobre la razón por la que no tenía llaves.
―Se le cayeron las llaves al inodoro y no se dio cuenta de eso hasta que tiró de la cadena tras vomitar. ―contó Pip y la pelinegra la fulminó con la mirada.
―Gracias por la aclaración, Sargentita.
―agradeció Katherine con un obvio sarcasmo en su tono de voz.
―De nada. ―le sonrió y Katherine le devolvió la sonrisa, solo que esta era una irónica.
―Sabemos que hay algo ahí dentro. Mi padre se ha ido a trabajar y mi madre no vive con nosotros. ―explicó Katherine, intentando cambiar de tema― Solo falta Becca, que trabaja en el correo de Little Kilton junto a un chico llamado Stanley Forbes o algo así. Lo sé porque se están conociendo.
―Oh, sí, sé de quién estás hablando. ―dijo Pip con una mueca de desagrado mirando a Katherine― Hablé con él un poco cuando empezamos la investigación. Es un verdadero capullo.
Katherine asintió, estando de acuerdo con la chica. Ese joven que su hermana estaba conociendo no le daba muy buena espina, sinceramente. Pero no iba a entrometerse entre la relación que Becca y él pudieran llegar a tener.
―¿Seguras que todo va bien?―preguntó Ravi, mirando a las chicas con extrañeza, pues en verdad las dos estaban muy tensas.
―¿Por qué no iba a ir bien?―contraatacó Pip, cruzada de brazos como una niña pequeña ― Vale, puedes llamarnos locas si quieres, pero vamos a entrar.
―No estais locas, pero... un Sherlock ―Ravi miró a Katherine de reojo― y en este caso dos Sherlocks, necesitan a su Watson.
Katherine miró al joven Singh con una ceja alzada, sin entender a lo que se refería. Obviamente sabía quiénes eran esos dos personajes, pero no entendía el motivo por el que estos habían sido mencionados. Sin embargo Pip pareció entenderlo, ya que sonrió un poco.
―Me quedaré vigilando. ―avisó Ravi, y ambas chicas lo miraron con curiosidad― ¿Un chico de piel morena en una casa de blancos? No es buena idea.
Katherine y Pip le sonrieron compasivamente, entendiendo a lo que el chico se refería. Se escuchó el de la puerta de la residencia de los Bell abriéndose. Los tres amigos contemplaon a Becca saliendo de su casa para después adentrarse en su coche de color rosa pastel.
La mediana de las Bell arrancó el coche y Katherine, Pip y Ravi agacharon sus cabezas para que Becca no se percatara de su presencia. Una vez que la rubia hubo desaparecido del campo de visión del grupo, volvieron a colocarse correctamente.
Katherine y Pip iban a salir del coche cuando la voz de Ravi las detuvo.
―Si veo peligro, mandaré una palabra en clave.
―¿Qué palabra? -preguntaron ambas jóvenes a la vez.
―«Nube». ―contestó Ravi, sonriente, y Katherine rodó los ojos ojos con diversión antes de salir del coche, seguida de Pip.
Ellas empezaron a caminar con rapidez hacia la casa de Katherine. Llegaron a la parte de atrás de la casa, donde había un gran ventanal. Las chicas se asomaron un poco y vieron que, efectivamente, no había nadie.
Ambas intentaron abrir la ventana, pero era imposible, pues necesitaban una llave para hacerlo. Katherine contempló las macetas que habían en el suelo antes de agacharse para levantarlas. Recordó que alguna vez había visto a Andie agarrar esas llaves de debajo de alguna de las macetas. Pip se agachó también para ayudar a Katherine.
Finalmente Pip las encontró debajo de una de las macetas y cuando las sacó de debajo de esta se las dio a Katherine. La pelinegra se dirigió hacia la ventana e introdujo la llave en la cerradura. Unos segundos después, la ventana estaba abierta.
Katherine y Pip entraron en la casa y la primera cerró la ventana tras ella. Caminaron con mucho sigilo por la casa hasta llegar a las escaleras que conducían hacia la parte de arriba. Subieron las escaleras con cuidado hasta llegar a la parte de arriba. La pelinegra se quedó mirando la foto enmarcada que había en el pasillo.
Eran las tres hermanas Bell: Andie, Becca y Katherine. La pequeña se encontraba en el medio, y estaba siendo abrazada por ambas hermanas mayores mientras sonreía ampliamente. Katherine recordaba demasiado ese día. Era el cumpleaños de Andie. Su último cumpleaños.
Lo recordaba todo demasiado bien.
Pip posó una mano en el hombro de Katherine para brindarle el mayor apoto posible. La chica la miró y le dedicó una sonrisa de agradecimiento que fue devuelta por la ojiverde. Katherine le dio una última mirada a esa foto enmarcada para alejarse de allí.
Llegaron hasta la habitación de Andie, la cual tenía su nombre pegado en la puerta. Katherine no entraba mucho en esa habitación, y no porque no quisiera, sino porque los recuerdos se adueñaban tan dolorosamente de ella que simplemente le era imposible.
Pip fue la que abrió la puerta de la habitación al ver que Katherine no iba a hacerlo. A la menor de las Bell le invadió la nostalgia. Todo estaba igual. Como si cinco años no hubieran pasado. Nada había cambiado en esa habitación. Era como si Andie siguiera estando allí.
Katherine salió de sus pensamientos al ver a Pip sacando su móvil para hacerle una foto a un tablón con fotos de su hermana mayor. La joven Bell miró la cama y vio todos los peluches que habitaban en esta. Pip dejó su bolsito de color negro en el escritorio de Andie y Katherine agarró unas tijeras que también se encontraban allí.
Las chicas se asomaron por la ventana de la habitación para comprobar que nadie las estaba vigilando. Solo estaba el coche de Pip en el que Ravi se encontraba dentro y muy a lo lejos había una mujer tirando la bsaura.
―¿Recuerdas qué conejito de peluche fue el que consiguió que Andie se enfadara contigo? ―preguntó Pip recordando la conversación que Katherine y ella habían tenido anoche.
Katherine negó ―No, Solo lo vi esa vez y no me dio tiempo a inspeccionarlo bien. No recuerdo el color siquiera.
―Tranquila. ―Pip le dedicó una sonrisa reconfortante― Pues supongo que tendremos que buscar entre todos sus conejitos de peluche hasta encontrarlo.
Katherine asintió, y Pip agarró uno de los muchos conejitos de peluche y era de color rosa. Las chicas se arrodillaron en el suelo. Se quedaron mirando al conejito de peluche unos segundos.
―Me temo que vamos a tener que operar. ―dijo Pip con una sonrisa burlona que contagió a Katherine.
Pip clavó una de las puntas de las tijeras en el estómago del conejito de peluche y empezó a rajarlo. Katherine lo miraba todo con atención. La castaña metió la mano dentro del peluche para buscar algún móvil de prepago o droga. Sacó prácticamente todas las entrañas del conejito de peluche, es decir, el algodón, pero no había nada.
Katherine y Pip se miraron con confusión. La joven Bell recordó que, cuando era más pequeña y jugaban al escondite, ella casi siempre se escondía debajo de la cama de Andie ya que era muy espaciosa. Tal vez podría haber algo debajo.
Katherine asomó la cabeza por debajo de la cama y vio dos cajas. Le hizo una seña a Pip para que la ayudara a sacarlas y empezaron a mirar el interior de una de color rosa fucsia. Pero tampoco había nada.
Abrieron la segunda caja de plástico de color blanco casi transparente para ver un montón de peluches. Entre ellos un conejito de color marrón claro.
Pip miró a Katherine y esta asintió, dándole a entender que se trataba del mismo conejito por el que Andie se había enfadado con ella hace cinco años. Le dio a la pelinegra las tijeras y esta alzó el brazo para clavar una de las puntas en el estómago del peluche.
Pero, antes de que pudiera hacerlo, la puerta de la habitación se abrió. Las chicas se giraron, sobresaltadas.
-Hey. -saludó Ravi, quien cerraba la puerta con mucho sigilo.
-¿Qué haces aquí? -preguntaron ambas chicas a la vez, confundidas, pues el moreno tendría que estar vigilando si alguien venía.
-Os he escrito. Becca ha vuelto. Se le habrá olvidado algo. -avisó Ravi y las dos chicas se miraron con urgencia antes de empezar a recogerlo todo.
Con ayuda del chico, pudieron lograrlo justo a tiempo. Lo dejaron todo debajo de la cama de Andie. Sin embargo, Katherine les hizo una seña para que no hicieran ningún ruido. Se escuchaban pasos provenientes desde abajo y cada vez estaban más y más cerca.
Conocía esos pasos.
Becca estaba subiendo las escaleras.
Katherine abrió la puerta del armario de Andie y les indicó a los demás que entraran rápidamente. Pip y Ravi fueron los primeros en adentrarse en el armario, seguida de ella. Cerraron la puerta con rápidez pero a la misma vez con cuidado de no hacer ruido. Cuando escucharon que Becca iba a entrar en la habitación, se taparon la boca.
―¿Monty? ―se escuchó la voz de la rubia, refiriéndose a su gato― ¿Estás aquí?
Obviamente, ninguno de los tres jóvenes detectives contestó. Katherine pudo ver por las rendijas del armario cómo Becca se agachaba para inspeccionar un trozo de algodón que se les había olvidado esconder. Lo observó por unos segundos hasta que dirigió su mirada hacia el mismo armario.
Katherine sintió una mano entrelazarse con la de ella. Miró hacia abajo para ver que se trataba de la mano de Pip. Tragó saliva para mirar a la ojiverde, quien tenía los ojos cerrados con fuerza. Volvió a sentir un torbellino de emociones en su estómago, pero decidió olvidarse de eso para centrarse en que su hermana mayor no los pillara.
Katherine apretó el agarre de Pip, y esta última se acercó un poco más a ella. Sus respiraciones se mezclaban mientras sus manos seguían entrelazadas. Pip abrió los ojos para mirar a la pelinegra. Estuvieron mirándose durante varios segundos. Y sucedió algo muy extraño.
Katherine bajó la mirada hacia los labios de Pip. Y Pip también lo hizo. Las mejillas de la joven Bell se tornaron de un color carmesí al darse cuenta. La joven Fitz-Amobi sonrió un poco ante eso, pero no dijo nada al respecto.
Sin embargo, ambas adolescentes salieron de su trance al escuchar los pasos de Becca acercándose hacia el armario. Ravi posó el dedo índice en sus labios para indicarles que bajo ninguna circunstancia hicieran ruido. La tensión era palpable. Katherine se llevó una mano a la boca.
Si la mediana de los Bell la pillaba dentro del armario de su hermana mayor junto a dos desconocidos, no se podría ni imaginar lo que pasaría.
Becca cada vez se acercaba más hacia donde ellos se encontraban. Katherine sentía que iba a vomitar de los nervios. Todos se tapaban la boca para evitar emitir algún tipo de ruido incriminatorio. Pero, para suerte de los detectives, el timbre de la casa sonó.
Becca le echó un último vistazo al armario antes de alejarse de allí y salir de la habitación. Katherine, Pip y Ravi dejaron escapar suspiros de alivio. Katherine volvió a poder respirar.
―Oh, mierda. ―maldijo Ravi en voz baja, aliviado.
―Creo que me acaba de dar un infarto. ―susurró Pip, quien seguía abrazada a Katherine.
La pelinegra la miró y Pip le sonrió levemente antes de separarse de ella. Katherine se sintió vacía cuando la castaña se separó de ella. Ravi fue el primero en abrir la puerta del armario y salir seguido de las dos chicas.
Katherine dejó el conejito de peluche en el escritorio y alzó el brazo para clavarle las tijeras, pero Ravi fue más rápido y se lo impidió.
―¡No! ―susurró el chico para señalar un agujero en el estómago de ese conejito de peluche. Lo agarró para abrirlo un poco más. Y encontraron el premio.
Mini bolsas de papel llenas de distintos tipos de hierbas y drogas empezaron a salir del estómago del peluche. Katherine alzó las cejas con estupefacción al ver toda la gran cantidad de droga que Andie había reunido.
―Por Dios. ―murmuró la joven Bell, sorprendida por lo que su propia hermana había estado haciendo a las espaldas de su familia― ¿El teléfono de prepago?
Ravi volvió a meter la mano dentro del peluche con una nueca de concentración. Las chicas observaban al joven Singh con impaciencia.
―No está. ―habló Ravi con nerviosismo y la puerta de la residencia de los Bell se abrió, haciendo ruido― ¿Quién es? ¿Qué hacemos? ―esto último lo dijo mirando a Katherine.
―Encontrar una ventana y bajar por el desagüe. ―contestó la pelinegra y Pip asintió, corroborando su respuesta.
―¿Estais locas? ―preguntó Ravi, sin poder creer lo que acababa de salir por la boca de Katherine.
―En el último cumpleaños de Cara fuimos a escalar. ―informó Pip, dándole a entender al chico que sabía lo que hacía.
―Alguien nos verá, mejor salimos por dentro. ―sugirió Ravi y las chicas se miraron antes de aceptar. Katherine empezó a guardar todas las bolsas llenas de droga dentro del conejito de peluche.
―¡¿Qué estás haciendo?! ―exclamó Ravi en un susurro mirando a la chica.
―¡Podría ser una prueba!
―¡Está lleno de drogas, no podemos llevar...! ―intentó replicar el joven Singh pero fue demasiado tarde, pues Katherine ya había abierto la puerta de la habitaciones de su hermana.
Empezaron a caminar hasta las escaleras con mucho cuidado.
―Una niña que vive enfrente ha visto a alguien colarse en tu casa. ―se escuchó la voz de un joven, y a Katherine le resultó muy familiar― No parece muy forzada. ¿Puedo mirar detrás?
―Llego tarde a clase de Pilates. ―respondió Becca, y Katherine frunció el ceño al pensar que su hermana mayor se iría a trabajar. Ni siquiera sabía que iba a Pilates. Ya no se contaban absolutamente nada entre ellas.
―Ten cuidado, Becks
―se volvió a escuchar la voz de ese joven y el trío de detectives se asomó un poco para intentar ver quién era―, una chica tan guapa como tú sola en casa...
―Qué detalle que te preocupes. ―dijo Becca con sarcasmo caminando hasta la cocina. Era más que obvio que ella y esa persona se conocían bastante. Como si alguna vez hubieran salido.
Katherine alzó las cejas con sorpresa al darse cuenta de quién se trataba de ese joven misterioso. El chico que las había amenazado de la forma más amable posiboe en la fiesta de los Hastings. El chico que le había intentado robar la nariz. El hermano mayor de Nat Da Silva. El agente de policía que trabajó en el caso de Andie y Sal.
Daniel Da Silva.
Katherine no tuvo tiempo de reaccionar ya que el nombrado alzó la mirada hacia donde ellos se encontraban. Ella, Pip y Ravi se echaron rápidamente hacia atrás, así impidiendo que Daniel los pudiera ver o algo por el estilo.
―¿No quieres que un poli eche un vistazo? ―insistió Daniel dirigiéndose hacia la cocina y los demás empezaron a bajar con sumo cuidado las escaleras de la parte de arriba de la casa.
Llegaron al final de las escaleras y el trío de detectives asomó cada uno su respectiva cabeza. Vieron a Becca y Dan conversando tranquilamente desde el interior de la cocina. Katherine pensó que, si se daban prisa, podrían llegar hasta la puerta de su casa y así salir de allí.
La pelinegra le indicó a Pip y Ravi con los dedos que a la de trrs saldrían corriendo hacia la salida. Ambos asintieron y, cuando Katherine contó hasta tres, empezaron a corrwr hasta la puerta. La abrieron y salieron de la residencia de los Bell sin mirar atrás.
Katherine se montó en el asiento del copiloto y Ravi en el asiento de atrás, justo en el medio. Pip fue la última en subirse en el asiento del piloto.
―¡Vamos, vamos, vamos! -exclamó Ravi con urgencia.
―¡Ya voy, ya voy, ya voy! -respondió Pip mientras se abrochaba el cinturón lo más rápido que podía.
―¡Corre, Sargentita! ―exclamó Katherine mientras miraba a todos lados, comprobando si alguien los estaba persiguiendo.
―¡Ya voy!
Pip pisó el acelerador del coche con fuerza y empezaron a alejarse del lugar a toda velocidad con las respiraciones aceleradas.
―Ha sido increíble. -murmuró Pip.
―Ha sido horrible.
―Somos increíbles. -contestó la joven Fitz-Amobi a la respuesta de Ravi.
―Habla por ti, Sargentita. -dijo Katherine con la respiración agitada mientras veía por el retrovisor cómo Dan Da Silva se hacia cada vez más pequeño- Yo me he meado encima.
EL TRÍO DE DETECTIVES se encontraba sentado en el maletero del coche de Pip. Habían conseguido salir de la casa de los Bell sin ser pillados por muy poco. Por lo que tuvieron que dirigirse a un lugar apartado. Decidieron ir hacia las afueras de Little Kilton, donde había un grande y verdoso descampado.
―Alguien ha tomado el móvil de prepago. ―habló Pip al rendirse de inspeccionar al conejito de peluche.
―Pero mirad esto ―dijo Ravi señalando las bolsas de droga esparcidas por el maletero―: es todo un alijo.
―Sí, ¿que será esto? ―preguntó Pip agarrando una de las mini bolsas con droga dentro para mirarla con curiosidad.
―¿Coca o Ketamina? ¿Pastillas? ¿María? ―intentó deducir Ravi mientras enumeraba las bolsas― Y un peta enorme.
―¿Quién era Andie Bell?
―Eso mismo me pregunto yo. ―respondió Katherine con la voz quebradiza a la pregunta de Pip mientras miraba a un punto fijo- Ya no reconozco ni a mi propia hermana.
Pip y Ravi la miraron con compasión, pues entendían el dolor que todo aquello le estaría causando. Katherine sentía que ya no conocía a Andie. Como si ahora estuviera descubriendo a una hermana mayor completamente diferente. No era propio de ella.
-Nada de esto tiene sentido. -habló Pip intentando cambiar de tema y así evitar que Katherine se sintiera aún peor.
-Necesitaría dinero.
-Ravi, mi familia tiene tres coches.-le recordó Katherine al chico con obviedad. Era más que claro que el dinero no era una preocupación en la familia Bell.
Aunque estuvieran a rebosar de dinero, les faltaba lo más importante: felicidad.
-Ya, es raro. -contestó Ravi y Pip, mientras tanto, seguía buscando dentro ddl conejito de peluche por si se habían dejado alfo.
Y estaba en lo cierto.
Pip frunció el ceño al notar algo más y lo sacó del conejito de peluche. Era una hoja de papel doblada perfectamente por la mitad. Katherine y ella se mirraon de inmediato, pues ya habían tenido pasadas experiencias con eso.
La castaña desdobló la hoja de papel y se quedó mirándola durante unos segundos. Volvió a fruncir el ceño con confusión y se la enseñó a los demás. Se trataba de un montón de letras y número colocados en columnas.
-¿Y esto? -preguntó Pip, confundida.
-Es una lista. -informó Katherine mientras miraba el papel- Los compradores, la droga y la cantidad.
-A «JL» le gusta la Coca. -argumentó Ravi señalando la hoja de papel.
-«TOW» es un fumeta.
-Y a «TT» le va el Rohypnol. -leyó el menor de los Singh y Katherine se quedó unos segundos contemplando esas iniciales y el nombre de la droga
La chica hizo una nota mental en su cabeza sobre esas iniciales y la droga. Memoria fotográfica. Cualquier detalle, por mínimos que resultara, podría ser crucial para la investigación.
-Cualquiera de ellos pudo matar a Andie. -la voz de Pip sacó a Katherine de sus pensamientos- Pero ¿quiénes son?
Katherine y Ravi se encogieron de hombros, dándole a entender a la ojiverde que tampoco lo sabían. Pip dobló la hoja de nuevo por la mitad.
-Me la llevaré a ver si Katie y yo averiguamos algo. -avisó e hizo una mueca de desagrado mientras le daba las bolsas de droga a Ravi- Tú... deshazte de todo esto.
-¿Sabéis? Siempre he querido ser un camello a pequeña escala.
-Aqui está tu oportunidad. -respondió Pip a Ravi con diversión.
-¿Queréis ser mis ayudantes?
-Por supuesto. -contestaron ambas chicas a la vez, burlonas.
-Pero mejor después de clase. -añadio Pip mirando a Katherine.
La pelinegra se encontró con los ojos de la ojiverde. La castaña se quedó mirándola por unos segundos antes de acercar su brazo hasta el pelo de Katherine. La chica retuvo la respiración. Su cabeza daba vueltas y no paraba de sentir un cosquilleo en su estómago.
Pip le estaba tocando el pelo.
Y lo peor era que le gustaba.
Katherine observaba fijamente los ojos verdes esmeralda de Pip. En ese momento, le parecieron los ojos más bonitos que había visto jamás.
-Tripas de conejo. -bromeó Pip al enseñarle a la pelinegra que le había quitado del pelo un trozo de algodón.
La chica salió de su trance y solo pudo reír un poco. Pip le sonrió una última vez antes de empezar a darle a Ravi toda la droga para que se deshiciera de ella. Katherine desvió la mirada de ellos para clavarla en un punto fijo.
¿Qué demonios acababa de pasar?
¿Por qué le ponía nerviosa la simple presencia de Pip y su toque? ¿Por qué se ponía así si a Pip le gustaba Ravi? ¿Por qué se sentía tan confundida?
Muchas preguntas, pero nulas respuestas.
Al menos por ahora.
ˏˋ°•*⁀➷ ↺ nahia's note .ᐟ 💿
holisss, por acá les dejo un capítulo llenísimo de tensión 🤭
dios mío, ADORO todas y cada una de las interacciones que tienen Katie y pip en este capítulo 😭💌
stanley forbes ha sido mencionado aunque no haya salido en la serie, i'm sorry, pero tenía que hacerlo!!!! es un personaje DEMASIADO IMPORTANTE en el segundo libro como para olvidarnos de él tan fácilmente, so yeah 🥰💪🏻
la verdad es que estoy pensando seriamente en poner escenas del libro que no hayan salido en la serie desde que empecé a escribir este fanfic, pero primero quería saber su opinión primero y ver si les gustaría eso.
ay y pobre ravi, en plan, he's the other woMAN ☹☹☹
y pobre katherine con lo de las cocina llaves de su casa, juro que su historia me hace llorar muchísimo 💔
katherine está tan enamorada de pip, dios mío, como no se dé cuenta rápido aseguro que me voy a pegar un tiro ( loca, literalmente eres tú la que está escribiendo todo este drama 🤓👆🏻 )
¿parte favorita del capítulo?
no se olviden de votar y comentar, please please please!!!!
p.d: mañana empiezo el instituto y la verdad es que i'm NOT ready for it.
xoxo, nahia <3
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